martes, 19 de enero de 2010

Entrevista a EDUARDO CHIRINOS


Eduardo Chirinos reside en Missoula, Montana (EE.UU.), una zona poblada de bosques en donde los incendios forestales no son infrecuentes. Una noche, junto a su esposa Jannine, observó alarmado que en el horizonte se avistaban grandes humaredas. "No te preocupes, Eduardo -lo tranquilizó Jannine-, es humo de incendios lejanos". Así surgió el título de este estupendo y logrado poemario, que ahora acaba de ser publicado en el Perú por Mesa Redonda.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografia de VÍCTOR VÁSQUEZ

Tú tienes el privilegio de publicar en el extranjero, en España y en México. ¿Qué emociones te suscita el publicar en el Perú?
Yo no lo llamaría un privilegio. Creo que son cuestiones que tienen que ver con lo errático que es la vida de uno, con las decisiones laborales que uno toma. Como tú sabes, hace 16 años que vivo en Estados Unidos. Eso de alguna manera condiciona mi mirada, mi manera de ver las cosas. La suerte que tuve es que me fui a EE.UU. ya habiendo publicado ciertas cosas acá. Pero de todas maneras pasa el tiempo y, por esas cosas erráticas de la vida, terminé publicando más en España y en México. Y no porque quiera, sino porque me terminó resultando más fácil que en el Perú. Aquí las cosas en términos editoriales para la poesía siempre han sido difíciles. Por eso el real privilegio es más bien poder publicar en el Perú. Eso ha ocurrido gracias a que un grupo de jóvenes peruanos universitarios, muchos de ellos no mayores de 20 años, decidieron arriesgarse a crear pequeñas editoriales. Muchas de ellas con el tiempo han crecido.

La música es muy importante tanto en tu poesía como en tu vida, ¿no?
Sí, por supuesto, yo no podría vivir sin música. El problema es que Jannine necesita silencio para trabajar. Y yo necesito música. Tal vez porque no escucho bien, la música es absolutamente necesaria porque me aísla en una burbuja particular que impide que me lleguen todos los ruidos de la calle. Y cuando hablo de música, hablo en su sentido más general. Por ejemplo, la música rock, a la que soy muy afecto, o la música clásica. O a toda la música que pertenece a mi educación sentimental. Y creo que la educación sentimental de mucha gente de mi edad -voy llegando a los 50 años- es la música que escuchó en los pequeños radios a pilas. Por ejemplo, el rock de los 60 o la música tropical.

Otra característica de tu poesía es que está alejada de la solemnidad...
Yo trato de huirle a la solemnidad como el gato al agua. En realidad, no se trata de algo voluntario, sino natural. Provengo de una familia donde no había biblioteca, donde los libros eran más bien una cosa exótica, cara y absolutamente innecesaria. Y eso no está mal: finalmente en mi formación los libros son algo que he ido adquiriendo como una cosa muy personal. Y eso es maravilloso, porque los libros han ido teniendo una presencia en mi vida de una manera tan democratizada y tan plana como la música, como los cómics.

¿Cómo recibiste la noticia del Premio Internacional de Poesía Generación del 27 en noviembre pasado?
Como si fuera un sueño. Y no estoy dándote una frase entrecomillada. La recibí con sueño porque me llamaron a las cuatro de la mañana y literalmente estaba muerto de sueño (risas). Como entre España y Missoula hay ocho horas de diferencia, los del jurado me llamaron para darme la noticia por teléfono. Yo me desperté sobresaltado pensando que era una mala noticia de Lima. Contesto y me comunican que he ganado el premio, agradezco a cada uno de los miembros del jurado, cuelgo y me voy a mi cama a seguir durmiendo. A la mañana siguiente le digo a Jannine: "He soñado que me daban el premio". Y ella me dice: "No ha sido un sueño, si a mí también me despertaron" (risas).

¿Qué tan importantes son los premios?
Los premios en sí mismos no sirven para nada, no te hacen ni mejor ni peor poeta. Te dan algo más de dinero, es cierto. Es una ayuda para publicar en una editorial grande. Te abren una serie de posibilidades.

*Entrevista publicada en Correo el 19/01/10.
**Versión en vídeo en CorreoTV gracias a ROSA MARÍA PUGA.

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