martes, 13 de noviembre de 2007

LA CORNISA

MANDRAKE
Por MANUEL ERÁUSQUIN



El escritor brasileño Rubem Fonseca creó un personaje para intimidarnos a todos los hombres con virtudes sencillamente mortales. Su nombre: Mandrake. Un abogado criminalista bendecido excesivamente con el don de la seducción. Hasta donde se sabe, ninguna mujer le da dicho no. Sin embargo, también hasta donde se sabe, él ha tenido que decirle no a una que otra dama, pero las rechazadas no lo odian: se prometen una revancha.

El personaje de Fonseca apareció por primera vez en un cuento llamado “El cobrador” (1979). Luego, su carisma se extendió a varias novelas, como El gran arte (1983), Y de este mundo prostituto y vano sólo quise un cigarro entre mi mano (1997) o Mandrake, la Biblia y la bengala (2005), entre otras que albergan dentro de sus páginas la astucia de un sujeto para manejarse con absoluta naturalidad frente a un sicario carioca decidido a volarle los sesos o frente a una bella mujer decidida a ser la última novela de su vida amorosa. La intensidad a plenitud.

Así, Mandrake, un ser desencantado y cínico, transita por la vida encantando y seduciendo a todas aquellas mujeres que para muchos sólo serán un sueño hecho carne y hueso. Pero son mujeres que no reciben flores, no reciben poemas y no son amadas: sólo seducidas. Ese es el trato: pedir más es ingenuidad.

Fonseca ha creado un personaje lo suficientemente desarraigado, un sujeto que no se compromete emocionalmente. Por eso, el escepticismo de Mandrake sobre la vida produce en sus admiradoras las ganas de salvarlo, las ganas de alejarlo de la soledad. Obviamente esto es desde la mirada de ellas, porque desde la perspectiva de él siempre habrá una nueva aventura que lo cobije.

Este domingo 18, HBO estrena la nueva temporada de este personaje, que fue llevado a la tv por José Enrique Fonseca, hijo del escritor y guionista. La serie, al margen de algunas críticas por parte de algunos puristas literarios, que consideran al Mandrake de tinta y papel enormemente superior al de la pantalla chica –y puede que sea así–, es una producción televisiva disfrutable: las chicas, todas bellas, lo demuestran: eso se agradece. Difícil resistirse.

Ahora sólo queda esperar el fin de semana para ver cómo este abogado sigue resolviendo sus intrincados casos: los laborales y pasionales. A nosotros nos interesan especialmente los segundos: muchos esperamos aprender algo. Nunca es tarde.

*Columna publicada en Correo el martes 13/11/07.

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