lunes, 5 de abril de 2010

BLOC DE NOTAS (de Carlos Calderón Fajardo)


GASTÓN FERNÁNDEZ POR EL MISMO
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO

Siempre se ha dicho si existe un narrador peruano, renovador, original, valioso que continua secreto varias décadas después de la aparición de sus textos. Ese narrador existe: Gastón Fernández (1940-1997). Son inclasificables sus relatos, inauditos para la época que se hicieron conocidos, todos con el mismo título: “Relato aparente”. Según GF un “antitítulo”, de los cuales se sabe de la existencia de 26, 120 páginas, casi una novela. El mismo Gastón Fernández en carta a Carlos Calderón Fajardo dice: “Son tan míos que tardarán mucho en ser publicados” (Quehacer, nº 106, 1997). La obra de publicarse (hay de esos 26 muchos publicados en revistas y su familia debe tener inéditos) hará que nazca para nuestra literatura moderna uno de sus narradores más originales.

La prosa de Gastón Fernández deja de ser una prosa de representación para ser una de conocimiento. Los personajes están vistos desde fuera. El narrador es un observador frío de movimientos. Sabe que el lenguaje no puede “copiar” la realidad entonces intenta reproducir su ritmo. El tema es débil, apenas si se le vislumbra. Sin embargo, los relatos de Gastón Fernández poseen una gran densidad y complejidad. El relato aparente esconde el verdadero relato. Aquí uno de sus relatos como muestra.

Relato aparente (XXI)
Mi hermana viene, diez años luego. Llegará en tren, casi en la ligereza de un silbido familiar. Su llegada es sólo la inmanencia de un día en que el horario es estricto: un día que se estira como una jornada. Así es. De pronto la palabra trampea delante de la realidad, y el ojo ve lo que el cuerpo ignora. Lo que significa en buenos términos lo que el ojo sabe lo que el ojo cree ver. Y el día dura. Me digo: mi hermana va a llegar. El acontecimiento, perezoso en sí, se torna tiempo, un despertar. Lo paradójico es bruscamente que la llegada, que debía ser real, se transforma en espera cuando el tiempo era largo, se transforma en suspenso en el momento menos pensado y más próximo, innecesario ya. Lo que hora que la llegada será de improviso una aparición. Pero la aparición ya no es una verdadera llegada: es, o una irrupción violenta; o un silencio; un silencio epifánico. Un prematuro, advenedizo, rebelde a ruidos humanos, y que justamente sabe del tiempo, de eso que sólo una jornada es capaz de ocupar. Mi hermana, no viene, me ha dicho. No va a llegar. No llegará, me dije. El día era un día claro de verano. Recuerdo que ese instante que fue la catástrofe de ver una banalidad convertida en prácticamente una situación absoluta, me aventó a la luz. Un vacío infinito y una euforia loca, saturada. Entre la presencia física virtual de mi hermana y yo quedó la idea de una llegada, de alguna existencia. Una astilla en la luz. Mi hermana fue efectivamente violada y muerta poco antes de llegar.

Bruselas, invierno 1985. (Quehacer 106, “Una astilla en la luz”)

Gastón Fernández, no sólo era un gran narrador, era también un ensayista de gran profundidad y erudición. La revista Lienzo publicó algunos de sus ensayos (Lienzo nº 7, 1987 y Lienzo nº 10, 1990). De su libro El occidente: el anti-viaje a la India (1983-84) También inédito hemos recogido algunas de sus ideas, que se conjugan y nos permiten comprender en algo su narrativa.

No hay nada representable para la conciencia occidental en este estado de su evolución. Una re-presentación de algo supone una interpretación simbólica del mundo, de sus objetos y del hombre; por consiguiente una distancia, a través de la cual los objetos, el hombre y la realidad no aparecen jamás como son.

El hecho que la representación ya no es necesaria –pero las dos son inseparables. La mirada y la palabra ya no se justifican en una sociedad humana que aprehende mejor la realidad sensible con una máquina fotográfica y una computadora.

¿Cómo podría haber tarea interpretativa del mundo si éste ya no se deja interpretar pues no hay la distancia que lo permitiría? El mundo, las cosas, el hombre están ya definidos, datados, clasificados, archivados e informados, convertidos en lo que son. Sin más: Son el mundo, las cosas, el hombre.

*Imagen de la portada del poemario Breviario (tRpode, 2006)

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