martes, 18 de abril de 2006

Entrevista a Edgardo Rivera Martínez

Versión completa de la entrevista
a Edgardo Rivera Martínez que apareció
en Correo, editada, el domingo 16 de abril de 2006
Rivera Martínez concilia, en su literatura, lo andino y lo occidental

Mundos entretejidos

Edgardo Rivera Martínez acaba de publicar Danzantes de la noche y de la muerte y otros cuentos (Alfaguara, 2006), un libro en donde se aprecia, además de una prosa insuflada de lirismo y atmósferas de corte fantástico, la vigencia de un autor apasionado por su arte.

Carlos M. Sotomayor

Una característica de su literatura es la presencia armónica de lo andino con lo occidental...
A Jauja iban no sólo personas de Lima sino de Europa. Un viajero francés cuenta que hacia 1875 encontró en Jauja una pequeña sociedad cultivada conformada tanto por la clase media del lugar como por los extranjeros asentados allí. En Jauja, los curas encargados de la parroquia, desde mucho antes que yo naciera, eran franceses. Uno de ellos, generosamente, accedió a enseñarme francés. Por lo demás, algunos de mis antepasados maternos también amantes de la literatura, eran la clase media. Y tenían un piano, como el que tengo yo acá, del siglo XIX. En mi casa estábamos en contacto con los campesinos, porquen teníamos pequeñas propiedades. Hablábamos con ellos, participábamos de las fiestas. Eso explica esa cercanía de lo andino y lo universal. Reconociendo yo, como muchos de mis paisanos, que nuestras raíces eran, antes que nada, andinas.

Algunos críticos, al referirse de esta convivencia armónica, emplean el término “utopía”.
Es una utopía, pero no en lo que la palabra puede tener de un orden trazado intelectualmente y que se aspira imponer aunque sea por la fuerza, sino la utopía como algo, ojalá talvez, realizable en términos humanos. Con la globalización nos encaminamos a una desaparición de las tradiciones culturales nacionales, a la uniformalización bajo el dominio del capital y del consumo.

Sin embargo, intelectuales como Vargas Llosa manifiestan que ese es el precio para acceder al desarrollo.
Yo pienso de otra manera. Creo que se puede tener desarrollo sin sacrificar lo propio. Ahora, para un país pequeño como el Perú es bien difícil. Si estuviéramos unidos los de la comunidad andina sería más difícil que eso sucediera (sacrificar lo propio). Y seguramente eso que ese fenómeno no se va a dar en China, que tiene un poderío comercial, industrial y militar con el que puede hacer frente al imperio que es EEUU.

En su obra se observa la presencia de elementos mitológicos...
Mi primer libro de cuentos se tituló El unicornio. En ese cuento sucede que un maestro de escuela de los andes se encuentra, en su pequeño pueblo, con un unicornio nada menos, que es un ser de la mitología europea. Después yo recordé que cuando fui al altiplano hay, pues, en las fachadas, en los relieves, sirenas entre ángeles y frutos tropicales. Y las sirenas son de la mitología europea. O está presente el Amaru que sí es un ser de la mitología andina. Incluso hay un relato mío que se titula precisamente “Amaru”, y también está presente en mi novela País de Jauja.

Se observa también su afición por la mitología helénica...
Sí, porque cuando ingresé a la Universidad de San Marcos, a letras, pensé que mi camino estaba orientado a los estudios clásicos, y encontré la ayuda de Fernando Tola, un gran maestro y estudioso de la literatura clásica, formado en Europa, que después se dedicó al estudio del sánscrito y que ahora vive en Buenos Aires. Yo fui su asistente de Griego de Literatura griega. Estudié esas asignaturas a fondo.

La música es otro elemento recurrente en su literatura, incluso, en País de Jauja, el protagonista toca el piano. ¿Usted lo toca?
Tocaba. Ahora poco a poco lo he ido dejando. Pero en una época, cuando era adolescente, pensé en dedicarme a la música. Incluso fui al Conservatorio, pero vi que mi camino estaba más por las letras. Además, para la música hay que empezar muy temprano.

¿Qué le parecen los premios obtenidos recientemente por escritores peruanos?
Lo celebro, pero lamento mucho que en el Perú haya poquísimos premios literarios y que éstos no tengan la misma recompensa ni trascendencia: el COPE el Premio de Novela Corta del Banco Central de Reserva. Sólo dos veces me he presentado a concursos: con Angel de Ocongate gané el Premio de Caretas y País de Jauja fue finalista del Rómulo Gallegos. Después no, porque he pensado que mi temática no es la que prefieren las grandes editoriales. Es otro el tipo que prefiere la industria editorial: una temática actual.

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