Versión completa de la entrevista publicada en Correo.
Javier Arévalo traspone los géneros con una novela para adolescentes que transita entre lo político y lo policial
El arte de la libertad
A Javier Arévalo la delimitación de géneros –o de público- le es indiferente: él escribe, como bien dice, porque le da la gana. Acaba de publicar El cazaba halcones (Norma, 2005), una novela para adolescentes de corte político-policial, con la que demuestra su amplitud de registro.
Carlos M. Sotomayor
Correo: ¿Pensaste en un tipo determinado de público para escribir El cazaba halcones?
Javier Arévalo: En principio no estaba pensada para ningún público, salvo para contarle a mi hijo una historia. En 1998 hubo una primera marcha de los estudiantes contra Fujimori cuando defenestraron al Tribunal Constitucional. Ese día me tocó dar una charla en la Universidad San Martín y los estudiantes me preguntaron: “Y usted qué va a hacer”. Fui a la marcha y acabé en primera fila peleando contra la policía. Mi ex mujer y mi hijo me vieron por la televisión. Ella entonces me dijo: “Ven explícale por qué, si no nosotros le hemos enseñado que hay que respetar a la policía, tú te agarras a patadas con ellos”. Entonces quise contar esa historia, de cómo el periodista más inofensivo de una sociedad acaba siendo secuestrado por un sistema corrupto. Ese fue el origen.
C: Si bien es una novela dirigida a un lector adolescente hay en ella una atmósfera política...
JA: Es una novela política y es una novela policial, también. Utiliza todos los elementos que siempre he utilizado. Lo que si se diferencia mucho es en el uso del lenguaje, de las estructuras. Aún cuando tiene sus complejidades es más bien lineal. Hay raccontos y flash back, un relato dentro de otro relato que supone un nivel de ficción que podría ser falso. No tiene la densidad estructural de Nocturno de ron y gatos ni la densidad de personajes de El beso de la flama. Es otro registro.
C: En cuanto a la estructura, si bien cada capítulo termina con un pequeño desenlace, queda siempre una interrogante a dilucidar...
JA: Yo siempre he utilizado los géneros populares que he aprendido de la tele. Y eso tiene esta novela. A mi me gustan las historias que terminan, pero que no terminan en realidad, sino que se conectan. De hecho esta novela también termina con un eslabón, hay una historia de un niño que viene de la novela anterior, Vértigo sobre la luna llena. Todas mis novelas se conectan.
C: Se trata de la historia de este muchacho Edián...
JA: Edián es un delincuente, un criminal, un vendedor de drogas y por alguna razón se empata con este chico (el protagonista de la novela). El lo dice en un momento: “este chico ama a su padre y haría cualquier cosa por él; y él quiere estar a su lado
C: Quizás a él le habría gustado tener un padre así.
JA: Sí, a lo mejor. Es un personaje vivo. Yo no puedo saber exactamente cuáles son sus sentimientos, pero sí sé que todos quisiéramos que nuestro padre fuese un héroe.
C: Con El beso de la flama consigues la internacionalización, pues se publica en España.
JA: Fue bueno salir a España y ser escritor allá, y seguir siendo medio escritor en este país. Sobre esa novela han escrito más en España que acá. La publicación es un acto comercial, la escritura es un trabajo en la fuente, y eso es impagable. Para mí ese es el trabajo fundamental. Yo escribo porque me da la gana, no espero ni reclamo nada por hacer eso. Si me publican aquí, en la China, en Tailandia o en EEUU, bacán. Que me publicaran en España, estaba previsto. Un día me van a publicar en todas partes, yo lo sé. Pero no espero que ocurra, yo sé que va a ocurrir.
C: Como una consecuencia...
JA: Claro, como una consecuencia al trabajo. Hay que trabajar también para eso. Pero yo he recibido recompensas por todos los libros que he publicado. Un día entrevisté a Bryce, por ejemplo, y él me dice: “¿Tú eres el que escribió Nocturno de ron y gatos? Yo he leído ese libro y me ha encantado, y se lo he dicho a muchos amigos”. Luego me pregunto si tenía agente literario. Le dije que no y me dijo “cómo has podido publicar tantos libros sin agente. Te voy a contactar con uno”. A las dos semanas me contactó y ese agente tiene ahora todos mis libros. Ahora, eso no significa que ya esa gente se ocupe de mi. Significa que un lector competente como Bryce hizo un reconocimiento sobre una obra mía. Y eso es halagador.
C: Acá como que no valoran a los escritores si no logran salir afuera...
JA: Claro, eso es obvio. Pasa acá, en Bolivia, en toda América, y es una mentalidad colonial. Pero les pasa a los neoyorquinos; es más importante si estrenan en Londres que en Nueva York. Aquí vives con un mar de ignorantes absolutos a quienes tienes que vender con grandes campañas que el pisco es peruano y que es un producto de exportación.
C: ¿Crees que en algún momento nuestro mercado lector pueda crecer?
JA: Mientras en las editoriales no haya gente que quiera hacer dinero con los libros, eso no va a ocurrir. Los lectores están. Sólo hay que buscarlos, seducirlos, involucrarlos, y hay muchas formas de hacerlo. Mira lo que ha pasado con Norma: ellos entran al mercado y estalla una forma de comercialización que antes no había. Los mercados no es que existan, se crean. Y para eso tiene que ver gente talentosa.
C: ¿Sigues de cerca las nuevas tendencias de nuestra la literatura actual?
JA: Cuando era periodista estaba muy al día de lo que ocurría porque trabajaba en eso. Y yo buscaba descubrir cosas, siempre; pero ahora ya no soy periodista. Entonces, la realidad que me interesa es la realidad que yo me invento. Seguir las tendencias ya no es mi trabajo. Estoy absolutamente desinformado. Ahora leo por el placer de leer. Estoy leyendo, por ejemplo, un texto de Foucault, y me encanta.
C: ¿Seguiste la polémica que se desató?
JA: Sí, el chisme si me gusta, y esa polémica se movió en base al chisme. Lo que sí he rescatado de la discusión son algunas cosas que se quedaron en el tapete. En términos ideológicos hay gente que tiene que hablar claro. Acá hubo una guerra y una dictadura. Quienes apoyaron la guerra tienen que decir: apoyamos y nos equivocamos. Yo no soy un delator si denuncio a alguien que apoyó la guerra, pongo en evidencia a alguien que lo hizo. Y eso es lo que hizo Fernando (Ampuero). Yo admiro como escritor a Miguel Gutiérrez y no creo que el comportamiento de alguien y su ideología elimine la calidad de su obra. Lo que sí creo es que si su participación ha sido peligroso, puede seguir siendo peligrosa si no pone en claro su posición.
C: ¿Cómo concibes la escritura?
JA: A mi escribir no me causa dolor, me causa muchísimo placer. He viajado por el mundo porque soy escritor, me han aplaudido porque soy escritor, me han insultado porque soy escritor. Me ha pasado de todo por ser escritor. Y eso es básicamente lo que soy: escritor. La única diferencia entre alguien que escribe y alguien que escribe también, es que uno de ellos publica. Yo he tenido la suerte de ser publicado y espero seguir teniendo la suerte de ser publicado.
Javier Arévalo traspone los géneros con una novela para adolescentes que transita entre lo político y lo policial
El arte de la libertad
A Javier Arévalo la delimitación de géneros –o de público- le es indiferente: él escribe, como bien dice, porque le da la gana. Acaba de publicar El cazaba halcones (Norma, 2005), una novela para adolescentes de corte político-policial, con la que demuestra su amplitud de registro.
Carlos M. Sotomayor
Correo: ¿Pensaste en un tipo determinado de público para escribir El cazaba halcones?
Javier Arévalo: En principio no estaba pensada para ningún público, salvo para contarle a mi hijo una historia. En 1998 hubo una primera marcha de los estudiantes contra Fujimori cuando defenestraron al Tribunal Constitucional. Ese día me tocó dar una charla en la Universidad San Martín y los estudiantes me preguntaron: “Y usted qué va a hacer”. Fui a la marcha y acabé en primera fila peleando contra la policía. Mi ex mujer y mi hijo me vieron por la televisión. Ella entonces me dijo: “Ven explícale por qué, si no nosotros le hemos enseñado que hay que respetar a la policía, tú te agarras a patadas con ellos”. Entonces quise contar esa historia, de cómo el periodista más inofensivo de una sociedad acaba siendo secuestrado por un sistema corrupto. Ese fue el origen.
C: Si bien es una novela dirigida a un lector adolescente hay en ella una atmósfera política...
JA: Es una novela política y es una novela policial, también. Utiliza todos los elementos que siempre he utilizado. Lo que si se diferencia mucho es en el uso del lenguaje, de las estructuras. Aún cuando tiene sus complejidades es más bien lineal. Hay raccontos y flash back, un relato dentro de otro relato que supone un nivel de ficción que podría ser falso. No tiene la densidad estructural de Nocturno de ron y gatos ni la densidad de personajes de El beso de la flama. Es otro registro.
C: En cuanto a la estructura, si bien cada capítulo termina con un pequeño desenlace, queda siempre una interrogante a dilucidar...
JA: Yo siempre he utilizado los géneros populares que he aprendido de la tele. Y eso tiene esta novela. A mi me gustan las historias que terminan, pero que no terminan en realidad, sino que se conectan. De hecho esta novela también termina con un eslabón, hay una historia de un niño que viene de la novela anterior, Vértigo sobre la luna llena. Todas mis novelas se conectan.
C: Se trata de la historia de este muchacho Edián...
JA: Edián es un delincuente, un criminal, un vendedor de drogas y por alguna razón se empata con este chico (el protagonista de la novela). El lo dice en un momento: “este chico ama a su padre y haría cualquier cosa por él; y él quiere estar a su lado
C: Quizás a él le habría gustado tener un padre así.
JA: Sí, a lo mejor. Es un personaje vivo. Yo no puedo saber exactamente cuáles son sus sentimientos, pero sí sé que todos quisiéramos que nuestro padre fuese un héroe.
C: Con El beso de la flama consigues la internacionalización, pues se publica en España.
JA: Fue bueno salir a España y ser escritor allá, y seguir siendo medio escritor en este país. Sobre esa novela han escrito más en España que acá. La publicación es un acto comercial, la escritura es un trabajo en la fuente, y eso es impagable. Para mí ese es el trabajo fundamental. Yo escribo porque me da la gana, no espero ni reclamo nada por hacer eso. Si me publican aquí, en la China, en Tailandia o en EEUU, bacán. Que me publicaran en España, estaba previsto. Un día me van a publicar en todas partes, yo lo sé. Pero no espero que ocurra, yo sé que va a ocurrir.
C: Como una consecuencia...
JA: Claro, como una consecuencia al trabajo. Hay que trabajar también para eso. Pero yo he recibido recompensas por todos los libros que he publicado. Un día entrevisté a Bryce, por ejemplo, y él me dice: “¿Tú eres el que escribió Nocturno de ron y gatos? Yo he leído ese libro y me ha encantado, y se lo he dicho a muchos amigos”. Luego me pregunto si tenía agente literario. Le dije que no y me dijo “cómo has podido publicar tantos libros sin agente. Te voy a contactar con uno”. A las dos semanas me contactó y ese agente tiene ahora todos mis libros. Ahora, eso no significa que ya esa gente se ocupe de mi. Significa que un lector competente como Bryce hizo un reconocimiento sobre una obra mía. Y eso es halagador.
C: Acá como que no valoran a los escritores si no logran salir afuera...
JA: Claro, eso es obvio. Pasa acá, en Bolivia, en toda América, y es una mentalidad colonial. Pero les pasa a los neoyorquinos; es más importante si estrenan en Londres que en Nueva York. Aquí vives con un mar de ignorantes absolutos a quienes tienes que vender con grandes campañas que el pisco es peruano y que es un producto de exportación.
C: ¿Crees que en algún momento nuestro mercado lector pueda crecer?
JA: Mientras en las editoriales no haya gente que quiera hacer dinero con los libros, eso no va a ocurrir. Los lectores están. Sólo hay que buscarlos, seducirlos, involucrarlos, y hay muchas formas de hacerlo. Mira lo que ha pasado con Norma: ellos entran al mercado y estalla una forma de comercialización que antes no había. Los mercados no es que existan, se crean. Y para eso tiene que ver gente talentosa.
C: ¿Sigues de cerca las nuevas tendencias de nuestra la literatura actual?
JA: Cuando era periodista estaba muy al día de lo que ocurría porque trabajaba en eso. Y yo buscaba descubrir cosas, siempre; pero ahora ya no soy periodista. Entonces, la realidad que me interesa es la realidad que yo me invento. Seguir las tendencias ya no es mi trabajo. Estoy absolutamente desinformado. Ahora leo por el placer de leer. Estoy leyendo, por ejemplo, un texto de Foucault, y me encanta.
C: ¿Seguiste la polémica que se desató?
JA: Sí, el chisme si me gusta, y esa polémica se movió en base al chisme. Lo que sí he rescatado de la discusión son algunas cosas que se quedaron en el tapete. En términos ideológicos hay gente que tiene que hablar claro. Acá hubo una guerra y una dictadura. Quienes apoyaron la guerra tienen que decir: apoyamos y nos equivocamos. Yo no soy un delator si denuncio a alguien que apoyó la guerra, pongo en evidencia a alguien que lo hizo. Y eso es lo que hizo Fernando (Ampuero). Yo admiro como escritor a Miguel Gutiérrez y no creo que el comportamiento de alguien y su ideología elimine la calidad de su obra. Lo que sí creo es que si su participación ha sido peligroso, puede seguir siendo peligrosa si no pone en claro su posición.
C: ¿Cómo concibes la escritura?
JA: A mi escribir no me causa dolor, me causa muchísimo placer. He viajado por el mundo porque soy escritor, me han aplaudido porque soy escritor, me han insultado porque soy escritor. Me ha pasado de todo por ser escritor. Y eso es básicamente lo que soy: escritor. La única diferencia entre alguien que escribe y alguien que escribe también, es que uno de ellos publica. Yo he tenido la suerte de ser publicado y espero seguir teniendo la suerte de ser publicado.
3 comentarios:
este tipo de auto-ensarzarse, y creerse el centro del mundo, no denota nada mas, que un complejo de superioridad, en el cual,este autor no sòlo se muestra grosero, si no arrogante, casi hasta despreciando a nuestra querida sociedad, tildàndonos siempre de ignorantes, por no querer leer relatos aburridos que resultan como hijos de la vagancia . ¿escribir?, està demostrado que cualquier persona con un coeficiente regular y una formaciòn acadèmica promedio puede imaginar y plasmar todas esas cosas que aqui este "SABIO" , quiere adjudicarse como propias.
Pues la diferencia està, en escribir algo que resulte provechoso para la sociedad en su formaciòn tècnica, humanìstica, y no sòlo como narrativas , que nos traten de hacer entender a nosotros pobres peruanos indìgenas que este tipo de arrogantes tienen que ser aplaudidos, por todas sus tonterias. No permitamos que se nos sigan tildando de ignorantes, sòlo porque algunos cuantos infames quieren a toda costa ser reconocidos.
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