domingo, 30 de diciembre de 2007

Entrevista a CARLOS EDUARDO ZAVALETA


Carlos Eduardo Zavaleta, insigne representante de la generación del cincuenta, ha mantenido un constante ritmo de trabajo que se resume en una serie de libros –cuentos y ensayos– aparecidos en los últimos años. Sin embargo, desde 1997 no volvía a publicar una novela. Con boleto de vuelta (Fondo editorial de la UNMSM, 2007) marca su regreso al género.

Entrevista CARLOS M.SOTOMAYOR

¿Cómo surge Con boleto de vuelta?
La novela surge a partir de recuerdos de Tarma, recuerdos de la muchacha Maruja. Luego el viaje a Tarma y enseguida la vuelta para enhebrar con un tema que sea mucho más importante: mis recuerdos de una gran profesora sanmarquina dedicada a la historia colonial.

Como ya es característico en sus novelas, ésta resulta ambiciosa en cuestiones estructurales...
Estructura y estilo son mis preocupaciones...

En ese sentido, esta novela es distinta a Pálido, pero sereno...
Claro, es más breve, de hilos más breves entrecruzados en tejidos rápidos. En la novela anterior primero hay una destrucción de la familia, luego la destrucción de un departamento enorme, y luego hay la reconstrucción de eso y a propósito la reconstrucción del país. Y esta última es sobre una destrucción a nivel mundial. Fíjate que hasta ahora no termina.

Además del tema internacional, la novela tiene que ver con la interioridad de los personajes...
Claro, eso es de lo que siempre me he preocupado yo. Hay un asunto por un lado, íntimo, privado, casi exclusivo de uno. Y hay otra vida de la calle, que no sólo quiere decir vida de la ciudad sino vida del país. Y cuando uno mira mejor ese país está conectado con otros. Además yo tengo 32 años trabajando en el Ministerio de Relaciones Exteriores como consejero cultural. Pero también de mi vida ahí es que me han gustado mucho los temas internacionales.
¿Cómo se da en su caso el proceso de escritura?
Bueno, como yo soy profesor en San Marcos, debo tener horarios. Tengo que hacer trabajos de investigación que son más o menos obligatorios. Y luego viene la parte literaria, la parte artística. Yo me dedico mucho a escribir, a reescribir y a corregir. Pero hago todo lo posible por experimentar con la estructura y el estilo de la prosa. Por un lado modernizarla. Yo creo que la literatura es el arte del lenguaje. Nosotros nunca debemos olvidar que esto es un arte y no estamos en el campo de la filosofía, la sociología o la historia. Es el campo de la vida que busca la poesía.


¿Cómo ve a la distancia toda su obra, que arranca desde el cuento Una figurilla...?
Mira, hasta ahora tengo algunos compañeros catedráticos en San Marcos que me vienen a hablar de Una figurilla. Me dicen que los ha fascinado, que no lo habían leído antes, pero que los ha fascinado ahora. Y han pasado cincuenta o más años. Tomás Escajadillo me dijo el otro día: “Yo recuerdo mucho de tu tema del terrorismo dentro de la ciudad y no he encontrado algo mejor que La boca del lobo. Y se trata de un cuento que tiene cinco o seis páginas, en donde de buenas a primeras toda esa paz que uno puede tener en un departamento, esa paz dedicada a los libros, a la cultura, a la amistad de pronto se convierte en un laberinto porque la muchacha está conectada con su novio, su novio es de Ayacucho, y luego los persiguen. Y las calles de Miraflores, que son calles de paz, de pronto se convierten en calles de muerte...

Un tema muy importante, sin duda...
Supongamos que tú vas caminando por Miraflores y resulta ser la noche de Tarata. De ahí en adelante tu vida cambia, la ciudad cambia, los recuerdos cambian. Así que, mira, aunque es muy desagradable y desgraciado hablar estas cosas, es muy útil para un escritor tener tantas provocaciones de tipo mental y de tipo artístico, porque son temas importantísimos, y tú tienes que estar feliz de tenerlos, aunque los sufras. Y luego lo que hay que hacer es un lenguaje adecuado para que dure lo más posible.

Tengo entendido que el próximo año publicará una novela corta...
Sí, Huérfano de mujer. Es una novela corta que me gusta muchísimo, pues en ella hay una muerta singular para mí, que es mi esposa que ha muerto hace tres años. Y al mismo tiempo es una oportunidad para que se hable de Lima. Ella amaba Lima, vivía en el Jirón de la Unión. Yo no podía comprender que alguien pudiese ser feliz viviendo allí. Uno pensaba en los años 50 y 60 que no se podía ser feliz en ese lugar. Hay en la novela paseos por Lima y luego paseos hacia los balnearios. Los protagonistas van creciendo y alrededor de ellos mueren personas importantísimas. Y ahí viene una especie de decadencia de la ciudad. Y el traslado de miles de personas que vivían en Lima hacia los alrededores, en donde vivimos ahora. Estamos rodeados de vida, pero también, date cuenta, estamos rodeados de muertes. Pero a pesar de eso tenemos que salir avanti, sonrientes. Ser hombre es ser atacado por los dos flancos, por la guerra y por la paz, por la vida y por la muerte. Pero hay que seguir adelante.

*Fotografía de PÁVEL UGAZ
*Publicada en Correo el domingo 30/12/07. Se ha añadido una pregunta que por especio no entró en la versión impresa.

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