domingo, 25 de octubre de 2009

Entrevista a JOSÉ ANTONIO BRAVO


José Antonio Bravo obtuvo, con Barrio de broncas, el Premio Nacional de Novela; sin embargo, desde hace varios años ha sido seducido por la historia. Cuando la gloria agoniza y La quimera del éxtasis son dos irrefutables evidencias de sus actuales horizontes creativos. Machipharo (Fondo Editorial de la U. Inca Garcilaso de la Vega), siempre dentro de los linderos del ensayo novelado, combina el suspenso de la trama con el rigor del dato histórico. En esta charla, Bravo nos revela pormenores sobre la escritura de este libro.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de PÁVEL UGAZ

Tú has señalado que tus libros son ensayos novelados...
José Antonio Bravo: Claro, en mi caso yo hago ensayo novelado. El ensayo novelado es una modalidad de la narrativa que generalmente se apoya en la historia, pero que procura establecer ciertos patrones verosímiles (que viene a ser la invención), ciertos patrones de la verdad (que es el discurso de la realidad). La novela histórica y la historia novelada no llevan bibliografía, el ensayo novelado debe llevar bibliografía. Hay que colocar allí, por ejemplo, qué fuentes han servido para el uso del vocabulario.

Requiere mayor rigurosidad formal...
Mira, Umberto Eco, que es un maestro a seguir en este tipo de trabajo, pone hasta apostillas, que tienen que ver con el ensayo novelado. ¿Y las apostillas qué son? Son notas aclaratorias. Hay un personaje que se llama Sgorg, que es un monje ciego que aparece en El nombre de la rosa, y que cuida la biblioteca. Entonces, Eco en sus apostillas dice que ese personaje no es otro que Borges. Es un homenaje a él.

¿Cómo surge Machipharo?
La novela tiene dos vertientes: una tiene que ver con Antonio de León Pinelo que escribió una crónica muy grande de mil páginas en donde demuestra que el Paraíso sí estuvo en América. Y que además la fruta no fue la manzana, sino el plátano. Pero claro, nadie lee mil páginas de crónicas, porque es sintaxis compleja. Y por otro lado, la Biblia, que habla de cuatro ríos del Paraíso.

Quien te sugiere escribir esta historia fue José Saramago, ¿verdad?
Sí, sucede que yo hablé de Antonio de León Pinelo en un Encuentro de escritores que hubo en Oporto. Y tuve la suerte de ser el primero en hablar en una mesa en la que estaba José Saramago y Jorge Couto. Y cuando le tocó hablar a Saramago, me miró y me dijo: "León Pinelo, el Paraíso en el nuevo mundo. Bravo, tiene ahí una novela". Pero en ese momento no agarré el disparo, me di cuenta dos o tres años después.

¿Cuánto tiempo te demandó escribir el libro? Uno encuentra en él mucha información, incluso gastronómica...
Claro, mira, casi 30 años. Porque esto no viene solo. Viene porque antes escribí Cuando la gloria agoniza y La quimera y el éxtasis. Esto es parte de un paquete grande. Después de éste va a venir La monja alférez y después Los caballeros de la capa.

¿Qué te seduce de aquella época, del siglo XVI?
La cólera. A mí me dio cólera, uno, que Ricardo Palma no hubiera escrito una novela; escribió tradiciones. Dos, que Ricardo Palma dijera que sí había escrito una novela llamada Los marañones y que los chilenos la quemaron en la guerra con Chile. Y bueno, yo he estudiado eso bastante y me parece que es una mentira de Ricardo Palma. Pero bueno, era bonito decir que la había escrito. Y tres, que teniendo tanto material con las crónicas e, inclusive, con las Tradiciones de Ricardo Palma, no surgiera como movimiento perfecto para el Perú la aparición de novelistas históricos. Entonces, reinventar la historia, es decir, la verdad pasada, para mí es un juego, una diversión.

*Entrevista publicada en Correo el domingo 25/10/09.

martes, 20 de octubre de 2009

Entrevista a ALONSO CUETO sobre JUAN CARLOS ONETTI


Alonso Cueto no es sólo un escritor reconocido, es también un lector voraz y acucioso. Confeso admirador de Juan Carlos Onetti, Cueto ha pergeñado en JCO: El soñador en la penumbra (Fondo de Cultura Económica, 2009) un diligente estudio sobre la obra del escritor uruguayo.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

¿Qué significó para ti, en 1979, conocer a Onetti, un escritor al que admiras?
Fue un encuentro importante. Yo ya era un lector devoto de Onetti. Y posiblemente no me hubiera atrevido a tener la iniciativa de conocerlo yo mismo, pero en esa época yo me ganaba la vida haciendo entrevistas para el Diario 16. Un amigo, Félix Grande, me dijo que en esos días estaba de buen humor. Cuando fui a verlo me recibió su esposa, y al poco rato apareció él, quien estaba leyendo una biografía de Raymond Chandler. Se quejaba porque había prestado a alguien ese libro, y lo habían devuelto en malas condiciones. Y me comentó sobre cómo Chandler había tenido una vida tan complicada. Que se había querido suicidar, pero había fallado el tiro. Y en esos días habían dado el Halcón maltés y hablamos de Bogart. Entonces, su esposa me dijo: por qué no le conversa de esas cosas.

¿Te dio algún consejo literario?
Yo le conté que en esa época escribía cuentos. Entonces me dio un consejo que no he olvidado: uno siempre debe escribir algo que es más bello que el silencio, que es más interesante que el silencio. También le conté que una oportunidad habíamos estado juntos en una reunión, pero que yo no me animé a acercarme a decirle cuánto lo admiraba. Le dije, además: usted debe estar harto de que se lo digan. Y él me respondió que yo debí haberme acercado porque la vanidad de un escritor no tiene límites.

Onetti proyectaba hacia fuera una imagen de huraño. Sin embargo, Vargas Llosa ha dicho que él era, en realidad, una persona frágil, vulnerable, que se escudaba en su hosquedad...
Sí, era un ser vulnerable, frágil y, además, era una persona muy sensible. Y, además, como descubrí ese día, era un tipo con mucho humor. Recuerdo mucho que un tipo que lo vio en una reunión me dijo que le parecía que no había nada falso en él. Tú ves en su narrativa una necesidad de expresión de lo esencial. Si hay algo que he aprendido con Onetti, que su narrativa establece, es que los seres humanos no pueden vivir sin sueños, sin soñar, sin los rituales del sueño. Y por otro lado, que algunas veces los seres humanos estamos más vinculados por el rencor, el odio, la venganza, que incluso por el amor.

Unas de las características de los personajes de Onetti son el escepticismo y el fracaso.
Sí, es un escepticismo frente a la realidad. Y al mismo tiempo es una afirmación de las posibilidades del sueño y del ritual del sueño. Por ejemplo, "La novia robada": la mujer se entera de la muerte de su novio, y desde entonces se pasea por el pueblo vestida con un traje de novia, que ya después de un tiempo está maltratado, sucio y roto. Pero ella sigue firme con el ideal frente a la muerte de su novio. Por supuesto se trata de una mujer ya enloquecida. Entonces, muchas veces esta afirmación del sueño supone la muerte o la locura. Es decir, la única manera que tú tienes de afirmar tus sueños en el mundo es enloqucer o perecer.

Es el destino del naufragio que es inevitable...
Sí, pero de algún modo está el tema de que los sueños son un instinto natural en el ser humano, como comer o respirar. No podemos dejar de imaginar. Y no podemos dejar de querer ser otros. Y no nos resignamos nunca, siempre soñamos con ser otros.

Otro tema recurrente en su obra es la relación entre la juventud y la vejez...
Sí, eso es bien interesante. Hay un libro de Ingenieros que apareció a comienzos del siglo XX: El hombre mediocre. Ese libro quiere demostrar que los viejos son seres moralmente incapacitados por su decadencia física, que coincide con una decadencia moral. Y lo afirma el súper hombre, que es el joven, que es toda la tradición de González Prada. Este es un tema que aparece en Onetti, sobre todo en el caso de las mujeres jóvenes.

La imagen que se tiene de los últimos años de Onetti es la de un ermitaño, recluido en su cama, en España...
Hay la leyenda de que él vivió en cama. Su mujer, Dolly, ha explicado varias veces que, finalmente, se trató de un asunto de conveniencia. Era más cómodo estar en cama, leer en cama. Esto pertenece a un hombre que nunca se interesó en la vida social. Las pocas veces que salía eran ocasiones muy importantes. Por ejemplo, cuando le dieron el Premio Cervantes. Por otro lado creo que allí también hay una lección para un escritor. Yo creo que un escritor vive desde afuera hacia adentro, no al revés. Es decir, vive asimilando lo que pasa en el mundo, lo procesa y lo convierte en una novela, un poema o una obra de teatro. La literatura es un asunto que ocurre en la soledad.


*Publicado en Correo el domingo 18/10/09.
**La fotografía que aparece aquí -que tomé yo- no aparece en la versión impresa.

martes, 6 de octubre de 2009

FONSECA: Diario de un libertino


Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR

Un nuevo libro de Rubem Fonseca aterrizó en mi mesa de noche hace un par de semanas. No se trata de su último trabajo creativo –que es Ella y otras mujeres (Norma, 2008) –, sino de uno anterior: Diario de un libertino (Norma, 2005). Arribé a la literatura de Rubem Fonseca hace varios años (creo haberlo contado antes) por recomendación de Rubén Silva. Era el último día de una Feria Internacional del Libro –que en esa época se realizaba de la Av. La Marina– y yo me encontraba en el stand de la editorial Norma con el firme propósito de comprarme algo nuevo, aprovechando las ofertas de fin de feria. Así adquirí, recuerdo, el conjunto de relatos Historias de amor y la novela Y de este mundo prostituto y vano sólo quise un cigarro entre mi mano.


Ha pasado mucho tiempo desde aquellos días. He leído otros tantos títulos de este gran escritor brasileño –distinguido nada menos que con el Premio Internacional Juan Rulfo– y ahora, me reencuentro con él a través de Diario de un libertino, novela cuya lectura he disfrutado. El protagonista es Rufus, un escritor que tuvo un gran éxito con su primera novela y que, tras la poca resonancia de sus libros posteriores, planea escribir una Bildungsroman. Sin embargo, emprende la escritura de un diario personal. Es así que nos adentramos en su peculiar existencia: su relación pasional y amoral con sus amantes. Y luego el peligroso triángulo sentimental en el que participa con una madre y su hija. Situación que le acarreará, posteriormente, una acusación de violación.

Por otro lado, encontramos en el diario una serie de reflexiones del autor sobre la creación y, sobre todo, sobre lo que él llama el “síndrome de Zuckerman”: que consiste en que los lectores –incluso los críticos literarios– asumen que el protagonista de las novelas es el mismo autor. Diario de un libertino es, sin dudas, un libro que se lee con verdadero deleite.


domingo, 4 de octubre de 2009

PAOLO GIORDANO: La soledad de los números primos


Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR

La novela, como me ocurre en ocasiones, aterrizó en mi velador de manera inesperada. Más aún tratándose de una ópera prima. Confieso que no tenía mayores referencias de su autor, el italiano Paolo Giordano, un joven licenciado en Física teórica. Y, confieso, además, la escasa curiosidad que me despertaba el hecho, palpable e ineludible, de que su novela, La soledad de los números primos (Salamandra, 2009), se había convertido, en poco tiempo, en un rotundo éxito de ventas: primero en Italia y, luego, a partir de su traducción castellana, en toda España. Mi interés tuvo otro derrotero. Recorríamos con Ericka la sección de novedades de una librería cuando ella dio con la novela de Giordano. Luego de revisar la contracarátula, me extendió el ejemplar y anunció, casi proféticamente: “Esta novela te va a gustar”. La adquirí casi sin pensarlo.
Conocedora de mis predilecciones literarias, no se equivocó. La novela en cuestión luce un ingrediente que me cautiva: personajes perturbados enfrentados contra un orden en el que no encajan. Y es que Giordano nos presenta a dos personajes, Alice y Mattia, quienes guardan un inenarrable secreto que convive con ellos, desde la infancia, casi como una pesada cruz. Alice sufre un terrible accidente de esquí -deporte que practicaba instigada por su padre- que le deja como secuela una notoria cojera. Y Mattia, por su parte, debe convivir con la culpa de la desaparición de su hermana gemela cuando eran niños.
A través de una prosa limpia y directa, Giordano nos va relatando ambas historias de manera paralela hasta que se entrecruzan. Surge así una íntima amistad entre ellos, una especie de necesaria complicidad en la cual guarecerse de la incomprensión del resto. Sin embargo, trasponer los límites de aquella amistad, hacia una relación sentimental, parece complicado entre estos dos personajes que, como los números primos, permanecen próximos, mas no se llegan a tocar. Una novela que atrapa desde un inicia y que presagia, en su autor, una futura entrega con iguales o mayores aciertos.


*Texto publicado en Correo el viernes 02/10/09.