jueves, 24 de enero de 2008

JUAN GONZALO ROSE


Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía: Archivo EPENSA

La leyenda ha dibujado en torno a él no sólo la idea de un bebedor impenitente, amante de la tertulia bohemia, sino también la de un poeta secuestrado por la tristeza. Quizás por aquel aura de solitario que ostentó en su vida –casi como un apostolado– o por los rasgos melancólicos de muchos de sus versos.

Sus allegados más íntimos contradicen el mito y lo recuerdan dueño de un gran sentido del humor, siempre dispuesto a la ironía desplegada en una frase mordaz. Otros, sin embargo, aseguran que ese sentido del humor lo ayudaba a combatir una insondable tristeza que lo habitaba desde hacía mucho.

Así se erigen las leyendas: muchas veces entretejidas de contradicciones que añaden una imagen de misterio a la figura del personaje. Mario Vargas Llosa subraya esto cuando señala –en el prólogo a Las nuevas comarcas (FCE, 2002)– que Rose, además de gran conversador y fabricante de ironías, “era una persona secreta, con algo misterioso y elusivo, un fondo privado que celosamente guardaba lejos de la contemplación pública”.

El inicio poético de Juan Gonzalo Rose lo sitúa al lado de Alejandro Romualdo en las filas de lo que podríamos llamar poesía comprometida. Recordemos que por aquellos años –década del cincuenta– se solía hacer la bizantina división entre los poetas “puros” y los “sociales”. Su poética tendría luego un giro, pues como señala el crítico Ricardo González Vigil –en el primer tomo de su Poesía Peruana del Siglo XX–, su inicial entusiasmo por el aprismo y el comunismo se diluiría por distintas razones (en el primer caso por el acercamiento del APRA con Odría) y devendría después “en un cristianismo de nítida conciencia social”.

González Vigil lo explica mejor cuando señala que Rose instaló “otra vertiente de depurada desnudez expresiva: la del poema que quiere ser canto esencial y anónimo; no se trata, aclaramos, de poesía pura, sino de aproximación a la lírica oral transmitida por el pueblo”. Esto lo advertimos en el poema primero de Simple canción (1960) cuando el poeta dice: “No he inventado ninguna melodía.// Los que me amaron dirán:/ ‘Conozco esta canción.../y me había olvidado de lo hermosa que era...’// Y habrá de parecerles/ la primera/ canción con que soñaron”.

Aquejado por una enfermedad, el último tramo de su vida lo recluyó del mundo y lo volvió parco. El dato biográfico, el mismo que nos dice que nació en 1928, apunta su muerte en 1983. Sin embargo, y aunque suene a gastado lugar común, su obra poética lo sobrevive. Allí radica la celebración.

OBRA POETICA REEDITADA
El Instituto Nacional de Cultura acaba de publicar, dentro de la colección dedicada a homenajear a los miembros de la Generación del 50, el libro Obra poética de Juan Gonzalo Rose. Viene con un prólogo de Esther Castañeda.

OPINION
MARCO MARTOS (Poeta)
"Es sorprendente cómo la poesía de Juan Gonzalo Rose conserva su vitalidady su gracia transcurridas varias décadas después de que fue escrita. Y en ella, la más duradera es la menos ambiciosa, es decir no la enjoyada de Las comarcas, celebrada tanto en otro tiempo, sino lo musitada de Simple canción, aquella que va de la boca a la oreja como expresión de afecto, de profundo amor".

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