viernes, 29 de setiembre de 2006

Antígona en el Británico

Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR

Bien dicen que las tragedias nunca vienen solas. En el caso de Antígona, la suya viene precedida por una seguidilla de desgracias que encuentran la génesis del infortunio en una antigua maldición vertida a su abuelo Layo. Antígona deberá cargar, así, sobre sus hombros y su psiquis, aquel tortuoso linaje. Fruto de la incestuosa relación que tuvo Edipo con Yocasta, su propia madre, Antígona no sólo tuvo que padecer la muerte de éstos: tiempo después tendría que sufrir la de sus hermanos, enfrentados en una cruenta y destemplada lucha.
Sófocles, aquel célebre poeta griego que se dio el lujo de vencer en un concurso teatral ateniense al gran Esquilo (468 a.C.), escribió, según exegetas, más de un centenar de tragedias. Apenas se conservan siete: Antígona es una de ellas.
Gracias a una producción de la Asociación Cultural Peruano Británica, esta mítica pieza del teatro griego será puesta en escena, bajo la dirección de Roberto Angeles, desde este sábado en el teatro Británico de Miraflores.
Roberto Angeles ha demostrado, a lo largo de su extensa trayectoria, igual destreza a la hora de abordar tanto una pieza contemporánea como una clásica. No hace mucho dirigió, por ejemplo, El mercader de Venecia de Williams Shakespeare.
Tras una serie de trabajos realizados con solvencia, Antígona se tornaba, quizás, como una deuda pendiente. “Esta fue la primera obra que me impactó muy fuertemente cuando yo tenía 21 o 22 años y era alumno en la Escuela de Teatro de la Universidad Católica –confiesa Angeles–. En ese entonces, y quizás porque era muy joven, me quedé fundamentalmente con el contenido político. Pero luego de leer nuevamente a Sófocles y otras versiones como la de Brecht, e incluso otras versiones sobre el mismo mito escritas por otros poetas trágicos griegos, empecé a entender otros aspectos muy atractivos como el de la necedad del poder, el deseo por cumplir los ritos, las costumbres, y un explicable atractivo que se siente por algunas personas aunque éstas puedan estar muertas. Eso me conmueve, me atrae y también me da un poco de miedo”.
El argumento de la obra toca fibras sensibles para una sociedad como la nuestra. Dos hermanos, Etéocles y Polínice, se dan muerte entre sí, uno defendiendo Tebas y el otro atacándola. El primero es enterrado con los honores, mientras que el segundo es condenado a permanecer insepulto. “En este contexto nuestro, acá en el Perú, en donde aún tenemos que saldar nuestras heridas después de una guerra fraticida, esta obra clásica sin mayores añadidos contemporáneos pareciera engarzar”, señala Angeles.
Entre el reparto de actores destaca, por ejemplo, Alfonso Santisteban quien encarna a un imperturbable y tirano Creonte. Carlos Tuccio, Sofía Rocha, Gonzalo Molina y Mariano Sábato completan el reparto principal interpretando a Corifeo, Ismena, Polínice y Etéocles, respectivamente. Pero es Fiorella de Ferrari quien ha asumido el reto de escenificar a Antígona (hace poco hizo con acierto el protagónico de El perro del hortelano). La propuesta la tomó de sorpresa, según nos cuenta Fiorella: “Todavía no lo creo. Es un personaje que me ha demandado mucho a nivel físico y emotivo. Este personaje es hermoso, posee una complejidad increíble”. El resultado es favorable, sin duda, como todo el montaje en sí. No es descabellado aventurarse a decir que se trataría de uno de los montajes más importantes del año. Todos apuntan a eso, y eso ya es bastante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El discurso monótono de Fiorella de Ferrari contribuye, considerablemente, a que su personaje mantenga casi un solo estado de ánimo en escena: el estado de lástima. Mostrase, casi, que Antígona solo padece lástima, sufrimiento. Un texto, e incluimos al Antígona de Sófocles, puede tener distintas apreciaciones e interpretaciones, está claro y esto último es lo que nos importa. Los textos también dejan en claro algunos rasgos, los más resaltantes, los casi inevitables para el entendimiento mediante una lectura literal (y refiriéndome por literal a una lectura que comprende el sentido exacto, no propio ni figurado, de un texto). Estos rasgos son tan intrínsecos al texto porque configuran la trama. Y, partiendo de una comprensión básica como esta, podemos encontrar, muchas veces, rasgos estereotipados de algunos personajes; ejemplifico, siguiendo lo anteriormente dicho, es evidente que el señor Harpagón, de la obra El Avaro de Molierre, es avaro; que la soledad es la condición de todos los personajes de la familia Buendía, de la estirpe Buendía en Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez. No por esto descartamos (ni mucho desestimamos) interpretaciones de distanciamiento radical de lo comúnmente interpretado de un texto y sus personajes correspondientes, claro, siempre y cuando tengan un buen sustento. De nuestra lectura de Antígona de Sófocles desprendemos algunos rasgos resaltantes sobre su personaje protagónico, la misma Antígona: su gran coraje para enfrentarse a una situación adversa y peligrosa, se rebela ante el rey; que es fiel a sus creencias y persevera en ellas aunque la condenen a muerte por eso, y que tiene un gran amor por Polinices, su hermano. Estos rasgos, cuasi inherentes al personaje de Antígona, son muy dejados de lado en la actuación de Fiorela de Ferrari. Al otorgarle una misma tonalidad de voz a la mayor parte del texto, su personaje fue limitado a un estado de ánimo de sufrimiento y condenado a una situación de incongruencia con lo que sus líneas decían. En una puesta en escena, conocemos la interpretación del texto, de parte de cada actor que interpreta a su personaje, solo a partir de sus acciones en las escenas en las que aparecen. Entonces, partiendo de lo visto en la puesta en escena, la interpretación del texto que tiene Fiorella de Ferrari, de sus líneas, es pobre. Tener a un personaje, con casi solo un estado de ánimo y que es, además, incongruente con muchas partes del texto, hace que éste sea, psicológicamente, inconsistente. Fiorela de Ferrari no tenía, necesariamente, que representar convencionalmente a Antígona, podía hacer una interpretación novedosa que sería valorada si fuese bien construida; sin embargo, lo suyo parece un intento de representación convencional fracasado en muchos momentos, en lo que se refiere a la interpretación del texto. Los rasgos estereotípicos de Antígona, y en general de muchos personajes, dan una potencialidad para desarrollar estas características en casos particulares y distintos; haciéndolos, por ejemplos, adaptables a distintos contextos socioculturales o de época: sentimos que esta potencialidad no ha sido aprovechada porque, al contrario de expandirse a partir de estas características estereotípicas, las ha reducido.