miércoles, 26 de julio de 2006

Entrevista a Santiago Roncagliolo

Santiago Roncagliolo aterrizó en Lima para presentar, de manera oficial, la novela Abril rojo, ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2006. Aquí el diálogo completo de la versión editada que apareció hoy en el diario Correo.
Tiempos violentos

Carlos M. Sotomayor

Correo: En Abril rojo, como en tus dos novelas anteriores (especialmente Pudor) el tema de la muerte aparece como una constante. ¿Hay alguna preocupación particular por ese tema?
Santiago Roncagliolo:
Creo que todos la tenemos, queramos o no admitirla. Las religiones son precisamente una promesa de vida más allá de la muerte. Y eso nos alivia el miedo a morir. Ir al gimnasio y tomar yogurt light son cosas que se hacen también por miedo al deterioro físico que desemboca en la muerte. Creo que todos vivimos pendientes de la muerte y de olvidarla. Pero a la vez la muerte es la única certeza que tenemos. Y tiene la doble cualidad de ser la única certeza y la única incertidumbre, porque nunca sabremos qué pasa después, si hay algo después.

C: Existe además una fascinación por lo tanático...
SR:
Sí, creo que hay una fascinación por lo desconocido. Nos da miedo pero a la vez nos atrae porque queremos conocerlo. Eso lo hace un tema muy bueno para novelar, y un tema sobretodo muy universal.

C: No es un secreto que el cine ha influenciado tu literatura. Si bien Pudor será filmada pronto, Abril rojo también tiene una impronta cinematográfica.
SR:
Me resulta muy natural el escribir de manera visual. Yo crecí con novelas que ya no querían contar historias: Joyce, Tres tristes tigres de Cabrera Infante, incluso algunas cosas de Faulkner. La literatura de buena parte del siglo XX consideraba que ya no había que contar historias, que había que ir más allá. Pero a mí siempre me gustaron las historias y la capacidad de perderme en ellas y de viajar a convivir con otros personajes y en otros escenarios, y olvidarme de mi vida. En ese sentido mi referente narrativo fue el cine, donde sí se estaban contando historias. Además he sido guionista, entonces me resulta muy natural trabajar con esos referentes.

C: Además de lo visual de la narración, hay en Abril rojo guiños de cinéfilo.
SR:
Claro, está lleno de guiños. Si tú eres un cinéfilo vas a reconocer películas que has visto.

C: Hacia el final de la novela hay una escena en donde Chacaltana se enfrenta a Carrión en una habitación a oscuras. Un guiño al El silencio de los inocentes.
SR:
Es el enfrentamiento final de género. Yo pensaba, cómo resuelvo esto. Vi El silencio de los inocentes que estaban pasando en la televisión y me dije, esta es la resolución: la oscuridad alrededor, saber que la bala puede venir de cualquier lugar.

C: ¿El “descenso al infierno de Chacaltana” se puede leer como la necesidad de que tenemos como sociedad de mirar ciertas zonas oscuras y escabrosas de nuestro pasado?
SR:
Yo creo que al fiscal Chacaltana le pasa lo que le pasó al Perú durante varios años. Se negó a ver incluso lo evidente, lo que estaba pasando al lado. A veces hay gente que me dice: “¿el fiscal no es un poco bobalicón?”. Y yo pienso que nosotros éramos bastante bobalicones. Todo estaba ocurriendo al costado y no éramos capaces de ver la realidad.

C: Tanto La hora azul de Alonso Cueto como la Abril rojo nos plantean la idea de mirarnos a nosotros mismos...
SR:
Creo que lo que me interesa hacer con la literatura: mostrar un poco lo que no queremos ver de nosotros mismos. En Pudor era de nosotros mismos como seres humanos y cómo familia. En esta novela es como sociedad, no sólo la peruana. Me gustaría que la literatura fuese como un espejo deformante, que te enrostrase las cosas y te diga: “esto eres tú”.

C: Aclarando que la literatura no urge de una visión antropológica...
SR:
La literatura como yo la entiendo es un sucedáneo de la realidad. Vives ciertas cosas que has vivido en tu vida real. Y sientes las emociones que esas cosas te deben producir. En ese sentido producen una reflexión, las cosas que te emocionan suelen hacerte pensar. Porque tocan fibras importantes dentro de ti. Eso no significa que la novela deba tener una tesis o un mensaje. Al contrario, una buena novela no plantea respuestas, plantea preguntas.

C: Mucha gente asocia a Chacaltana con Pantaleón...
SR:
Sí, lo sé, no puedo evitarlo (risas). Yo siempre digo que Vargas llosa es un padre que no se deja matar. Yo admiro mucho a Vargas Llosa pero siempre he pensado que es necesario desmarcarse de la tradición porque tú tienes que aportar algo.

C: Muchos autores que radican fuera escriben sobre el Perú. ¿Es una manera estar vinculado con el país?
SR:
Escribir es una manera de volver. El país, sobretodo uno tan complicado como éste, lo llevas contigo adonde vayas. Es un país que sigues habitando aún cuando no estés físicamente en él. Y escribir es una manera de recuperarlo, de darle sentido y por lo tanto darme sentido a mí mismo.

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