martes, 18 de noviembre de 2008
Entrevista a WILLIAM OSPINA
William Ospina continúa su saga sobre el Amazonas con El país de la canela (Editorial Norma, 2008), una novela que retrata con aliento lírico las ambiciones de la conquista.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de GIULIANO
Tanto Ursúa como El país de la canela giran en torno al Amazonas, ¿cómo surge ese interés?
Bueno, desde hace tiempo leyendo las crónicas de Indias concebí la idea de contar algún episodio que me pareciera especialmente significativo de aquella época. Y ver cuánto puede el lenguaje que hablamos hoy dar razón de lo que fueron esas aventuras y esas historias de hace cinco siglos. Y cuando me encontré con los relatos y las crónicas de los primeros viajes al Amazonas me pareció que allí había una especie de fresco inmenso que valía la pena intentar narrar. Al comienzo quería hacer sólo una novela, pero a medida que fui avanzando en la búsqueda de personajes e historias, rápidamente se fueron abriendo cauces distintos.
¿Cómo fue el proceso de investigación?
Hay muchas crónicas como la de Garcilaso que abarca incluso muchas historias anteriores a la conquista, la crónica de Cieza de León. Las crónicas de las expediciones. Biografías de distintos conquistadores, libros de historia, el gran fresco que hizo William Prescott de la historia de la conquista del Perú. Uno empieza a nutrirse de distintos documentos y va encontrando datos. Todos esos datos están contados parcialmente. Yo diría que en El país de la canela lo que he hecho es armar un mosaico a partir de un montón de datos fragmentarios.
Entre los conquistadores se generaron disputas de poder...
Hay que tener conciencia de que en aquellos tiempos Europa estaba en guerra consigo misma. La guerra contra los americanos no fue una excepción. Los Tercios de España, como llamaban a sus tropas, saquearon Tenochtitlan en 1519, saquearon Cusco en 1534, pero en el 27 habían saqueado Roma. Entonces no sólo eran enemigos de los indígenas de América, parecían enemigos del género humano, estaban arrasándolo todo. Y sí, basta ver que una vez que lograron la conquista del Perú empezaron las guerras entre ellos. Y claro, tampoco eso significa que hubiesen llegado a tierras pacíficas. El Perú también estaba en guerra entre los dos herederos de Huayna Cápac.
El protagonista de la novela hace una reflexión sobre el papel que hubiese jugado Balboa si hubiese estado en el lugar de Pizarro...
Si bien la conquista fatalmente se habría dado tarde o temprano, pudo haber tenido muchas manifestaciones distintas dependiendo de quiénes fueran los conquistadores. Por ejemplo, mientras Pizarro fue tan violento e implacable frente a Atahualpa, Hernando de Soto, que era uno de sus generales, llegó a ser muy amigo de Atahualpa: le enseñó a jugar al ajedrez. Y tuvieron una amistad breve. Balboa era un hombre que si bien era muy violento y cruel en la guerra, era también capaz de respetar acuerdos y de dialogar con los indígenas en condiciones de alta política.
Mirar y entender el pasado posibilita una mirada distinta del presente...
Yo creo que la conciencia de la historia es necesaria y es útil. Y en este caso, el hablar de la conquista no es sólo hablar del pasado. Porque muchas de las consecuencias de la conquista se viven todavía como hechos tremendos de nuestra cultura contemporánea. Si Latinoamérica ya hubiese saldado sus cuentas con los indígenas y con los negros que llegaron del África, si ya se hubiese dado ese proceso de integración, de diálogo; no habría necesidad de hacer estas revisiones históricas.
*Entrevista publicada el 11/11/08 en Correo.
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