viernes, 27 de enero de 2006

Cajon de sastre

Mario Vargas en escena

Una hermosa y sobria Vanessa Saba fue el feliz complemento para que Mario Vargas Llosa, a quien ya le conocemos su destreza verbal, hiciera gala de un histrionismo que no se le conocía en el espectáculo La verdad de las mentiras (estrenada el miércoles pasado en el auditorio de Telefónica). Se dio el lujo, incluso, de adoptar el dejo rural del personaje de un relato del mexicano Juan Rulfo ("Diles que no me maten"). Un espectáculo, en resumen, que, sin ser brillante, copó mis expectativas. Un punto en contra, según mi apreciación estética, fue la pésima escenografía. No tanto por lo minimalista (apenas dos sillones y una mesita) sino por el horroroso cuadro que fungía de fondo.

Tras la pista de Zuckerman

En el blog de Iván Thays se da cuenta de un comentario que el escritor argentino Rodrigo fresan ha publicado en el diario bonaerense Página/12 (donde escribía el entrañable Oswaldo Soriano) sobre el libro Zuckerman encadenado, editado por Siex Barral. Este libro reúne una serie de nouvelles, correspondientes a la primera etapa narrativa de Roth, donde aparece el personaje Nathan Zuckerman. Sin ser malas, dice Fresán, “no llegan al nivel de las obras posteriores de Roth”. Para quienes, como yo, no hemos leído estas novelas, resultan bastante atractivas para conocer aún más de Zuckerman, el alter ego del escritor estadounidense. ¿Se podrá conseguir el libro ya en Lima? Por lo pronto, para quienes no lo sabían, Conjura contra América ya se puede encontrar en Crisol en edición de Mondadori.

domingo, 15 de enero de 2006

Entrevista a Alonso Cueto

Versión completa de la entrevista que
salió publicada el domingo 15 de enero
en el diario Correo


"Lo fundamental es que todos
tengamos derecho a la justicia"

Inscrito dentro de la tradición realista, Alonso Cueto –ganador del Herralde 2005- ha publicado La hora azul (Anagrama/PEISA), novela que vuelve a poner en discusión los abusos de las Fuerzas Armadas durante la guerra contra el terrorismo.
M. Eráusquin C.M. Sotomayor

Correo: ¿Cómo tomas el Premio Herralde?
Alonso Cueto: Un premio como el Herralde es una señal muy halagadora por la calidad del jurado, por la calidad también de los últimos ganadores: Villoro, Pauls, Villa Matas y Bolaños, y por la calidad de la editorial que no se ha fijado en las urgencias y necesidades del mercado sino en la calidad de las obras.

C: Con Grandes Miradas y con esta novela tú has afirmado tu inquietud por los fenómenos políticos. ¿Qué te llevó a abordar estos temas?
AC: Cuando publiqué La batalla del pasado, en el año 83, a mí el tema de la vida de la sociedad peruana me interesaba de una manera relativa, no me interesaba como tema literario. Me interesaba más la intimidad de los personajes, las relaciones íntimas entre ellos: el amor, los celos, la inseguridad. Regreso al Perú, en el año 84, y era una época especialmente dura, terminaba el gobierno de Belaunde y empezaba el gobierno de García. De otra manera, vivir en un país en crisis, como sigue siendo el Perú, es un aprendizaje. Estar cerca de la gente que sufre es un proceso de conocimiento de las infinitas reacciones de la gente ante la adversidad. La sociedad peruana es una ocasión para los escritores, porque es una sociedad con tantos contrastes, con tantas diferencias, con tantos conflictos que se abre un paraíso para un escritor.

C: La búsqueda que emprende el protagonista de La hora azul es, de alguna manera, una confrontación consigo mismo...
AC: El personaje tiene una sensación incompleta. Hay una carencia que él no sabe explicar muy bien. El personaje vive en una especie de paraíso artificial. Lo que ocurre allí es que hay un llamado de una fuerza ajena, que vendrían a ser los secretos de la familia. El se entera de una pista que lo va a llevar finalmente a la verdad. Esa búsqueda del conocimiento va a marcar su autoexpulsión del paraíso. Yo siempre he dicho que se trata de un cuento de hadas al revés. En este caso, el personaje vive en un mundo mágico y luego desciende a la realidad.

C: Una realidad vergonzosa...
AC: Una realidad vergonzosa de la que él formaba parte. No es un mundo ajeno el que el descubre, es su mundo; aunque no sabía que era el suyo: era su padre.

C: Un candidato propuso amnistiar a los militares. ¿Qué piensas de ello?
AC: Yo creo que nunca vamos a ser una sociedad sana si es que se permiten los abusos en base a la autoridad y a la prepotencia que te da la autoridad. Yo creo que lo fundamental es que todos tengamos derecho a la justicia. A veces pienso que de los tres poderes, el más importante es el judicial. Que haya justicia para todos de una manera igual.

C: Habría que redefinir las estructuras del Poder Judicial...
AC: Lo que pasa es que las injusticias del Poder Judicial están basadas en las injusticias de la sociedad. No te sirve de nada cambiar a la gente si esos esquemas de injusticia están enraizados cultural y socialmente. Es decir, aquella idea de que tú puedes ser prepotente, abusivo con gente que está a tu servicio. El problema de fondo no es ni económico ni político sino social y cultural. Por ello, el tema de la educación es esencial.

C: La hora azul tiene elementos de la novela policial...
AC: A mí me interesaba eso porque creo que la novela policial lo que hace, de una u otra manera, es plantear la historia como una búsqueda de la verdad. Es decir, vamos a ver la verdad que se encuentra en los datos que hay. Y en los datos hay una serie de pistas, de señales. Hay que interpretar esas señales para llegar a la verdad. En el fondo es un ejercicio intelectual.

C: Cambiando de tema ¿Cómo ves a los críticos?
AC: Un problema que hay es el espacio que se les da. Muchas veces se le da poco espacio para desarrollar ideas. Muchas veces en una columna se pueden dar opiniones, pero no se puede desarrollar ideas; es muy difícil. Creo que un crítico o un comentarista debería interesarle a un lector que incluso no haya leído el libro. Yo leo a los críticos y no busco realmente la opinión sobre tal o cual libro, sino que sea una obra bien escrita, una pieza periodística bien pensada que me diga algo a mí más allá de la opinión sobre el libro.

C: ¿Qué conclusiones sacas de la polémica (andinos vs. Criollos) desatada hace algunos meses?
AC: La polémica se centró en un tema que no era literario. Se centró en el tema de si hay o no una mafia que dirige los medios, escritores que manejan las secciones culturales de los periódicos y el tamaño de las fotos; no fue una polémica sobre lenguajes literarios, diseños de personajes, géneros. No fue una polémica sobre lo que tiene que ver con el trabajo del escritor. Lo que yo saco en conclusión después de varios meses es que efectivamente hay una serie de desigualdades, marginaciones y prejuicios. Los hay, es obvio que los hay. Lo que me parece absurdo es atribuir la existencia de esos prejuicios a la influencia de dos o tres escritores. Eso es ridículo. Pero esa polémica ya ha terminado. Incluso, en el Congreso de Guadalajara, yo me he saludado con todos los escritores, incluyendo a Miguel Gutiérrez, Dante Castro a Oswaldo Reynoso, quien me felicitó por el Premio Herralde y me aclaró que su ataque no era nada personal.