miércoles, 23 de enero de 2008

Entrevista a JOSE MIGUEL HERBOZO


Si en el 2005 llamó la atención con un poemario sumamente interesante como Catedral, el año pasado José Miguel Herbozo confirmó sus dotes líricas al ganar el Premio Nacional de Poesía PUCP 2007 con Los ríos en invierno.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de KEYKO MONTEBLANCO

¿Cuándo empiezas a esbozar lo que luego sería Los ríos en invierno?
En realidad este libro es de bastante tiempo atrás. Es más o menos del 2004, 2005, cuando estaba terminando Catedral. En esa época leía Muerte sin fin de José Gorostiza. Y para ser honesto, desde mi lectura de ese libro ya como que tuve claro que me enfrentaba a otro tipo de poesía, un tipo de poesía que en la tradición literaria peruana no es muy visitada. Tampoco, incluso, en la hispanoamericana. Yo leí ese libro y me vinieron una serie de temas y tópicos. Desde la misma cuestión formal: versos de varias sílabas, acumulación de metros, todas estas cosas formales. Y además los temas: la marginación, la muerte, la permanencia, el cambio.

¿En qué momento le das la forma definitiva?
Para diciembre del 2006 dejé de hacer un montón de cosas para ponerme a escribir y en el verano del 2007 terminé el libro. Pero sin proponerme mandarlo al concurso de la Universidad Católica, al punto que tengo tres textos del mismo carácter que han quedado fuera.

Hay tópicos en este poemario que se repiten en tu primer libro Catedral...
Sí. Mira, yo soy consciente del tópico religioso porque desde Catedral me lo plantee así. Por esa época yo leía a Arnold Hauser. Y él explicaba, en su teoría de la catedral gótica, que es muy importante que en la arquitectura de la catedral se vea la idea de religar, pero no como esta cuestión evangélica afín al catolicismo, al cristianismo, en donde las cosas se vinculan con Dios para expresar ideas divinas. Porque religar implica estar preparado para establecer nuevas relaciones con las cosas. Mi búsqueda por el tema religioso siempre ha sido partir de allí, para pasar luego a otras cosas.

Otro tópico presente es el del temor...
En verdad eso se lo debo a una lectura a Lacan, y al concepto de fantasma: el acecho de la fantasía, de lo que se desea y que se cancela en la realidad. Por eso el libro se inicia con ese poema que se llama “Fantasmas”. Y bueno, la otra cara del deseo es el temor. Por ejemplo, el temor que estando en la Costa el mar se salga. Es un temor de algo que puede no suceder, pero que está allí.

Hay un tono trágico, de alguna manera...
Claro. En general creo que en la poesía, y no sólo hablo por mí sino también por mis contemporáneos, a pesar de que se habla de renovaciones, siento que para hacer un buen poema todavía dependemos de un tono trágico, de los temas adversos. Pienso que la cuestión celebratoria o “la poesía feliz” sólo le sale a las personas que han vivido bastante y pueden celebrar su trayectoria viéndola desde una edad mayor.

Percibo también la presencia de la muerte en el libro, al igual que en el primero...
Eso también depende mucho de mis lecturas. He estado continuamente impregnado de lecturas sobre temas como los ciclos estacionarios. Pound, Eliot son poetas que trabajan en torno a la muerte y la regeneración, al igual que los simbolistas y los poetas italianos como Leopardi. Entonces era como una dinámica que ya tal vez por exceso y de manera inconsciente también fue entrando en mi poesía. ¿Motivos personales para el tema de la muerte? Bueno, la muerte de un tío al que le dedico mi libro Catedral.

¿Qué diferencias les encuentras a tus dos poemarios?
Creo que los cambios más importantes radican en que el primero era un libro demasiado metapoético. Es verdad, está el tema religioso y el tema individual, una cuestión de identidad tal vez mía, pero es un libro demasiado metaliterario. Creo que éste sale un poco más de reflexionar sobre literatura. Además tiene otro tono.

¿Tus autores referentes?
Sobre todo Eliot ¿no? Una lectura interesante fue Ferreira Gullar. Y hay autores que estado releyendo siempre. Tal vez Cernuda, que creo es el menos español de su generación. No me gusta cierto tono de la poesía española. Y peruanos: Varela, Hinostroza, Cisneros, lo primero de Verástegui, Watanabe. Después, fue importante redescubrir a Montalbetti. Me dio mucho gusto reencontrarme con su poesía, sobre todo porque, si bien se habla de él esporádicamente, no está tan en la boca de la gente como debería.

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