domingo, 29 de julio de 2007

Entrevista a EDMUNDO PAZ SOLDÁN


Un historiador que se gana la vida escribiéndole los discursos al presidente de Bolivia es el protagonista de Palacio quemado (Alfaguara, 2007). Edmundo Paz Soldán, su autor, estuvo en Lima para presentar la novela en la Feria Internacional del Libro.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

Esta novela no transcurre en Río Fugitivo sino en La Paz…
Lo que pasó es que para mí Río Fugitivo se convirtió en una versión personal de mi ciudad natal, Cochabamba. Uno de los temas que me ha interesado trabajar en mis novelas ha sido el choque entre modernidad y tradición, aunque haciendo énfasis no tanto en la parte tradicional sino en esa modernidad desesperada de la gente de clase media que quiere ser moderna para no sentir que está en un país tan atrasado. Entonces Río Fugitivo para mí se convirtió en esos espacios en donde había esos polos tecnológicos, estos desajustes… Y claro, para esta novela que tocaba la cuestión de la crisis política última, pensé que Río Fugitivo no era la atmósfera adecuada. En El delirio de Turing, la novela anterior en la que también había protestas en la calle, a ratos sentía esa limitación. Pensé entonces que para que haya más acción tendría que trasladarse todo esto a la sede del poder. En Palacio quemado sentí que el tema fue el que dictó el lugar…

El tema político está presente en todas tus novelas. En Sueños digitales, por ejemplo, abordas las nuevas tecnologías en relación al poder…
Es bien curioso porque mi generación, la de los años noventa, ha sido vista, a veces con razón, como una generación muy frívola, muy dada a la cuestión del entretenimiento, de los nuevos medios, las nuevas tecnologías. A mí nunca me ha interesado simplemente mostrar la cuestión de los nuevos medios o las tecnologías en un vacío. Quería ver cómo impactaban éstos. En el caso de Sueños digitales, cómo el poder podía usar las nuevas tecnologías. Creo que el tema político ha sido fundamental y si en las anteriores novelas estaba más soslayado en esta última aparece frontalmente.

El protagonista de la novela evidencia una falta de real compromiso que lo lleva a la inacción…
Yo quería hacer una radiografía del fracaso de una clase social. Siento que en Bolivia había una revolución no armada en los últimos años. Con la llegada al poder de Evo Morales ha habido un cambio en los rostros de la élite política. Es el fin de una época y el inicio de otra. Y esta novela retrata el final de ese momento en que la clase media o media alta pierde o cede sus espacios de poder. Y una de las razones por las que creo se produjo el fracaso es que esta burguesía no tuvo una visión de país. Yo puedo hablarlo libremente porque es mi grupo social e incluso lo puedo hablar como una autocrítica. Gente que se conduele de las injusticias o del racismo en Bolivia, pero que tampoco quiso hacer mucho para cambiar esas cosas porque le afectaba a su propio capital político. Entonces, un poco quería retratar en el narrador esa especie de ambigüedad, el tener esa buena conciencia, sentirse mal, y no hacer nada.

Muy diferente a la actitud del hermano…
Quería mostrar un cambio generacional. En los años sesenta o setenta había una generación que estaba más dispuesta a luchar y defender con su propia vida sus ideas, por más que sean éstas equivocadas. Había esto en el hermano, aunque luego en las últimas versiones lo hice más ambiguo. Pero quería contrastar esa actitud con la del hermano, con la nueva generación que es mucho más pragmática, conformista.

En la novela Mendoza encarna al intelectual que se vincula con el poder…
En Latinoamérica tenemos una visión muy exaltada de los intelectuales, como la gran conciencia moral de nuestras sociedades. Y creo que sí, que hay muy buenos ejemplos en cada país. Pero creo que la gran mayoría son intelectuales cortesanos. Y quizás la figura que para mí encarna esa ambigüedad es García Márquez, quien es capaz de escribir una novela como El otoño del patriarca y ser muy crítico del poder; pero a la vez, en el momento de su amistad con Fidel Castro pierde toda esa distancia crítica y se deja deslumbrar y fascinar por la cercanía misma del poder. En la novela quería mostrar cómo los intelectuales latinoamericanos en su mayoría están fascinados y adscritos al poder.

En tus novelas he notado la presencia de mujeres fuertes que suelen desestabilizar un poco a los personajes masculinos.
Lo que ha pasado es que nosotros hemos heredado, de generaciones anteriores, la retórica del machismo, pero es una retórica hueca, que no funciona, porque tenemos a nuestro lado muchas mujeres que son profesionales, independientes. El hombre en estas novelas se siente un poco amenazado por esas presencias con las cuales no sabe cómo lidiar porque le queda el ejemplo de su padre y esa retórica autoritaria.

*Fotografía de PÁVEL UGAZ.

miércoles, 25 de julio de 2007

Entrevista a FEDERICO ANDAHAZI


El escritor argentino Federico Andahazi presentó su novela El conquistador (Premio Planeta, 2006 de Argentina) en la XII Feria Internacional del Libro de Lima. En esta entrevista el autor, que también es sicoanalista, revisa conscientemente su obra narrativa.

Entrevistan MANUEL ERÁUSQUIN y CARLOS M. SOTOMAYOR

Hay una debilidad por lo histórico en tus novelas. ¿Cómo consideras esta característica?
Yo me pregunto con insistencia si mis novelas pueden calificarse como novelas históricas o no. A mí me parece que una de las características de la novela histórica es ser fiel a la historia, y yo me tomo varias licencias. Por ejemplo, me permito torcer a la historia a favor de lo que quiero contar. En ese sentido, no me atrevería a calificar a mi narrativa como histórica.

Pero sí existe un pretexto histórico en la concepción de tus novelas.
Sí, hay una ambientación histórica, es cierto. Sin embargo, para escribir una novela, entre comillas histórica, hay que investigar muchísimo, pero quizás lo más importante no esté en relación a la verdad sino a la verosimilitud. Una novela situada en una determinada época histórica no tiene necesariamente que ser verdadera, pero sí verosímil, el lector tiene que creer que esos hechos pudieron haber ocurrido.

Sin embargo, en tu caso cómo planteas esa visión.
Ahora, en mi caso, yo no trabajo con conceptos que tengan una relación con el documento o la documentación en sí, sino más bien con elementos teatrales, cinematográficos que tienen una relación con la ambientación, la escenografía o el vestuario. Yo necesito, como en el caso de El conquistador, que el lector tenga la impresión de estar caminando por las calles de Tenochtitlan y que pueda percibir la sensación de estar viviendo esa historia.

Ahora, algo curioso. En varias de tus novelas las mujeres mueren, incluyendo en El conquistador. ¿Qué ocurre ahí, qué ocurre en tu inconsciente? Te lo pregunto porque tienes formación de sicoanalista.
Mira, yo puedo reconocer que el sicoanálisis toma mucho de la mitología, de la dramaturgia, específicamente de la tragedia. Creo que esto de las mujeres, que no tienen finales precisamente felices, proviene de la tragedia. Y creo que en todas mis novelas, de alguna forma u otra, se ajustan a las leyes de la tragedia. Todas, por más que transcurran en Florencia, Venecia, Buenos Aires o en Tenochtitlan, estarán marcadas por ella.

La historia de El conquistador parte de una visita tuya a México, específicamente cuando viste el famoso mural de Diego Rivera.
Es cierto, y pienso que en el origen de toda novela siempre existe un hecho fortuito. En el caso de El conquistador, yo estaba en México presentando un libro y en uno de esos paseos de rigor por la ciudad estuve en el Palacio Nacional y ahí me encontré con ese fantástico mural de Rivera donde él cuenta pictóricamente la historia de México, y en la parte dedicada a los aztecas hay un fragmento que me resultó maravilloso, donde hay una barca que está navegando hacia el Este con un personaje muy singular, que en realidad está volando por los aires, y al fondo se ve un sol invertido. Entonces, creí leer los elementos necesarios para una historia: ¿Quién es este personaje? ¿Adónde iba? ¿Adónde habrá llegado? ¿Qué significa ese sol investido?

En la novela, cuando Quetza, protagonista principal de la historia llega a España, se siente aterrorizado cuando ve cómo la Inquisición quema personas vivas.
Claro, porque al llegar lo primero que huelen, lo primero que perciben es carne asándose, ellos quieren llegar ahí porque están hambrientos, pero se encuentran con la inquisición y ahí Quetza queda impresionado por los salvajes que podían ser esos hombres. Y no hay que olvidar que en su civilización, donde se practicaban los sacrificios humanos, los descendientes de los toltecas se oponían a estas prácticas y esto era una suerte de discusión. Por eso digo que esta novela no tiene una visión ni paternalista ni condescendiente con las culturas precolombinas. Quetza no sólo tiene una mirada muy crítica sobre el régimen inquisitorial que se vivía en España, también la tiene sobre la monarquía de su propio pueblo. MAS DATOSLa novela de Federico Andahazi, El anatomista, historia ficcionada sobre el médico italiano Mateo Colón que en el siglo XVI reconoció la existencia del clítoris y su función para el placer femenino, será filmada a partir de octubre por la guionista y directora argentina Gabriela Tagliavini.

*Fotografía de EDUARDO CAVERO.
**En los próximos días postearé la entrevista completa. Esta es la versión que salió publicada en el diario Correo el 25/07/07.

domingo, 22 de julio de 2007

Entrevista a DANIEL ALARCÓN


La novela sucede en un país ficticio que si bien puede ser el Perú, también podría ser cualquiera. Daniel Alarcón ha logrado en Radio Ciudad Perdida (Alfaguara, 2007) retratar el drama individual que se padece luego de un proceso de violencia política. Esta es la versión completa, la editada apareció el 22/07/07 en Correo.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

El tema de la violencia política, presente en tu primer libro, reaparece en Radio Ciudad Perdida
Bueno, en realidad yo no quería que esta novela fuera sobre eso. Quería hacer otra. Pero tú sabes que cuando estás escribiendo una novela ya no te pertenece a ti sino a tus personajes. Y poco a poco el tema de la violencia fue ganando terreno dentro de la novela. Quizás con este libro cierre por ahora un capítulo de mi obra. No pienso escribir más sobre la política por un tiempo. Pero aún había cosas que debía estudiar, analizar y especular sobre este tema.

Si bien la novela puede relacionarse con lo ocurrido en nuestro país, no hay una referencia explícita, por el contrario se trata de un país ficticio…
Fue una decisión natural para mí. No soy historiador, soy un novelista y quise darme toda la libertad para inventar un país, una guerra, un movimiento guerrillero, un gobierno, una geografía. A la ciudad, que se parece a Lima, quise ponerle un tren eléctrico, porque a Lima le falta. Quise rescatar la libertad de creación y no tener que ser fiel a los hechos o a los sucesos de los años ochenta, de la guerra o de la posguerra. Es mucho más divertido, como escritor, hacerlo así.

Y también más efectivo para mostrar el drama individual…
Claro, puedes ir al grano sin distraerte en detalles. Para hablar de la posguerra en el Perú tendría que explicar muchas cosas y no quise hacerlo. Quise hablar de una familia, de una pareja, de un niño, centrarme en eso y borrar los detalles que no me interesaban.

Tengo entendido que hiciste una previa investigación de hechos similares en otros lugares.
Sí, por ejemplo, el programa Radio Ciudad Perdida tuvo su base en Buscapersonas de RPP. Y luego al investigar descubrí que ese tipo de programa existe en Brasil, en Nigeria, en la India, en Colombia y en muchos países más. Eso también me dio la confianza de ambientar la novela en un país sin nombre, porque hay muchos países que viven lo mismo.

En la novela el gobierno intenta abolir el recuerdo de aquellos años de violencia interna. ¿Qué tan importante consideras que es la memoria para una sociedad?
Yo me acuerdo que en el 2001, cuando se hablaba de la Comisión de la Verdad, hubo muchos debates, mucha discusión y mucha gente en contra de la formación de una Comisión de la Verdad. Eso es precisamente lo que quiero retratar, no sólo la guerra sino la posguerra y el proceso de recuperación que para mucha gente es sinónimo de olvidar. Esa es una estrategia de recuperación sicológica, pero no es la única. Para realmente tener una reconciliación también hay que conversar, hay que ponernos de acuerdo sobre qué es lo que sucedió, cómo, quién murió, cuántos, dónde, a manos de quién.

Tienes un libro de cuentos y ahora una novela ¿Qué género disfrutas más?
Escribir una novela es mucho más divertido, porque estás todos los días en lo mismo, te enamoras completamente de tus personajes, de su mundo. Si bien los primeros seis u ocho meses pueden ser muy difíciles, luego una vez que logras encaminarte es mucho más fácil. En el caso de escribir cuentos es distinto. Ni bien empiezas tienes que acabar, y no disfrutas de ese momento de convivencia con tus personajes.

Conforme avanza la lectura uno se encuentra con incógnitas que se van despejandopaulatinamente de manera natural…
Yo lo escribí en ese orden. Y las incógnitas surgían y no tenía respuesta para ellas, aparecían luego. No es que tenía una idea de cómo iba a terminar la novela, para nada. Eso es lo lindo de escribir una novela. Y sabes que estás encaminado cuando, por ejemplo, un detalle que entra al texto en la página 30 por motivos que tú mismo no puedes explicarte termina siendo esencial en la página 300.

Tú escribes en inglés. ¿Supervisas la traducción al español?
Esta traducción ha sido un trabajo de equipo. Está Jorge Cornejo que ha hecho un excelente trabajo. La traducción va por muchos filtros: mi viejo, mi editora Mayte Mujica también. Y luego yo hago la última revisión.


¿Cómo ves la narrativa peruana última?
Me da mucho gusto los éxitos que hemos tenido a nivel internacional. Y a nivel nacional, creo que cada vez se publica más, hay más editoriales, hay más escritores interesantes. No los he leído a todos, pero me enorgullece ser considerado parte de las letras peruanas, creo que somos buenos escritores. A los cubanos se les conoce porque bailan bien y a los peruanos porque escriben bien. Lamentablemente eso no ocurre con nuestro fútbol (Risas).

Finalmente, vas al encuentro de escritores en Bogotá, junto a Santiago e Iván…
Yo no iba a ir porque en realidad he estado viajando demasiado este año. Pero luego lo pensé mejor. Es una gran oportunidad para conocer a los escritores de mi generación a nivel latinoamericano. Va ser muy bonito. Las listas siempre son una tontería, para serte honesto. Las listas son para dar que hablar. Hay escritores allí que admiro mucho y me da mucho gusto estar en una lista con ellos, pero no significa que esa lista es para cerrar un debate sino para comenzar una discusión. Es como una antología, siempre hay alguien que cuestiona la selección.

*Fotografía de EDUARDO CAVERO

martes, 17 de julio de 2007

Entrevista a LUIS HERNÁN CASTAÑEDA


Tercer libro y primer conjunto de cuentos, Fotografías de sala (Alfaguara, 2007) no es en realidad la primera incursión en el género de Luis Hernán Castañeda. En su primera novela, Casa de Islandia, aparecieron algunos relatos que ya evidenciaban su destreza en los predios de la cuentística. A continuación la versión completa de la que apareció editada el 18/07/07 en Correo.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

Es tu primer libro de cuentos; sin embargo, no es un género que te sea ajeno. En tu primera novela, Casa de Islandia, incluiste algunos...
En realidad es un género que no he dejado de practicar, es un género que me gusta mucho leer. Y además me gusta mucho escribirlo, porque exige una serie de destrezas que el novelista a veces no tiene, como es la precisión o la capacidad para manejar pocos recursos y hacerlo de la mejor manera posible para dar una impresión de perfección, que es lo que el cuento exige. Lo que Cortázar llamaba el K.O.

Existe aún un menosprecio, injustificado, claro, por el cuento.
No creo que exista una división jerárquica entre cuento y novela. Para mí ese tipo de progresión que ve al cuento como primer paso y a la novela como culminación, como expresión más plena de la narrativa, no me parece real. El cuento es también un género mayor.


A pesar de que podrían ser reconocibles, no mencionas los lugares en donde se desarrollan las historias de este libro...
En estos cuentos hay un referente real y hay una representación de este referente. La estrategia de no nombrar directamente el referente, el barrio, la zona de la ciudad en la cual están situadas las historias, es una estrategia que tiene que ver con el reconocimiento de que toda representación fotográfica de la realidad es imposible mediante la literatura y que en toda representación literaria intervienen una serie de filtros, de discursos, de materiales que oscurecen el referente pero a la vez lo iluminan de manera no documental.

En ese sentido, Bellatín es un referente en tu literatura...
Yo creo que la obra de Bellatín lo que demuestra es la autonomía del lenguaje para generar mundos independientes. Pero también la literatura de Bellatín significa para mí hacer un juego con la realidad, hacer de la literatura un espejo deformante que representa y no representa, que presenta imágenes que parecen corresponder a la realidad pero que a la vez se distancian de ello. Por ejemplo, en el tema de la autobiografía. Estos cuentos juegan mucho con el tema de la autobiografía. Podría parecer que muchos de los personajes que están en el libro forman parte de mi entorno, de mi vida privada. Pero justamente lo que quiero hacer es mostrar mi espacio intermedio, en el cual los personajes reales se confunden con los personajes ficcionales, con lo cual finalmente la ficción y la realidad entablan relaciones complejas.


En tu obra suele haber guiños al lector. En este libro aparece Islandia, nexo evidente con tu primera novela.
Sí, en el primer cuento, que se llama “Antonio”, aparece una referencia a Islandia, que es una referencia a mi primer libro, Casa de Islandia. Y la intención al hacer esto no sólo era crear una continuidad que dé cuenta de un proyecto unitario que atraviesa todos los libros, sino también esclarecer el sentido de Islandia. Entonces, Islandia, finalmente, según la presenta este cuento, es la escritura, la literatura como un acto digamos de subversión íntima al interior de la familia, al interior de la casa.

Tus libros están emparentados entre sí. Existe, como dices, un proyecto unitario...
Los tres libros tocan problemáticas cercanas: el tema de la familia está en los tres libros, el tema de la reflexión de la escritura también. Mi interés siempre es crear continuidades, avenidas en las cuales haya vasos comunicantes entre textos, entre cuentos de un mismo libro y entre libros.

Ahora que mencionas el tema de la reflexión de la escritura, me viene a la mente tu cuento “Una historia verdadera”.
El cuento cuenta la historia de un concurso escolar, unos juegos florales escolares. Y el problema que se toca allí es justamente sobre la vida y la ficción, sobre de qué está hecha la ficción. Y lo que se intenta mostrar es que la ficción no es un término opuesto a la realidad sino más bien un elemento que orbita alrededor de la realidad, la penetra, se aleja de ella, pero está íntimamente ligada. Y se encuentra a veces muy cerca.

¿Otra referencia –particularmente en este libro– podría ser Chejov?
Sí, Chejov está presente por el cuento “La dama del perrito”, un cuento que ocurre en un balneario y tiene una atmósfera muy particular que se puede de alguna manera traslucir en estos cuentos, que son cuentos que ocurren todos en un mismo lugar, que están rodeados de un mismo clima: clima emocional, narrativo e, incluso, meteorológico. No sólo Chejov, también está presente Loayza. Y Loayza por la intención, visible, por ejemplo, en Otras tardes, de representar un grupo, de dar las claves para entender un cierto espíritu colectivo. En Otras tardes crea unos personajes que son aparentemente fríos pero logra con mucha eficacia representar esta identidad colectiva.

*Fotografía de KEYKO MONTEBLANCO.

domingo, 15 de julio de 2007

Entrevista a JOSÉ B. ADOLPH


Un nuevo libro de José B. Adolph resulta siempre una grata noticia. Es sólo un viejo tren (San Marcos, 2007), no sólo trae lo nuevo de su producción cuentística, sino que, además, rescata algunos relatos de Un dulce horror, libro a estas alturas inubicable en librerías. En esta entrevista, al igual que en su obra, Adolph despliega ironía, humor negro y una constante tendencia cuestionadora del mundo. A continuación una versión más completa de la que apareció, editada, en el diario Correo.

Entrevistan MANUEL ERÁUSQUIN y CARLOS M. SOTOMAYOR

Tus personajes casi siempre llegan a ser seres con un alto grado de oscuridad. Hay asesinos o ciegas obsesionadas con apetencias carnales. ¿Qué te acerca a crear ese tipo de personajes?
Como yo no sé de teoría literaria me es muy difícil responder a preguntas como ésta. Pero me imagino que sale a flote el lado oscuro que todas las personas tienen. Y una característica que ha llamado mi atención y la de otros es que suelo matar o enfermar a las mujeres, lo cual no se corresponde, espero, a mi actitud en la vida real. Porque yo soy uno de esos pocos hombres, al menos peruanos, a los que les gusta las mujeres también fuera de la cama. Pero el lado cavernícola, hijoputesco de Adolph, se queda en mis cuentos.

También está presente en tu obra aquella mirada escéptica del mundo…
Esa sí corresponde a la realidad. Es más, no sólo soy escéptico, ya me he graduado de pesimista. Yo era escéptico, ahora soy pesimista. No solamente sobre el individuo, sino sobre el universo entero, que se refleja, por lo menos, en una novela, La verdad sobre Dios y JBA, en la que recojo una vieja teoría agnóstica que también compartían los cátaros, según la cual lo espiritual en nosotros es obra de Dios y todo lo que es material es obra del demonio. Yo amplío un poco ese concepto e invento la teoría correspondiente a nuestra época de que Dios no está muerto como decía Nietzsche, sino que está preso en el ciberespacio. Y en realidad el golpe de estado lo dio Satanás y lo ganó, desplazó a Dios y creó al universo material y al hombre a su imagen y semejanza.

Muchos de tus cuentos tienen finales sorpresivos, inesperados.
Claro, es lo que en el género se llama la táctica O’Henry, que se hizo famoso en el siglo XIX justamente por eso, porque todos sus finales eran sorpresivos, inesperados. Eso me encanta.

Tus personajes femeninos los abordas desde una perspectiva sicológica, siendo las mujeres, como sueles decir, impredecibles…
Sobre todo para la mentalidad masculina son impredecibles. Aunque ellas mismas aceptan que lo son. Yo lo he conversado con muchas mujeres. Por alguna razón misteriosa las mujeres me cuentan cosas. Y estoy hablando de mujeres que no han tenido conmigo ninguna relación de tipo sentimental. Tienen más confianza en mí y me cuentan cosas que no les cuentan ni a sus amigas y a veces ni así mismas. Nos sé, para algunas tengo cara de psicoanalista, para otras tengo cara de monje confesor. La otra vez vi un programa sobre el cerebro humano y dicen que en el hombre la parte emocional está en un hemisferio y la cognitiva en el otro. Pero la mujer tiene ambas cosas en los dos hemisferios, lo que ratifica mi opinión desde chico: que las mujeres son más inteligentes que nosotros. Por eso digo que hablar con una mujer es como jugar al ajedrez, algo complejo. Y hablar con un hombre es como jugar a las damas. Somos en realidad más simplones e influenciables que las mujeres, que se hacen las tontas porque es la única manera de conseguirse un macho, porque la mayoría de los machos le tienen terror a las mujeres inteligentes.

¿Qué piensas de las campañas de fomento a la lectura?
Todas estas campañas de difusión del libro, que se está haciendo en el Perú son muy loables. Yo he felicitado a Arévalo y a otra gente que lo hace. Me parece magnífico, muy bien intencionado, todo lo que quieran, yo lo aplaudo. Pero no va a servir de mucho. Porque el problema básico del Perú empieza con la pobreza, sigue con la pésima educación. Entonces, si no hay las condiciones materiales para adquirir el libro fácilmente, por lo menos para la clase media baja, digamos, cómo van a tener interés en leer.


De otro lado, el tema religioso es otra de tus preocupaciones…
No es que a mí me preocupe el tema de Dios. Eso ya lo tengo más o menos resuelto con el agnosticismo: no sé si existe o no. Porque en algún momento descubrí que el ateísmo también es una fe. Mi preocupación no es por Dios, sino por lo que es capaz de creer la mente humana. Si hacemos una relación de las religiones y sus respectivas ridiculeces, de todas, por no hablar de las sectas, revelan un muestrario indescriptible de locuras humanas creativas, que yo llamo ligeramente desquiciadas. Eso es lo que me interesa y me preocupa, somos capaces de creer cualquier cosa.

Eres un gran conocedor de la historia de las religiones, por ejemplo de la cristiana…
Hay un hecho que creo yo es el nacimiento de la escisión del cristianismo de ser una secta judía a ser una religión aparte. Y es el momento en que Pablo dice que no es necesaria la circuncisión para ser cristiano. Entonces con eso lo que hizo es convertir a una secta judía de Palestina, nombre que le pusieron los romanos, dicho sea de paso, a una religión romana. Lo que ha hecho el cristianismo bajo Pablo es una maniobra política muy inteligente, que fue tomar el lugar de Roma, cuando Roma estaba físicamente por desaparecer como Imperio y como República, y convertirla en una entidad espiritual universal, que por eso se llama católica. Nietzsche, aunque no estoy seguro si fue él, no estaba tan descaminado cuando dijo que el cristianismo es la manera en que el judaísmo ha dominado al mundo.

¿Por ese comentario muchos se van a rasgar las vestiduras?
Si es una mujer bonita, que se las rasgue (risas).

*Fotografía de KEYKO MONTEBLANCO.

martes, 10 de julio de 2007

Entrevista a JOSÉ DONAYRE


El más reciente libro de José Donayre, Horno de reverbero (Mundo ajeno, 2007), tuvo su génesis en el soporte virtual de un blog. Ahora, impreso en una muy cuidada edición, el libro adquiere nuevas dimensiones. Y sobre ellas, precisamente, nos habla su autor en esta entrevista.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

Una de las definiciones de Horno de reverbero es la de aquel horno que sirve para separar el cobre de la escoria. ¿La elección del nombre tiene que ver con la brevedad de los textos y el extremado cuidado del lenguaje de éstos?
Claro, parte de la evocación de la alquimia del horno de reverbero. Creo que es uno de los hornos que usaban los alquimistas. Y existen estos hornos, en Chile lo utilizan para el cobre. Pero también juega con la palabra de reinventar el verbo, de ser doblemente verborreico, quizás.

Son 69 relatos. Dijiste en una entrevista que la elección del número tenía relación con el inicio y el final de las cosas...
Más allá de la figura, de la posición sexual, que es una lectura respetable, mi interés estaba por la imagen del número, que vienen a ser figuras opuestas y complementarias. Una suerte de fusión de opuestos complementarios. Y visto desde cierta perspectiva es más bien el símbolo del eterno retorno, de una visión mítica del final que se une con el comienzo.

El libro se origina en un blog...
Nace en un blog, pero al comienzo no pensé en la posibilidad de publicarlo. El blog me pareció un soporte, un sistema de comunicación interesante. Me pareció divertido tener una historia y al día siguiente publicarla, y que la pueda leer cualquier persona en cualquier parte del mundo. Pero lo que es cierto es que todavía internet y los blogs no tienen el estatus que tiene un libro impreso.

El libro aún conserva las cualidades de objeto de culto.
Claro, hace algunos años se hablaba de la amenaza del fin del libro, que iba a ser reemplazado por el libro electrónico por el cd room. Pero veo con agrado que el libro todavía sigue siendo un objeto de culto, que ocupa un lugar más en tu estante y no sólo es un conjunto de kb. Por lo menos hasta que existan los árboles vamos a tener libros. (risas).

Horno de reverbero está lleno de reflexiones filosóficas. Una de ellas, que se puede ver en el relato “Fragmentum”, es acerca de la vulnerabilidad del ser humano.
No somos nada, realmente. Dentro de lo que es la historia del planeta, la humanidad es el último minuto de un día de 24 horas. El hombre como tal tiene apenas 70 mil años; hace 300 mil años gracias a una supernova, a una gran explosión estelar se dieron las condiciones climáticas para que se generara una vida semejante a la que tenemos actualmente.

Tenemos además una marcada cuestión autodestructiva.
Claro, somos inquilinos recientes y somos quienes estamos acabando con nosotros mismos muy rápido. Creo que los dinosaurios tuvieron más suerte. Tuvieron 60 millones de años de explendor. Y desaparecieron posiblemente por algún asteroide o un cometa que cayó. Y nosotros nos hemos esmerado en acabar con nuestro género muy rápidamente.

En “Contubernio” reflexionas sobre la creación literaria...
Sí, además es uno de mis textos preferidos. Como que se crea una especie de mafia, una alianza maligna entre el creador y el lector. Y el texto está en el medio. Es un homenaje a la lectura creativa, también. Yo creo que tan creativo como el autor tiene que ser también el lector. Un lector sin creatividad, sin una imaginación cultivada, no pasa nada. Por más que el libro te ofrezca toda una serie de posibilidades, si tu lectura no es creativa, si no vuelas, de nada sirve ese combo literario.

*Fotografía de LUIS IPARRAGUIRRE.
**Publicado en Correo el lunes 10 de julio del 2007.

lunes, 9 de julio de 2007

Nuevo libro de JOSÉ B. ADOLPH


Podrá no ser un autor masivo, pero es indudable que posee una nada deleznable legión de lectores que lo han convertido en una especie de autor de culto de la literatura peruana. José B. Adolph posee una prosa cincelada con gran precisión en la que fluye aquella mirada reflexiva, desenfadada e irónica que lo han caracterizado a lo largo de toda su obra literaria. Para quienes disfrutamos de sus libros resulta grata la aparición de Es sólo un viejo tren (Editorial San Marcos, 2007), un nuevo conjunto de cuentos cuya portada presenta la reproducción de una pintura de la estupenda artista Delia Revoredo.

domingo, 1 de julio de 2007

Entrevista a MIGUEL GUTIERREZ


Paralela a su trayectoria novelística, Miguel Gutiérrez ha ido forjando a lo largo del tiempo una obra ensayística, nada deleznable, desplegada en libros, revistas y diarios. El pacto con el diablo. Ensayos 1966-2007 (Editorial San Marcos, 2007) recopila una selección de textos que van desde los primigenios de la época de narración hasta los más recientes.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

Este libro contiene artículos de su época juvenil, aquellos que aparecieron en la revista Narración. ¿Cómo ve aquellos textos a la distancia?
Yo había dejado de leer los artículos de narración hacía muchísimos años. Y tenía un cierto temor. De repente no me iban a gustar, de repente he dicho barbaridades. Uno era joven y vehemente. Uno aún tenía lagunas en la formación. Entonces, con cierto temor leí las cosas que había publicado en Narración. Y cuando leí un artículo sobre Todas las sangres, me pareció que no estaba tan mal, que no había nada de lo cual podía avergonzarme.

Recoge en el libro un artículo de esa época sobre Un mundo para Julius de Alfredo Bryce. ¿No le parece que fue un poco duro con él?
Sí, también tuve ese temor con el artículo sobre Bryce. En ese sentido, sí me pareció que había sido un poco duro, pero no era contra el libro mismo ni contra su calidad sino contra el sector social que él representa.

¿Ha cambiado en algo la mirada del autor de aquellos textos al de la actualidad?
Como lo digo en el prefacio, creo que los artículos han tenido como característica que son generalmente de combate, de contiendas de ideas. Yo pienso que esto se ha mantenido a lo largo de toda mi actividad. Sin embargo, los últimos quince años he combinado esto con el goce del texto. Es decir, que los textos sean placenteros.

¿Ha variado en algo su método?
Con los años he leído mucho más, soy menos ignorante. He seguido durante años leyendo los textos fundamentales de la novela desde sus orígenes. Pero he mantenido una concepción cuyo núcleo es marxista, materialista. Incorporo, además, otras corrientes de pensamiento, y echo mano de todas mis lecturas, de distintas disciplinas, que pueden ayudar a iluminar el texto.

¿En qué tipo de lector piensa cuando escribe sus ensayos?
Pienso en un lector que ama la literatura, pero que no ha tenido acceso a la vida académica, que no ha seguido cursos especializados, pero que quiere saber más de literatura. Pienso, también, en los profesores de secundaria que van a transmitir esto a los alumnos, pienso en estos alumnos y en los universitarios. Por supuesto empleo todo el rigor, pero procuro que sea un lenguaje no difícil, no hermético como se utiliza en el mundo académico.

¿Piensa quizás en el tipo de textos que le hubiese gustado leer de joven?
Claro, también pienso en el muchacho que fui. Cuando leí el libro de Vargas Llosa, Cartas a un novelista, pensé que era un libro que me hubiese gustado leer a los 15 años. Me habría ayudado, y a cualquiera. Pienso, por eso, en los jóvenes que tienen vocación literaria.

En el libro remarca la importancia de Joyce en la novela moderna...
El Dr. Pucinelli me contó que el libro de literatura para quinto año de inicios de los años 30 terminaba con dos autores: Proust y Joyce. Entonces, quienes realmente toman esa línea experimental son los de los años 30. Yo creo que las condiciones aún no estaban dadas. Zavaleta, Reynoso y en un nivel superior Vargas Llosa agarran el legado de Joyce. En los años cincuenta empiezan a aplicar a Joyce, pero sobre todo a través de Faulkner. Reynoso en Los inocentes, por ejemplo, agarra el monólogo interior. Luego viene Vargas Llosa, quien hace palidecer toda esa línea experimental de la gente del 50. Fue un impacto, incluso para la gente de su propia generación.

También destaca, en nuestra literatura, a un autor como Carlos Herrera y su estupenda novela Blanco y negro.
Me gustó el tono de farsa que tiene la novela (Blanco y negro). Tiene además eso que se llama ahora metaficción, es decir que se hace literatura a partir de la literatura. Emplea las estructuras joyceanas pero dentro de sus propios objetivos, en forma satírica, paródica, humorística, un poco no tomándolo en serio; y esto le sirve para contar una historia seria como es un episodio de la guerra interna de los años 80.

Sorprende un poco la amplitud de registro de sus lecturas. En el libro aborda a un autor norteamericano relativamente reciente como Bret Easton Ellis.
No sé que desarrollo va a tener este escritor después, pero la novela American Psycho está muy bien escrita. Este autor tuvo mucha influencia en los escritores jóvenes de los años noventa. El problema de algunos escritores, me parece a mí, es que son lectores de uno o dos escritores. Pareciera que sólo lo han leído a él y a ese escritor del realismo Charles Bukowski. Y no son los únicos ni tampoco están entre los grandes escritores. Incluso Bukowski decía que admiraba la forma de contar de Hemingway.

*Fotografía de KEYKO MONTEBLANCO.