JORGE HERRALDE
El fundador y director de la prestigiosa editorial ANAGRAMA, Jorge Herralde, presentará el libro Para Roberto Bolaño, editado acá por la editorial ESTRUENDOMUDO del infatigable Alvaro Lasso.
Presentan: Julio Villanueva Chang, Alonso Cueto y Alvaro Lasso
Hora: 07:00 p.m.
Auditorio: Ricardo Palma
CLAUDIA PIÑEIRO
La escritora argentina Claudia Piñeiro, ganadora del Premio Clarín de Novela 2005, presentará la novela con la que se adjudicó dicho galardón, Las viudas de los jueves, publicada en coedición del diario Clarin y la editorial ALFAGUARA.
Presenta: Guillermo Thorndike
Hora: 8:30 p.m.
Auditorio: Ricardo Palma
miércoles, 26 de julio de 2006
Entrevista a Santiago Roncagliolo
Santiago Roncagliolo aterrizó en Lima para presentar, de manera oficial, la novela Abril rojo, ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2006. Aquí el diálogo completo de la versión editada que apareció hoy en el diario Correo.
Tiempos violentos
Carlos M. Sotomayor
Correo: En Abril rojo, como en tus dos novelas anteriores (especialmente Pudor) el tema de la muerte aparece como una constante. ¿Hay alguna preocupación particular por ese tema?
Santiago Roncagliolo: Creo que todos la tenemos, queramos o no admitirla. Las religiones son precisamente una promesa de vida más allá de la muerte. Y eso nos alivia el miedo a morir. Ir al gimnasio y tomar yogurt light son cosas que se hacen también por miedo al deterioro físico que desemboca en la muerte. Creo que todos vivimos pendientes de la muerte y de olvidarla. Pero a la vez la muerte es la única certeza que tenemos. Y tiene la doble cualidad de ser la única certeza y la única incertidumbre, porque nunca sabremos qué pasa después, si hay algo después.
C: Existe además una fascinación por lo tanático...
SR: Sí, creo que hay una fascinación por lo desconocido. Nos da miedo pero a la vez nos atrae porque queremos conocerlo. Eso lo hace un tema muy bueno para novelar, y un tema sobretodo muy universal.
C: No es un secreto que el cine ha influenciado tu literatura. Si bien Pudor será filmada pronto, Abril rojo también tiene una impronta cinematográfica.
SR: Me resulta muy natural el escribir de manera visual. Yo crecí con novelas que ya no querían contar historias: Joyce, Tres tristes tigres de Cabrera Infante, incluso algunas cosas de Faulkner. La literatura de buena parte del siglo XX consideraba que ya no había que contar historias, que había que ir más allá. Pero a mí siempre me gustaron las historias y la capacidad de perderme en ellas y de viajar a convivir con otros personajes y en otros escenarios, y olvidarme de mi vida. En ese sentido mi referente narrativo fue el cine, donde sí se estaban contando historias. Además he sido guionista, entonces me resulta muy natural trabajar con esos referentes.
C: Además de lo visual de la narración, hay en Abril rojo guiños de cinéfilo.
SR: Claro, está lleno de guiños. Si tú eres un cinéfilo vas a reconocer películas que has visto.
C: Hacia el final de la novela hay una escena en donde Chacaltana se enfrenta a Carrión en una habitación a oscuras. Un guiño al El silencio de los inocentes.
SR: Es el enfrentamiento final de género. Yo pensaba, cómo resuelvo esto. Vi El silencio de los inocentes que estaban pasando en la televisión y me dije, esta es la resolución: la oscuridad alrededor, saber que la bala puede venir de cualquier lugar.
C: ¿El “descenso al infierno de Chacaltana” se puede leer como la necesidad de que tenemos como sociedad de mirar ciertas zonas oscuras y escabrosas de nuestro pasado?
SR: Yo creo que al fiscal Chacaltana le pasa lo que le pasó al Perú durante varios años. Se negó a ver incluso lo evidente, lo que estaba pasando al lado. A veces hay gente que me dice: “¿el fiscal no es un poco bobalicón?”. Y yo pienso que nosotros éramos bastante bobalicones. Todo estaba ocurriendo al costado y no éramos capaces de ver la realidad.
C: Tanto La hora azul de Alonso Cueto como la Abril rojo nos plantean la idea de mirarnos a nosotros mismos...
SR: Creo que lo que me interesa hacer con la literatura: mostrar un poco lo que no queremos ver de nosotros mismos. En Pudor era de nosotros mismos como seres humanos y cómo familia. En esta novela es como sociedad, no sólo la peruana. Me gustaría que la literatura fuese como un espejo deformante, que te enrostrase las cosas y te diga: “esto eres tú”.
C: Aclarando que la literatura no urge de una visión antropológica...
SR: La literatura como yo la entiendo es un sucedáneo de la realidad. Vives ciertas cosas que has vivido en tu vida real. Y sientes las emociones que esas cosas te deben producir. En ese sentido producen una reflexión, las cosas que te emocionan suelen hacerte pensar. Porque tocan fibras importantes dentro de ti. Eso no significa que la novela deba tener una tesis o un mensaje. Al contrario, una buena novela no plantea respuestas, plantea preguntas.
C: Mucha gente asocia a Chacaltana con Pantaleón...
SR: Sí, lo sé, no puedo evitarlo (risas). Yo siempre digo que Vargas llosa es un padre que no se deja matar. Yo admiro mucho a Vargas Llosa pero siempre he pensado que es necesario desmarcarse de la tradición porque tú tienes que aportar algo.
C: Muchos autores que radican fuera escriben sobre el Perú. ¿Es una manera estar vinculado con el país?
SR: Escribir es una manera de volver. El país, sobretodo uno tan complicado como éste, lo llevas contigo adonde vayas. Es un país que sigues habitando aún cuando no estés físicamente en él. Y escribir es una manera de recuperarlo, de darle sentido y por lo tanto darme sentido a mí mismo.
Carlos M. Sotomayor
Correo: En Abril rojo, como en tus dos novelas anteriores (especialmente Pudor) el tema de la muerte aparece como una constante. ¿Hay alguna preocupación particular por ese tema?
Santiago Roncagliolo: Creo que todos la tenemos, queramos o no admitirla. Las religiones son precisamente una promesa de vida más allá de la muerte. Y eso nos alivia el miedo a morir. Ir al gimnasio y tomar yogurt light son cosas que se hacen también por miedo al deterioro físico que desemboca en la muerte. Creo que todos vivimos pendientes de la muerte y de olvidarla. Pero a la vez la muerte es la única certeza que tenemos. Y tiene la doble cualidad de ser la única certeza y la única incertidumbre, porque nunca sabremos qué pasa después, si hay algo después.
C: Existe además una fascinación por lo tanático...
SR: Sí, creo que hay una fascinación por lo desconocido. Nos da miedo pero a la vez nos atrae porque queremos conocerlo. Eso lo hace un tema muy bueno para novelar, y un tema sobretodo muy universal.
C: No es un secreto que el cine ha influenciado tu literatura. Si bien Pudor será filmada pronto, Abril rojo también tiene una impronta cinematográfica.
SR: Me resulta muy natural el escribir de manera visual. Yo crecí con novelas que ya no querían contar historias: Joyce, Tres tristes tigres de Cabrera Infante, incluso algunas cosas de Faulkner. La literatura de buena parte del siglo XX consideraba que ya no había que contar historias, que había que ir más allá. Pero a mí siempre me gustaron las historias y la capacidad de perderme en ellas y de viajar a convivir con otros personajes y en otros escenarios, y olvidarme de mi vida. En ese sentido mi referente narrativo fue el cine, donde sí se estaban contando historias. Además he sido guionista, entonces me resulta muy natural trabajar con esos referentes.
C: Además de lo visual de la narración, hay en Abril rojo guiños de cinéfilo.
SR: Claro, está lleno de guiños. Si tú eres un cinéfilo vas a reconocer películas que has visto.
C: Hacia el final de la novela hay una escena en donde Chacaltana se enfrenta a Carrión en una habitación a oscuras. Un guiño al El silencio de los inocentes.
SR: Es el enfrentamiento final de género. Yo pensaba, cómo resuelvo esto. Vi El silencio de los inocentes que estaban pasando en la televisión y me dije, esta es la resolución: la oscuridad alrededor, saber que la bala puede venir de cualquier lugar.
C: ¿El “descenso al infierno de Chacaltana” se puede leer como la necesidad de que tenemos como sociedad de mirar ciertas zonas oscuras y escabrosas de nuestro pasado?
SR: Yo creo que al fiscal Chacaltana le pasa lo que le pasó al Perú durante varios años. Se negó a ver incluso lo evidente, lo que estaba pasando al lado. A veces hay gente que me dice: “¿el fiscal no es un poco bobalicón?”. Y yo pienso que nosotros éramos bastante bobalicones. Todo estaba ocurriendo al costado y no éramos capaces de ver la realidad.
C: Tanto La hora azul de Alonso Cueto como la Abril rojo nos plantean la idea de mirarnos a nosotros mismos...
SR: Creo que lo que me interesa hacer con la literatura: mostrar un poco lo que no queremos ver de nosotros mismos. En Pudor era de nosotros mismos como seres humanos y cómo familia. En esta novela es como sociedad, no sólo la peruana. Me gustaría que la literatura fuese como un espejo deformante, que te enrostrase las cosas y te diga: “esto eres tú”.
C: Aclarando que la literatura no urge de una visión antropológica...
SR: La literatura como yo la entiendo es un sucedáneo de la realidad. Vives ciertas cosas que has vivido en tu vida real. Y sientes las emociones que esas cosas te deben producir. En ese sentido producen una reflexión, las cosas que te emocionan suelen hacerte pensar. Porque tocan fibras importantes dentro de ti. Eso no significa que la novela deba tener una tesis o un mensaje. Al contrario, una buena novela no plantea respuestas, plantea preguntas.
C: Mucha gente asocia a Chacaltana con Pantaleón...
SR: Sí, lo sé, no puedo evitarlo (risas). Yo siempre digo que Vargas llosa es un padre que no se deja matar. Yo admiro mucho a Vargas Llosa pero siempre he pensado que es necesario desmarcarse de la tradición porque tú tienes que aportar algo.
C: Muchos autores que radican fuera escriben sobre el Perú. ¿Es una manera estar vinculado con el país?
SR: Escribir es una manera de volver. El país, sobretodo uno tan complicado como éste, lo llevas contigo adonde vayas. Es un país que sigues habitando aún cuando no estés físicamente en él. Y escribir es una manera de recuperarlo, de darle sentido y por lo tanto darme sentido a mí mismo.
domingo, 2 de julio de 2006
Entrevista a Eduardo Chirinos
Alvaro Lasso y la editorial Estruendomudo han reeditado Cuadernos de Horacio Morell, el primer poemerio de Eduardo Chirinos. Eduardo estuvo de paso por Lima para presentar dicha reedición en una amena y entrañable ceremonia acaecida en el Jazz Zone (participaron Lorenzo Helguero y Jorge Eslava). Hace algunas semanas atrás, el mismo Eduardo había presentado en España No tengo ruiseñores en el dedo (Pre-textos, 2006), su más reciente conjunto de poemas.
Poesía lúdica
Carlos M. Sotomayor
Correo: Hay en tu poesía una impronta lúdica que la caracteriza...
Eduardo Chirinos: La poesía es el único espacio donde las reglas no están impuestas para ejercer un poder, ni para lidiar con ninguna autoridad, sino para divertirse. Ahora, esta diversión ocurre en la poesía en unos términos también un poco paradójicos de soledad y solidaridad. Pero incluso cuando estás solo pactas contigo mismo; todo acto de escritura es un trato con el lenguaje. Y el lenguaje poético impone ciertas reglas con las que tú te vas a divertir, pero esa diversión ocurre en términos de una diversificación de uno mismo. Y una de esas personas, en las que te desdoblas, es un lector muy exigente.
C: Otra peculiaridad es el juego de máscaras que impones...
ECH: Lo has dicho muy bien. Un “juego de máscaras”. Pero contra lo que suele pensarse, la invención de la máscara no se produce sólo para ocultarse. Una máscara también es lo que te revela. En este doble juego que oscila entre la revelación y el ocultamiento se da la poesía.
C: En No tengo ruiseñores en el dedo se percibe, además de una reflexión sobre la existencia, una reflexión por la creación...
ECH: Sí, tal vez todo el libro pueda ser entendido como un gran arte poética. Pero el arte poética es algo que varía con el tiempo y que nos cuestiona. Entonces llega un momento después de 30 años de escribir poemas que uno se da cuenta que pensando qué es la poesía terminas pensando quién eres tú en relación a eso.
C: Hay en este libro un diálogo con tus libros anteriores.
ECH: Bueno, tal vez tenga que ver, como en la lectura que hiciste, de preguntarse por la propia existencia y el arte poética. Para mí fue muy curioso terminar de escribir este libro al tiempo que me reconciliaba con mi primer libro (Cuadernos de Horacio Morell). El hecho de que el primer libro y el último sean simultáneos te hace mirar atrás para poder seguir adelante. Y es que a los 46 años sientes un poco de nostalgia por todas las personas que fuiste mientras que escribías los distintos libros que te han ido escribiendo a ti y que han hecho que tú seas quien eres en este momento.
C: ¿Cómo era tu relación con tu primer libro?
ECH: Durante muchos años me negué a releer ese libro. No sé explicar por qué, pero creo que tenía que ver con el hecho de que lo sentía muy lejano. Pero lo cierto es que de alguna manera, revisando esos textos, corrigiendo las erratas, corrigiendo algunas palabras que durante mucho tiempo fue como una piedrita en el zapato, y descubriendo quién era yo a los 18 años, me demostraron que tenía la cara limpia y que podía salir de nuevo a ser leídos. La gente hablaba de ese libro pero pocos lo conocían. Y mi esposa, diez años menor que yo, pertenece a esa generación que nunca había visto el libro en librerías y que conocía el libro, como tú, por fotografías.
Poesía lúdica
Carlos M. Sotomayor
Correo: Hay en tu poesía una impronta lúdica que la caracteriza...
Eduardo Chirinos: La poesía es el único espacio donde las reglas no están impuestas para ejercer un poder, ni para lidiar con ninguna autoridad, sino para divertirse. Ahora, esta diversión ocurre en la poesía en unos términos también un poco paradójicos de soledad y solidaridad. Pero incluso cuando estás solo pactas contigo mismo; todo acto de escritura es un trato con el lenguaje. Y el lenguaje poético impone ciertas reglas con las que tú te vas a divertir, pero esa diversión ocurre en términos de una diversificación de uno mismo. Y una de esas personas, en las que te desdoblas, es un lector muy exigente.
C: Otra peculiaridad es el juego de máscaras que impones...
ECH: Lo has dicho muy bien. Un “juego de máscaras”. Pero contra lo que suele pensarse, la invención de la máscara no se produce sólo para ocultarse. Una máscara también es lo que te revela. En este doble juego que oscila entre la revelación y el ocultamiento se da la poesía.
C: En No tengo ruiseñores en el dedo se percibe, además de una reflexión sobre la existencia, una reflexión por la creación...
ECH: Sí, tal vez todo el libro pueda ser entendido como un gran arte poética. Pero el arte poética es algo que varía con el tiempo y que nos cuestiona. Entonces llega un momento después de 30 años de escribir poemas que uno se da cuenta que pensando qué es la poesía terminas pensando quién eres tú en relación a eso.
C: Hay en este libro un diálogo con tus libros anteriores.
ECH: Bueno, tal vez tenga que ver, como en la lectura que hiciste, de preguntarse por la propia existencia y el arte poética. Para mí fue muy curioso terminar de escribir este libro al tiempo que me reconciliaba con mi primer libro (Cuadernos de Horacio Morell). El hecho de que el primer libro y el último sean simultáneos te hace mirar atrás para poder seguir adelante. Y es que a los 46 años sientes un poco de nostalgia por todas las personas que fuiste mientras que escribías los distintos libros que te han ido escribiendo a ti y que han hecho que tú seas quien eres en este momento.
C: ¿Cómo era tu relación con tu primer libro?
ECH: Durante muchos años me negué a releer ese libro. No sé explicar por qué, pero creo que tenía que ver con el hecho de que lo sentía muy lejano. Pero lo cierto es que de alguna manera, revisando esos textos, corrigiendo las erratas, corrigiendo algunas palabras que durante mucho tiempo fue como una piedrita en el zapato, y descubriendo quién era yo a los 18 años, me demostraron que tenía la cara limpia y que podía salir de nuevo a ser leídos. La gente hablaba de ese libro pero pocos lo conocían. Y mi esposa, diez años menor que yo, pertenece a esa generación que nunca había visto el libro en librerías y que conocía el libro, como tú, por fotografías.
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