martes, 2 de setiembre de 2008
Entrevista a RUBÉN SILVA sobre APOLLINAIRE
Tras dos años de la aparición del primer tomo, Rubén Silva Pretel, lingüista y traductor, continúa su ambicioso proyecto de traducir las obras completas del poeta Guillaume Apollinaire con la publicación del segundo tomo, dentro de la colección Obras esenciales que edita el Rectorado de la PUCP y que dirige Ricardo Silva Santisteban. Próximamente aparecerá un tercer tomo.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de ERICK ELCOROBARRUTIA
Apollinaire es un poeta que conjuga la tradición con la vanguardia...
Apollinaire lo que hace, como haría cualquier gran poeta, es contextualizar la tradición para decir cosas nuevas. Lo mismo hace Vallejo. Tú ves cuando Vallejo habla de la chicha, de los choclos, del maíz. Apollinaire hace siempre un diálogo entre la tradición y la vanguardia. Hasta el final de su vida. El último poema de Caligramas dice: Perdonen a este hombre que no supo decir cosas nuevas. Al poeta se le va a abrir un vasto camino de cosas nuevas que decir. Uno de sus últimos libros es una vuelta al clasicismo: metrificado, rimado.
¿Cómo se da tu acercamiento como lector a la poesía de Apollinaire?
Mi acercamiento fue desde temprano. Adolescente leí sus 2 novelitas pornográficas: primero Las hazañas de un joven Don Juan y luego Las once mil vergas. Libro este último que me sorprendió, pues además de lo explícito sexual estaba un afán por poner como protagonista al lenguaje. Típico de un poeta, pues. Años más tarde una poeta, en una reseña de El Comercio, diría que yo era un pacato, pues en mi prólogo al libro Bestiario o cortejo de Orfeo, publicado por la PUCP, dije que esos 2 libros eran menores. Menores literariamente, pero la señora era una devota del destape en literatura y yo sólo un modesto lector. Luego vendría Alcoholes, en que me sorprendió la sintonía con Vallejo, y después vino mi viaje a París.
¿Qué tan difícil fue traducir a Apollinaire?
La dificultad con Apollinaire, a pesar de la cercanía del francés con el español, es que se trata de un poeta que quiso ser pintor y utiliza la palabra como materia plástica, juega con las palabras. Y el traductor a veces no puede con ello. Yo no he puesto notas en las traducciones, primero porque el texto francés está al costado. Y segundo, porque las notas entorpecen la lectura. Ya me criticarán si la solución que he dado no está bien.
¿Qué te motivó a traducirlo?
Yo antes escribía poesía. Y para escribir algo y publicarlo hay que tener un ego muy grande. Y a mí el ego no me alcanza. Y cuando leo lo que escribí hace 15 ó 20 años, digo: Está bonito. No más. Y me digo: Si ya existen grandes poetas, para qué vas a publicar. Entonces, al leer estos poetas encuentras, primero, que hay malas traducciones. Traducciones que no han respetado el juego del autor o traducciones que se han equivocado terriblemente porque no conocían el idioma. Y una de las cosas que te anima a traducir es el reto. Por otro lado, no había obras traducidas al español. Vitam impendere amori, Las tetas de Tiresias, por ejemplo.
Entrevista publicada en Correo el martes 02/09/08.
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