jueves, 24 de agosto de 2006

Aproximaciones a Un mundo feliz de Huxley

¡Ford! No todo era perfecto
Escribe: RENATO CONSTANTINO*

La perfección es una utopía no deseable. Huxley incluso se da maña para afirmar que la felicidad es imposible sin perder nuestra libertad. Libertad de errar, de ser tristes.
Un Mundo Feliz nos transporta al sétimo siglo de la era fordiana, una dictadura de cabezas invisibles que obliga a la gente a ser feliz. Se han eliminado todos los motivos para la tristeza. Cada característica humana ha sido previamente desarrollada en un laboratorio para que todos podamos ser idénticos. Ser Dios y fabricar humanos con cada una de sus características es solamente uno de los planteamientos del autor.
El escritor inglés rompe esquemas con una novela de ciencia ficción cuyo verdadero trasfondo va más allá del entretenimiento. La gran búsqueda del conocimiento pleno de nuestra felicidad es el tema central de la obra. Una conjetura de teorías sicológicas es la forma perfecta de crear felicidad. Condicionándola. La felicidad y la libertad siempre han sido una constante en los ingleses (como los guiños al comunismo). Y ahora se definen como antagonistas. Subyugar la libertad a la felicidad, el amor al placer y el conocimiento a la práctica
Una visita al Centro de Incubación y Condicionamiento de Londres nos da una idea del mundo del que nos advierte Huxley. Su narrador omnisciente no se asquea ni se inmuta ante las graves ofensas a valores tan básicos como el calor familiar o el amor. La más horrible de las evoluciones liberales se mezclan con la dictadura comunista más horrible, la dictadura más feroz, la de limitar el conocimiento. Sin embargo, como cualquier autoritarismo, lo único necesario para que caiga es que los oprimidos se den cuenta de su condición.
Una sociedad avanzada regida por una élite de genios que deciden cuáles son las cosas que se deben saber. Limitan el mismo avance de la ciencia pues puede resultar contraproducente al frenar el progreso ya alcanzado. En ese ámbito, un chico nace hijo de personas condicionadas en un hábitat de salvajes, aquellos que eligieron seguir las antiguas tradiciones. Al volver al ambiente materno, no podrá asimilar el choque cultural que enfrentará. Sus nociones sobre la moral y el pecado no son entendidos en una sociedad que desvaría en el hedonismo.
El final trágico que al que nos enfrenta Huxley es una muestra del aislamiento de aquellos que no pueden adaptarse a la sociedad que se le impone. Su auto-flagelo y el ofrecimiento de su dolor a Jesús por todos pueden parecer melodramáticos pero son simplemente la única salida a la que llega el protagonista. Al fin y al cabo, quizá el también está condicionado.
Hoy más que nunca está lectura entra en vigencia. Al igual que George Orwell en 1984, Huxley nos traslada a un mundo totalitario. Un mundo donde la felicidad es el deber mayor. Cuba, al parecer, pierde al camarada mayor, y esto nos obliga a saber si es que las tres generaciones que han pasado por esa tiranía podrán romper su propio condicionamiento que los obliga a callar, aguantar e idolatrar. Entonces, entendemos que el condicionamiento no es una serie de experimentos que hacen jadear a un perro, sino mentiras disfrazadas y odios generalizados, todas disfrazadas en dosis de discursos de unas doce horas. El experimento llevado a cabo por Castro nos hace preguntarnos si verdaderamente se puede sobrevivir después de su muerte. Es aún una incógnita si el condicionamiento de la isla sobrevivirá a su camarada mayor. Lamentablemente, Huxley no busca responder sino preguntar y encender en todos una llama de cuestionamiento sobre la verdadera esencia del ser humano. Sus libertades y derechos inalienables. Su derecho a perder y a ser triste.
*Estudiante del 5to. de secundaria del Colegio de La Salle.

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