Alonso Cueto
El lunes 21 de noviembre, el escritor Alonso Cueto recibirá un merecido homenaje tras haber obtenido el Premio Herralda de Novela 2005. La cita es a las 7:30 p.m. en el auditorio del Instituto Cultural Peruano Norteamericano (Av. Angamos 160, Miraflores). Por cierto, próximamente la novela ganadora La hora azul será editada en nuestro país en una coedición de Anagrama (España) y Peisa (Perú).
Luis Fernanco Chueca
También el lunes 21, pero a las 8:00 p.m., el poeta Luis Fernando Chueca presentará en el Jazz Zone (Cuadra 6, de La Paz, en Miraflores) su más reciente poemario Contemplación de los cuerpos (Estruendo Mudo). Los comentarios estarán a cargo de otro conspicuo poeta como es Carlos López Degregori y de Francisco Solís.
PD: La semana pasada, la joven editorial Estruendomudo (del infatigable Alvaro Lasso) presentaba un poemario casi a la misma hora que Luis Hernán Castañeda presentaba su esperadísma segunda novela. Gran dilema. ¿A dónde ir? Lamentablemente, conspiró el cruel horario del periodismo y no pude ir a ninguna. Nuevemente se me presenta otra encrucijada. espero poder ir a una de ellas, si es que no puedo ingeniármelas para estar en las dos.
domingo, 20 de noviembre de 2005
Entrevista a José Watanabe
Versión completa de la editada que
apareció el domingo 20 de noviembre
en el diario Correo.
José Watanabe acaba de publicar la edición peruana de La piedra alada, poemario que es un éxito de ventas en España
Piedra poética
Considerado un poeta insular dentro de su generación, José Watanabe posee una obra poética sólida. La piedra alada, su reciente poemario, ha sido un éxito en España –tanto en la crítica como en la recepción del público- y acaba de ser publicado en Lima por la editorial Peisa.
Carlos M. Sotomayor
Correo: La piedra alada ha sido un éxito de ventas en España. ¿Cómo lo asumes?
José Watanabe: Yo sospecho porque es una poesía diferente a la que se está haciendo en España. Es una poesía que viene de un mundo diferente y que expresa un mundo distinto. Es una poesía reflexiva, que narra una experiencia o un evento pero que termina en una reflexión. Y lo más interesante, según lo que me cuenta Manuel Borrás, editor de Pre-textos, es que los pedidos son en su mayoría de jóvenes.
C: En tu obra, el yo poético se presenta como un observador de la realidad circundante.
JW: Un contemplador. Creo que eso viene de una herencia paterna. Mi padre, quizás por su doctrina budista, me enseñó a contemplar. Claro, ningún padre te enseña pedagógicamente a contemplar el mundo, lo hace según su ejemplo.
C: Algunos relacionan tu poesía con el haiku, sin embargo, a diferencia de ellos, tus poemas apuntan hacia una reflexión...
JW: Claro, el Haiku no reflexiona. Para alguien que escribe haiku reflexionar dentro del poema es una pedantería. Yo reflexiono pero tampoco llego a conclusiones tipo moraleja. Simplemente están ahí sugeridas. Es un modo de ver las cosas. Si el lector está de acuerdo conmigo, bien; si no está de acuerdo, bueno, tendrá su propio modo de ver. Es difícil entender el haiku, porque el haiku surge de la intuición y nosotros los occidentales a veces somos excesivamente racionales. Yo, si alguna influencia tengo del haiku, que sí reconozco, es en el inicio del poema.
C: Tu poesía posee un efecto de trascendencia...
JW: Yo, la verdad, no busco que el poema exprese una trascendencia. Yo tengo más o menos una visión panteista del mundo y creo que allí está la trascendencia en mis poemas. Por mi propia visión religiosa –entendiendo que la religión está más allá de cualquier religión institucionalizada– y en esa medida creo que allí se filtra ese deseo de trascendencia.
C: ¿Cómo llega a articularse este libro?
JW: Hay algo que es extraño: tú escribes un poema sobre determinado tema y parece que ese tema empieza a jalar otros semejantes. Yo me di cuenta que había escrito poemas sobre piedras después de haberlos escrito. Entonces empecé allí con intención a pensar en piedras. Parece que la mirada misma ya es convocada por las piedras.
C: ¿Cómo se dio esa aproximación con la piedra?
JW: Yo empecé a pensar en la piedra, honestamente, -y por eso lo puse como el primer poema de este libro- cuando yo regresé a Laredo y vi a unos muchachos que se estaban bañando en el río y se subían en una gran piedra. Yo había hecho lo mismo hacía años, cuando era chico. Y en ese río, por ciertas épocas, venían camarones. Entonces mi madre se iba a recoger camarones, y yo desde la piedra la veía. Entonces pensé: mi madre ha muerto y ya no me recuerda, ya no soy recuerdo de mi madre, en cambio quizás sí sea recuerdo de esa piedra. Me sentí desolado al saber que mi madre ya no me recuerda, y busqué algo que si me recordara y de modo permanente. Allí empecé a pensar que las piedras guardan memorias de nosotros.
C: Ahora que mencionas a Laredo, ese es otro elemento constante en tu obra...
JW: Laredo es una especie de gran escenografía que yo uso. Mi hija me dice a veces: ya olvídate de Laredo. Y yo le digo que el pueblo en el que yo viví ya no existe, pero me queda como una gran escenografía para mis poemas.
C: ¿Por ello es que no hay mucas referencias urbanas en tu poesía?
JW: Algunos poemas he escrito sobre la ciudad, pero muy pocos. Yo soy un poeta más de la naturaleza. La naturaleza me provoca más, por mi origen.
C: Se dice que tienes un alto grado de autoexigencia...
JW: Un nivel de autoexigencia neurótico. Pero eso me gusta. Disfruto más corrigiendo un poema que escribiendo la primera versión. Tiene que ver con mi manera de ser, con mi temperamento. Así soy en todas las cosas.
C: ¿Se viene un nuevo poemario?
JW: Ahora estoy corrigiendo un poemario nuevo que se llama El minotauro, donde me he puesto como reto ya no mirar el paisaje, la naturaleza. Justamente escogí el Minotauro porque está encerrado en un laberinto, frente a paredes grises. El resultado es que he escrito un largo poemario, dividido en poemas breves, que nace de las propias palabras. Y ahí muestro las preocupaciones por el lenguaje que he tenido siempre.
lunes, 7 de noviembre de 2005
Alonso Cueto obtiene el Premio Herralde

El escritor peruano Alonso Cueto ha sido declarado ganador de la última edición del importante Premio Herralde. Gracias a una novela inédita titulada La hora azul, Cueto recibirá 18 mil euros. Según las informaciones que nos llegan, la decisión del jurado fue unánime.
sábado, 22 de octubre de 2005
Entrevista a Enrique Prochazka
Diálogo completo con Enrique Prochazka.
La versión editada apareció en Correo.
Obsesionado con edificar una gran obra literaria, Enrique Prochazka acaba de publicar Cuarenta sílabas, catorce palabras
El arte de construir
Enrique Prochazka busca, con cada libro, edificar una pirámide. Cuarenta sílabas, catorce palabras (Editorial Lluvia, 2005) es un ladrillo más en ese intento literario.
Carlos M. Sotomayor
Correo: En algunos autores cada aventura literaria marca la búsqueda de la gran obra, en otros, como parece ser tu caso, cada libro es una pieza importante dentro de un todo...
Enrique Prochazka: No veo que las dos cosas sean contradictorias. Yo he procedido a construir una pirámide al revés. Lo primero que empecé a escribir fue la cúspide de esa pirámide: un libro que empecé a escribir cuando tenía catorce años. Y todavía la escribía cuando estaba a mitad de facultad. Realmente me cansé de esto, que era infinito y enorme, y entonces empecé a escribí una historia sobre por qué no podía escribir aquella otra. Una especie de metalibro. Entonces he estado yendo como hacia la base de esa pirámide. Finalmente eso también ha quedado en suspenso y lo que he hecho es construir los ladrillos que arman la base.
C: En tus relatos se percibe una honda preocupación por la construcción de las estructuras...
EP: No sé cuál es la razón, pero te puedo decir que me tomo muchísimo tiempo en producir una estructura. Por ejemplo, ahora se me a ocurrido trabajar primero en Power Point, y no en Word, porque me permite trabajar más la estructura. Y luego, cuando tengo ya un armazón, me dedico a trabajar los textos. Tampoco es que la estructura me lleva tan de la mano que me haga olvidar crear un lenguaje hermoso. Yo quiero escribir cosas que yo mismo al leerlas las disfrute.
C: En tus relatos se aprecia eso...
EP: Ese disfrute va en dos sentidos. Mínimamente en dos. El texto bello y la estructura inteligente, armoniosa, simétrica. A veces he leído cuentos que no tienen más de 500 palabras de repertorio léxico. Y creo que esa es una ofensa al lector. Porque si a uno lo están poniendo a la luz pública, tiene cierta responsabilidad de hacer bien lo que hace público.
C: Tu primer libro, Un único desierto, recibió muchos elogios; sin embargo, algunos apuntaron una marcada impronta Borgeana...
EP: Cuando escribí el libro hacía diez años que no escribía como Borges. Escribía como él cuando tenía 22 años. Y yo publiqué ese libro a las 36. A mi me fascinaba Borges por eso que se encuentra en Alfonso Reyes, en Ortega y Gaset: un lenguaje cuidadosísimo. Pero también, una capacidad para estructurar que no abunda. Y que es sumamente clásica: la encuentras en Homero, en Melville. Y si puse esas dos cosas, más un mundo de anécdotas extraídas de bibliotecas, terminé asemejándome a Borges, no porque me copiara de él, sino porque me copiaba de aquellos de los que él se había copiado. Creo que nadie me ha creído (risas). La aparición de Casa los ha sorprendido.
C: En la novela Casa se trasluce una reflexión sobre la condición humana...
EP: Yo creo que es un viaje por las convicciones, por las certezas que uno tiene. Yo empecé a escribir ese libro desde una perspectiva, si quieres, intercultural. Tenía 30 años. Y algunos de los párrafos que escribí más temprano tienen todavía ese ánimo por lo tolerante, por el relativismo cultural y el analizar un hecho desde diversas perspectivas culturales. Hacia el final de mi aventura como escritor de ese relato, estaba convencido precisamente de lo contrario. He tenido que voltear algunas de las versiones para que se pudiera parecer a lo que este narrador está diciendo. Y en realidad, eso es lo que le pasa al protagonista en la novela: se trastorna y deja de ser ese alguien que era intercultural y acaba convenciéndose de que es occidental; y que más le vale serlo. Y es una norma de conducta que, en buena cuenta, le permite salvar a su hija.
C: En Cuarenta sílabas, catorce palabras abordas nuevamente un género poco transitado en nuestra literatura: la ciencia ficción.
EP: Quizás porque uno termina inclinándose a aquello que le abrió las puertas a la literatura de joven. Yo empecé leyendo a los 9 o 10 años relatos de aventuras como todos, pero luego eché mano a autores como Arthur Clarke, Asimov. Fue mudarse a un universo diferente. Y nunca lo dejé. Esa historia enorme que te mencioné estaba escribiendo entre los 13 y 22 años era exclusivamente de ciencia ficción: una epopeya de 36 mil años de duración. Y que me estaba tomando casi tanto escribirla, entonces la dejé (risas).
C: ¿Cómo ves nuestra literatura última?
EP: Paso sumergido en internet, en Google, bastantes horas; en parte, porque es mi trabajo. Tengo que estar enterado de muchas cosas. Y prácticamente no tengo tiempo para leer. Mis costumbres de lector han degenerado en una especie de zapeo infinito. De esa manera no puedes construirte una imagen casi de nada. Entonces, si tuviera que comentarte de lo que está haciendo Galarza, Planas o Thays, no sabría qué decirte. Leo las críticas, sí, trato de mantenerme al tanto de cómo se pelean entre sí. (risas)
C: ¿Nada para rescatar?
EP: Salvo Thays, que me parece interesante porque visita los temas que yo también he visitado. Leí La disciplina de la vanidad y digo lo que dices tú de Casa, que es buena pero que cojea al final. Sigo creyendo que las obras de Vargas Llosa siguen siendo demasiado grandes, incluso para Bryce. Bryce no hace otra cosa que calcar a Bryce. Yo dejé de leerlo porque descubrí en tres o cuatro novelas la misma escena. La escena en la que unos muchachos se empujan al agua con las toallas, de manera que cuando las escurran se marquen los músculos de sus antebrazos. Ahora, pueden decir que yo tengo laberintos en cada cosa que escribo, pero esa es una tradición que tiene cinco mil años (risas).
sábado, 15 de octubre de 2005
Entrevista a Javier Arévalo
Versión completa de la entrevista publicada en Correo.
Javier Arévalo traspone los géneros con una novela para adolescentes que transita entre lo político y lo policial
El arte de la libertad
A Javier Arévalo la delimitación de géneros –o de público- le es indiferente: él escribe, como bien dice, porque le da la gana. Acaba de publicar El cazaba halcones (Norma, 2005), una novela para adolescentes de corte político-policial, con la que demuestra su amplitud de registro.
Carlos M. Sotomayor
Correo: ¿Pensaste en un tipo determinado de público para escribir El cazaba halcones?
Javier Arévalo: En principio no estaba pensada para ningún público, salvo para contarle a mi hijo una historia. En 1998 hubo una primera marcha de los estudiantes contra Fujimori cuando defenestraron al Tribunal Constitucional. Ese día me tocó dar una charla en la Universidad San Martín y los estudiantes me preguntaron: “Y usted qué va a hacer”. Fui a la marcha y acabé en primera fila peleando contra la policía. Mi ex mujer y mi hijo me vieron por la televisión. Ella entonces me dijo: “Ven explícale por qué, si no nosotros le hemos enseñado que hay que respetar a la policía, tú te agarras a patadas con ellos”. Entonces quise contar esa historia, de cómo el periodista más inofensivo de una sociedad acaba siendo secuestrado por un sistema corrupto. Ese fue el origen.
C: Si bien es una novela dirigida a un lector adolescente hay en ella una atmósfera política...
JA: Es una novela política y es una novela policial, también. Utiliza todos los elementos que siempre he utilizado. Lo que si se diferencia mucho es en el uso del lenguaje, de las estructuras. Aún cuando tiene sus complejidades es más bien lineal. Hay raccontos y flash back, un relato dentro de otro relato que supone un nivel de ficción que podría ser falso. No tiene la densidad estructural de Nocturno de ron y gatos ni la densidad de personajes de El beso de la flama. Es otro registro.
C: En cuanto a la estructura, si bien cada capítulo termina con un pequeño desenlace, queda siempre una interrogante a dilucidar...
JA: Yo siempre he utilizado los géneros populares que he aprendido de la tele. Y eso tiene esta novela. A mi me gustan las historias que terminan, pero que no terminan en realidad, sino que se conectan. De hecho esta novela también termina con un eslabón, hay una historia de un niño que viene de la novela anterior, Vértigo sobre la luna llena. Todas mis novelas se conectan.
C: Se trata de la historia de este muchacho Edián...
JA: Edián es un delincuente, un criminal, un vendedor de drogas y por alguna razón se empata con este chico (el protagonista de la novela). El lo dice en un momento: “este chico ama a su padre y haría cualquier cosa por él; y él quiere estar a su lado
C: Quizás a él le habría gustado tener un padre así.
JA: Sí, a lo mejor. Es un personaje vivo. Yo no puedo saber exactamente cuáles son sus sentimientos, pero sí sé que todos quisiéramos que nuestro padre fuese un héroe.
C: Con El beso de la flama consigues la internacionalización, pues se publica en España.
JA: Fue bueno salir a España y ser escritor allá, y seguir siendo medio escritor en este país. Sobre esa novela han escrito más en España que acá. La publicación es un acto comercial, la escritura es un trabajo en la fuente, y eso es impagable. Para mí ese es el trabajo fundamental. Yo escribo porque me da la gana, no espero ni reclamo nada por hacer eso. Si me publican aquí, en la China, en Tailandia o en EEUU, bacán. Que me publicaran en España, estaba previsto. Un día me van a publicar en todas partes, yo lo sé. Pero no espero que ocurra, yo sé que va a ocurrir.
C: Como una consecuencia...
JA: Claro, como una consecuencia al trabajo. Hay que trabajar también para eso. Pero yo he recibido recompensas por todos los libros que he publicado. Un día entrevisté a Bryce, por ejemplo, y él me dice: “¿Tú eres el que escribió Nocturno de ron y gatos? Yo he leído ese libro y me ha encantado, y se lo he dicho a muchos amigos”. Luego me pregunto si tenía agente literario. Le dije que no y me dijo “cómo has podido publicar tantos libros sin agente. Te voy a contactar con uno”. A las dos semanas me contactó y ese agente tiene ahora todos mis libros. Ahora, eso no significa que ya esa gente se ocupe de mi. Significa que un lector competente como Bryce hizo un reconocimiento sobre una obra mía. Y eso es halagador.
C: Acá como que no valoran a los escritores si no logran salir afuera...
JA: Claro, eso es obvio. Pasa acá, en Bolivia, en toda América, y es una mentalidad colonial. Pero les pasa a los neoyorquinos; es más importante si estrenan en Londres que en Nueva York. Aquí vives con un mar de ignorantes absolutos a quienes tienes que vender con grandes campañas que el pisco es peruano y que es un producto de exportación.
C: ¿Crees que en algún momento nuestro mercado lector pueda crecer?
JA: Mientras en las editoriales no haya gente que quiera hacer dinero con los libros, eso no va a ocurrir. Los lectores están. Sólo hay que buscarlos, seducirlos, involucrarlos, y hay muchas formas de hacerlo. Mira lo que ha pasado con Norma: ellos entran al mercado y estalla una forma de comercialización que antes no había. Los mercados no es que existan, se crean. Y para eso tiene que ver gente talentosa.
C: ¿Sigues de cerca las nuevas tendencias de nuestra la literatura actual?
JA: Cuando era periodista estaba muy al día de lo que ocurría porque trabajaba en eso. Y yo buscaba descubrir cosas, siempre; pero ahora ya no soy periodista. Entonces, la realidad que me interesa es la realidad que yo me invento. Seguir las tendencias ya no es mi trabajo. Estoy absolutamente desinformado. Ahora leo por el placer de leer. Estoy leyendo, por ejemplo, un texto de Foucault, y me encanta.
C: ¿Seguiste la polémica que se desató?
JA: Sí, el chisme si me gusta, y esa polémica se movió en base al chisme. Lo que sí he rescatado de la discusión son algunas cosas que se quedaron en el tapete. En términos ideológicos hay gente que tiene que hablar claro. Acá hubo una guerra y una dictadura. Quienes apoyaron la guerra tienen que decir: apoyamos y nos equivocamos. Yo no soy un delator si denuncio a alguien que apoyó la guerra, pongo en evidencia a alguien que lo hizo. Y eso es lo que hizo Fernando (Ampuero). Yo admiro como escritor a Miguel Gutiérrez y no creo que el comportamiento de alguien y su ideología elimine la calidad de su obra. Lo que sí creo es que si su participación ha sido peligroso, puede seguir siendo peligrosa si no pone en claro su posición.
C: ¿Cómo concibes la escritura?
JA: A mi escribir no me causa dolor, me causa muchísimo placer. He viajado por el mundo porque soy escritor, me han aplaudido porque soy escritor, me han insultado porque soy escritor. Me ha pasado de todo por ser escritor. Y eso es básicamente lo que soy: escritor. La única diferencia entre alguien que escribe y alguien que escribe también, es que uno de ellos publica. Yo he tenido la suerte de ser publicado y espero seguir teniendo la suerte de ser publicado.
Javier Arévalo traspone los géneros con una novela para adolescentes que transita entre lo político y lo policial
El arte de la libertad
A Javier Arévalo la delimitación de géneros –o de público- le es indiferente: él escribe, como bien dice, porque le da la gana. Acaba de publicar El cazaba halcones (Norma, 2005), una novela para adolescentes de corte político-policial, con la que demuestra su amplitud de registro.
Carlos M. Sotomayor
Correo: ¿Pensaste en un tipo determinado de público para escribir El cazaba halcones?
Javier Arévalo: En principio no estaba pensada para ningún público, salvo para contarle a mi hijo una historia. En 1998 hubo una primera marcha de los estudiantes contra Fujimori cuando defenestraron al Tribunal Constitucional. Ese día me tocó dar una charla en la Universidad San Martín y los estudiantes me preguntaron: “Y usted qué va a hacer”. Fui a la marcha y acabé en primera fila peleando contra la policía. Mi ex mujer y mi hijo me vieron por la televisión. Ella entonces me dijo: “Ven explícale por qué, si no nosotros le hemos enseñado que hay que respetar a la policía, tú te agarras a patadas con ellos”. Entonces quise contar esa historia, de cómo el periodista más inofensivo de una sociedad acaba siendo secuestrado por un sistema corrupto. Ese fue el origen.
C: Si bien es una novela dirigida a un lector adolescente hay en ella una atmósfera política...
JA: Es una novela política y es una novela policial, también. Utiliza todos los elementos que siempre he utilizado. Lo que si se diferencia mucho es en el uso del lenguaje, de las estructuras. Aún cuando tiene sus complejidades es más bien lineal. Hay raccontos y flash back, un relato dentro de otro relato que supone un nivel de ficción que podría ser falso. No tiene la densidad estructural de Nocturno de ron y gatos ni la densidad de personajes de El beso de la flama. Es otro registro.
C: En cuanto a la estructura, si bien cada capítulo termina con un pequeño desenlace, queda siempre una interrogante a dilucidar...
JA: Yo siempre he utilizado los géneros populares que he aprendido de la tele. Y eso tiene esta novela. A mi me gustan las historias que terminan, pero que no terminan en realidad, sino que se conectan. De hecho esta novela también termina con un eslabón, hay una historia de un niño que viene de la novela anterior, Vértigo sobre la luna llena. Todas mis novelas se conectan.
C: Se trata de la historia de este muchacho Edián...
JA: Edián es un delincuente, un criminal, un vendedor de drogas y por alguna razón se empata con este chico (el protagonista de la novela). El lo dice en un momento: “este chico ama a su padre y haría cualquier cosa por él; y él quiere estar a su lado
C: Quizás a él le habría gustado tener un padre así.
JA: Sí, a lo mejor. Es un personaje vivo. Yo no puedo saber exactamente cuáles son sus sentimientos, pero sí sé que todos quisiéramos que nuestro padre fuese un héroe.
C: Con El beso de la flama consigues la internacionalización, pues se publica en España.
JA: Fue bueno salir a España y ser escritor allá, y seguir siendo medio escritor en este país. Sobre esa novela han escrito más en España que acá. La publicación es un acto comercial, la escritura es un trabajo en la fuente, y eso es impagable. Para mí ese es el trabajo fundamental. Yo escribo porque me da la gana, no espero ni reclamo nada por hacer eso. Si me publican aquí, en la China, en Tailandia o en EEUU, bacán. Que me publicaran en España, estaba previsto. Un día me van a publicar en todas partes, yo lo sé. Pero no espero que ocurra, yo sé que va a ocurrir.
C: Como una consecuencia...
JA: Claro, como una consecuencia al trabajo. Hay que trabajar también para eso. Pero yo he recibido recompensas por todos los libros que he publicado. Un día entrevisté a Bryce, por ejemplo, y él me dice: “¿Tú eres el que escribió Nocturno de ron y gatos? Yo he leído ese libro y me ha encantado, y se lo he dicho a muchos amigos”. Luego me pregunto si tenía agente literario. Le dije que no y me dijo “cómo has podido publicar tantos libros sin agente. Te voy a contactar con uno”. A las dos semanas me contactó y ese agente tiene ahora todos mis libros. Ahora, eso no significa que ya esa gente se ocupe de mi. Significa que un lector competente como Bryce hizo un reconocimiento sobre una obra mía. Y eso es halagador.
C: Acá como que no valoran a los escritores si no logran salir afuera...
JA: Claro, eso es obvio. Pasa acá, en Bolivia, en toda América, y es una mentalidad colonial. Pero les pasa a los neoyorquinos; es más importante si estrenan en Londres que en Nueva York. Aquí vives con un mar de ignorantes absolutos a quienes tienes que vender con grandes campañas que el pisco es peruano y que es un producto de exportación.
C: ¿Crees que en algún momento nuestro mercado lector pueda crecer?
JA: Mientras en las editoriales no haya gente que quiera hacer dinero con los libros, eso no va a ocurrir. Los lectores están. Sólo hay que buscarlos, seducirlos, involucrarlos, y hay muchas formas de hacerlo. Mira lo que ha pasado con Norma: ellos entran al mercado y estalla una forma de comercialización que antes no había. Los mercados no es que existan, se crean. Y para eso tiene que ver gente talentosa.
C: ¿Sigues de cerca las nuevas tendencias de nuestra la literatura actual?
JA: Cuando era periodista estaba muy al día de lo que ocurría porque trabajaba en eso. Y yo buscaba descubrir cosas, siempre; pero ahora ya no soy periodista. Entonces, la realidad que me interesa es la realidad que yo me invento. Seguir las tendencias ya no es mi trabajo. Estoy absolutamente desinformado. Ahora leo por el placer de leer. Estoy leyendo, por ejemplo, un texto de Foucault, y me encanta.
C: ¿Seguiste la polémica que se desató?
JA: Sí, el chisme si me gusta, y esa polémica se movió en base al chisme. Lo que sí he rescatado de la discusión son algunas cosas que se quedaron en el tapete. En términos ideológicos hay gente que tiene que hablar claro. Acá hubo una guerra y una dictadura. Quienes apoyaron la guerra tienen que decir: apoyamos y nos equivocamos. Yo no soy un delator si denuncio a alguien que apoyó la guerra, pongo en evidencia a alguien que lo hizo. Y eso es lo que hizo Fernando (Ampuero). Yo admiro como escritor a Miguel Gutiérrez y no creo que el comportamiento de alguien y su ideología elimine la calidad de su obra. Lo que sí creo es que si su participación ha sido peligroso, puede seguir siendo peligrosa si no pone en claro su posición.
C: ¿Cómo concibes la escritura?
JA: A mi escribir no me causa dolor, me causa muchísimo placer. He viajado por el mundo porque soy escritor, me han aplaudido porque soy escritor, me han insultado porque soy escritor. Me ha pasado de todo por ser escritor. Y eso es básicamente lo que soy: escritor. La única diferencia entre alguien que escribe y alguien que escribe también, es que uno de ellos publica. Yo he tenido la suerte de ser publicado y espero seguir teniendo la suerte de ser publicado.
domingo, 18 de setiembre de 2005
Entrevista a Jorge Eslava
Versión completa del diálogo con Jorge Eslava.
La versión editada apareció el 18 de setiembre
en el diario Correo.
El capitán Centella, una divertida saga de literatura infantil de JORGE ESLAVA
Héroe pirata
Jorge Eslava presenta El capitán Centella en la persecución del Doctor Deforme (Aflaguara, 2005), la primera entrega de una saga en la que el héroe es un viejo pirata que, acompañado se su inseparable y fiel loro, lucha a favor de la ecología
Carlos M. Sotomayor
Correo: El tema de los piratas no es nuevo para ti. En los noventa escribiste Descuelga un pirata.
Jorge Eslava: Una afirmación cierta es que los temas te eligen. Y a veces te persiguen, te acosan. El personaje del pirata es un personaje que no me deja tranquilo.
C: En el caso del Capitán Centella, cuyas aventuras conforman una saga, éste no es el un héroe infalible, pues perderá en el penúltimo episodio.
JE: Mi hijo menor me dijo: “siempre, en todas las historias, hay un jefe malo. Y, además, para que sea más emocionante tu héroe tiene que perder en algún episodio”. Sus observaciones me parecieron pertinentes, entonces en la quinta historia pierde este capitán, erigido como un héroe para los niños. Y en la sexta historia, este malo, que se ha convertido en el jefe de los malos, el Rey Toxicom, agrupa a todos los demás archienemigos para enfrentar al capitán Centella.
C: ¿Y has pensado en ampliar la saga?
JE: Estas seis historias de esta saga conforman la colección La botella verde. Y ya me está cocinando en la cabeza otras historias que conformarían La botella azul, donde nos reencontraríamos con el Capitán Centella y su viejo loro que esta vez lucharán no para preservar la naturaleza sino para combatir los males del subdesarrollo: la desnutrición, la discriminación y el analfabetismo.
C: Sería muy importante...
JE: Pero este es un proyecto todavía en curso, y peligroso. Porque es un tema muy ideológico, muy política. Más que peligroso, riesgoso. Sería una manera de sacarme algunos clavos del compromiso político que tengo.
C: ¿Ha variado en algo tu manera de ver la literatura?
JE: Antes reclamaba el disfrute, el placer de la lectura y relegaba a un tercer y cuarto plano la necesidad de enseñar a través de la literatura. Ahora le he dado un ajuste a mis criterios. Creo que toda literatura enseña, toda la literatura filtra: eso lo tenía siempre muy claro. Pero ahora me interesa más colar mi papel de docente en literatura. Jamás hacer manuales de colegio, pero sí me interesa hacer más evidente ciertas verdades o ciertas dudas que tengo con respecto a la vida. Enseñar en términos de provocar el pensamiento, la reflexión.
C: Tienes publicados libros tanto para niños como para adolescentes. Dos grupos de lectores diferentes...
JE: No sólo la práctica docente, sino también cualquier papá atento se da cuenta que en el crecimiento de un niño hay etapas bastantes marcadas, los períodos son muy diferenciados y muy breves. La adolescencia está hecha de ímpetus, de arrebatos y de una exacerbada conciencia. En la infancia se tiene un temperamento más diluido, donde se conecta la ternura, el apego a los padres.
C: Tengo entendido, incluso, que dentro de la infancia hay diferencias...
Claro, dentro de la infancia también hay diferencias. No es lo mismo escribir para un niño de seis años que está aprendiendo a leer, para lo cual debes pensar en un lector adulto para que a su vez le lea, que un niño de ocho que ya está leyendo y que, además, ha pasado de un pensamiento más concreto a un pensamiento más abstractos.
C: ¿Existe una diferenciación de los libros para niños y lo que es literatura infantil?
JE: Los libros para niños podrían ser libros que tengan mucho éxito, pero donde el soporte fundamental no es el texto lingüístico, sino el lenguaje gráfico. O incluso, libros objetos, que produce no sólo placer visual sino táctil. En otro terreno nos encontramos aquellos que queremos hacer literatura para niños. A mí me interesa el texto lingüístico. Por otro lado, no puedo renunciar a mi condición de persona interesada en el lenguaje.
C: Se dice que un autor que te ha influenciado es Roald Dahl...
JE: Ese es un elogio de un amigo que hizo una tesis sobre libros para niños. Eso me sobrecoge. Yo he confesado muchas veces que un escritor genial del siglo XX es Roald Dahl, a quien conocí por casualidad y del que he leído casi todo lo que se a publicado en castellano. En su literatura se enfatiza la irreverencia, la burla al adulto, la preocupación por temas vinculados a las ciencias biológicas.
C: ¿Se puede hablar de un auge de la literatura infantil en nuestro país?
JE: Yo sostengo desde hace algún tiempo que estamos viviendo ciertamente un boom editorial, pero no debería convertirse en la sensación de que sólo ahora se hace literatura para niños o que ahora se hace la mejor literatura para niños. Algunos escritores, quizás no esprofesamente, han hecho buena literatura para niños, como Eguren. O aquellos que lo han hecho de una manera consciente como Rosa Cerna Guardia, Hace 30 años había un Premio Nacional de Literatura Infantil.
C: Convendría engarzar este boom con las campañas de fomento a la lectura.
JE: Sería lo ideal. Estas comisiones de fomento a la lectura que no radica sólo en la publicación del libro sino en una serie de fórmulas para promover la lectura: cuentacuentos. El libro debe ser trabajado en las instituciones formativas. Los primeros interesados en leer los libros que se publican hoy y en conocer una serie de procedimientos para el fomento a la lectura deberían ser los profesores. Sueño con una cruzada nacional de fomento a la lectura, en la que me encantaría participar. Que la consigna sea que todos lean con gusto.
C: ¿Cómo hacer entender la importancia para el ser humano de la literatura?
JE: El libro es una dádiva para el espíritu. Algunos dicen: leer no te hace mejor persona. Eso puede ser discutido. No necesariamente te hace mejor persona. El repulsivo ser Vladimiro Montesino era un gran lector y no lo hizo mejor persona. Abimael probablemente también sea un gran lector. Pero estoy convencido que la lectura te hace una persona más honda, más completa. No le reclamemos a la literatura funciones que no tiene. La literatura no garantiza ni la felicidad ni hacerte mejor persona. La literatura te cuestiona, te ahonda, te abisma, y en esa enorme visión que ofrece, puedes ser mejor persona.
Más datos
Actualmente Jorge Eslava prepara el primer tomo de las obras completas de Washington Delgado. La primera entrega, que reúne, además de todos los poemarios, varios poemas inéditos, saldrá en diciembre próximo bajo el sello del Fondo Editorial de la Universidad de Lima.
Teatro
Julio César: Conjuras y manipulación
Carlos M. Sotomayor
Shakespeare no es un autor fácil, a pesar de su recurrencia. Llevar a escena una pieza corta, aparentemente sencilla como Julio César, suele traer consigo una serie de complicaciones. Leonardo Torres, a pesar de ello, ha sabido sortearlos con aplomo, dándose el lujo, incluso, de realizar su propia traducción de los textos originales (los ha vuelto asequibles a un público no iniciado, sin restarle demasiado vuelo lírico en el proceso).
Un montaje correcto, sin duda, que no evidencia fisuras en su estructura. Sin embargo, bajo aquel ropaje de virtud se oculta su principal limitación: no es clara la mano del director. No existe una propuesta personal que la saque del marasmo de aquellas clásicas representaciones shakespeareanas. Una puesta en escena demasiado aséptica que no resiste mayores comentarios.
La trama –siempre vigente, en las obras del genio inglés– se nos muestra envuelta en medio de conjuras y conspiraciones en torno al poder. Marco Bruto es seducido, en nombre del bien común, para asesinar al César. Consumado el crimen, se produce una de las escenas más logradas de la obra. En el entierro público de Julio César, Marco Antonio (interpretado de manera soberbia por el mismo Torres Vilar) se dirige al pueblo romano y, utilizando todos los recursos de la retórica política, logra convencerlos de la injusticia de aquella confabulación liderada por Marco Bruto. “Yo no soy un orador, soy un hombre franco y sencillo”, arguye. ¿Manipulación? Evidentemente.
Las actuaciones son eficientes, salvo ciertos tropiezos de dicción de Leonardo Torres Descalzi, un actor de trayectoria respetable, que personifica a Julio César. Una interpretación que simplemente agregará un número adicional su estadística personal.
Destacan, por el contrario, además del logrado papel de Torres Villar, las acertadas interpretaciones de Oscar Carrillo (Bruto) y Carlos Mesta (Casio). En estos casos se percibe, claramente, una lograda construcción del personaje.
Una puesta en escena correcta, sin duda, con un ritmo adecuado que, sin embargo, difícilmente escape a las implacables garras del olvido.
Carlos M. Sotomayor
Shakespeare no es un autor fácil, a pesar de su recurrencia. Llevar a escena una pieza corta, aparentemente sencilla como Julio César, suele traer consigo una serie de complicaciones. Leonardo Torres, a pesar de ello, ha sabido sortearlos con aplomo, dándose el lujo, incluso, de realizar su propia traducción de los textos originales (los ha vuelto asequibles a un público no iniciado, sin restarle demasiado vuelo lírico en el proceso).
Un montaje correcto, sin duda, que no evidencia fisuras en su estructura. Sin embargo, bajo aquel ropaje de virtud se oculta su principal limitación: no es clara la mano del director. No existe una propuesta personal que la saque del marasmo de aquellas clásicas representaciones shakespeareanas. Una puesta en escena demasiado aséptica que no resiste mayores comentarios.
La trama –siempre vigente, en las obras del genio inglés– se nos muestra envuelta en medio de conjuras y conspiraciones en torno al poder. Marco Bruto es seducido, en nombre del bien común, para asesinar al César. Consumado el crimen, se produce una de las escenas más logradas de la obra. En el entierro público de Julio César, Marco Antonio (interpretado de manera soberbia por el mismo Torres Vilar) se dirige al pueblo romano y, utilizando todos los recursos de la retórica política, logra convencerlos de la injusticia de aquella confabulación liderada por Marco Bruto. “Yo no soy un orador, soy un hombre franco y sencillo”, arguye. ¿Manipulación? Evidentemente.
Las actuaciones son eficientes, salvo ciertos tropiezos de dicción de Leonardo Torres Descalzi, un actor de trayectoria respetable, que personifica a Julio César. Una interpretación que simplemente agregará un número adicional su estadística personal.
Destacan, por el contrario, además del logrado papel de Torres Villar, las acertadas interpretaciones de Oscar Carrillo (Bruto) y Carlos Mesta (Casio). En estos casos se percibe, claramente, una lograda construcción del personaje.
Una puesta en escena correcta, sin duda, con un ritmo adecuado que, sin embargo, difícilmente escape a las implacables garras del olvido.
viernes, 19 de agosto de 2005
Cajon de sastre
Lo nuevo de Philip Roth
Leyendo el weblog de Iván Thays me topé con una estupenda noticia. El extraordinario escritor norteamericano Philip Roth (autor a quien llegué gracias a un acertadísimo consejo de Féliz Reátegui) acaba de publicar una nueva novela titulada Conjura contra América. Según cuenta el buen Iván, la edición en español ha salido bajo el sello Mondadori. "La nueva y sorprendente novela del ganador del premio Pulitzer imagina una América gobernada por Charles Lindbergh, famoso héroe de la aviación conocido por sus ideas aislacionistas y por su simpatía hacia el régimen nazi. Una obra magistral de un hecho ahistórico para adentrarse de lleno en la historia con letra minúscula: la vida y el terror de una familia judía -la suya propia- que en 1940 tiene que enfrentarse a una ola de creciente antisemitismo. Philip Roth es uno de los cinco autores norteamericanos de nuestros días con mayor talento y reputación. Esta novela es una mezcla magistral de historia y ficción, capaz de conjugar una intriga inquietante con una auténtica lección de historia". Luego de leer este texto, que asumo como el que debe aparecer en la contratapa, coincido con Thays: dudo que me defraude.
Ericka, nuevamente sobre las tablas
Luego de algunos años fuera de los escenarios -dedicada a la docencia y a proyectos sociales-, mi musa regresa a la actuación en La rebelión de los villanos, obra dirigida por Beto Romero. Las funciones se dan de jueves a sábado a las 8:00 p.m. en el Teatro Yuyachkani. Ayer salió una nota de la obra en La Primera y hoy en La República y en La Razón. Hoy en la mañana les hicieron una nota desde el teatro la gente de Canal N. Y el domingo, me cuentan, aparecerán en Presencia cultural, programa de canal 7 didrigido por Ernesto Hermoza.
Eduardo Chirinos en Lima
Mi amigo, el excelente poeta Eduardo Chirinos, se encuentra en Lima para presentar Guilherme, el koala que llegó por internet, su primera incursión en la narrativa infantil. La bonita edición de Alfaguara presenta, además, los dibujos del propio Eduardo, algunos modificados por la artista Collazos. El libro se presenta el sábado 20 a las 4:00 p.m. en la librería Crisol del Ovalo Gutiérrez. Aproveché su estadía en Lima para entrevistarlo -la entrevista salió el jueves en Correo; en los próximos días espero colgarlo en la weblog-.
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Leyendo el weblog de Iván Thays me topé con una estupenda noticia. El extraordinario escritor norteamericano Philip Roth (autor a quien llegué gracias a un acertadísimo consejo de Féliz Reátegui) acaba de publicar una nueva novela titulada Conjura contra América. Según cuenta el buen Iván, la edición en español ha salido bajo el sello Mondadori. "La nueva y sorprendente novela del ganador del premio Pulitzer imagina una América gobernada por Charles Lindbergh, famoso héroe de la aviación conocido por sus ideas aislacionistas y por su simpatía hacia el régimen nazi. Una obra magistral de un hecho ahistórico para adentrarse de lleno en la historia con letra minúscula: la vida y el terror de una familia judía -la suya propia- que en 1940 tiene que enfrentarse a una ola de creciente antisemitismo. Philip Roth es uno de los cinco autores norteamericanos de nuestros días con mayor talento y reputación. Esta novela es una mezcla magistral de historia y ficción, capaz de conjugar una intriga inquietante con una auténtica lección de historia". Luego de leer este texto, que asumo como el que debe aparecer en la contratapa, coincido con Thays: dudo que me defraude.
Ericka, nuevamente sobre las tablas
Luego de algunos años fuera de los escenarios -dedicada a la docencia y a proyectos sociales-, mi musa regresa a la actuación en La rebelión de los villanos, obra dirigida por Beto Romero. Las funciones se dan de jueves a sábado a las 8:00 p.m. en el Teatro Yuyachkani. Ayer salió una nota de la obra en La Primera y hoy en La República y en La Razón. Hoy en la mañana les hicieron una nota desde el teatro la gente de Canal N. Y el domingo, me cuentan, aparecerán en Presencia cultural, programa de canal 7 didrigido por Ernesto Hermoza.
Eduardo Chirinos en Lima
Mi amigo, el excelente poeta Eduardo Chirinos, se encuentra en Lima para presentar Guilherme, el koala que llegó por internet, su primera incursión en la narrativa infantil. La bonita edición de Alfaguara presenta, además, los dibujos del propio Eduardo, algunos modificados por la artista Collazos. El libro se presenta el sábado 20 a las 4:00 p.m. en la librería Crisol del Ovalo Gutiérrez. Aproveché su estadía en Lima para entrevistarlo -la entrevista salió el jueves en Correo; en los próximos días espero colgarlo en la weblog-.
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viernes, 12 de agosto de 2005
Mesa de Noche
Edwin Chávez
Una grata sopresa resultó, para mí, la lectura de 1922, ópera prima de Edwin Chávez. Si bien los textos que conforman el primer relato se asemejan a ejercicios de estilo, la lectura global del libro me dejó una agradable sensación. Disfruté los ulteriores relatos -o debo decir, pequeñas novelas- de este bisoño autor cuya propuesta literaria me es tan afín.
Oswaldo Reynoso
A pesar de ser una versión mejorada de En busca de Aladino, como me lo hizo notar mi amigo Luís Aguirre, El goce de la piel demuestra, como ya lo he mencionado antes, la destreza narrativa de Reynoso, quien suele delinear tan bien su prosa, logrando por momentos fraseos de evidente tono lírico.
Una grata sopresa resultó, para mí, la lectura de 1922, ópera prima de Edwin Chávez. Si bien los textos que conforman el primer relato se asemejan a ejercicios de estilo, la lectura global del libro me dejó una agradable sensación. Disfruté los ulteriores relatos -o debo decir, pequeñas novelas- de este bisoño autor cuya propuesta literaria me es tan afín.
Oswaldo Reynoso
A pesar de ser una versión mejorada de En busca de Aladino, como me lo hizo notar mi amigo Luís Aguirre, El goce de la piel demuestra, como ya lo he mencionado antes, la destreza narrativa de Reynoso, quien suele delinear tan bien su prosa, logrando por momentos fraseos de evidente tono lírico.
domingo, 7 de agosto de 2005
Ampuero: versión extendida
Versión completa del dialogo con Fernando Ampuero.
La versión editada apareció en Correo el domingo 7 de agosto de 2005.
Escritor presenta nuevo libro de cuentos y mantiene la pluma
en ristre frente a la polémica entre "andinos" y "criollos"
La estocada de Ampuero
Fernando Ampuero, vuelve a la escena literaria con Mujeres difíciles, hombres benditos (Alfaguara, 2005), conjunto de relatos que muestra, además del indescifrable universo femenino, desconcertantes historias marcadas por el resplandor de lo insólito.
Manuel Eráusquin/ Carlos M. Sotomayor
Correo: Han pasado casi diez años desde la aparición de tu anterior conjunto de relatos Bicho raro. ¿Por qué tanto tiempo?
Fernando Ampuero: Porque he estado haciendo otras cosas. Yo tengo una doble vida: una vida pública que es la de escribir libros, que en realidad es un trabajo que atiende una pasión muy personal, y la otra vocación, el periodismo, con el que puedo atender mi sentimiento de responsabilidad cooperativa para con los demás. Ya no estoy metido en cosas de revistas, sino en una unidad de investigación, lo cual es una actividad bastante peliaguda porque uno se la pasa persiguiendo a narcotraficantes y políticos corruptos. Pero siempre me hago un tiempo para dedicarlo a la literatura. Y a la lectura, porque antes que periodista y escritor soy básicamente un lector.
C: Con respecto a Malos modales y Bicho raro, donde se percibía una prosa llana y directa, en este libro, por el contrario, se evidencia una prosa más estilizada...
FA: Es cierto, eso te lo va dando la madurez. Porque uno quiere llegar a un lenguaje sencillo pero que en su desnudez resulte al mismo tiempo muy decidor, muy elocuente y, si se puede, muy poético. Un lenguaje que recurra menos a la metáfora pero que enuncie mejor lo que quieres decir.
C: En este libro no aparecen aquellos personajes marginales que aparecen en tus libros anteriores. ¿Se debe a que ya no estás vinculado de manera directa a los temas periodísticos de inactuales?
FA: No necesariamente. Uno va recogiendo las historias que realmente lo han impresionado. Hay personajes, por ejemplo, en el cuento Voces, que es un cuento que habla de una cierta maldad inocente. Y son personajes marginales también. No necesariamente tiene que ser el poeta que le escribe poemas a Miguel Grau. En Voces el personaje es marginal en su dolor.
C: ¿Qué es lo fundamental a la hora de escribir un cuento?
FA: Lo más importante de un cuento es, primero, saber adónde vas. Entonces, desde la primera frase ya no hay nada gratuito. Ya no hay nada que esté de más, todo está abonando para culminar en un efecto literario. Hay diferentes efectos, claro: efectos flotantes, detonantes, y hay un efecto más bien como una luminosidad como en el cuento "Historia de la sábana y el vaso de agua".
C: La primera parte del libro gira en torno al universo femenino. ¿Partes de aquella idea de que las mujeres son indescifrables?
FA: Yo no creo que quepa alguna duda sobre eso. En algún momento he dicho que a las mujeres no hay que comprenderlas, solamente amarlas. Las mujeres para mí son el leit motiv de buena parte de mi vida. Ya lo decía Ernesto Cardenal, que sólo escribía poemas para conquistar a una muchacha. Pero no solamente para conquistar a una muchacha; uno hace muchas cosas ya con la muchacha conquistada para buscar una recompensa de amor. Y a veces para que te odien más también.
C: ¿Cuál es tu relación con la "novela"? Hace algunos años dijiste en una entrevista que tenías dos casi listas.
FA: Tengo una novela ahí, lo que pasa es que la novela es un tipo de narración que sucede, siempre están apareciendo cosas nuevas y siempre necesitas tener humor, porque sino los personajes empiezan a enloquecer y a ir por su cuenta. Para la novela necesitas mucho más tiempo.
C: ¿Y en el caso del cuento?
FA: El cuento yo creo que es el género más difícil, por encima de todo. En el cuento uno tiene que reelaborar y buscar muchos detalles y no es fácil lograr ese efecto literario y esa sensación en el lector que te hace que lleves el cuento en el corazón y en la memoria.
C: También has publicado poesía. ¿Cuándo sentiste el llamado poético?
FA: Tengo dos libros de poesía que son libros tentativos que yo tenía que escribir. Es muy difícil publicar poesía ya maduro, sobre todo cuando ya has hecho una carrera de narrador. A ninguno de los poetas del establishment le interesa que alguien se meta en su jurisdicción. ¿Qué hace acá este advenedizo, este entrometido? ¿Por qué no sigue escribiendo cuentos? Yo escribo poesía desde muy joven, antes de publicar cuentos. Lo que pasa es que no los publicaba.
C: En el cuento “El padre de Sebastián”, el personaje principal se ve afectado por una enfermedad mortal. Sin embargo, logra superar este mal de manera milagrosa. ¿Este relato tiene algo que ver con la grave enfermedad que tuviste hace algunos años?
FA: Sí, tiene que ver con eso, porque de alguna manera mi supervivencia fue milagrosa. Yo tuve cinco médicos que me pronosticaron que en seis meses me iba. Me sacaron 11 ganglios tomados con cáncer de los veintiuno que tenía en el estómago. En ese sentido, ese pequeño milagro personal es el que le ocurre al personaje del cuento, que es un ser escéptico, muy racional, muy apegado a la tierra, y a quien de pronto le sale un hijo sacerdote, que de alguna manera, como manifiesta el relato, podía ser un santo. Un santo que le hace el milagro al padre.
C: Esa es una imagen conmovedora en el cuento.
FA: Pero esta historia tiene un gran contenido de verdad, no sólo es una ficción. Yo he conocido a una persona a quien le ocurrió una experiencia muy similar. Y esta persona, que era muy racional, entró en un conflicto con su modo de pensar, y a partir de ese momento empezó a leer muchos libros de filosofía y religión, porque en su experiencia existía algo inexplicable. En ese sentido, esta historia me costó contarla porque la truculencia es un material difícil. Además, uno siempre intenta ser verosímil en el relato, pero uno se pregunta: ¿cómo te pueden creer esto? Y la respuesta pasa por escribir con mucha convicción.
C: ¿Tú crees en un ser superior? Lo preguntamos porque hace muchos años, a través de tus crónicas, expresabas una visión escéptica frente a estos temas.
FA: No, yo sí creo en algo superior. Soy un creyente en Dios, lo que no soy es una persona religiosa que cumple con sus obligaciones litúrgicas. Yo, en todo caso, tengo mis ceremonias personales, mis modos muy personales de acercarme a la divinidad y a cierta instancia del pensamiento en el que maniáticamente quiero darle sentido a todas las cosas.
C: ¿Por qué se dan este tipo de polémicas, como la última suscitada entre "andinos" y "criollos"?
FA: El sello de fábrica de los literatos peruanos ha sido siempre la mutua animoadversión. Nadie tolera el éxito ajeno y, a la hora de las reseñas, muchos se inclinan por la insidia cobarde y el golpe bajo. Sin lugar a dudas, aún sigue vigente la frase de Abraham Valdelomar, nuestro primer escritor moderno, cuando le contestó a un periodista de Trujillo sobre la misión de un escritor en el Perú. "La principal misión de un escritor en el Perú", dijo Valdelomar, "es evitar que lo aplasten". Me identifico plenamente con esta frase, ya que buena parte de la vida literaria peruana sigue igual de roñosa, agresiva y patibularia.
C: ¿No crees que esta polémica se le ha ido de las manos a ambos grupos?
FA: Ellos juzgan una obra literaria, bajo el criterio de la lucha de clases. Esa es una visión limitadísima y empobrecedora de la literatura. Gutiérrez y Reynoso, se supone, son profesionales de la palabra. Saben qué palabra elegir cuando hablan o escriben. Y, a causa de sus argumentos políticos, que ellos mismos introdujeron, han hablado de "lucha de clases", de "informantes policiales" y de "delatores". Estos solapas devotos del maoísmo totalitario convalidan con sus escritos y declaraciones los sanguinarios asesinatos de miles de peruanos. No se trata de una ligereza. Ellos conocen las palabras y nos hablan como militantes en la clandestinidad.
C: Se ha desvirtuado, incluso, el tema inicial de la discusión...
FA: ¿En qué estamos ahora? En otros temas. Ya nadie habla de la mafia que domina los medios (los hechos han demostrado que dicha mafia era una fantasía, y que, en caso de que existiera, no tendría tal dominio), sino más bien utilizan el espacio periodístico para dejar sentada su postura estética
(o más bien política, por lo cual descalifican a quienes no ven la
literatura como ellos la entienden), o peor aún, se aprovechan para ventilar viejas heridas infligidas por críticos y hasta para autopromocionarse haciendo recuentos de sus logros personales. Es realmente patético, pues lo que empezó como la grita de unos frustrados autores de obras sin mayor repercusión ha propiciado un gran desembalse de resentimientos.
Reynoso es un escritor de tercera fila. Desde los años sesenta, década tras década, ha lloriqueado contra la prensa y la crítica. Hoy es un vejete que se jacta de ser marginal, pero continúa reclamando prensa. Todo un contrasentido. A los verdaderos autores marginales les importa un cuerno la prensa. ¿O tú acaso te imaginas a un escritor como Bukoswki pidiendo que le hagan una entrevista? Reynoso no me interesa como escritor. Su obra está envejecida por el abuso de la replana, es demasiado esforzada y acartonada. Su nueva novelita, por lo que he visto, es un trasnochado remedo del joyceano monólogo de Molly Bloom, y, cosa curiosa, su protagonista queda encandilado por un jovenzuelo de ojos azules. ¿Se tratará de un pituco?
Y, ojo, yo no hablo de un malestar por algo que se dijo hace dos o tres años. Este es un desembalse perpetrado por vejetes con medio siglo de resentimientos. He aquí la más ridícula violencia del tiempo.
C.¿ En qué crees que va a terminar todo esto?
FA: A partir de ahora, Gutiérrez y su gavilla sólo están haciendo el ridículo. No hay que olvidar que este lío comenzó en el congreso de Madrid, y de pronto han surgido polemistas que ni siquiera estuvieron en España. Es cierto que con sus artículos algunos autores han agraviado a escritores ajenos a la polémica, y eso explica que ellos intervengan. Pero también vemos a otros que no tienen vela en este entierro y que igual se meten: buscan un sitiecito en este lastimoso acápite de nuestra historia literaria.
domingo, 31 de julio de 2005
Novedades
Si la memoria no me falla, han transcurrido diez años desde que Oswaldo Reynoso entregara en imprenta Los eunucos inmortales. Tras un largo silencio Reynoso ha regresado con El goce de la piel (Editorial San Marcos), una novela dividida en cinco capítulos. El primero de ellos resalta por la experimentación en el lenguaje: no utiliza signos de puntuación. Lo cual no es nuevo, claro, rápidamente me viene a la mente la primera novela de mi amigo Rodolfo Hinostroza: Aprendizaje de la limpieza. El libro ya tomó posesión de mi mesa de noche a la espera de su turno.
Otro autor que ha vuelto a publicar después de tiempo es Fernando Ampuero. Después de Bicho raro, Ampuero retorna al género del cuento en que parece moverse mejor. Mujeres difíciles, hombres benditos (Editorial Alfaguara) tiene ya su espacio en mi mesa de noche. Incluso, ya he leído los tres primeros relatos.
En el caso de los debuts, el más reciente -muy reciente- es el de Edwin Chávez quien ha publicado su ópera prima 1922 (Editorial Estruendomudo). Apenas he leído el primer relato (que en realidad son tres) cuyo título da nombre al libro. Se vislumbra un buen libro, como lo fueron los libros anteriores (especialmente el de Castañeda y el de Page, según mi arbitrario criterio). Impecables, como siempre, las ediciones del poeta y editor Alvaro Lasso (PD: se espera con fruición su primer libro de poemas)..
Otro libro interesante es Diario de talismanes (Ediciones El Santo Oficio) de la poeta Rosina Valcárcel. El libro en cuestión reúne una serie de entrevistas, semblanzas y testimonios de una serie de escritores y pintores peruanos. Málaga, Ostolaza, son algunos de los nombres que la subjetiva memoria me trae a colación en este momento.
Juan Morillo Ganoza, deja de lado los recuerdos amazónicos de su infancia y nos entrega Aroma de gloria, un libro que intenta retratar la Lima de los 60. Efervescencia política como contexto de una historia de amor.
Otro autor que ha vuelto a publicar después de tiempo es Fernando Ampuero. Después de Bicho raro, Ampuero retorna al género del cuento en que parece moverse mejor. Mujeres difíciles, hombres benditos (Editorial Alfaguara) tiene ya su espacio en mi mesa de noche. Incluso, ya he leído los tres primeros relatos.
En el caso de los debuts, el más reciente -muy reciente- es el de Edwin Chávez quien ha publicado su ópera prima 1922 (Editorial Estruendomudo). Apenas he leído el primer relato (que en realidad son tres) cuyo título da nombre al libro. Se vislumbra un buen libro, como lo fueron los libros anteriores (especialmente el de Castañeda y el de Page, según mi arbitrario criterio). Impecables, como siempre, las ediciones del poeta y editor Alvaro Lasso (PD: se espera con fruición su primer libro de poemas)..
Otro libro interesante es Diario de talismanes (Ediciones El Santo Oficio) de la poeta Rosina Valcárcel. El libro en cuestión reúne una serie de entrevistas, semblanzas y testimonios de una serie de escritores y pintores peruanos. Málaga, Ostolaza, son algunos de los nombres que la subjetiva memoria me trae a colación en este momento.
Juan Morillo Ganoza, deja de lado los recuerdos amazónicos de su infancia y nos entrega Aroma de gloria, un libro que intenta retratar la Lima de los 60. Efervescencia política como contexto de una historia de amor.
Alan Pauls (Entrevista)
Alan Pauls marca sus distancias del autor de El túnel
“Para mí Sábato no es un escritor”
Premio Herralde de novela con El pasado, Alan Pauls es sin duda una de las voces literarias actuales más interesantes en Latinoamérica. En esta entrevista ofrece, además de su particular visión de la literatura, una mirada lúcida y crítica de la Argentina.
Carlos M. Sotomayor
Correo: El pasado es una novela que plantea una confrontación entre el olvido y la memoria dentro de una historia de amor. ¿Cómo la definirías?
Alan Pauls: Es una novela de amor-terror y también en un sentido, gótica. Sólo que no termina de encajar en ninguno de esos géneros. Tal vez sólo sea una novela romántica-sicótica.
C: ¿Cuál es tu visión de la literatura latinoamericana actual? Tengo entendido que te gusta Bellatín...
AP: Sí, Bellatín es uno de los escritores actuales que más me gusta. Veo la literatura actual con mucho interés. Me parece que es una literatura plural, bastante independizada de dogmatismos, de credos estéticos. Recién ahora la literatura latinoamericana se está desembarazando de la tutela del Boom; más de 30 años después.
C: Recién han podido librarse de esa sombra tutelar...
AP: En la literatura, como en la vida en general, como que se añoran los grandes referentes, las grandes tendencias, las corrientes, esos factores aglutinantes que de algún modo organizan una literatura, una cultura, una sociedad. Yo tengo la impresión de que la falta de todas esas cosas es algo muy productivo, introduce un margen de libertad, de audacia que de otro modo sería muy difícil asumir.
C: El caso de Sábato en Argentina es singular, muchos lo celebran y muchos también se mantienen distantes...
AP: Para mi, particularmente, y para muchos autores de mi generación, Sábato no es un escritor, en el sentido que su nombre no está asociado con la literatura sino con cierto panteón de grandes personajes de Argentina. En general a mí los escritores ligados al bronce no me interesan, me interesan los artistas que buscan todo el tiempo formas nuevas, que se forman y se deshacen, y no escritores que se exculpen a sí mismos como próceres. Y creo que Sábato es en este momento un prócer.
C: Un caso distinto es el chileno Bolaños, quien, por cierto, era un entusiasta lector tuyo ¿Se llegaron a conocer personalmente?
AP: No, no nos conocimos personalmente. Nos conocimos como se conocían los escritores en el siglo XIX, que era por cartas por sus libros. Es una de las relaciones más extrañas que yo tuve en mi vida, porque en rigor tampoco tuvimos una correspondencia demasiado frondosa. Yo creo que hubo algo en la falta de contacto personal que facilitó mucho la intimidad. Su trabajo me interesaba mucho. Algo que confirmé leyendo 2666, su novela póstuma, uno de los libros más extravagantes que se han escrito en la literatura latinoamericana.
C: Señalaste en una oportunidad que ser argentino era una fatalidad. ¿a qué te referías?
AP: Tiene que ver con una frase de Borges. En mi caso decir que ser argentino es una fatalidad es decir que ser argentino es estar sometido fatalmente a una especie de destino histórico lamentable, patético, atroz. Desde que yo tengo uso de razón ser argentino es siempre estar al borde de la catástrofe. Yo creo que hay en la Argentina una verdadera pulsión de muerte. Para mí lo más atroz de la dictadura militar argentina (1976-1983) no fue que los militares asesinaran a 30 mil personas, sino que esos militares asesinos fueran vitoreados por la gente en Plaza de Mayo cuando tomaron las islas Malvinas.
C: Ahora que hablas de la pulsión de muerte, hay dos íconos argentinos de la cultura popular que se vinculan: Charly García y Maradona. ¿qué piensa de esos dos personajes?
AP: Son vidas paralelas. Creo que Charly García es más indestructible que Maradona. La Argentina tiene también una larga tradición de héroes tanáticos. Hay una fascinación de la cultura argentina por los ídolos mártires. Y nunca los veneran más que cuando los ven ensangrentados y a punto de morir. De todos modos, yo creo que, a diferencia de Maradona, algo que lo engrandece a García es que mientras más se destruye más inteligente es. En Charly hay una relación, enfermiza o no, eso no me importa, entre el nivel de experimentación que él tiene con su cuerpo y el nivel de experimentación que tiene con su figura de artista. Yo creo que Charly García se convirtió en un artista conceptual más que en un músico.
C: Dentro de tu trabajo ensayístico propones introducir en la crítica literaria la “figura del escritor”...
AP: Lejos de explicar una obra con una vida, lo que me interesa mucho es la figura del escritor; es que creo que todos los escritores, incluso los menos mediáticos, despliegan una puesta en escena de sí cada vez que tienen que salir a hablar de sus obras; en ese momento creo que los escritores entran en una dimensión realmente teatral. Cada autor desarrolla como un personaje que uno podría llamar la figura del escritor, y que ya no es el sujeto biográfico.
(No es la totalidad de la amena charla con Alan Pauls en el Hotel Sonesta, pero es más extensa que la versión que apareció publicada en el diario Correo)
“Para mí Sábato no es un escritor”
Premio Herralde de novela con El pasado, Alan Pauls es sin duda una de las voces literarias actuales más interesantes en Latinoamérica. En esta entrevista ofrece, además de su particular visión de la literatura, una mirada lúcida y crítica de la Argentina.
Carlos M. Sotomayor
Correo: El pasado es una novela que plantea una confrontación entre el olvido y la memoria dentro de una historia de amor. ¿Cómo la definirías?
Alan Pauls: Es una novela de amor-terror y también en un sentido, gótica. Sólo que no termina de encajar en ninguno de esos géneros. Tal vez sólo sea una novela romántica-sicótica.
C: ¿Cuál es tu visión de la literatura latinoamericana actual? Tengo entendido que te gusta Bellatín...
AP: Sí, Bellatín es uno de los escritores actuales que más me gusta. Veo la literatura actual con mucho interés. Me parece que es una literatura plural, bastante independizada de dogmatismos, de credos estéticos. Recién ahora la literatura latinoamericana se está desembarazando de la tutela del Boom; más de 30 años después.
C: Recién han podido librarse de esa sombra tutelar...
AP: En la literatura, como en la vida en general, como que se añoran los grandes referentes, las grandes tendencias, las corrientes, esos factores aglutinantes que de algún modo organizan una literatura, una cultura, una sociedad. Yo tengo la impresión de que la falta de todas esas cosas es algo muy productivo, introduce un margen de libertad, de audacia que de otro modo sería muy difícil asumir.
C: El caso de Sábato en Argentina es singular, muchos lo celebran y muchos también se mantienen distantes...
AP: Para mi, particularmente, y para muchos autores de mi generación, Sábato no es un escritor, en el sentido que su nombre no está asociado con la literatura sino con cierto panteón de grandes personajes de Argentina. En general a mí los escritores ligados al bronce no me interesan, me interesan los artistas que buscan todo el tiempo formas nuevas, que se forman y se deshacen, y no escritores que se exculpen a sí mismos como próceres. Y creo que Sábato es en este momento un prócer.
C: Un caso distinto es el chileno Bolaños, quien, por cierto, era un entusiasta lector tuyo ¿Se llegaron a conocer personalmente?
AP: No, no nos conocimos personalmente. Nos conocimos como se conocían los escritores en el siglo XIX, que era por cartas por sus libros. Es una de las relaciones más extrañas que yo tuve en mi vida, porque en rigor tampoco tuvimos una correspondencia demasiado frondosa. Yo creo que hubo algo en la falta de contacto personal que facilitó mucho la intimidad. Su trabajo me interesaba mucho. Algo que confirmé leyendo 2666, su novela póstuma, uno de los libros más extravagantes que se han escrito en la literatura latinoamericana.
C: Señalaste en una oportunidad que ser argentino era una fatalidad. ¿a qué te referías?
AP: Tiene que ver con una frase de Borges. En mi caso decir que ser argentino es una fatalidad es decir que ser argentino es estar sometido fatalmente a una especie de destino histórico lamentable, patético, atroz. Desde que yo tengo uso de razón ser argentino es siempre estar al borde de la catástrofe. Yo creo que hay en la Argentina una verdadera pulsión de muerte. Para mí lo más atroz de la dictadura militar argentina (1976-1983) no fue que los militares asesinaran a 30 mil personas, sino que esos militares asesinos fueran vitoreados por la gente en Plaza de Mayo cuando tomaron las islas Malvinas.
C: Ahora que hablas de la pulsión de muerte, hay dos íconos argentinos de la cultura popular que se vinculan: Charly García y Maradona. ¿qué piensa de esos dos personajes?
AP: Son vidas paralelas. Creo que Charly García es más indestructible que Maradona. La Argentina tiene también una larga tradición de héroes tanáticos. Hay una fascinación de la cultura argentina por los ídolos mártires. Y nunca los veneran más que cuando los ven ensangrentados y a punto de morir. De todos modos, yo creo que, a diferencia de Maradona, algo que lo engrandece a García es que mientras más se destruye más inteligente es. En Charly hay una relación, enfermiza o no, eso no me importa, entre el nivel de experimentación que él tiene con su cuerpo y el nivel de experimentación que tiene con su figura de artista. Yo creo que Charly García se convirtió en un artista conceptual más que en un músico.
C: Dentro de tu trabajo ensayístico propones introducir en la crítica literaria la “figura del escritor”...
AP: Lejos de explicar una obra con una vida, lo que me interesa mucho es la figura del escritor; es que creo que todos los escritores, incluso los menos mediáticos, despliegan una puesta en escena de sí cada vez que tienen que salir a hablar de sus obras; en ese momento creo que los escritores entran en una dimensión realmente teatral. Cada autor desarrolla como un personaje que uno podría llamar la figura del escritor, y que ya no es el sujeto biográfico.
(No es la totalidad de la amena charla con Alan Pauls en el Hotel Sonesta, pero es más extensa que la versión que apareció publicada en el diario Correo)
miércoles, 6 de julio de 2005
Comentarios
Estimado Carlos:
Comparto contigo el sentir de que no haya espacios dedicados a la crítica literaria. Pero eso no quiere decir que se siga persistiendo en el mismo error del escritor Alonso Cueto al no mencionar espacios claramente dedicados a la crítica literaria y la literatura en los medios, como el suplemento identidades del diario El Peruano. Sin duda, también cumplen una labor de difusión las revistas literarias, principalmente la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, fundada por Antonio Cornejo Polar, que curiosamente muy pocos comentarios recibe en los medios impresos convencionales.
Otra confusión que subyace al intercambio de opiniones que se ven en los medios concierne a la definición de la actividad crítica. Una cosa es la crítica literaria, un ejercicio de estilo que motiva a la reflexión y el análisis de las obras; y otra muy distinta es la actualidad literaria: los comentarios (como las columnas que mencionas) o las entrevistas a escritores. Te invito a revisar mi artículo publicado en El Hablador (http://www.elhablador.com/debate7_5.htm) acerca de estas confusiones y las distorsiones que motivan. Entre ellas, las de algunos periodistas provocadores que ven en estos intercambios (no podemos hablar de debate aún) una fantasmal "magalización" de la literatura peruana. La lógica es la siguiente: como todo está podrido, "magalizado", entonces me posiciono como el que no se mancha. En realidad, cuando se proponen estas "categorías", también el que lo hace no es puro, como quisiera creer, sino, por el contrario, está más "magalizado" que los otros (la entrevista como estrategia del chisme y el ampay).
La crítica es, ante todo, una posición frente al discurso. Es un lector que, por una cuestión incidental, asume este rol. Si se quiere, también puede ser asumido como contrapoder: el poder del autor frente a su obra, el poder del lenguaje (el lenguaje es fascista, según Roland Barthes), que ahora le pertenece al goce del lector especializado. La crítica es, debería ser, el placentero ejercicio de la comprensión. Ahora, tampoco se pueden asumir posturas inflexibles, como si la crítica fuera un argumento de Torquemada, con tintes clasistas, como lamentablemente muchos periodistas avenidos a críticos practican.
El crítico tiene todo el derecho a polemizar una temática a partir de la obra, pero no a agredir gratuitamente. En esa circunstancia, pierde sus credenciales de crítico y se convierte en un antagonista que responde a una ideología (derecha o izquierda) determinada. O es un histérico desalmado que hace todo lo posible por llamar la atención. En todo caso, el crítico literario no puede escapar a su función pedagógica, sobre todo en un país como el nuestro: si se trata de fomentar la cultura del libro, y sabiendo que muy pocos pueden acceder a este mercado debido a las condiciones endebles de la industria editorial, entonces con mayor razón se debe dar este trabajo a personas responsables con el texto y los lectores. El crítico viene a ser así un intermediario, un filtro, entre la industria cultural y sus receptores. Por lo tanto, es una posición valiosa, porque es quien "traduce" los productos simbólicos de la cultura. No se puede ser mezquino, pero tampoco excesivamente democrático. Es una búsqueda de antecedentes y consecuencias, sino se cae en el hecho de disparar juicios; y esa labor le compete sólo al lector, en su intimidad, en el encuentro consigo mismo que es el instante de la lectura. Veamos si los que reclaman ahora por una crítica más atenta pueden llegar a pasar la prueba de la calidad literaria.
Atentamente,
Giancarlo Stagnaro
Comparto contigo el sentir de que no haya espacios dedicados a la crítica literaria. Pero eso no quiere decir que se siga persistiendo en el mismo error del escritor Alonso Cueto al no mencionar espacios claramente dedicados a la crítica literaria y la literatura en los medios, como el suplemento identidades del diario El Peruano. Sin duda, también cumplen una labor de difusión las revistas literarias, principalmente la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, fundada por Antonio Cornejo Polar, que curiosamente muy pocos comentarios recibe en los medios impresos convencionales.
Otra confusión que subyace al intercambio de opiniones que se ven en los medios concierne a la definición de la actividad crítica. Una cosa es la crítica literaria, un ejercicio de estilo que motiva a la reflexión y el análisis de las obras; y otra muy distinta es la actualidad literaria: los comentarios (como las columnas que mencionas) o las entrevistas a escritores. Te invito a revisar mi artículo publicado en El Hablador (http://www.elhablador.com/debate7_5.htm) acerca de estas confusiones y las distorsiones que motivan. Entre ellas, las de algunos periodistas provocadores que ven en estos intercambios (no podemos hablar de debate aún) una fantasmal "magalización" de la literatura peruana. La lógica es la siguiente: como todo está podrido, "magalizado", entonces me posiciono como el que no se mancha. En realidad, cuando se proponen estas "categorías", también el que lo hace no es puro, como quisiera creer, sino, por el contrario, está más "magalizado" que los otros (la entrevista como estrategia del chisme y el ampay).
La crítica es, ante todo, una posición frente al discurso. Es un lector que, por una cuestión incidental, asume este rol. Si se quiere, también puede ser asumido como contrapoder: el poder del autor frente a su obra, el poder del lenguaje (el lenguaje es fascista, según Roland Barthes), que ahora le pertenece al goce del lector especializado. La crítica es, debería ser, el placentero ejercicio de la comprensión. Ahora, tampoco se pueden asumir posturas inflexibles, como si la crítica fuera un argumento de Torquemada, con tintes clasistas, como lamentablemente muchos periodistas avenidos a críticos practican.
El crítico tiene todo el derecho a polemizar una temática a partir de la obra, pero no a agredir gratuitamente. En esa circunstancia, pierde sus credenciales de crítico y se convierte en un antagonista que responde a una ideología (derecha o izquierda) determinada. O es un histérico desalmado que hace todo lo posible por llamar la atención. En todo caso, el crítico literario no puede escapar a su función pedagógica, sobre todo en un país como el nuestro: si se trata de fomentar la cultura del libro, y sabiendo que muy pocos pueden acceder a este mercado debido a las condiciones endebles de la industria editorial, entonces con mayor razón se debe dar este trabajo a personas responsables con el texto y los lectores. El crítico viene a ser así un intermediario, un filtro, entre la industria cultural y sus receptores. Por lo tanto, es una posición valiosa, porque es quien "traduce" los productos simbólicos de la cultura. No se puede ser mezquino, pero tampoco excesivamente democrático. Es una búsqueda de antecedentes y consecuencias, sino se cae en el hecho de disparar juicios; y esa labor le compete sólo al lector, en su intimidad, en el encuentro consigo mismo que es el instante de la lectura. Veamos si los que reclaman ahora por una crítica más atenta pueden llegar a pasar la prueba de la calidad literaria.
Atentamente,
Giancarlo Stagnaro
domingo, 26 de junio de 2005
Cajon de sastre
Ausencia de crítica
La ausencia de espacios propicios para la crítica literaria es preocupante, sin duda alguna, para aquellos que encontramos en los libros el universo mágico que nos hace tolerable la existencia (o si más que filosóficos queremos ser tangenciales, aquello que nos hace olvidarnos por un momento los disparates permanentes de nuestra clase política: Waisman, Toledo, Pacheco, y siguen nombres).
Por ello me sumo al sentir de Alonso Cueto (sustentada en su columna de Perú21) –aunque, claro, nos metió a nosotros (Correo) en el saco de los medios –que son varios, la mayoría, en realidad- que no tienen un espacio de crítica literaria. Peru21, incluso, no lo tiene, salvo por una estafeta y por algún comentario sobre una publicación que se filtra en una de sus varias columnas de opinión cultural (Alegría, por ejemplo).
Es lamentable que El dominical, salvo cuando lo hace Niño de Guzmán, con su entrañable prosa, no tenga una sección fija para los comentarios profundos –y extensos- de los libros que se publican. De Domingo, de La República, han extirpado al lúcido Agreda (aunque por suerte lo tenemos todos los sábados en la página cultural de Fama). Iván Thays tiene un buen espacio en Caretas, el problema es que quienes disfrutamos de sus juicios nunca sabemos cuando va a aparecer algún comentario suyo en aquel importante semanario de actualidad.
¿Y el fomento a la lectura? Esta demostrado que a algunos empresarios periodísticos e, incluso, directores o editores, no sólo no les importa eso, sino que son tan limitados que no advierte, como lo apunta lúcidamente Cueto, que a más lectores, no sólo se venderán más libros, sino más periódicos. ¿Será una utopía pensar en encontrar en un café a más de una persona leyendo diarios, libros o revistas?
Polémica dicotómica
La polémica, o mejor dicho, la discusión, no sólo puede ser provechosa –o hasta iluminadora, según las conclusiones que puedan sacarse– sino también estimulante. Que mayor placer para un amante de los libros que discutir, en medio del cálido aroma desplegado por una taza de café caliente, sobre literatura. Incluso, hasta aquellas manidas perogrulladas de “literatura pura” versus “literatura social”; “Literatura andina” versus “literatura criolla”. O, incluso, el escritor frente al crítico. Mas cuando el debate traspone los umbrales de la razón, todo carece de sentido. Los golpes de puño y los insultos personales de bajo nivel son sencillamente señal de barbarie. Además de demostrar total carencia de argumentos.
La casa de Szyszlo
Hace poco visité la casa de nuestro pintor Fernando deSzyszlo. Toda una obra de arte en sí misma. Pensada, sin duda, para él. Su casa forma parte, en realidad de su obra, una suerte de albergue de su universo personal y creativo y, al mismo tiempo, una pieza más. Por momentos, me hizo pensar en aquella novela de Prochazka: Casa (Lluvia editores).
La ausencia de espacios propicios para la crítica literaria es preocupante, sin duda alguna, para aquellos que encontramos en los libros el universo mágico que nos hace tolerable la existencia (o si más que filosóficos queremos ser tangenciales, aquello que nos hace olvidarnos por un momento los disparates permanentes de nuestra clase política: Waisman, Toledo, Pacheco, y siguen nombres).
Por ello me sumo al sentir de Alonso Cueto (sustentada en su columna de Perú21) –aunque, claro, nos metió a nosotros (Correo) en el saco de los medios –que son varios, la mayoría, en realidad- que no tienen un espacio de crítica literaria. Peru21, incluso, no lo tiene, salvo por una estafeta y por algún comentario sobre una publicación que se filtra en una de sus varias columnas de opinión cultural (Alegría, por ejemplo).
Es lamentable que El dominical, salvo cuando lo hace Niño de Guzmán, con su entrañable prosa, no tenga una sección fija para los comentarios profundos –y extensos- de los libros que se publican. De Domingo, de La República, han extirpado al lúcido Agreda (aunque por suerte lo tenemos todos los sábados en la página cultural de Fama). Iván Thays tiene un buen espacio en Caretas, el problema es que quienes disfrutamos de sus juicios nunca sabemos cuando va a aparecer algún comentario suyo en aquel importante semanario de actualidad.
¿Y el fomento a la lectura? Esta demostrado que a algunos empresarios periodísticos e, incluso, directores o editores, no sólo no les importa eso, sino que son tan limitados que no advierte, como lo apunta lúcidamente Cueto, que a más lectores, no sólo se venderán más libros, sino más periódicos. ¿Será una utopía pensar en encontrar en un café a más de una persona leyendo diarios, libros o revistas?
Polémica dicotómica
La polémica, o mejor dicho, la discusión, no sólo puede ser provechosa –o hasta iluminadora, según las conclusiones que puedan sacarse– sino también estimulante. Que mayor placer para un amante de los libros que discutir, en medio del cálido aroma desplegado por una taza de café caliente, sobre literatura. Incluso, hasta aquellas manidas perogrulladas de “literatura pura” versus “literatura social”; “Literatura andina” versus “literatura criolla”. O, incluso, el escritor frente al crítico. Mas cuando el debate traspone los umbrales de la razón, todo carece de sentido. Los golpes de puño y los insultos personales de bajo nivel son sencillamente señal de barbarie. Además de demostrar total carencia de argumentos.
La casa de Szyszlo
Hace poco visité la casa de nuestro pintor Fernando deSzyszlo. Toda una obra de arte en sí misma. Pensada, sin duda, para él. Su casa forma parte, en realidad de su obra, una suerte de albergue de su universo personal y creativo y, al mismo tiempo, una pieza más. Por momentos, me hizo pensar en aquella novela de Prochazka: Casa (Lluvia editores).
jueves, 9 de junio de 2005
Efecto Bryce
Si bien, mi trabajo de periodista me permite acceder sin mucha dificultad a los escritores que suelo leer y admirar, no pude evitar el día miércoles último volver a ser el adolescente fébril que va en busca del autógrafo de un autor. Bryce generó aquello, y me hizo revivir cierta sensaciones de las épocas en que empecé a leerlo con devoción (Un mundo para Juluis, claro, pero sobre todo Tantas veces Pedro, La vida exagerada de Martín de Romaña e, incluso, Reo de nocturnidad). Claro, es cierto que ya tengo libros autografiados suyos y que, incluso, le he entrevistado en casa de su esposa actual. Pero igual, cogí mi ejemplar de Permiso para sentir, hice mi cola en la librería El Virrey y le pedí su rúbrica nuevamente. Cosa curiosa, a pesar de que ya me conoce (dialogamos sobre la salud de un gran amigo común) no pude evitar sentir ese temblor de rodillas propio de la timidez que me suele acompañar, sobre todo cuando voy a conocer a un autor que respeto.
Mesa de Noche
UNO
Acabo de terminar de leer Casa de Enrique Prochazka. Se trata de un autor nada epigonal, sobre todo en relación a los cánones tradicionales de nuestra literatura. Con su primer libro de cuentos Un único desierto (una bien cuidada y prolija edición), Prochazca demostraría su insularidad. Cuentos de corte fantástico, de impornta borgeana, si se quiere. Si bien hubo algunos cuentos demasiado densos, muchos de ellos me parecieron notables. Por ello mi gran interés en leer este segundo libro (aparecido varios años después del primero). Se trata de una novela (editada por Lluvia en una algo modesta edición) bien concebida, de la que disfruté aquella propención del autor a la reflexión racional pero lindando con la metafísica. Es el final, sin embargo, el que no me llegó a convencer del todo.
DOS
Estoy leyendo, y disfutando al punto de llegar incluso a la carcajada, el libro de antimemorias de Alfredo Bryce, Permiso para sentir (publicado recientemente por Peisa). Bryce es un maestro a la hora de relatar, con aquel tino particular suyo de amigo entrañable que te cuenta su vida, situaciones que de tan disparatadas parecen irreales. Hay humor, ternura, pero también ironía e, incluso, rabia (cuando se refiere, por ejemplo, a nuestra clase política).
Acabo de terminar de leer Casa de Enrique Prochazka. Se trata de un autor nada epigonal, sobre todo en relación a los cánones tradicionales de nuestra literatura. Con su primer libro de cuentos Un único desierto (una bien cuidada y prolija edición), Prochazca demostraría su insularidad. Cuentos de corte fantástico, de impornta borgeana, si se quiere. Si bien hubo algunos cuentos demasiado densos, muchos de ellos me parecieron notables. Por ello mi gran interés en leer este segundo libro (aparecido varios años después del primero). Se trata de una novela (editada por Lluvia en una algo modesta edición) bien concebida, de la que disfruté aquella propención del autor a la reflexión racional pero lindando con la metafísica. Es el final, sin embargo, el que no me llegó a convencer del todo.
DOS
Estoy leyendo, y disfutando al punto de llegar incluso a la carcajada, el libro de antimemorias de Alfredo Bryce, Permiso para sentir (publicado recientemente por Peisa). Bryce es un maestro a la hora de relatar, con aquel tino particular suyo de amigo entrañable que te cuenta su vida, situaciones que de tan disparatadas parecen irreales. Hay humor, ternura, pero también ironía e, incluso, rabia (cuando se refiere, por ejemplo, a nuestra clase política).
domingo, 22 de mayo de 2005
Cajon de sastre
REALISMO SUCIO
Una mesa de debates. Dos antagonistas separados apenas por un moderador. Un escritor, febril y desgarbado cuando se enfrenta a la página en blanco. Un crítico, figuretti hasta la hipérbole, cuya columna de crítico en una web le permite entregarnos cuando mucho entretenidas y jocosas reflexiones librescas. Al escritor no le gustó cómo trató el crítico su último libro. Debe pensar que es un desgraciado, que lo hace por maldad. El crítico está tranquilo, le agrada que lo inviten a este tipo de eventos: puede lucirse, o, por lo menos, intentarlo. Y asi sucede lo que nadie imagino: el escritor se pone de pie, se acerca al crítico y le de un golpe de puño que lo hace caer. Con el antoagonista a su disposición y en el suelo, el escritor empieza una seguidilla de puntapies intentando expulsar su ira, reivindicando, de paso, su mancillada honorabilidad de narrador.
Parece una anécdota secuestrada de algún libro de Charles Bukowski. No. Su autor es Sergio Galarza. Mas no es producto de su encendida imaginación. Sus personajes -léase Matacabros- tomaron posesión de él. Quienes lo conocemos (lo conozco poco, pero le tengo aprecio) sabemos que se trata de un tipo tranquilo, años luz de ser un desquiciado violentista a la usanza de un desaparcido -por suerte- Rilo. ¿Qué pasó? ¿Un lapsus de desequilibrio emocional? Resultan interesantes las opiniones divergentes respecto a temas literarios, incluso cuando estos proceden de los apasionamientos más radicales. Pero cuando trasponen el umbral de las ideas son sencillamente manifestaciones evidentes de nuestra involución (Denegri dixit).
EL PERU EN ESPAÑA
Madrid será el punto de encuentro esta semana de nuestros más representativos escritores. Para ello han emprendido viaje autores como Ricardo Sumalavia, Iván Thays, Alonso Cueto, Pepe Bravo, entre otros más. Esperamos que se trate de una mayor apertura para nosotros del mercado litearario español. ¿Un nuevo boom? Difícil, pero por lo menos parece haber un interés creciente. Alonso Cueto, por ejemplo, acaba de publicar Grandes Miradas con Anagrama (antes había publicado en Pretextos). Sin mencionar a Jorge Eduardo Benavides y Fernando Iwasaki, notables escritores que ya se han afincado por allá. O, si algunos prefieren una lectura más ligera: Santiago Roncagliolo cumple eficientemente. ¿Bayly? No, gracias.
Una mesa de debates. Dos antagonistas separados apenas por un moderador. Un escritor, febril y desgarbado cuando se enfrenta a la página en blanco. Un crítico, figuretti hasta la hipérbole, cuya columna de crítico en una web le permite entregarnos cuando mucho entretenidas y jocosas reflexiones librescas. Al escritor no le gustó cómo trató el crítico su último libro. Debe pensar que es un desgraciado, que lo hace por maldad. El crítico está tranquilo, le agrada que lo inviten a este tipo de eventos: puede lucirse, o, por lo menos, intentarlo. Y asi sucede lo que nadie imagino: el escritor se pone de pie, se acerca al crítico y le de un golpe de puño que lo hace caer. Con el antoagonista a su disposición y en el suelo, el escritor empieza una seguidilla de puntapies intentando expulsar su ira, reivindicando, de paso, su mancillada honorabilidad de narrador.
Parece una anécdota secuestrada de algún libro de Charles Bukowski. No. Su autor es Sergio Galarza. Mas no es producto de su encendida imaginación. Sus personajes -léase Matacabros- tomaron posesión de él. Quienes lo conocemos (lo conozco poco, pero le tengo aprecio) sabemos que se trata de un tipo tranquilo, años luz de ser un desquiciado violentista a la usanza de un desaparcido -por suerte- Rilo. ¿Qué pasó? ¿Un lapsus de desequilibrio emocional? Resultan interesantes las opiniones divergentes respecto a temas literarios, incluso cuando estos proceden de los apasionamientos más radicales. Pero cuando trasponen el umbral de las ideas son sencillamente manifestaciones evidentes de nuestra involución (Denegri dixit).
EL PERU EN ESPAÑA
Madrid será el punto de encuentro esta semana de nuestros más representativos escritores. Para ello han emprendido viaje autores como Ricardo Sumalavia, Iván Thays, Alonso Cueto, Pepe Bravo, entre otros más. Esperamos que se trate de una mayor apertura para nosotros del mercado litearario español. ¿Un nuevo boom? Difícil, pero por lo menos parece haber un interés creciente. Alonso Cueto, por ejemplo, acaba de publicar Grandes Miradas con Anagrama (antes había publicado en Pretextos). Sin mencionar a Jorge Eduardo Benavides y Fernando Iwasaki, notables escritores que ya se han afincado por allá. O, si algunos prefieren una lectura más ligera: Santiago Roncagliolo cumple eficientemente. ¿Bayly? No, gracias.
sábado, 7 de mayo de 2005
Mesa de Noche
Sobre mi mesa de noche, dos libros y una revista se han adueñado de mis horas de lectura nocturna. Los mismos libros y la misma revista han conseguido adueñarse de una parcela dentro de mi maleta, aquella que me acompaña a diario, para poblar aquellos espacios de tiempo libre durante la cotidianeidad. Se trata del poemario Flama y respiración de Carlos López Degregori, la novela Baudolino de Umberto Eco (se me pasó en su momento, mas es una buena oportunidad antes de leer su última novela) y la revista mexicana Letras libres. En la misma mesa de noche asoman, inquietas y esperando un turno que se aproxima, El maestro de Petersburgo de J. M. Coetzzee y, aunque no esté físicamente -aún no llega a Lima, pero en Oceano me aseguraron que llegaba en mayo- el último libro de Mario Bellatín.
domingo, 1 de mayo de 2005
Cajon de sastre
PHILIP ROTH
Una buene noticia -especialmente grata para mí- acaba de aparecer en la página cultural de un medio local: DeBolsillo acaba de editar en España las novelas Pastoral americana, Me casé con un comunista y El teatro de Sabbath. Y anuncian, además, el interés concreto de editar las obras completas del genial Roth.
NOAH GORDON
Tras la lectura de El médico, Erickita se ha vuelto una devota lectora de Noah Gordon. Ni bien estuvo a pocas páginas de terminar la novela, adquirió, inmediatamente, las dos novelas que, creo, completan la saga. Actualmente lee El chamán y la espera una obra más cuyo título mi frágil memoria ha estraviado en algún obscuro rincón de la memoria.
UMBERTO ECO
Ha llegado a Lima la última novela del escritor Umberto Eco La misteriosa llama de la reina Loana. Su precio, más de 80 soles, es el único impedimento para adquirirla. Aunque lo más probable es que termine cediendo a la tentación de comprarla. La bonita edición de Lumen juega a favor. Por otro lado, mi amigo Félix Reátegui me ha motivado a leer la novela póstuma de Roberto Bolaño: 2666. El está por terminarla y su edición es realmente de lujo; no la he visto en ninguna librería.
LORENZO OSORES
Divertido, culto y entrañable. Lorenzo Osores es, sin duda, además de gran conversador un anfitrión generoso. Manuel y yo fuimos a visitarlo hace unos días y nos recibió con un generoso pisco. Debo aclarar, sin embargo, que no es un bebraje de mi predilección. No suelo coincidir con MVLL, pero con respecto al pisco -por muy peruano que sea, y a mucha honra: ajena, por supuesto- me parece "espantoso". Cuando nos retirábamos llegaba, con espigada figura, el poeta Toño Cisneros. Quien ha leído el texto que Cisneros preparó para el catálogo de la última exposición de Osores, debe haberse deleitado, como yo, con esa maravillosa manera de escribir.
Una buene noticia -especialmente grata para mí- acaba de aparecer en la página cultural de un medio local: DeBolsillo acaba de editar en España las novelas Pastoral americana, Me casé con un comunista y El teatro de Sabbath. Y anuncian, además, el interés concreto de editar las obras completas del genial Roth.
NOAH GORDON
Tras la lectura de El médico, Erickita se ha vuelto una devota lectora de Noah Gordon. Ni bien estuvo a pocas páginas de terminar la novela, adquirió, inmediatamente, las dos novelas que, creo, completan la saga. Actualmente lee El chamán y la espera una obra más cuyo título mi frágil memoria ha estraviado en algún obscuro rincón de la memoria.
UMBERTO ECO
Ha llegado a Lima la última novela del escritor Umberto Eco La misteriosa llama de la reina Loana. Su precio, más de 80 soles, es el único impedimento para adquirirla. Aunque lo más probable es que termine cediendo a la tentación de comprarla. La bonita edición de Lumen juega a favor. Por otro lado, mi amigo Félix Reátegui me ha motivado a leer la novela póstuma de Roberto Bolaño: 2666. El está por terminarla y su edición es realmente de lujo; no la he visto en ninguna librería.
LORENZO OSORES
Divertido, culto y entrañable. Lorenzo Osores es, sin duda, además de gran conversador un anfitrión generoso. Manuel y yo fuimos a visitarlo hace unos días y nos recibió con un generoso pisco. Debo aclarar, sin embargo, que no es un bebraje de mi predilección. No suelo coincidir con MVLL, pero con respecto al pisco -por muy peruano que sea, y a mucha honra: ajena, por supuesto- me parece "espantoso". Cuando nos retirábamos llegaba, con espigada figura, el poeta Toño Cisneros. Quien ha leído el texto que Cisneros preparó para el catálogo de la última exposición de Osores, debe haberse deleitado, como yo, con esa maravillosa manera de escribir.
viernes, 29 de abril de 2005
Historias ocultas
No es común que un primer libro alcance grandes niveles de eficacia, y es menos frecuente que, luego de varios años, logre reeditarse. Ricardo Sumalavia lo ha conseguido con Habitaciones (Estruendomudo, 2005), eficiente conjunto de cuentos que ya va por la tercera edición.
Carlos M. Sotomayor
Correo: Habitaciones, a pesar de una primera edición austera, ha logrado abrirse paso y ya va por la tercera edición...
Ricardo Sumalavia: Es curioso como este libro se ha ido forjando una trayectoria inesperada. Como tú sabes, la primera edición apareció con el único fin de ser distribuida entre un grupo de amigos, con unos doscientos ejemplares. Con los años, el libro ha ido un poco de mano en mano y por ahí recayó en lectores más dispuestos a ese tipo de narrativa que en su momento de aparición no se pudo apreciar en toda su dimensión. Y ahora, cuando hablamos más de una cualidad del lenguaje y estamos más abiertos a las propuestas literarias, creo que una propuesta como la de Habitaciones, si bien es cierto ya no es novedad, puede cautivar a un buen grupo de lectores.
C: Los cuentos de Habitaciones a pesar de ser independendientes entre sí dan la sensación de unidad.
RS: Siempre he tratado al momento de escribir un libro armar un conjunto orgánico, un poco llevándome por los modelos de la poesía, por los poemarios. Me gusta ofrecer historias vinculadas con algunos vasos comunicantes, en algunos momentos más obvios y en otros, la mayoría, más sutiles. Y así tener una construcción indivisible. Quizás en el primer libro se fue dando solo, pero en los siguientes sí fue mucho más racional.
C: De tus libros se desprenden algunos temas como la amistad, lo filial, el amor y la soledad...
RS: Todos esos temas para mí, tal como lo puedo ver ahora, están articulados, condicionados, por el sujeto urbano, Lima en particular. Busco responderme cómo se dan estas relaciones filiales, sentimentales, en este espacio, en esta ciudad. Claro, ello no significa que esté tratando de dar un testimonio de Lima o retratar al limeño de finales del siglo XX o comienzos del XXI. Eso no me interesa.
C: En tu narrativa se percibe la exploración por las cosas ocultas, veladas...
RS: El juego es contar una historia, una anécdota, pero que se perciba, se intuya, que hay otra historia inasible detrás de ella. En mis cuentos muestro una cortina que pretendo esté bien urdida. Espero que detrás de ella siempre haya algo.
C: La brevedad de Habitaciones ¿es de alguna manera el embrión de Enciclopedia mínima?
RS: Por la brevedad sí, aunque la sensibilidad de lo breve está también en Retratos familiares. En Enciclopedia mínima traté de retomar la concisión y los recursos técnicos y de experimentación de Habitaciones, pero con la madurez que creo haber alcanzado en con Retratos familiares. Además, el microrrelato me empezó a ofrecer nuevas posibilidades de expresión, como el humor y la ironía, elementos que no están en Habitaciones y Retratos familiares.
C: ¿Cómo ves a la distancia la aparición de tu generación en la escena literaria?
RS: Es cierto que a inicios de los noventa un grupo de jóvenes narradores se alejó de una manera muy consciente de toda referencialidad local, de todo compromiso de denuncia social a través de su narrativa. Claro, no se puede negar que también en la narrativa peruana hay antecedentes de esta postura. Sin embargo, ese punto de quiebre, esa hora de respuesta, los vemos ahora, a la distancia. Quizás en ese momento se vio como propuestas individuales y no en la real dimensión que quizás merecía. El asunto es que luego se privilegiaron otras formas, como una narrativa con un lenguaje mucho más directo, con tema juvenil y dirigido, principalmente, al lector joven. Pero esas estrategias narrativas se saturaron rápidamente; entonces, cuando llegamos a estos últimos años, se da una nueva mirada, una nueva lectura a esos textos que habían sido algo marginales, laterales a comienzos de los noventa. Y una muestra quizás sea la publicación de Habitaciones.
C: ¿Qué te parece esta nueva “generación” de autores jóvenes como Castañeda, Page y Gallardo?
RS: Te puedo decir que me gusta lo que escriben, pero que puede ser prematuro establecer una idea de generación a partir de tres libros.
C: ¿Cómo podrías definir tu propuesta narrativa?
RS: Toda aproximación que ofrezca para racionalizar mis escritos va a ser insuficiente. A lo mejor ello se deba a que, para mí, paradójicamente, todo cuento es un intento, una vía, pero también es su propio fin, el punto de llegada que llevamos a cuestas.
(Versión completa de la editada que aparece en el diario Correo)
Carlos M. Sotomayor
Correo: Habitaciones, a pesar de una primera edición austera, ha logrado abrirse paso y ya va por la tercera edición...
Ricardo Sumalavia: Es curioso como este libro se ha ido forjando una trayectoria inesperada. Como tú sabes, la primera edición apareció con el único fin de ser distribuida entre un grupo de amigos, con unos doscientos ejemplares. Con los años, el libro ha ido un poco de mano en mano y por ahí recayó en lectores más dispuestos a ese tipo de narrativa que en su momento de aparición no se pudo apreciar en toda su dimensión. Y ahora, cuando hablamos más de una cualidad del lenguaje y estamos más abiertos a las propuestas literarias, creo que una propuesta como la de Habitaciones, si bien es cierto ya no es novedad, puede cautivar a un buen grupo de lectores.
C: Los cuentos de Habitaciones a pesar de ser independendientes entre sí dan la sensación de unidad.
RS: Siempre he tratado al momento de escribir un libro armar un conjunto orgánico, un poco llevándome por los modelos de la poesía, por los poemarios. Me gusta ofrecer historias vinculadas con algunos vasos comunicantes, en algunos momentos más obvios y en otros, la mayoría, más sutiles. Y así tener una construcción indivisible. Quizás en el primer libro se fue dando solo, pero en los siguientes sí fue mucho más racional.
C: De tus libros se desprenden algunos temas como la amistad, lo filial, el amor y la soledad...
RS: Todos esos temas para mí, tal como lo puedo ver ahora, están articulados, condicionados, por el sujeto urbano, Lima en particular. Busco responderme cómo se dan estas relaciones filiales, sentimentales, en este espacio, en esta ciudad. Claro, ello no significa que esté tratando de dar un testimonio de Lima o retratar al limeño de finales del siglo XX o comienzos del XXI. Eso no me interesa.
C: En tu narrativa se percibe la exploración por las cosas ocultas, veladas...
RS: El juego es contar una historia, una anécdota, pero que se perciba, se intuya, que hay otra historia inasible detrás de ella. En mis cuentos muestro una cortina que pretendo esté bien urdida. Espero que detrás de ella siempre haya algo.
C: La brevedad de Habitaciones ¿es de alguna manera el embrión de Enciclopedia mínima?
RS: Por la brevedad sí, aunque la sensibilidad de lo breve está también en Retratos familiares. En Enciclopedia mínima traté de retomar la concisión y los recursos técnicos y de experimentación de Habitaciones, pero con la madurez que creo haber alcanzado en con Retratos familiares. Además, el microrrelato me empezó a ofrecer nuevas posibilidades de expresión, como el humor y la ironía, elementos que no están en Habitaciones y Retratos familiares.
C: ¿Cómo ves a la distancia la aparición de tu generación en la escena literaria?
RS: Es cierto que a inicios de los noventa un grupo de jóvenes narradores se alejó de una manera muy consciente de toda referencialidad local, de todo compromiso de denuncia social a través de su narrativa. Claro, no se puede negar que también en la narrativa peruana hay antecedentes de esta postura. Sin embargo, ese punto de quiebre, esa hora de respuesta, los vemos ahora, a la distancia. Quizás en ese momento se vio como propuestas individuales y no en la real dimensión que quizás merecía. El asunto es que luego se privilegiaron otras formas, como una narrativa con un lenguaje mucho más directo, con tema juvenil y dirigido, principalmente, al lector joven. Pero esas estrategias narrativas se saturaron rápidamente; entonces, cuando llegamos a estos últimos años, se da una nueva mirada, una nueva lectura a esos textos que habían sido algo marginales, laterales a comienzos de los noventa. Y una muestra quizás sea la publicación de Habitaciones.
C: ¿Qué te parece esta nueva “generación” de autores jóvenes como Castañeda, Page y Gallardo?
RS: Te puedo decir que me gusta lo que escriben, pero que puede ser prematuro establecer una idea de generación a partir de tres libros.
C: ¿Cómo podrías definir tu propuesta narrativa?
RS: Toda aproximación que ofrezca para racionalizar mis escritos va a ser insuficiente. A lo mejor ello se deba a que, para mí, paradójicamente, todo cuento es un intento, una vía, pero también es su propio fin, el punto de llegada que llevamos a cuestas.
(Versión completa de la editada que aparece en el diario Correo)
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