domingo, 18 de setiembre de 2005

Entrevista a Jorge Eslava

Versión completa del diálogo con Jorge Eslava.
La versión editada apareció el 18 de setiembre
en el diario Correo.


El capitán Centella, una divertida saga de literatura infantil de JORGE ESLAVA

Héroe pirata

Jorge Eslava presenta El capitán Centella en la persecución del Doctor Deforme (Aflaguara, 2005), la primera entrega de una saga en la que el héroe es un viejo pirata que, acompañado se su inseparable y fiel loro, lucha a favor de la ecología

Carlos M. Sotomayor

Correo: El tema de los piratas no es nuevo para ti. En los noventa escribiste Descuelga un pirata.
Jorge Eslava: Una afirmación cierta es que los temas te eligen. Y a veces te persiguen, te acosan. El personaje del pirata es un personaje que no me deja tranquilo.

C: En el caso del Capitán Centella, cuyas aventuras conforman una saga, éste no es el un héroe infalible, pues perderá en el penúltimo episodio.
JE: Mi hijo menor me dijo: “siempre, en todas las historias, hay un jefe malo. Y, además, para que sea más emocionante tu héroe tiene que perder en algún episodio”. Sus observaciones me parecieron pertinentes, entonces en la quinta historia pierde este capitán, erigido como un héroe para los niños. Y en la sexta historia, este malo, que se ha convertido en el jefe de los malos, el Rey Toxicom, agrupa a todos los demás archienemigos para enfrentar al capitán Centella.

C: ¿Y has pensado en ampliar la saga?
JE: Estas seis historias de esta saga conforman la colección La botella verde. Y ya me está cocinando en la cabeza otras historias que conformarían La botella azul, donde nos reencontraríamos con el Capitán Centella y su viejo loro que esta vez lucharán no para preservar la naturaleza sino para combatir los males del subdesarrollo: la desnutrición, la discriminación y el analfabetismo.

C: Sería muy importante...
JE: Pero este es un proyecto todavía en curso, y peligroso. Porque es un tema muy ideológico, muy política. Más que peligroso, riesgoso. Sería una manera de sacarme algunos clavos del compromiso político que tengo.

C: ¿Ha variado en algo tu manera de ver la literatura?
JE: Antes reclamaba el disfrute, el placer de la lectura y relegaba a un tercer y cuarto plano la necesidad de enseñar a través de la literatura. Ahora le he dado un ajuste a mis criterios. Creo que toda literatura enseña, toda la literatura filtra: eso lo tenía siempre muy claro. Pero ahora me interesa más colar mi papel de docente en literatura. Jamás hacer manuales de colegio, pero sí me interesa hacer más evidente ciertas verdades o ciertas dudas que tengo con respecto a la vida. Enseñar en términos de provocar el pensamiento, la reflexión.

C: Tienes publicados libros tanto para niños como para adolescentes. Dos grupos de lectores diferentes...

JE: No sólo la práctica docente, sino también cualquier papá atento se da cuenta que en el crecimiento de un niño hay etapas bastantes marcadas, los períodos son muy diferenciados y muy breves. La adolescencia está hecha de ímpetus, de arrebatos y de una exacerbada conciencia. En la infancia se tiene un temperamento más diluido, donde se conecta la ternura, el apego a los padres.

C: Tengo entendido, incluso, que dentro de la infancia hay diferencias...
Claro, dentro de la infancia también hay diferencias. No es lo mismo escribir para un niño de seis años que está aprendiendo a leer, para lo cual debes pensar en un lector adulto para que a su vez le lea, que un niño de ocho que ya está leyendo y que, además, ha pasado de un pensamiento más concreto a un pensamiento más abstractos.

C: ¿Existe una diferenciación de los libros para niños y lo que es literatura infantil?
JE: Los libros para niños podrían ser libros que tengan mucho éxito, pero donde el soporte fundamental no es el texto lingüístico, sino el lenguaje gráfico. O incluso, libros objetos, que produce no sólo placer visual sino táctil. En otro terreno nos encontramos aquellos que queremos hacer literatura para niños. A mí me interesa el texto lingüístico. Por otro lado, no puedo renunciar a mi condición de persona interesada en el lenguaje.

C: Se dice que un autor que te ha influenciado es Roald Dahl...
JE: Ese es un elogio de un amigo que hizo una tesis sobre libros para niños. Eso me sobrecoge. Yo he confesado muchas veces que un escritor genial del siglo XX es Roald Dahl, a quien conocí por casualidad y del que he leído casi todo lo que se a publicado en castellano. En su literatura se enfatiza la irreverencia, la burla al adulto, la preocupación por temas vinculados a las ciencias biológicas.

C: ¿Se puede hablar de un auge de la literatura infantil en nuestro país?
JE: Yo sostengo desde hace algún tiempo que estamos viviendo ciertamente un boom editorial, pero no debería convertirse en la sensación de que sólo ahora se hace literatura para niños o que ahora se hace la mejor literatura para niños. Algunos escritores, quizás no esprofesamente, han hecho buena literatura para niños, como Eguren. O aquellos que lo han hecho de una manera consciente como Rosa Cerna Guardia, Hace 30 años había un Premio Nacional de Literatura Infantil.

C: Convendría engarzar este boom con las campañas de fomento a la lectura.
JE: Sería lo ideal. Estas comisiones de fomento a la lectura que no radica sólo en la publicación del libro sino en una serie de fórmulas para promover la lectura: cuentacuentos. El libro debe ser trabajado en las instituciones formativas. Los primeros interesados en leer los libros que se publican hoy y en conocer una serie de procedimientos para el fomento a la lectura deberían ser los profesores. Sueño con una cruzada nacional de fomento a la lectura, en la que me encantaría participar. Que la consigna sea que todos lean con gusto.

C: ¿Cómo hacer entender la importancia para el ser humano de la literatura?
JE: El libro es una dádiva para el espíritu. Algunos dicen: leer no te hace mejor persona. Eso puede ser discutido. No necesariamente te hace mejor persona. El repulsivo ser Vladimiro Montesino era un gran lector y no lo hizo mejor persona. Abimael probablemente también sea un gran lector. Pero estoy convencido que la lectura te hace una persona más honda, más completa. No le reclamemos a la literatura funciones que no tiene. La literatura no garantiza ni la felicidad ni hacerte mejor persona. La literatura te cuestiona, te ahonda, te abisma, y en esa enorme visión que ofrece, puedes ser mejor persona.

Más datos
Actualmente Jorge Eslava prepara el primer tomo de las obras completas de Washington Delgado. La primera entrega, que reúne, además de todos los poemarios, varios poemas inéditos, saldrá en diciembre próximo bajo el sello del Fondo Editorial de la Universidad de Lima.

Teatro

Julio César: Conjuras y manipulación

Carlos M. Sotomayor

Shakespeare no es un autor fácil, a pesar de su recurrencia. Llevar a escena una pieza corta, aparentemente sencilla como Julio César, suele traer consigo una serie de complicaciones. Leonardo Torres, a pesar de ello, ha sabido sortearlos con aplomo, dándose el lujo, incluso, de realizar su propia traducción de los textos originales (los ha vuelto asequibles a un público no iniciado, sin restarle demasiado vuelo lírico en el proceso).
Un montaje correcto, sin duda, que no evidencia fisuras en su estructura. Sin embargo, bajo aquel ropaje de virtud se oculta su principal limitación: no es clara la mano del director. No existe una propuesta personal que la saque del marasmo de aquellas clásicas representaciones shakespeareanas. Una puesta en escena demasiado aséptica que no resiste mayores comentarios.
La trama –siempre vigente, en las obras del genio inglés– se nos muestra envuelta en medio de conjuras y conspiraciones en torno al poder. Marco Bruto es seducido, en nombre del bien común, para asesinar al César. Consumado el crimen, se produce una de las escenas más logradas de la obra. En el entierro público de Julio César, Marco Antonio (interpretado de manera soberbia por el mismo Torres Vilar) se dirige al pueblo romano y, utilizando todos los recursos de la retórica política, logra convencerlos de la injusticia de aquella confabulación liderada por Marco Bruto. “Yo no soy un orador, soy un hombre franco y sencillo”, arguye. ¿Manipulación? Evidentemente.
Las actuaciones son eficientes, salvo ciertos tropiezos de dicción de Leonardo Torres Descalzi, un actor de trayectoria respetable, que personifica a Julio César. Una interpretación que simplemente agregará un número adicional su estadística personal.
Destacan, por el contrario, además del logrado papel de Torres Villar, las acertadas interpretaciones de Oscar Carrillo (Bruto) y Carlos Mesta (Casio). En estos casos se percibe, claramente, una lograda construcción del personaje.
Una puesta en escena correcta, sin duda, con un ritmo adecuado que, sin embargo, difícilmente escape a las implacables garras del olvido.