domingo, 1 de febrero de 2009
Entrevista a ANTONIO CISNEROS
Antonio Cisneros define sus viajes como aventuras culturales. Los viajes del buen salvaje (Editorial Peisa), libro que recoge sus crónicas, nos revela las peculiaridades de ciudades disímiles como Budapest o Tokio, a través de la mirada aguda del poeta.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Ilustración de IVÁN PALOMINO
Los viajes han sido y son muy importantes en tu vida.
Sin ser una propuesta de vida, como de algún modo lo es en el caso de Conrad, ni tampoco una propuesta temática, como en el caso de Salgari. Sin darme cuenta he ido viajando y viviendo fuera mucho tiempo de mi vida. Y el viaje, como una aventura espiritual, es tan común en todos los jóvenes, pero en realidad, en un momento dado quieres vivir en otra parte, que es como vivir otra de tus vidas posibles. Y hay esa tradición peruana, y latinoamericana, de viajar y establecerte en Europa. Basta ver los pasos de Vallejo, o los de tanta gente que se fueron por muchos años y que últimamente van y vuelven, como Vargas Llosa y Bryce.
Tú has vivido fuera en varias oportunidades, pero nunca con la intención de quedarte.
Es cierto. Y creo que en mi época casi nadie que se iba pensaba quedarse fuera. Casi todo el mundo iba con la idea de regresar, porque a diferencia de los viajes por necesidad -exilio o pobreza-, la aventura cultural tiene la ilusión de que tú puedes manejarla. Ahora, es cierto que hay gente que se ha ido quedando y que luego les ha costado volver. A mí mismo, por ejemplo. A mi sétimo año, cuando vivía en Niza, me daba más trabajo volver. Tengo un poema que se llama "Otra vez el invierno + dos indios de Alfredo Bryce" y que lleva un epígrafe de Bryce que dice: "Regreso al Perú, dijo sonriente y optimista. La sonrisa y el optimismo le quedaban muy mal". Pero nunca he tenido la intención de vivir fuera.
Los viajes están muy presentes en tu obra poética.
Sí, varios de mis poemarios serían otra forma de crónicas de viaje. Aunque claro, no serían crónicas de viaje porque en ellos no importa el desplazamiento sino el viaje interior. Pero sí son un buen punto de partida o un pretexto los lugares. Canto ceremonial contra un oso hormiguero es Inglaterra, Como higuera en un campo de golf es Francia, El libro de Dios y de los húngaros es Hungría, Monólogo de la casta Susana es Alemania. Más que los viajes, lo importante es vivir fuera: volver a hacerte un mundo de vecinos, de bodegas que te fían. Volver a hacerte otra vida, en realidad. Y uno se acostumbra a todo.
Otro tema recurrente en tu poesía es la familia…
Tengo poemas sobre el nacimiento de mi hija Soledad, sobre el nacimiento de Diego Cisneros, sobre la distancia entre Diego Cisneros y yo cuando me he ido de viaje, sobre el viaje de mi hija Alejandra. La familia es fundamental. Y yo soy fundamentalmente doméstico. Hay muchos mitos urbanos sobre mi persona. Pero la realidad es que soy una persona absolutamente doméstica, en estos momentos soy un feliz esposo, padre y abuelo de cinco nietos.
¿Qué recuerdas del Antonio Cisneros de Destierro, tu primer poemario?
Es una maravilla, porque el libro es prácticamente lo de menos, lo demás es el poeta. Es mi primer libro, lo publica Javier Sologuren en La rama florida: 300 ejemplares. Yo creía que realmente ese libro tenía que ser leído y apreciado. Y andaba por la calle con la sensación de que en cualquier momento alguien se me iba a acercar para que le esclareciera alguna metáfora oscura o un verso un poco complicado. Una vez en la librería Studium vi a un tipo que hojeó mi libro y lo compró. Seguí al tipo por todo Camaná, me subí a su ómnibus: quería saber cómo era mi lector. Ese era yo a los 18 años.
Si no me equivoco es Mario Benedetti quien te convence para enviar tu libro Canto ceremonial contra un oso hormiguero al Premio Casa de las Américas, que finalmente ganas.
Es verdad. Porque yo fui invitado a Cuba a un encuentro mundial, al que fueron Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre. Yo tenía los poemas que iban a conformar el libro, y Mario Benedetti tuvo buen ojo, curiosamente el ojo que no tiene para ver su propia poesía. Entonces regresé a Londres donde vivía, ajusté algunas cosas, y lo mandé.
En Hungría, si no me equivoco, tuviste un momento de reconciliación con la religión…
Yo tendría 32 años. Y un día de lluvia en Budapest, en el que tenía para escoger entre entrar en una iglesia o entrar en una cantina, finalmente entré a la iglesia. Estaban en misa vespertina, en húngaro. Y quizás por eso, porque la profunda espiritualidad es un acto sin palabras es que no era importante que yo entendiera al sacerdote haciendo la misa en húngaro.
*Entrevista publicada en Correo el domingo 01/02/09.
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2 comentarios:
hola carlos ,
te envie un correo ayer, con unos archivos de mi libro barrunto.
avisame por favor si te llegaron, mi mail es barrunto@gmail.com
por favor carlos, confirmame si te llego la informacion.
ate,
juan sandoval.-
Oquendo de Amat vuelve de la tumba y visita a Antonio Cisneros en Historias asombrosas.
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