domingo, 26 de noviembre de 2006

Calamaro: Made in Argentina


Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR

Confieso públicamente que, a pesar de ser un incondicional devoto de la música de Andrés Calamaro, no había tenido la oportunidad –o el goce– de ver (mucho menos presenciar) un recital completo de este talento argentino. Pero como toda deuda, ésta debía ser saldada. Y vaya que lo fue. Gracias a Ericka, quien me acaba de regalar hace unos días el DVD Made in Argentina, pude apreciar la potencia musical que es capaz de desplegar Calamaro en una presentación vivo. Se trata de un concierto realizado den Buenos Aires, que significó, si mal no recuerdo, uno de sus tantos regresos a escenarios argentinos.
Además de entonar temas clásicos de su discografía, como “Mil horas”, “Te quiero igual”, “Flaca”, “Crímenes perfectos”, Clonazepan y circo” (uno de mis favoritos), entre otros, el buen Andrés compartió escenario con dos personajes del rock argentino. Uno fue Vicentico, el que fuera cantante de los Fabulosos Cadilacs, con quién entonó “El cantante” y “Vasos vacíos”. Y el otro: nada menos que el gran Litto Nebbia, una leyenda viviente de la historia del rock latinoamericano. Los conocedores saben que fue líder de una de las pioneras bandas del rock latinoamericano llamada Los gatos y que es el autor, junto con el desaparecido Tanguito, de la que se considera la primera canción del rock en español: “La balsa”. La leyenda dice que el tema fue compuesto en el baño del bar La perla del once. Con Nebbia entonó tres temas: “Nueva zamba para mi tierra”, “Yo no permito” (tema de Litto) y “Para no olvidar” (tema de Andrés). En resumen, un tocada estupenda que ha quedado registrada en un DVD oficial. Recomendable para todo aquel fanático, como yo, de Andrés Calamaro.

"Todas mis muertes" de Ezio Neyra

Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR

En Todas mis muertes (Alfaguara, 2006), segunda novela de Ezio Neyra, cohabitan dos historias –separadas en espacio y tiempo– que se van sucediendo de manera simultánea. Ambas tienen como protagonista a Francisco Neyra (quizás un alter ego del mismo autor): una sitúa al protagonista en el presente, en la ciudad de Arequipa, en donde trabaja como periodista; y la otra, corresponde a los recuerdos de su infancia, aparentemente feliz, en Camaná.
En la primera observamos a Francisco Neyra contándonos cómo ha sido despedido de su labor de periodista cultural del diario La Opinión (producto de un autosabotaje), para luego ser recontratado como reportero en la complicada sección de policiales: se le asigna el caso del prófugo Cardemil, el único de los asaltantes de un banco que no había sido capturado por la policía. De esta manera, Neyra empieza la pesquisa de Cardemil, pero ésta, ante la ausencia de ánimos para ejecutarla, deviene en una mucho más significativa para él: rastrear en al pasado, en su infancia –como una especie de urgencia psicoanalítica– un episodio irresuelto.
La historia de la búsqueda de este delincuente (Cardemil) queda inconclusa y desantendida muy tempranamente. Esto puede obedecer a un descuido del autor, pero también a una intención de la que se ha valido para situar dos espacios de tiempo que le permitan hacer notorio el viaje al pasado del protagonista. Sin embargo, al finalizar la novela uno queda con demasiadas interrogantes respecto a esa historia.
Es la segunda historia la que, como dijimos, acapara la importancia de la novela. Estos periplos hacia atrás, a su infancia “feliz” en Camaná junto a sus primos, lo conducen a un momento traumático de consecuencias posteriores: el haber presenciado, in situ, el asesinato de su abuelo. El protagonista necesitaba enfrentarse con su pasado (conviene mencionar que después de este hecho, la novela da entender que nadie en la familia del protagonista vuelve a tocar el tema e, incluso, él y sus padres nunca más regresaron a Camaná). Neyra acepta de esta manera la muerte de su abuelo y, con ella, todas sus muertes: la de sus demás familiares y, de una manera simbólica, el fin (una muerte más) de una infancia idílica.
Sin embargo, existe otro gran tema que se desprende de la novela y que ha sido acotado por el crítico Javier Agreda: el enfrentamiento entre lo masculino y lo femenino. Tópico que se halla presente también en Habrá que hacer algo mientras tanto (Solar, 2005), su estupenda y arriesgada ópera prima. En aquella, ese enfrentamiento se percibía en el contraste de las personalidades de los personajes. Alto y, en especial, Gordo asumían peculiaridades evidentemente masculinas (lo que se entiende por masculino en una sociedad machista) mientras que Mediano, un ser demasiado melancólico, asumía rasgos “femeninos”.
En el caso de Todas mis muertes, puede notarse el enfrentamiento del protagonista (un ser sensible, escritor, periodista de la sección cultural, apegado a la madre) con la figura masculina, patriarcal, en realidad, tanto de su padre (una escena de la novela muestra como el pequeño Francisco debe acatar los humores de su progenitor) como del abuelo (el verdadero patriarca de la familia dueño de todos los vicios propios de un machismo férreo). Una novela que no desentona, sin duda, pero que, en mi opinión, no supera a la anterior, mucho más ambiciosa en el tratamiento el lenguaje y en las posibilidades simbólicas.

Entrevista a Andrea Cabel

Andrea Cabel obtuvo el Premio de Poesía Esquina de papel, convocado por la Municipalidad de Lima y el C.C. de España, gracias a un estupendo poemario titulado Las falsas actitudes del agua. Esta es la versión completa de la entrevista que apareció editada en Correo.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

Se percibe en tu poesía un especial cuidado con la palabra, una predilección por el lenguaje. ¿Cómo es en tu caso el proceso creativo?
Confieso que escribo bastante y que de todo lo que escribo, selecciono poco. El proceso es largo e intenso, lleno de impotencia. Siempre me tomo mi tiempo para atrapar las imágenes y sensaciones que me impulsan a escribir; luego, me tomo más tiempo para trabajarlas, y después las dejo libres, solas. Regreso y las miro de nuevo. Entonces, evalúo si manifiestan lo que yo quería y necesitaba, si son reconocibles a los demás ojos. Cuando consigo eso, he empezado a hacer un poema.

En el libro hay un gran despliegue de imágenes que me dan la sensación de ser pequeños guiños con la plástica.
Creo que los trazos expresionistas, abstractos e incluso los surrealistas están en muchos poemas. No fue mi intención hacerlo, pero entiendo que esta lectura es factible y válida porque la intertextualidad puede aplicarse a todo el lenguaje, y el lenguaje poético, es también plástico. Pienso trabajar más en esto. Creo que la pintura por ejemplo, es un terreno enorme y lleno de poesía. En alguno de mis poemas, menciono asimismo, a Egon Schielle, sin duda, sus pinturas además de gustarme, siempre me impactaron. Y aunque sea solo una mención, ésta encierra una metáfora en sí misma.

Otro elemento importante es la cadencia melódica de tus versos...
La música, para mi poesía y para mi vida, es importantísima. Un poema que no tenga “su música”, es un poema que se aleja de su alma. Lograr un ritmo específico, o como dices, una cadencia, es una de las labores más difíciles y a la vez, considero, más espontáneas a la hora de trabajar con la palabra. Cada poema tiene un ritmo distinto, y estos ritmos son los que marcan la respiración con la que fue escrito, y es con esto con lo que traslada los momentos y sensaciones que enmarcan el texto. Es ahí donde creo que radica la magia de la música, en el hecho de que permite que cualquier sujeto, sea parte de ella. Pero lograr que un poema tenga musicalidad, no es algo sencillo, es un constante proceso de aprendizaje, son constantes reinicios.

¿En qué medida la obra de Belli ha ejercido alguna influencia en tu poesía?
A Carlos Germán Belli lo comencé a leer desde muy chica, aún en el colegio. Y creo que si lo he leído tanto y tantas veces desde que aprendí a leer, es porque siento una empatía con su poesía. Un extraño arraigo a sus formas y lenguajes, a su manera de actualizar y acercar lo clásico. Creo que no exagero si digo que es uno de los poetas que posiblemente me gustó más desde siempre. He aprendido a leer poesía con muchos de sus textos, me he sentido acompañada con varios de sus escritos. Siento que de él, he podido tomar la rigurosidad en el trabajo de la palabra.

Estás preparando tu segundo poemario. ¿Cómo se ubicaría en relación a este primero?
Pensé que tenía avanzado mi segundo libro, por varios textos que sentía que estaban hechos, pero cada día noto que el avance es más subjetivo. Necesito disfrutar de este, mi primer libro, para luego, poder repensar este segundo. Será distinto en relación con este primero, y creo que con esto digo bastante. Digo esto, porque para mi, plantearse hacer algo distinto a lo anterior, es aceptar rupturas en algunos puntos, es reconocer la necesidad de arriesgarse a probar nuevos sabores, nuevas formas. Y eso es difícil, todos le tenemos un poco de miedo a lo nuevo, a lo desconocido. Todo esto, implica abrirse a más mundos y aprender, siempre, con humildad y desde cero. Pretendo explorar más el arte plástico y el teatro, la danza. Me interesa conocer más formas y más rostros para mis textos. Por ahora, necesito nutrirme y respirar…el segundo llegará solo y de prisa. Como llegó este.

jueves, 23 de noviembre de 2006

Calderón Fajardo finalista del Tusquet de Novela 2006


Este 28 de noviembre se dará el resultado de la segunda edición del Premio Tusquets de Novela. Cruzaremos dedos en favor de Carlos Calderón Fajardo, quien es uno de los flamantes cuatro finalistas que fueron seleccionados de un total de 439 manuscritos seleccionados.

FINALISTAS
- Las cárceles de Ofelia (pseudónimo), de España.
- El fantasma nostálgico de Carlos Calderón Fajardo, de Perú.
- El silencio del reloj de Lorenzo Pinares (pseudónimo), de Argentina
- Los ejércitos de Evelio Rosero, de Colombia.

martes, 14 de noviembre de 2006

Félix Reátegui sobre Toda la sangre

Toda la sangre, elogiable antología de narrativa peruana sobre la violencia, realizada por Gustavo Faverón ha suscitado una variedad de lecturas y puntos de vista disímiles. Félix Reátegui, gran amigo y lector diligente, no sólo escribe el epílogo de la antología sino que me acaba de mandar un texto en el que da mayores luces al respecto.

Culturalistas, revisionistas, negacionistas

Escribe FÉLIX REÁTEGUI

No resulta sencillo entender algunas de las reacciones que ha suscitado la antología de narrativa sobre la violencia, Toda la sangre, y en particular la introducción a ella escrita por Gustavo Faverón. El escritor Oswaldo Reynoso calificó este texto de tendencioso durante una presentación del libro, y ha repetido esa opinión en la Feria del Libro de Santiago. Pero no dijo con todas sus letras cuál era esa tendencia que le parecía objetable. Algo de ello dejó insinuado con el uso de términos como «guerra popular» y «presos políticos» para referirse al conflicto armado interno iniciado por Sendero Luminoso y a los presos de esa organización, respectivamente. Tendencioso por hablar de violencia política; tendencioso por traslucir una reprobación moral sin ambages al senderismo. ¿Soportará el adjetivo —tendencioso— ese contenido? Supongo que sí, si es que se finge hablar o escribir desde una cámara de vacío moral.
Un reseñador que escribe con seudónimo echa en cara al texto de Gustavo no se sabe exactamente qué. Si uno lee con paciencia hasta el final —hay que sortear, en el camino, un empleo un poco fetichista de términos como «prácticas discusivas», «instancias de emisión», «lugar de enunciación», «identidad textual», «postura enunciativa hegemónica»— puede intuir, más o menos, que el quid del asunto es éste: el prologuista ha incurrido en una irresponsabilidad intelectual al partir desde un marco teórico culturalista para llegar, al cabo, a sostener posturas favorables a una democracia universalista. El reseñador no termina de hacer explícita su postura —porque no quiere o porque se enreda en su esforzada hybris terminológica—: ¿estamos ante un presunto tropiezo intelectual de Gustavo: el no haber empleado bien su marco teórico? ¿O ante una postura política recusable: el no situar el desenfreno homicida senderista en un contexto histórico que lo absuelva de responsabilidad, o el no plantear la equivalencia moral entre el totalitarismo y el ciertamente injusto régimen democrático?
La primera posibilidad es iluminadora: echa luces sobre ciertos estilos de pensamiento bastante acartonados y, uno hubiera creído, ya dejados atrás, aquellos para los cuales un marco teórico no es tal —un ambiente para plantearse cierto tipo de preguntas y no otras; para plantear con una lógica determinada, y no otra, las relaciones entre ciertos fenómenos— sino un cajón de respuestas listas para usar. Según el reseñador, el apelar a Raymond Williams y a Edward Said (se le escapó, en su cacería onomástica, el nombre de Fredric Jameson, que también asoma por ahí sin estar escrito: hay que fijarse en las ideas, no en los nombres) debería haberlo conducido de la mano a un razonamiento y a una conclusión: el señalamiento de «las prácticas obscenamente abstractas y alienantes del Estado peruano». La pregunta sería, entonces, para qué darse el trabajo de pensar y de leer si todo ya está previsto en la teoría. Esta anécdota, creo yo, solamente ilustra la tenacidad del estilo de razonamiento de los pseudomarxistas de hace décadas: esos para quienes bastaba nombrar a Marx para saber qué decir sobre cualquier problema o circunstancia. Ahora, resulta que el culturalismo —que según cree el reseñador sustituye a la categoría de clase por la de cultura en el análisis del conflicto— es para ellos la fase superior del marxismo-harneckerismo. (Eso es lo malo de discutir con seudónimos: de repente me equivoco y el reseñador es un jovencito que jamás ha oído hablar de los clásicos de la editorial Progreso y que ha reinventado por sí solo la tradición del pensamiento ready-made. Datos en contra de esta hipótesis: el uso de la palabra supérstite, que ya era huachafa cuando la usaba el, por lo demás, excelente escritor José Carlos Mariátegui).
Desde luego, llegados a esto, ningún emprendimiento intelectual tendría que ser juzgado sobre la base de sus razones. El intelectual es sobre todo un guerrero. Vive bajo el hechizo de la «undécima para Feuerbach» (perdonen los que tengan menos de treinta y cinco años: son asuntos ya viejos). Y, por eso, la descalificación al prólogo de Toda la Sangre recala en dos momentos en lo siguiente: «para ser consecuente, Faverón no podía pasar por alto...»; «un crítico cultural consecuente extraería la explicación obvia...» (de pasada: si es obvia, ¿para que la tendría que extraer?). La palabra consecuente ya vive en los dos mundos: suena a propiedad lógica, pero está impregnada de pragmática: convierte su propia pragmática en lo lógico: es ideología. Pone en acto un oxímoron interesante: la militancia intelectual. Implica además un chantaje que, por fortuna, sólo funciona para los que tienen espíritu gregario: o eres consecuente o te vas. Hace décadas Lészek Kolakowski expuso magníficas razones para irse en su extraordinario, y en ese momento valiente, «elogio de la inconsecuencia».
El culturalismo —todavía no sé si el término es de uso habitual como equivalente de «estudios culturales»— sería entonces una estrategia de guerra. Y esa percepción, en apariencia, tendría alguna justificación. ¿No fue, acaso, Edward Said un guerrero cultural? Sí, claro; pero sus libros no nos enseñan qué decir sino qué preguntar: nos prometen un método de lectura. El crítico literario, que antecedió en Said al estudioso de la cultura, lo salvó del dogmatismo y permitió que su impugnación del etnocentrismo fuera una tarea creativa: ¿no son sus lecturas de Austen o de Conrad ejercicios interpretativos de primera fila, no son buenas lecciones de esa lectura línea por línea que reclamaba (el fascista) Pound? ¿No será que el crítico de la cultura debería tener como primer mandamiento el saber leer por sí mismo antes que preocuparse por ser consecuente?
Pero, si, como parece, al reseñador anónimo no le interesan tanto las ideas cuanto la derivación estratégica de éstas, ¿de qué estamos hablando? Estamos hablando, según la reseña, de que no se debería «soslayar que la violencia de Sendero se superpone al proceso de disolución de los vínculos tradicionales familiares que la civilización europea y su avatar anglosajón han efectuado del modo más efectivo». O sea, una lectura adecuada del material literario sería la que apelara a ese historicismo rígido: Sendero Luminoso es el producto mecánico —y, por mecánico, ¿inocente? ¿necesario?— de la historia del Perú. Estamos hablando, también, de que, para ser correcta, una lectura de ese material tendría que poner al costado de cada mención de Sendero Luminoso una mención de los crímenes cometidos por el Estado peruano. ¿Para qué? ¿Para lograr una neutralización de los efectos?, ¿para escenificar en el texto otro de esos pactos de impunidad, de mutua absolución, que los actores armados suelen contraer después de haber utilizado a la gente como carne de cañón, pactos después de los cuales los sobrevivientes se ven obligados a votar por alguno de sus verdugos de ayer? Sólo de una manera muy interesada se podría decir que la antología y el texto que la precede toman algún partido por el Estado en cuanto agente violador de derechos humanos. Ni siquiera toman partido por él en cuanto representante de un orden social deseable. Dice Gustavo: «Los políticos peruanos han probado en el último proceso electoral que para ellos el fin de la guerra no es sino una autorización para volver al viejo orden, como si nada en absoluto hubiera sucedido». Si acaso, toma partido, creo yo, por los derechos de las personas, por eso que el reseñador llama despectivamente «ciudadanía occidental y moralidad universalista». Es, por lo demás, el mismo partido que evidentemente toma el texto que escribí como epílogo del mismo libro y que el reseñador ha encontrado interesante, cosa que agradezco y al mismo tiempo me desconcierta: ¿será, acaso, que lo que le molesta no es la moral universalista sino que desde el culturalismo se piense una moral universalista?
¿Desde qué punto de vista puede ser esa toma de partido deleznable? ¿Desde qué punto de vista analizar los colapsos provocados por Sendero Luminoso equivale a escribir desde «la cultura hegemónica opresora»? ¿Desde qué ángulo es que resulta objetablemente tendencioso llamar a la violencia, violencia, y no guerra popular?
Yo hubiera creído que más bien era cierto lo contrario. ¿Cómo llamamos a los asesinatos, a las masacres, al sometimiento de niñas a servidumbre sexual practicado por Sendero Luminoso? ¿Aceptamos todo eso en nombre del devenir histórico? ¿O las anulamos, como en una ecuación algebraica, poniendo a su lado los horrores imperdonables cometidos también por el Estado? Parecía imposible que alguien propusiera esto último; pero no hay que olvidar que tras un horror humanitario viene el reconocimiento y que muchas veces, tras el reconocimiento, vienen el revisionismo y el negacionismo. Los combates por la memoria tienen varios frentes, o tal vez sólo uno: el de los elitistas y los conservadores de derecha y de izquierda para los que la vida de cierta gente siempre valdrá menos que una robusta curva de utilidad marginal o que una frase con esdrújulas.

domingo, 12 de noviembre de 2006

Fernando Iwasaki estuvo en Lima

Fernando Iwasaki, estupendo escritor peruano radicado en Sevilla, estuvo de paso por Lima para presentar, en una muy concurrida ceremonia acaecida en el entrañable Hotel Bolívar, la reedición de Libro de mal amor. En esa misma noche se presentaron los otros dos títulos de la Serie roja de Alfaguara: El cristo Villenas de C.E. Zavaleta y Caramelo verde de F. Ampuero.
En los próximos días aparecerá una muy buena entrevista que le hiciera para Correo Manuel Eráusquin en las instalaciones de la librería El virrey (en San Isidro), lugar donde finalmente pude conocer en persona al autor de El descubrimiento de España (nos conocíamos sólo por internet, pues lo entrevisté vía email en una oportunidad: apenas publicó la novela Neguijón). Hoy apareció en La Primera, una entrevista que le hizo Jack Martínez.

Andahazi obtiene Premio Planeta-Argentina

Me acabo de enterar, a través del blog de Iván Thays, primero, y luego directamente de la web del diario Clarín, que el escritor Federico Andahazi, uno de mis autores predilectos y autor de libros como El anatomista, Las piadosas, entre otros (salvo un libro de cuentos inicial, he leído todas sus novelas), ha ganado el Premio Planeta Argentina.
Thays señala en su blog: “La obra ganadora es una novela histórica, como las que suele escribir Andahazi, que relata la historia de Quepza, un americano que descubre Europa y que, al ver la barbarie en esas tierras y la avidez de sus gobernantes, comprende pronto que cruzarán el océano para dominar América. Quepza, entonces, concibe un plan para evitar la conquista y el exterminio de su pueblo, convirtiendo la novela en un relato de aventuras”.Esperemos que la novela se publique pronto y que, dado que Planeta ya tiene sede en Lima, se encuentre rápidamente en nuestras librerías.

Entrevista a Ricardo Silva Santisteban

Ricardo Silva Santisteban tendrá que viajar el próximo año a París, invitado especialmente para participar en una mesa redonda que girará en torno a su quehacer poético. A esto se suma la aparición de Fuego de tu fuego, reeditado en edición bilingüe (español-francés).

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

Una de las características de tu poesía es que todos tus libros están vinculados entre sí. No es gratuito, por ello, que estén reunidos en un solo libro bajo el título de Terra incognita.
Me alegra que veas así mi libro. Efectivamente, mi obra poética constituye la escritura de un solo libro compuesto por agregación, en la que es fundamental la experiencia autobiográfica. Son, pues, distintos momentos de mi vida, ya sea que se trate de experiencias recientes o evocadas.

Fuego de tu fuego, si no me equivoco, marcó un punto de quiebre en tu poesía.
Así es. Mi vida cambió mucho luego de la segunda edición de Terra incognita y, en esos años, me vi obligado a escribir mucha prosa literaria. Probablemente en ella se disiparon mis esfuerzos de escritura creativa. Fuego de tu fuego es mi segundo poema largo luego de Las acumulaciones del deseo.

¿Cómo fue el proceso de escritura?
Su escritura se dio, en primer lugar, como un breve poema que contenía las dos primeras estrofas y la última. Me daba cuenta, sin embargo, que, aunque el poema tenía un inicio y un desenlace, faltaba lo que los profesores de literatura llaman “nudo”. Sólo puedo decirte que la vida se encargó de llenar este nudo y yo simplemente de escoger las palabras para representarlo.

¿Cómo recibiste aquel comentario de Rodolfo Hinostroza en una entrevista difundida en un blog en internet?
Es penoso tener que contestar estas cosas. Debo hacerlo sin embargo, ya que en El Peruano no sólo han mutilado y manipulado mis respuestas, sino que conjeturo que intencionalmente me hicieron pisar el palito para luego manipular mis palabras y dejarme con unas respuestas mostrencas. Los ataques a que te refieres son, además de malintencionados, enfermizos. La actitud de resentido social que adoptó la persona que mencionas, desde la misma salida del aeropuerto de Lima, me hacen pensar que ha llegado a la tercera edad completamente amargado. Hay que recordar que en la celebración del centenario de César Vallejo le dedicó también un ataque indigno. El megalómano, por desgracia, es un personaje enfermo que envidia la poca gloria que pueden tener sus congéneres. A lo largo de mi vida como escritor sólo he sido invitado una sola vez a un encuentro internacional de traductores. En cambio, sólo en este año, he participado tres veces en la lectura de mis poemas en el extranjero: en Madrid, en Santiago de Chile y, esta última, en Montevideo. El próximo año tengo ya una invitación en París para una mesa redonda sobre mi obra poética y otra a un encuentro de poetas. Por algo será.

Hinostroza acusa de descuido a los organizadores por invitarte a ti y a Renato Sandoval al encuentro poético de Montevideo.
Sólo puedo decirte que el grupo que escogió a los poetas peruanos a ser invitados no se dedica a la astrología ni son cocineros, se trata de destacados poetas que se consagran también a la enseñanza y a la difusión de la poesía. Es evidente, pues, la maniobra mediática con la que dicho señor pretende tener, ahora en Lima, la notoriedad que no alcanzó en el encuentro, utilizando el escándalo y el despropósito. Pero creo que es mejor cambiar de tema porque sería desdoroso de mi parte contribuir a empañar, en forma póstuma, el generoso e inmenso esfuerzo desplegado por los amables poetas uruguayos, que fue todo un éxito de solidaridad con nuestra patria.

LABOR EDITORIAL

Ricardo Silva Santisteban es reconocido también por su labor editorial (a través de las ediciones del Rectorado de la PUCP). En breve aparecerá la obra poética en prosa y verso de Martín Adán que contendrá, además, un CD con la voz del propio poeta.

domingo, 5 de noviembre de 2006

Carta de Sandoval sobre el "caso Hinostroza"

Siempre he admirado la poesía de Rodolfo Hinostroza, concebida con singular brillantez en dos libros capitales para la poesía peruana: Consejero del lobo y Contra natura. Además, he cobijado por él una gran simpatía heredada, quizás, de aquella longeva amistad que el poeta entablara con mi padre, el conocido diseñador gráfico. Sin embargo, los ataques que Hinostroza ha esgrimido en contra de Ricardo Silva-Santisteban (quien, además de haber sido mi maestro, me ha enaltecido con su sincera amistad) y Renato Sandoval (a quien he conocido hace poco) me parecen, a todas luces, ruines.
A Rodolfo puede no gustarle el quehacer poético de Ricardo y de Renato, pero eso no le da ningún derecho a ningunearlos, con evidente maledicencia y mala leche, como lo ha hecho en una breve entrevista que le realizó el también poeta Paolo de Lima (y que se consigna en el blog Zona de noticias).
Renato Sandoval me envió una carta desde Buenos Aires en la que muestra su desazón frente a las declaraciones de quien pensó era su amigo. Con el permiso de Renato adjunto su misiva:

CARTA DE RENATO SANDOVAL

Ahora mismo estoy en Buenos Aires, donde participo en el encuentro internacional de poesía que organizan, entre otros, el Ministerio de Cultura de Argentina y el Gobierno de Buenos Aires. Esto se inscribe dentro de lo que se ha dado en llamar el Corredor Poético Internacional, que comprende el muy prestigioso Festival Internacional de Poesía de Rosario, que concluyó la semana pasada y, previamente, la Primera Bienal de Poesía de Montevideo, cuya primera edición estuvo dedicada a la poesía peruana. En lo que a mí concierne, si bien solo pensaba participar en este último, tanto los organizadores del Festival de Rosario como los de Buenos Aires, al saber que yo estaría en esta parte del continente, tuvieron la gentileza de invitarme para que asistiera también a sus respectivos encuentros. Entiendo que al Festival de Rosario, a donde concurren apreciables poetas de todo el mundo, no suelen repetir a los invitados, lo que en mi caso no ha sido así, pues el 2002 yo ya había estado en él y, no obstante ello, volví a ser invitado; me imagino que los organizadores habrán tenido sus buenas razones para ello.
Al respecto del encuentro de Montevideo, tengo para mí que tanto los conceptos generales en que éste se basó, así como su organización y final cumplimiento, se desarrollaron con una seriedad y un conocimiento de causa (en este caso, la tradición poética del Perú en sus más diversas vertientes) dignos de admiración y de respeto.
Por último, sobre las declaraciones hechas por Rodolfo Hinostroza (¿es que realmente las hizo, tan gentil y tan bien dispuesto como siempre él se ha mostrado conmigo, incluso en Montevideo?), solo puedo decir lo siguiente:
En primer lugar, aparte de que en lo particular me duele mucho que alguien a quien consideraba mi amigo y que admiraba como poeta (alguna vez escribió cosas muy buenas en los años setenta) se refiera a mí tal como lo ha hecho, sus palabras y la manera como han trascendido (si es que en verdad lo han hecho) sinceramente me provocan lástima y vergüenza ajena; Hinostroza, por lo que tenía entendido y ahora recién veo, practica con sórdida maestría la hipocresía y la gratuita difamación, desperdiciando una vez más sus alicaídas energías que podrían ser utilizadas para mejores fines; por ejemplo, para tratar de volver a ser siquiera la décima parte del poeta aceptable que alguna vez fue.
En segundo término, si se trata de medir de alguna manera el nivel de los poetas peruanos (incluidos los que como yo también tenemos la capacidad de hacer traducción, narrativa, crítica, pero que además hacemos deporte, amamos, viajamos, hacemos buenos amigos, tenemos ideales más allá de nosotros mismos y un largo etcétera), Hinostroza no destacó precisamente por sus supuestas cualidades poéticas, sino más bien por su proverbial arrogancia, patanería e inexistente don de gentes, lo que causó malestar más de una vez a los organizadores y que, por extensión, terminó comprometiendo, él sí, la imagen de la “representación” peruana (pongo comillas porque el término de marras da la idea de un grupo de personas previamente elegido por algún organismo o institución para que actúe oficialmente en nombre de un país, lo que no es el caso). Se debería hacer algo para evitar que poetas-necios (tenemos varios) continúen circulando por doquier y nos sigan desprestigiando por el mundo, sobre todo cuando hace mucho tiempo que pasó su hora.
Por último, los que me conocen saben que soy un feroz autocrítico de todas las cosas que hago, sobre todo en lo que se refiere a mi poesía (pues creo tener alguna), por lo que siempre tomo con pinzas tanto las críticas que se me pueda hacer, pero mucho más los elogios que eventualmente llegue recibir como, por ejemplo, cuando ahora en Montevideo el gran poeta José Kozer (a quien nunca antes había visto en mi vida y al que, por cierto, Hinostroza no le llega ni a los talones) se me acercó luego de mi lectura y, con una sencillez tan inesperada como desconcertante, me dijo que apreciaba especialmente mi trabajo, que le resultaba alentador que en el Perú siguieran surgiendo voces nuevas y buenas y que se alegraba de que nos pudiéramos conocer. Naturalmente, pasado el sonrojo, he vuelto a mi escepticismo habitual y solo espero seguir en la ruta de la poesía todo el tiempo que me sea dado, esa misma ruta por la que se han extraviado tantos buenos poetas que, por desgracia, han terminado siendo vencidos por los complejos y el resentimiento. “¡Allá ellos, allá ellos!”

Renato Sandoval
Buenos Aires, 25.10.2006

Ricardo Sumalavia finalista del Premio Herralde

Acabo de recibir una muy grata noticia que llega directamente desde Madrid. Ricardo Sumalavia, el estupendo escritor peruano que actualmente reside en Francia, ha sido seleccionado como finalista de la presente edición del Premio Herralde con la novela Que la tierra te sea leve. De ganar (que es lo que deseamos todos) sería el tercer peruano en adjudicarse dicho galardón: Jaime Bayly en 1997 con La noche es virgen y Alonso Cueto en el 2005 con La hora azul fueron los dos primeros.
Ricardo me comentó hace algunos años que no pensaba incursionar en el género novelístico, a pesar de que muchas personas lo fustigaban a hacerlo. Para quienes apreciamos su talento, desplegado en los libros de cuentos Habitaciones, Retratos familiares y Enciclopedia mínima, saludamos este cambio de parecer. Además, la sola nominación como finalista del Herralde demuestra que puede dominar ambos géneros (cuento y novela).

sábado, 4 de noviembre de 2006

Entrevista a Camilo Fernández Cozman

Camilo Fernández Cozman acaba de publicar La soledad de la página en blanco (Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM, 2006), libro que reune una serie de ensayos, aparecidos en algunas revistas especializadas, y que busca ofrecer una visión totalizante del proceso poético peruano.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

¿Cuál es la postura teórica de La soledad de la página en blanco?
Es una postura amplia, se trata de hacer una lectura abierta. No imponer un solo método, sino emplear distintas perspectivas metodológicas tomando en cuenta las características del objeto de estudio. Por eso es que para poner de relieve el análisis retórico figurativo y el análisis ideológico decidí recopilar estos trabajos, evidenciando así que estoy en contra del biografismo, de un formalismo dogmático y de un contenidismo. Busco un equilibrio entre el análisis formal y el ideológico.

Un ejemplo de biografismo se da en el recurrente tratamiento de la poética de César Moro...
Casi todos los trabajos se centran en lo biográfico: en su homosexualismo, en sus experiencias personales, y dejan de lado el componente simbólico y mítico que está presente en su obra. Además, estos críticos muy prejuiciosos olvidan la importancia que tiene para Moro escribir en una segunda lengua. No se ve la riqueza simbólica que hay en esta poesía.

¿Qué opinas de los estudios culturales de influencia norteamericana?
Estoy en contra de este tipo de estudios culturales a la usanza norteamericana, que elimina todas las diferencias entre lo que es un poema y lo que es una escritura en la pared. Creo que hay rasgos diferenciales. Hay una especificidad de la tradición literaria que no podemos negar.

¿Se aprecia esta influencia en nuestro país?
Sí, yo creo que sí aparece esta influencia. Veo esto en algunos trabajos que más bien valoran el aspecto del contenido y dicen “la forma no interesa”. Eso me parece discutible. Los trabajos de Marcel Velázquez, por ejemplo, son muy interesantes, sin embargo, creo que a veces hacer una lectura para indagar sobre los componentes racistas en un texto literario, por ejemplo, de Manuel Gonzalez Prada, no me parece una tarea relevante. Hay rasgos racistas, evidentemente, pero la obra de Gonzalez Prada ha trascendido, y esos son casi detalles anecdóticos. Yo no puedo reducir un texto literario al abordaje de un elemento racista; me parece contenidista. Busco un enfoque más totalizante.

¿Cómo ves la crítica a futuro?
Yo sostengo que la crítica es una forma de creación también, no creo en la imposición de un método. Me interesan no sólo los ensayos académicos, sino también voy a incursionar en ensayos más literarios, un poco más libres. Ensayos en donde la escritura del crítico sea una forma de creación. Ya sea en el caso de la crítica más académica como en la de divulgación. Estoy en contra del mero lucimiento terminológico. Hay que buscar una comunicación con el lector, no encerrarse en una jerga que revele una hiperespecialización, un autismo interpretativo.

MAS DATOS
Camilo Fernández (Lima, 1965) es catedrático en la Universidad San Ignacio de Loyola y en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Además del poemario Ritual del silencio ha publicado los ensayos Las ínsulas extrañas de EA Westphalen y Las huellas del aura. La poética de J.E. Eielson. Tiene en prensa un libro sobre la poética de José Watanabe.

Entrevista a Luis la Hoz

Lejos de ser un simple turista, Luis la Hoz es un viajero en el más profundo sentido del término. Para él, las sensaciones que le suscitan los lugares visitados son las mejores y únicas postales a atesorar. Geografía inútil (Estruendomudo, 2006) es, en resumen, la bitácora sentimental de un caminante.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

Los poemas que conforman Geografía inútil ¿fueron concebidos pensando en la idea del libro o se fueron acumulando?
Los textos de este libro fueron acumulándose, no fue una idea preconcebida. Fui anotando ideas. Y se fueron acumulando también los recuerdos, las sensaciones de los lugares en donde estuve. Entonces me di cuenta de que había tres o cuatro textos que, al menos por el estilo o la cuestión geográfica, podían juntarse.

Tu mirada de aquellos lugares trasciende los tópicos del simple turista, es más un registro de sensaciones...
Claro. Yo he tratado de separarme en el tiempo de los lugares. Y mi mirada ha sido, en casi todos los casos, una sensación, un recuerdo velado de los lugares donde estuve. El poema Texas es el único que salió en el mismo lugar y con el sentido amargo del momento. Lo escribí tal como ha salido en el libro, no le cambié nada, ni un punto. Lo escribí impresionado por el espanto de que un país maravilloso como EEUU sea tan terriblemente injusto.

Otra característica del libro es la concisión de los versos...
No sé por qué extraño fenómeno. Yo pertenezco a la generación del setenta. Y se supone que el estilo de esa generación es la poesía narrativa, con versos amplios, en arte mayor. Una de las propiedades de la poesía es la música. Y creo tener oído. Y extrañamente mi poesía se ha ido condensando en el tiempo. Mis primeros libros son de versos amplios. Pero siempre he sentido que había una intención de economía, de limpieza, de evitar el ripio. Y resulta que los tres últimos libros son tan breves como éste y absolutamente escuetos y económicos y además extrañamente escritos en estrofas, en arte menor, en tercetos, en duetos. Pero sin pretender clasicismo ni nada. Estoy satisfecho. Espero no terminar en el silencio.

A pesar de esa concisión, la cantidad de imágenes que pueden emanarse a partir de un verso tan corto...
Claro. Es un trabajo durísimo. Soy un PhD en el uso del tacho de basura. Soy maniático escribiendo, si una coma se me fue o me equivoqué en una letra, el papel va al tacho. Cada poema, entonces, es la consecuencia de un alto de papeles que van al tacho.

Hay quienes dicen que los poetas esperan el llamado de la inspiración...
Yo sí creo que existe la inspiración. Ese aliento extraño que de repente aparece, que Rilke llamaba el “ángel” y que García Lorca llamaba el “duende”, sí existe. Pero luego viene el trabajo literario, el trabajo de cincelamiento. Mis colegas se horrorizaban cuando yo decía esto, pero sí pues, creo hay un hálito, algo que sí sucede; después viene el trabajo.

Entrevista a Ezio Neyra

Tras un auspicioso debut con Habrá que hacer algo mientras tanto, Ezio Neyra reafirma su vocación literaria con Todas mis muertes (Alfaguara, 2006), su segunda novela, en la que el narrador, de apellido homónimo al autor, traza un inevitable y liberador camino al pasado.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

La novela plantea la necesidad del personaje de retornar a Camaná, a su infancia, para poder continuar...
Era necesario para él, para el personaje, pues el asistir al asesinato de su abuelo y las consecuencias que esto trajo como que le generó un trauma. Es como si la factura más pesada se la pasaran a él. Y él demora en regresar a Camaná 15 años. Además, el personaje cuenta que nadie más regresó luego de esa muerte, al tiempo de que todas eran malas noticias las que llegaban de Camaná. Se trata de la decadencia de la estructura familiar más extendida, digamos. Y la decadencia de la ciudad, también. Y creo que sí, que era la única manera de que este personaje se sacara de encima aquella carga.

Y al mismo tiempo ese viaje de retorno es una especie de aceptación de la muerte, tanto directa como metafórica, que rodea al personaje. Por eso quizá el título Todas mis muertes...
Sí, puede ser. Edwin Chávez publicó una reseña del libro en su blog, y antes me dijo que lo único que podía objetar era el título. Y de hecho fue un título que me costó mucho encontrar. Me demoré muchísimo. Pero sigo convencido de que hay muchas más muertes de las aparentes: no sólo está la muerte más evidente y traumática, que es la del abuelo, sino también la muerte de la estructura familiar, de su infancia en Camaná, de los campos de arroz que tenía el abuelo y que luego se convierten en residenciales. En ese sentido, ese retorno le sirvió para terminar de asimilar sus propias muertes.

El personaje tiene una relación conflictuada con el padre, un hombre de evidentes rasgos machistas...
Sí, así es. Eso creo que es un tópico que se repite en los dos libros. Si bien en mi primer libro no aparece la imagen de ningún padre, sí aparece una crítica de uno de los personajes a la figura del rol masculino. Por ejemplo, todo el llanto de Mediano es mal visto por Gordo, porque le parece que es algo que le hace poco hombre. Y en esta segunda novela sí hay una crítica a la figura paterna.

¿Por qué le pusiste a tu personaje Francisco Neyra?
No es una novela autobiográfica, de ninguna manera. Ninguno de los hechos que se cuentan han sucedido realmente. Sin embargo, el escenario en que sucede es uno en el que yo he vivido. Es decir, a Camaná he ido muchos veranos de mi infancia; tengo mucha familia allá todavía. Creo que el hecho de que se llame Francisco Neyra, que tía Norma se llame como una hermana de mi papá, que el abuelo lleve el nombre de mi abuelo y que Mamajuana era también como le decíamos a mi abuela, creo que se trata más bien de un homenaje a la familia y, además, me sirvió en el momento de la escritura para sentir la historia un poco más mía, digamos.

GENERACIÓN ACTUAL

¿Cómo ves a tu generación?
Se está tirando abajo la idea de que se trata de una generación metaliteraria. Esta novela mía no lo es en absoluto, sé que lo que prepara Edwin (Chávez) es totalmente distinto a lo de su primer libro, Johann Page también anda en otra. Siento que lo rico de esta generación es que tenemos una diversidad muy grande de registros, de intereses a nivel narrativo.