lunes, 14 de junio de 2010

Nueva respuesta de RODOLFO HINOSTROZA a Gregorio Martínez

LA NECIA DIFAMACIÓN DE GREGORIO MARTÍNEZ
Escribe RODOLFO HINOSTROZA 

Gregorio Martínez insiste en difamarme, y ahora inventa nuevos argumentos a su favor, como si él hubiera estado en Cuba, en la guerrilla, en el ajo. Pero como probablemente se encontraba ejerciendo de guerrillero de café, con su grupito de acomplejados provincianos, no tuvo tiempo de mostrarnos lo valiente que era “con los fierros”, y ahora, medio siglo más tarde, pretende asestarnos lecciones de coraje desde su confortable residencia en los Estados Unidos. 

Martínez desde luego que no es nadie para pedirme cuentas de mis actos, y ni siquiera estuvo en Cuba en aquellos momentos, pero por respeto a la verdad histórica, voy a contar los hechos tal como me tocó vivirlos, y no como ese individuo –porque señor no es- se imagina que fueron, apoyándose en medias verdades, mentiras plenas, consignas políticas que buscan descalificar al adversario, y toda la parafernalia del difamador avezado, que la tiene bien aceitada…

A fines de julio de 1961 yo me fui, por mi propia voluntad, y con mi propia plata, a Cuba, fascinado por el ideal revolucionario, y con intenciones de quedarme a estudiar en la Isla. Me acompañaron “Chacho” Martínez y Jorge “Coco” Salazar. Cuando llegamos a La Habana, providencialmente llegó una delegación peruana presidida por Alfonso Barrantes, que era amigo de mi familia, e hizo que nos incorporaran a ella. Al mes nos informaron que se nos vencía la visa, y que teníamos que regresar al Perú. Pero yo tenía 19 impetuosos años, y no podía aceptarlo. De modo que pedí una cita con la legendaria Haydee Santa María, directora de la “Casa de las Américas”, que ella, inopinadamente, me concedió. 

Era una hermosa y opulenta rubia en la cuarentena, muy maternal, y debí caerle en gracia porque después de escucharme, me dijo que la revolución necesitaba de jóvenes idealistas como yo etc. etc. y se estaba implementando un Plan de Becas Universitarias para toda la América Latina, con el magisterio nada menos que de Jean-Paul Sartre, y Waldo Frank, entre otras celebridades. Luego me propuso que yo lleve el Plan de Becas al Perú, y regrese a Cuba con los demás becados. Acepté, entusiasmado, y quedamos en vernos el miércoles allí mismo, porque ella residía en Varadero a causa de la aguda asma que la aquejaba. El miércoles estaba hospitalizada por un ataque de asma, y no pudo concurrir a la cita. Y el viernes ya tenía que irme. 

El único peruano que yo conocía en Cuba era el humorista Luis Felipe Angell, “Sofocleto”, y tuve la enorme imprudencia de confiarme a él sin conocer su verdadera catadura moral. Le conté pues el asunto de las becas, y le pedí que hiciera el seguimiento, porque yo quería estudiar literatura inglesa en la Universidad de la Habana. Lo que yo no podía saber era que Sofocleto, que estaba en Cuba de hueleguisos, iba a desviar el Plan de Becas, para vendernos, como un paquete de carne de cañón, a los militares cubanos . Y a los 3 meses Sofo se apareció por Lima, trayendo el “plan de becas” ya trafeado. Lo primero que me dijo fue: “Tú ya tienes tu beca, y con saludos de Haydee Santa María!”

Partimos pues los 74 becarios a Cuba en 1962, y cuando nos dimos cuenta de que todo había sido una gran mentira para embarcarnos en un loco proyecto guerrillero, era demasiado tarde. Si bien al principio se nos dijo que “éramos libres de escoger los estudios o las guerrillas”, una vez que escogimos se exaltó a los guerrilleros como héroes, y se nos escarneció a los estudiantes como cobardes y traidores, en una tenaz difamación, que allí nació y se ha arrastrado, como una víbora, durante 50 años. Y además nuestra vida fue un infierno durante los casi dos años que yo estuve en Cuba, porque no nos permitieron regresar al Perú bajo pretexto de que “sabíamos demasiado”. Estábamos, en la práctica, secuestrados por el gobierno cubano, y no teníamos ni siquiera embajada. En esas circunstancias escribí “Consejero del Lobo”.

Aclaro a Martínez, para su información, que de los 70 estudiantes hombres que fuimos a la Habana, poco menos de la mitad escogió las guerrillas, y se distribuyeron así: unos 20 para el ELN, y unos 10 para el MIR, y el resto eligió los estudios, o sea que fuimos 40 los que jamás tuvimos entrenamiento, ni fundamos el ELN, ni fuimos guerrilleros, entre ellos Mario Razzeto, que es citado nominalmente por Martínez como fundador del ELN. Y obviamente los 40 estudiantes, no “abandonaron cobardemente a sus compañeros del ELN” cuando se fueron al monte. Esa es una ridícula difamación de los castristas, que Gregorio Martínez, en su pretenciosa ignorancia, recoge como cierta, y tendrá que sostener ante la justicia de mi país. Aún hay muchos testigos de lo que aquí asevero, a quienes oportunamente se les pedirá su testimonio dentro de la denuncia por Difamación Agravada que estoy presentando al Poder Judicial contra Gregorio Martínez. Es muy fácil tirar la piedra y esconder la mano, como suelen hacerlo los cobardes. Que Martínez, que alardea de hombría y de conductas éticas, responda entonces a la justicia, como un verdadero hombrecito. 

Todo este desagradable asunto se ha suscitado por un artículo mío sobre Javier Heraud, donde tomé posición en contra de la guerrilla que se quería formar. Pero si bien se mira, los hechos me han dado la razón: el ELN fue derrotado y diezmado, ninguna revolución “foquista” en América Latina triunfó, todas fueron derrotadas y algunas aniquiladas, y hoy Cuba, gracias a la feroz y vitalicia dictadura de los hermanos Castro, ha pasado, en el lapso de medio siglo, a ser un país tan pobre e inviable como Haití. Si Javier Heraud hubiera creído en mis sólidos argumentos y no en aquellos endebles y oportunistas de los castristas, no hubiera muerto inútilmente. Aún estaría vivo, y sería, a no dudarlo, un gran poeta y seguramente, un gran cineasta. Pero no un héroe, claro está. 

Lima, 13.06.2010

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