jueves, 20 de mayo de 2010

Entrevista a JAVIER ARÉVALO

Javier Arévalo en la editorial Norma (Foto: CMS)

Su primera novela de corte juvenil resultó un éxito insospechado. Tanto que se volvió un pequeño clásico del género en nuestro país. Inubicable hasta hace poco en librerías, Vértigo sobre la luna (Editorial Norma, 2010) acaba de ser reeditada. Qué mejor pretexto para charlar con Javier Arévalo, su autor.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

Me contaste en cierta oportunidad que Vértigo sobre la luna la escribiste en poco tiempo…
Sí, en siete días. Nació de una llamada en la que me preguntaron si tenía novelas juveniles. Y yo respondí que no tenía novelas ni juveniles ni pornográficas. Sólo tenía mis novelas. Pero que si quería una a lo mejor podría hacerlo. Y así fue. Me senté y yo tenía en la cabeza la historia de un danzante que había conocido en Huancayo. Y pensé que iba a escribir sobre él. Pero al final lo que conté fue completamente diferente a la primera imagen que tenía. Pero la imagen del danzante quedó.

Igual terminó siendo un personaje importante en la novela…
Sí, claro, es un personaje importante, es el coprotagonista de la novela. Aunque los personajes se van repartiendo las responsabilidades del libro, sí es un personaje importante: se cuentan muchas cosas de su vida y de su drama. Y además, su drama también alimenta el título de la novela.

El danzante posee, además, una sabiduría particular, ancestral…
Claro, es un danzante como cualquier danzante con el que te podrías relacionar ahora. Porque es una novela muy contemporánea. Y es un hombre con unas creencias religiosas, con unas creencias culturales que se alimentan de una tradición vieja en el Perú. Pero también es un hombre que trabaja vendiendo helados en la calle, que ve televisión, como cualquier hombre de esta época. Como cualquier danzante de esta época.

El protagonista, Marcelo, es un chico curioso, inteligente y un lector. Y de alguna manera no encaja en ese universo mediocre de su salón de clases. ¿Se puede decir que hay una crítica al sistema educativo?
Sí, también. Bueno, una de las cosas que hago en mi vida es dirigir un proyecto que se llama Recreo, que precisamente en contraposición a una perversa escuela que nos aburre y que nos obliga a estar rodeados de chicos que no tienen la culpa de haber sido convertidos en esos orcos que un sistema incompetente e ineficiente genera. Este chico, como tú dices, es un chico lector y tiene, obviamente, otras curiosidades que no puede satisfacer en un ambiente tan triste como el de un salón de escuela. Entonces, sufre este problema de incomunicación. Que no encuentra como salvar. Y además crece en un ambiente tan sórdido. Y sí, es una crítica a un sistema que produce la educación peruano. Y no sólo peruana. El continente entero tiene este problema.

Marcelo no termina de la manera en la que termina su hermano, Edián…
Yo creo que el drama de esa casa es complicado. El drama va más allá de una relación directa entre un niño y una apertura hacia estímulos que lo pueden salvar de la calle. Porque quien en parte lo educa es el hermano que muere, él es quien lo protege. Además, él es un líder de pandilla, es fuerte y no quiere que su hermano vaya por allí. Y la presencia de la madre también es importante. La madre tampoco es una mujer pandillera, es una profesora. Y eso abre una alternativa. Pero el hermano mayor además es hijo de un delincuente. Y allí está todo servido para producir otro delincuente. Pero con esta situación en la que tira para uno y otro lado. El hermano menor, finalmente, lo tiene más claro. Y lo tiene más claro porque el hermano mayor, el delincuente, le ha creado situaciones para que le sea más claro: él es el que pelea, el que vigila, el que va a robar… no es el hermano menor.

Así, el personaje logra salvarse, de alguna manera…
Se da cuenta que siendo parte de los “pastrulos”, metiéndose con esta gente no va a tener ninguna posibilidad y va a tener la misma porquería en la que crecen esos chicos. Y eso es una práctica cotidiana en el medio social en que crecemos. Yo crecí rodeado de drogadictos y delincuentes juveniles, que han sido amigos míos, que han muerto acuchillados. Y de alguna manera el ser capaz de gozar un libro, de gozar de la música, de la pintura, salva a algunas personas. Y si bien no se sabe si el personaje va a salvar su vida, sí tiene momentos en que no está reducida su vida a vender drogas o ser parte de una pandilla: hay otras cosas en las que puede entretenerse. 

El hermano mayor, Edián, aparece también en una novela posterior, en El cazaba halcones. ¿Cómo se da esto?
Sí. Yo no lo tengo claro. Porque en mis novelas de adultos, también están conectadas porque algunos personajes van apareciendo en todas ellas. Y yo no lo puedo explicar. No sé por qué se fijan como con adhesivo a mi práctica creativa. Será porque los conozco, porque es un mundo en el que estoy investigando, será porque algo quieren decir. Pero eso es también una maravilla, porque es un misterio. Si no tuviera misterio lo que hago, no podría hacerlo. Si yo sigo escribiendo es porque siento que hay cosas que no sé, y que voy a descubrir al escribir. Y a veces no las descubro. Y al terminar la novela tengo como un residuo de esa búsqueda. Pero cuando la leo siento que el residuo de esa búsqueda tiene un sentido, y se puede empaquetar en un libro y ofrecérsela a los lectores. Para que ellos también inicien su propia búsqueda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vertigo es bravazoooo, sigue escribiendo, eres un éxito.