miércoles, 7 de noviembre de 2007

ACTO FINAL


LA FIESTA DEL CHIVO

Por CARLOS M. SOTOMAYOR

¿Puede una película u obra teatral equiparar la fastuosidad de una novela? Intentar responder esta interrogante supone en sí un ejercicio mental inútil. Se trata de lenguajes distintos. Y cada uno debe ser juzgado de manera independiente. De manera que utilizar la novela de Mario Vargas Llosa como base para emitir un juicio de valor sobre la versión teatral resulta inapropiado.

La obra dirigida por el colombiano Jorge Alí Triana se defiende sola, es un producto logrado al margen de la novela que la inspiró. Alí Triana no ha pretendido hacer un émulo del libro de nuestro más distinguido novelista. Simplemente ha tomado aquellos elementos teatralizables de la novela, enfocándose en las consecuencias que una tiranía puede tener en las vidas privadas de las personas y en aquella ineludible dicotomía opresor-oprimido. Y es que resulta evidente que para que exista un tirano debe existir también aquel que se lo permita, aun a costa de su propia dignidad.

Y en esa dicotomía que menciono quizás esté la razón por la cual Alberto Isola interprete estos dos tópicos: el dictador Trujillo y Cabral, el sumiso que llega a sacrificar a su propia hija. No resulta extraño escuchar a Urania Cabral (Norma Martínez) decir, en un momento de la obra, que tanto Trujillo como su padre habían hecho de ella un desierto.

La escena de la violación es, sin duda, estremecedora y al mismo tiempo la más lograda del montaje. Sin caer en lo burdo, la escena posee toda su carga repugnante. Alí Triana recurre al elemento de la sábana blanca como metáfora de la pureza quebrantada. Y el resultado es favorable.

La actuación de Alberto Isola resulta estupenda. No sólo cuando da vida al tirano Trujillo. También cuando encarna a Cabral, sobre todo en una escena sicológicamente tan intensa como en la que, sentado e inmóvil sobre una silla de ruedas, debe escuchar los justos reclamos de su hija. Norma Martínez tuvo quizás el mayor reto al interpretar un personaje tan complejo como Urania. Y salió airosa.

¿El poder envilece a las personas o simplemente desnuda su verdadero rostro? Una obra como La fiesta del Chivo debería instarnos a estar alertas ante la aparición de pequeños tiranos cotidianos, aquellos que mientras más poder obtienen, más nefastos se tornan. Y claro, evitando siempre, a toda costa, ser un Cabral más.

Obra: La fiesta del Chivo Dirección: Jorge Alí Triana Teatro: Británico De jueves a lunes (20.00 horas)

No hay comentarios.: