Versión completa de la entrevista con Carmen Ollé,
cuya versión editada apareció en el diario CORREO
el pasado miércoles 8 de febrero del 2006
Carmen Ollé reedita Noches de adrenalina, poemario que indaga sobre la corporalidad de la mujer
Contemplación del cuerpo
Corregida y aumentada, Noches de adrenalina (Flora Tristán/ Lluvia, 2006) acaba de ser nuevamente reeditada. Carmen Ollé, su autora, reflexiona sobre algunas posturas de la crítica respecto a su obra.
Carlos M. Sotomayor
Correo: Una nueva reedición de Noches de Adrenalina confirma, de alguna manera, su vigencia...
Carmen Ollé: Esta es una reedición corregida y con un poema más, pensando en un lector de esta época. Yo pienso que todo varía, los productos culturales también cambian con el tiempo. Le quité, por ejemplo, esos devaneos vanguardistas que había recogido en España: el último coletaje del vanguardismo catalán. Hice una corrección menos arbitraria de la puntuación, quité algunas palabras que ya no me gustaban: demasiado escandalosas para mi gusto. Han pasado 25 años, pienso de otra manera.
C: A este poemario se le suele endilgar el rótulo de fundacional...
CO: Qué pena, ¿no? Porque eso de lo fundacional me resulta limitante. Generalmente lo fundacional se queda allí. Pero no creo que sea fundacional, porque hubo una tendencia mundial en ese momento a fijarse en el cuerpo físico como un terreno cultural y político, también. Y en esa época Blanca Varela también escribió sobre el cuerpo, las otras chicas también. Pero no a partir de mi libro. Patricia Alba y Mariella Dreyfus se inspiran en la poesía de Moro.
C: Otra apreciación recurrente de cierta crítica es catalogar el libro como poesía erótica...
CO: Sí. Yo creo que en la segunda parte, a la que no ha llegado la crítica, sí hay erotismo. Hay, incluso, momentos eróticos oscuros. Pero en la primera es más un registro de la corporeidad efímera por nuestro paso por esta tierra. Y el cuerpo, también, como un terreno político y cultural. Yo creo que apenas leyeron de manera sesgada la palabra vagina y pensaron en erotismo, pero no se fijaron en lo que iba desde un principio: se habla de un cuerpo que ha dado a luz, que se ha llenado de un cuerpo nicótico. Eso no tiene nada de erótico.
C: ¿A qué atribuye esa mirada sesgada?
CO: Hay de parte de ciertos sectores de la sociedad ilustrada un rechazo al cuerpo sexuado y a la voz sexuada en el poema. Pero eso no es nuevo, desde el renacimiento y antes, el cuerpo femenino era un cuerpo velado, oculto, incluso por los médicos. Hablar del cuerpo femenino y de sus flujos es algo “asqueante”, no se toma como algo natural.
C: ¿Cierto desdén a lo erótico?
CO: Y qué tiene de malo el erotismo. Eielson habla de la masturbación, pero lo hace en un ritmo clásico. Esa musicalización, donde no hay chirrido, hace que se entretenga el lector y no vea claramente de qué está hablando. Entonces, cuando sale la poesía de Rocío Silva Santisteban, por ejemplo, con una musicalidad diferente, con ritmos distintos, con cacofonías, eso llama la atención, ver de manera más directa el tema: no tienes puntos de escape.
C: Hay cierto rechazo a nombrar las cosas por su nombre...
CO: Como el tema va de lleno al asunto y no encuentra estos subterfugios simbólicos para hablar del cuerpo, de la defecación o de la masturbación de una manera simbólica sino más bien realista, hay un rechazo al realismo en poesía. Esto es absurdo, son tendencias. Tan bueno es Kavafis, totalmente realista, como Mallarmé, totalmente simbolista. Lo que yo veo es una gran intolerancia de la supuesta crítica.
C: ¿Cómo ve a los poetas más jóvenes?
CO: Entre los más jóvenes hay de todo, pero creo que hay que esperar todavía que eso vaya plasmádose, con más calma y menos angurria, para que de allí salga algo bueno. Pero yo no estoy detrás como Lauer y Montalbetti haciendo registro de los últimos productos juveniles. No tengo tiempo.
C: ¿Sería muy prematuro...?
CO: Es muy prematuro empezar a poner calificativos a gente joven que después eso la puede condicionar. A la gente joven yo le recomiendo que esté sola, a aparte, y que, además, no busque prólogos para sus libros. Que se pongan a escribir sus cosas en silencio, sin ruido; pero yo lo que veo, y hay que decirlo, es una desesperación por publicar y ser reconocido ya. No tiene sentido.