No es común que un primer libro alcance grandes niveles de eficacia, y es menos frecuente que, luego de varios años, logre reeditarse. Ricardo Sumalavia lo ha conseguido con Habitaciones (Estruendomudo, 2005), eficiente conjunto de cuentos que ya va por la tercera edición.
Carlos M. Sotomayor
Correo: Habitaciones, a pesar de una primera edición austera, ha logrado abrirse paso y ya va por la tercera edición...
Ricardo Sumalavia: Es curioso como este libro se ha ido forjando una trayectoria inesperada. Como tú sabes, la primera edición apareció con el único fin de ser distribuida entre un grupo de amigos, con unos doscientos ejemplares. Con los años, el libro ha ido un poco de mano en mano y por ahí recayó en lectores más dispuestos a ese tipo de narrativa que en su momento de aparición no se pudo apreciar en toda su dimensión. Y ahora, cuando hablamos más de una cualidad del lenguaje y estamos más abiertos a las propuestas literarias, creo que una propuesta como la de Habitaciones, si bien es cierto ya no es novedad, puede cautivar a un buen grupo de lectores.
C: Los cuentos de Habitaciones a pesar de ser independendientes entre sí dan la sensación de unidad.
RS: Siempre he tratado al momento de escribir un libro armar un conjunto orgánico, un poco llevándome por los modelos de la poesía, por los poemarios. Me gusta ofrecer historias vinculadas con algunos vasos comunicantes, en algunos momentos más obvios y en otros, la mayoría, más sutiles. Y así tener una construcción indivisible. Quizás en el primer libro se fue dando solo, pero en los siguientes sí fue mucho más racional.
C: De tus libros se desprenden algunos temas como la amistad, lo filial, el amor y la soledad...
RS: Todos esos temas para mí, tal como lo puedo ver ahora, están articulados, condicionados, por el sujeto urbano, Lima en particular. Busco responderme cómo se dan estas relaciones filiales, sentimentales, en este espacio, en esta ciudad. Claro, ello no significa que esté tratando de dar un testimonio de Lima o retratar al limeño de finales del siglo XX o comienzos del XXI. Eso no me interesa.
C: En tu narrativa se percibe la exploración por las cosas ocultas, veladas...
RS: El juego es contar una historia, una anécdota, pero que se perciba, se intuya, que hay otra historia inasible detrás de ella. En mis cuentos muestro una cortina que pretendo esté bien urdida. Espero que detrás de ella siempre haya algo.
C: La brevedad de Habitaciones ¿es de alguna manera el embrión de Enciclopedia mínima?
RS: Por la brevedad sí, aunque la sensibilidad de lo breve está también en Retratos familiares. En Enciclopedia mínima traté de retomar la concisión y los recursos técnicos y de experimentación de Habitaciones, pero con la madurez que creo haber alcanzado en con Retratos familiares. Además, el microrrelato me empezó a ofrecer nuevas posibilidades de expresión, como el humor y la ironía, elementos que no están en Habitaciones y Retratos familiares.
C: ¿Cómo ves a la distancia la aparición de tu generación en la escena literaria?
RS: Es cierto que a inicios de los noventa un grupo de jóvenes narradores se alejó de una manera muy consciente de toda referencialidad local, de todo compromiso de denuncia social a través de su narrativa. Claro, no se puede negar que también en la narrativa peruana hay antecedentes de esta postura. Sin embargo, ese punto de quiebre, esa hora de respuesta, los vemos ahora, a la distancia. Quizás en ese momento se vio como propuestas individuales y no en la real dimensión que quizás merecía. El asunto es que luego se privilegiaron otras formas, como una narrativa con un lenguaje mucho más directo, con tema juvenil y dirigido, principalmente, al lector joven. Pero esas estrategias narrativas se saturaron rápidamente; entonces, cuando llegamos a estos últimos años, se da una nueva mirada, una nueva lectura a esos textos que habían sido algo marginales, laterales a comienzos de los noventa. Y una muestra quizás sea la publicación de Habitaciones.
C: ¿Qué te parece esta nueva “generación” de autores jóvenes como Castañeda, Page y Gallardo?
RS: Te puedo decir que me gusta lo que escriben, pero que puede ser prematuro establecer una idea de generación a partir de tres libros.
C: ¿Cómo podrías definir tu propuesta narrativa?
RS: Toda aproximación que ofrezca para racionalizar mis escritos va a ser insuficiente. A lo mejor ello se deba a que, para mí, paradójicamente, todo cuento es un intento, una vía, pero también es su propio fin, el punto de llegada que llevamos a cuestas.
(Versión completa de la editada que aparece en el diario Correo)
viernes, 29 de abril de 2005
domingo, 24 de abril de 2005
Lo mejor del 2004
Novela:
Blues de un gato viejo, Oscar Málaga
Casa de Islandia. Luis Hernán Castañeda
Cuento:
Enciclopedia mínima, Ricardo Sumalavia
Cuentos completos, Carlos E. Zavaleta
Poesía:
Obras completas, Javier Sologuren
Desequilibrios, Jorge Frisancho
Ensayo:
La caza del cuento, Roberto Reyes
La tentación de lo imposible, Mario Vargas Llosa
Blues de un gato viejo, Oscar Málaga
Casa de Islandia. Luis Hernán Castañeda
Cuento:
Enciclopedia mínima, Ricardo Sumalavia
Cuentos completos, Carlos E. Zavaleta
Poesía:
Obras completas, Javier Sologuren
Desequilibrios, Jorge Frisancho
Ensayo:
La caza del cuento, Roberto Reyes
La tentación de lo imposible, Mario Vargas Llosa
sábado, 23 de abril de 2005
Mesa de Noche
En estos momentos estoy por terminar País de nieve de Kawabata. Maravillosas descripciones y un deslumbrante manejo de sugestivas atmósferas. Toda una eclosión de sensaciones. Paralelamente estoy releyendo, con el mismo placer de la primera vez, Habitaciones (en tercera edición, esta vez bajo el sello de Estruendomudo) del entrañable y apreciado Ricardo Sumalavia. Gran lector de Kawabata, por cierto.
También he empezado a leer las traducciones de poesía y narrativa japonesas realizadas por el insigne poeta Javier Sologuren. Esto debido a la aparición reciente de los tomos IV, V y VI de sus obras completas. Un plausible esfuerzo de la PUCP y de mi apreciado maestro Ricardo Silva Santisteban.
También he empezado a leer las traducciones de poesía y narrativa japonesas realizadas por el insigne poeta Javier Sologuren. Esto debido a la aparición reciente de los tomos IV, V y VI de sus obras completas. Un plausible esfuerzo de la PUCP y de mi apreciado maestro Ricardo Silva Santisteban.
Bajo la mira de Thays
Su programa de TV Vano Oficio va rumbo a su quinta temporada. Autor de un conjunto de cuentos y tres novelas, y diligente comentarista de libros en una conocida revista del medio, Iván Thays resulta una voz autorizada para delinear nuestro escenario literario.
M. Eráusquin / C. Sotomayor
CS: ¿Cómo ves a esta nueva camada de autores jóvenes que han aparecido, como Luis Hernán Castañeda, Johann Page y Carlos Gallardo, cuyo registro narrativo es totalmente opuesto al de los jóvenes de inicios de los noventa?
Iván Thays: Yo creo que de alguna manera ellos han retomado lo que tanto Mario Bellatin, Ricardo Sumalavia y yo pretendíamos a inicios de los noventa, una literatura basada en el lenguaje, en las atmósferas, más que en los temas costumbristas o realistas. Es cierto que esa propuesta nuestra no fue seguida por los que vinieron después, pues aquellos que Reynoso llamaba “novísimos” empezaron a hablar sobre drogas, sexo, violencia. Sin embargo, estos autores que mencionas han retomado esa idea. Aparte del talento que tienen me impresiona su precocidad. Comparto con Agreda la idea de que son libros de adolescentes, pero más que sobre adolescentes, escriben como adolescentes. A nivel temático son algo inmaduros, pero eso no quita en nada la calidad de su prosa. Por ejemplo, La casa de cartón es una novela de adolescentes escrita por un adolescente.
ME: Por que crees que después de Vargas Llosa o Bryce no ha surgido un escritor de esa envergadura?
IT: España, en la época en que habló muy bien de Vargas llosa estaba dispuesta a hablar muy bien de autores latinoamericanos. Ahora están dispuestos a publicar pero no a hablar muy bien. Hay un enorme menosprecio por la literatura latinoamericana. Por eso es muy difícil que un escritor como Fuguet, Volpi, Fresán o Bellatín consigan en España el consenso de que son autores de primer nivel. Por rebote el consenso peruano siempre se debe al consenso internacional. Yo no sé si Bryce o Vargas Llosa hubiesen tenido el consenso peruano si no hubieran tenido el consenso internacional.
ME: En el mercado latinoamericano siempre escuchamos los mismos nombres: Fuguet, Andahazi, y nosotros como que nos quedamos un poco rezagados. ¿Qué cosa nos falta para tener esa presencia?
IT: Una cosa hay que tener presente. Se crean autores por la necesidad del mercado. En países como Chile o Argentina es más fácil crear autores porque hay un mercado para esos autores. El simple hecho de que Planeta esté en Chile o Argentina hace que ellos necesiten autores locales. En ese sentido la piratería es dañina. Publicar a un autor peruano en Planeta, no les va a servir de nada. Qué hacen ellos vendiendo a un escritor como Santiago Roncagliolo o Benavides cuando el mercado local, que debía ser su fuerte, es tan pequeño, y el mercado español siempre los va a mezquinar. Porque no creas que Fuguet o Andahazi venden mucho en España, venden más en sus países. Yo creo que el problema pasa por el mercado. El mercado exige insumos nacionales cuando existe una demanda nacional.
ME: ¿La gente lee en el Perú?
IT: Es un grupo minúsculo pero muy disperso. Está en el sector A, B, C, D, en Lima, en provincias. Por ejemplo, a diferencia de los diarios o los suplementos culturales que se dirigen a un sector determinado, el programa de televisión va a todos lados. Yo no sé si leerán, porque incluso en provincias hay muchos problemas para conseguir el libro, ni siquiera te digo para comprarlo sino para que llegue.
ME: ¿Tú eres escritor y crítico, juez y parte, en algún momento te habrás sentido muy incómodo?
IT: Yo he dividido muy bien mis facetas, digamos. En un principio, en Vano oficio ejercía una crítica lapidaria y eso me molestaba. Entonces decidí que el programa debía ser de difusión sin que yo opinara. Yo tengo mi otra parte, mi otra parcela, de comentarista de libros en Caretas donde sí me atrevo a decir lo que pienso. Lo que sucede es que a veces invito al programa a un autor con el que conversamos muy bien, pero luego sale la crítica y ésta es lapidaria.
ME: ¿Una especie de Mr. Hyde y Dr Jekyll?
IT: Porque el programa es difusión, es para saber que el libro existe, para que el autor dé su opinión, hable. En Caretas son mis comentarios como lector. Yo, cuando conversé con Jaime Bedoya, quedé muy claro, y creo que fue lo que a él le gustó, en que iba a comentar como un escritor que lee libros. Yo no soy un crítico literario. Y me atrevo a hacerlo porque mi nombre está más ligado a la escritura que a la crítica. Un escritor que lee libros y comenta. Y los comentarios deben entenderse así.
CS: Además de los autores que mencionamos en un inicio ¿percibes otra voz interesante?
IT: No. Lo que le ha hecho mucho daño a la literatura peruana esa división que han hecho muchos autores entre la temática y la prosa. Entonces cuando uno tiene una prosa elaborada y trabajada, su temática se vuelve muy oscura. Y el otro que quiere hablar cosas reales y cree que eso la da carta blanca para no fijarse en la prosa. Yo sí siento que la literatura peruana ha tenido un bajón respecto a la latinoamericana. Yo leo, por ejemplo, a autores latinoamericanos jóvenes y veo que hay trabajo. Y eso no ocurre en el Perú.
ME: Da la impresión de que ya no escriben cosas que al lector lo muevan, que lo puedan desgarrar.
IT: Ahora la literatura se ha dividido en dos. El que escribe una obra que lo puedan desgarrar, escribe con un lenguaje muy simple. Y el que escribe con un lenguaje muy culto, muy inteligente, muy elaborado, escribe cosas muy herméticas, que no pueden desgarrar al lector. Yo creo que la exigencia de cualquier escritor es el lenguaje, y ya después puede ver el tema.
ME: ¿Por qué crees que Jaime Bayly no es un buen escritor?
IT: Quizás por que pertenece al tipo de escritores para los cuales el lenguaje tiene un valor instrumental, digamos, que no llega a ser el protagonista de sus obras. Ese es el primer problema de Bayly, nunca se preocupa ni por la estructura, ni por lenguajes, ni por personajes, ni por hacer verosímiles sus historias. Lo que quiere es contar, y eso en literatura es inaceptable.
ME: ¿Stephen King?
IT: Yo creo que Stephen King es como Spielberg, alguien que sabe hacer muy bien su producto. Alguien que hace best sellers de una enorme factura, tanto que cualquiera, incluso un escritor, podría encontrar allí cosas interesantes. A nivel de Best seller es uno de los que mejor consigue hacer un producto bueno. Sin embargo, nunca voy a poder comparar un libro de King con un cuento de cheever. Se manejan en dos universos distintos, y lo saben los dos.
CS: Belletín resalta de su generación el hecho de que cada uno ha marcado su propio camino. ¿Opinas lo mismo?
IT: Claro, yo creo que eso fue lo mejor que ocurrió con nosotros. Ya no había la idea de hacer lo mismo, sino que cada uno hiciera las cosas por su cuenta, trabajar estéticas privadas, estilos propios. Eso me parece muy propio. Y yo creo que eso ocurre con los autores más jóvenes. Los libros de Gallardo y Castañeda se parecen, pero si uno los lee atentamente notará que son más las diferencias que las similitudes. Y eso me parece muy bien, así debería ser siempre.
ME: ¿Y las supuestas argollas en los medios? ¿Es verdad?
IT: Yo creo que eso se ha sobrevalorado. Eso es un poco la angustia de determinadas personas de sentir que no pueden acceder a tal sitio o tal otro. Entonces dicen, ah, la argolla. Es más fácil pensar eso a pensar “no escribí bien”. Es cierto que en la literatura existen muchos amigos. Yo me considero un buen amigo de Alonso Cueto. Incluso tenemos un proyecto en común, el crear una escuela de escritura. A mi me encanta su obra y a él le gusta mi obra. Pero nunca haría yo algo para conseguir algo de él.
ME: ¿Harías una crítica de algún libro suyo?
IT: Yo he preferido no hacer críticas de amigos, aún sea bueno o malo el libro. Prefiero no meterme con libros de amigos míos pues pienso que a ellos les interesa que yo les opine personalmente. Por ejemplo, el último libro de Mario Bellatín, Lecciones para una liebre muerta me parece extraordinario. Lo mejor que ha escrito Mario. Pero él sabe que yo no lo voy a decir en una reseña.
CS: Bellatín ha logrado una obra muy particular
IT: Mario es una persona que se arriesga siempre. Mario podría haber sido muy feliz y tener una enorme fama si hubiese seguido escribiendo Salón de belleza por montones. Quizás, si hay algo que le falta a la literatura peruana es el riesgo. Creo que son dos problemas: la falta de riesgo y la enorme seriedad, se toman muy en serio. Yo creo que un escritor debe tener la posibilidad de pensar que no todo es tan importante, que todo puede ser una broma.
CS: ¿A qué atribuyes esto?
IT: El modelo del escritor peruano es Sábato, y para mí es un modelo completamente descartable. Es una especie de San Juan Bautista, que siempre está dando consejos morales. Descartable como modelo, como autor puede tener cosas valiosas.
CS: La última vez que hablamos me contaste de dos novelas ¿cómo van?
IT: Tengo muchas posibilidades de publicar, como no las había tenido: tengo ofertas, un agente literario. Pero el nacimiento de mi hijo, y todo lo que implica ese acontecimiento, hace que yo no me descubra en los libros que he escrito antes, salvo Escena de caza. Eso ha hecho que yo reformule los libros que he estado escribiendo. Yo tenía, como tú sabes, dos proyectos. Uno de esos ya lo cancelé: era la continuación de El viaje interior. Y el otro proyecto es el trabajo sobre un escritor, una especie de biografía novelada de un escritor. Aunque no lo he cancelado, no tengo interés en publicarlo. Ahora he escrito un libro que va en la onda de un cuento llamado “Limber” que publiqué en El país.
CS: ¿Cuándo saldría el libro?
IT: Está terminado, pero aún lo quiero mantener conmigo porque ha sido un libro escrito durante mucho tiempo y con mucho dolor. Fueron dos años de sufrimiento continuo, porque yo me separé de mi mujer, tuve un hijo. A la gente que lo ha leído le ha gustado mucho, pero yo aún tengo mis reparos por publicar un libro que tenga que ver con un momento en mi vida tan dramático. Preferiría guardarlo un poco y ver si realmente he logrado trasmitir cosas o simplemente he botado cosas.
(Versión casi completa de la reducida que, por motivos de espacio, aparece en el diario Correo (domingo 24 de abril de 2005)
M. Eráusquin / C. Sotomayor
CS: ¿Cómo ves a esta nueva camada de autores jóvenes que han aparecido, como Luis Hernán Castañeda, Johann Page y Carlos Gallardo, cuyo registro narrativo es totalmente opuesto al de los jóvenes de inicios de los noventa?
Iván Thays: Yo creo que de alguna manera ellos han retomado lo que tanto Mario Bellatin, Ricardo Sumalavia y yo pretendíamos a inicios de los noventa, una literatura basada en el lenguaje, en las atmósferas, más que en los temas costumbristas o realistas. Es cierto que esa propuesta nuestra no fue seguida por los que vinieron después, pues aquellos que Reynoso llamaba “novísimos” empezaron a hablar sobre drogas, sexo, violencia. Sin embargo, estos autores que mencionas han retomado esa idea. Aparte del talento que tienen me impresiona su precocidad. Comparto con Agreda la idea de que son libros de adolescentes, pero más que sobre adolescentes, escriben como adolescentes. A nivel temático son algo inmaduros, pero eso no quita en nada la calidad de su prosa. Por ejemplo, La casa de cartón es una novela de adolescentes escrita por un adolescente.
ME: Por que crees que después de Vargas Llosa o Bryce no ha surgido un escritor de esa envergadura?
IT: España, en la época en que habló muy bien de Vargas llosa estaba dispuesta a hablar muy bien de autores latinoamericanos. Ahora están dispuestos a publicar pero no a hablar muy bien. Hay un enorme menosprecio por la literatura latinoamericana. Por eso es muy difícil que un escritor como Fuguet, Volpi, Fresán o Bellatín consigan en España el consenso de que son autores de primer nivel. Por rebote el consenso peruano siempre se debe al consenso internacional. Yo no sé si Bryce o Vargas Llosa hubiesen tenido el consenso peruano si no hubieran tenido el consenso internacional.
ME: En el mercado latinoamericano siempre escuchamos los mismos nombres: Fuguet, Andahazi, y nosotros como que nos quedamos un poco rezagados. ¿Qué cosa nos falta para tener esa presencia?
IT: Una cosa hay que tener presente. Se crean autores por la necesidad del mercado. En países como Chile o Argentina es más fácil crear autores porque hay un mercado para esos autores. El simple hecho de que Planeta esté en Chile o Argentina hace que ellos necesiten autores locales. En ese sentido la piratería es dañina. Publicar a un autor peruano en Planeta, no les va a servir de nada. Qué hacen ellos vendiendo a un escritor como Santiago Roncagliolo o Benavides cuando el mercado local, que debía ser su fuerte, es tan pequeño, y el mercado español siempre los va a mezquinar. Porque no creas que Fuguet o Andahazi venden mucho en España, venden más en sus países. Yo creo que el problema pasa por el mercado. El mercado exige insumos nacionales cuando existe una demanda nacional.
ME: ¿La gente lee en el Perú?
IT: Es un grupo minúsculo pero muy disperso. Está en el sector A, B, C, D, en Lima, en provincias. Por ejemplo, a diferencia de los diarios o los suplementos culturales que se dirigen a un sector determinado, el programa de televisión va a todos lados. Yo no sé si leerán, porque incluso en provincias hay muchos problemas para conseguir el libro, ni siquiera te digo para comprarlo sino para que llegue.
ME: ¿Tú eres escritor y crítico, juez y parte, en algún momento te habrás sentido muy incómodo?
IT: Yo he dividido muy bien mis facetas, digamos. En un principio, en Vano oficio ejercía una crítica lapidaria y eso me molestaba. Entonces decidí que el programa debía ser de difusión sin que yo opinara. Yo tengo mi otra parte, mi otra parcela, de comentarista de libros en Caretas donde sí me atrevo a decir lo que pienso. Lo que sucede es que a veces invito al programa a un autor con el que conversamos muy bien, pero luego sale la crítica y ésta es lapidaria.
ME: ¿Una especie de Mr. Hyde y Dr Jekyll?
IT: Porque el programa es difusión, es para saber que el libro existe, para que el autor dé su opinión, hable. En Caretas son mis comentarios como lector. Yo, cuando conversé con Jaime Bedoya, quedé muy claro, y creo que fue lo que a él le gustó, en que iba a comentar como un escritor que lee libros. Yo no soy un crítico literario. Y me atrevo a hacerlo porque mi nombre está más ligado a la escritura que a la crítica. Un escritor que lee libros y comenta. Y los comentarios deben entenderse así.
CS: Además de los autores que mencionamos en un inicio ¿percibes otra voz interesante?
IT: No. Lo que le ha hecho mucho daño a la literatura peruana esa división que han hecho muchos autores entre la temática y la prosa. Entonces cuando uno tiene una prosa elaborada y trabajada, su temática se vuelve muy oscura. Y el otro que quiere hablar cosas reales y cree que eso la da carta blanca para no fijarse en la prosa. Yo sí siento que la literatura peruana ha tenido un bajón respecto a la latinoamericana. Yo leo, por ejemplo, a autores latinoamericanos jóvenes y veo que hay trabajo. Y eso no ocurre en el Perú.
ME: Da la impresión de que ya no escriben cosas que al lector lo muevan, que lo puedan desgarrar.
IT: Ahora la literatura se ha dividido en dos. El que escribe una obra que lo puedan desgarrar, escribe con un lenguaje muy simple. Y el que escribe con un lenguaje muy culto, muy inteligente, muy elaborado, escribe cosas muy herméticas, que no pueden desgarrar al lector. Yo creo que la exigencia de cualquier escritor es el lenguaje, y ya después puede ver el tema.
ME: ¿Por qué crees que Jaime Bayly no es un buen escritor?
IT: Quizás por que pertenece al tipo de escritores para los cuales el lenguaje tiene un valor instrumental, digamos, que no llega a ser el protagonista de sus obras. Ese es el primer problema de Bayly, nunca se preocupa ni por la estructura, ni por lenguajes, ni por personajes, ni por hacer verosímiles sus historias. Lo que quiere es contar, y eso en literatura es inaceptable.
ME: ¿Stephen King?
IT: Yo creo que Stephen King es como Spielberg, alguien que sabe hacer muy bien su producto. Alguien que hace best sellers de una enorme factura, tanto que cualquiera, incluso un escritor, podría encontrar allí cosas interesantes. A nivel de Best seller es uno de los que mejor consigue hacer un producto bueno. Sin embargo, nunca voy a poder comparar un libro de King con un cuento de cheever. Se manejan en dos universos distintos, y lo saben los dos.
CS: Belletín resalta de su generación el hecho de que cada uno ha marcado su propio camino. ¿Opinas lo mismo?
IT: Claro, yo creo que eso fue lo mejor que ocurrió con nosotros. Ya no había la idea de hacer lo mismo, sino que cada uno hiciera las cosas por su cuenta, trabajar estéticas privadas, estilos propios. Eso me parece muy propio. Y yo creo que eso ocurre con los autores más jóvenes. Los libros de Gallardo y Castañeda se parecen, pero si uno los lee atentamente notará que son más las diferencias que las similitudes. Y eso me parece muy bien, así debería ser siempre.
ME: ¿Y las supuestas argollas en los medios? ¿Es verdad?
IT: Yo creo que eso se ha sobrevalorado. Eso es un poco la angustia de determinadas personas de sentir que no pueden acceder a tal sitio o tal otro. Entonces dicen, ah, la argolla. Es más fácil pensar eso a pensar “no escribí bien”. Es cierto que en la literatura existen muchos amigos. Yo me considero un buen amigo de Alonso Cueto. Incluso tenemos un proyecto en común, el crear una escuela de escritura. A mi me encanta su obra y a él le gusta mi obra. Pero nunca haría yo algo para conseguir algo de él.
ME: ¿Harías una crítica de algún libro suyo?
IT: Yo he preferido no hacer críticas de amigos, aún sea bueno o malo el libro. Prefiero no meterme con libros de amigos míos pues pienso que a ellos les interesa que yo les opine personalmente. Por ejemplo, el último libro de Mario Bellatín, Lecciones para una liebre muerta me parece extraordinario. Lo mejor que ha escrito Mario. Pero él sabe que yo no lo voy a decir en una reseña.
CS: Bellatín ha logrado una obra muy particular
IT: Mario es una persona que se arriesga siempre. Mario podría haber sido muy feliz y tener una enorme fama si hubiese seguido escribiendo Salón de belleza por montones. Quizás, si hay algo que le falta a la literatura peruana es el riesgo. Creo que son dos problemas: la falta de riesgo y la enorme seriedad, se toman muy en serio. Yo creo que un escritor debe tener la posibilidad de pensar que no todo es tan importante, que todo puede ser una broma.
CS: ¿A qué atribuyes esto?
IT: El modelo del escritor peruano es Sábato, y para mí es un modelo completamente descartable. Es una especie de San Juan Bautista, que siempre está dando consejos morales. Descartable como modelo, como autor puede tener cosas valiosas.
CS: La última vez que hablamos me contaste de dos novelas ¿cómo van?
IT: Tengo muchas posibilidades de publicar, como no las había tenido: tengo ofertas, un agente literario. Pero el nacimiento de mi hijo, y todo lo que implica ese acontecimiento, hace que yo no me descubra en los libros que he escrito antes, salvo Escena de caza. Eso ha hecho que yo reformule los libros que he estado escribiendo. Yo tenía, como tú sabes, dos proyectos. Uno de esos ya lo cancelé: era la continuación de El viaje interior. Y el otro proyecto es el trabajo sobre un escritor, una especie de biografía novelada de un escritor. Aunque no lo he cancelado, no tengo interés en publicarlo. Ahora he escrito un libro que va en la onda de un cuento llamado “Limber” que publiqué en El país.
CS: ¿Cuándo saldría el libro?
IT: Está terminado, pero aún lo quiero mantener conmigo porque ha sido un libro escrito durante mucho tiempo y con mucho dolor. Fueron dos años de sufrimiento continuo, porque yo me separé de mi mujer, tuve un hijo. A la gente que lo ha leído le ha gustado mucho, pero yo aún tengo mis reparos por publicar un libro que tenga que ver con un momento en mi vida tan dramático. Preferiría guardarlo un poco y ver si realmente he logrado trasmitir cosas o simplemente he botado cosas.
(Versión casi completa de la reducida que, por motivos de espacio, aparece en el diario Correo (domingo 24 de abril de 2005)
viernes, 22 de abril de 2005
Efecto Bellatín
Carlos M. Sotomayor
Con la aparición de Efecto invernadero marcaste de alguna manera un hito en una literatura peruana encorsetada en un realismo gastado, a través de una nueva forma de entender la literatura. ¿cómo se da el proceso de encontrar esa voz particular?
Influenciado por lo que “debía ser” la literatura, me apoderaba de formas y espacios narrativos que luego me daba cuenta de que me eran ajenos. Fue de ese modo que ideé construirme una suerte de sistema de escritura que se basaba en una serie de reglas inflexibles que me fui inventando, y cuando lo que comenzaba a escribirse bajo ese rigor comenzó a aparecer me di cuenta que de cierta forma las palabras señalaban un espacio determinado, limitado a sus propias reglas.
En tus textos hay una presencia de lo no dicho que motiva al lector a completar la idea. ¿Es un artilugio premeditado? ¿Cómo querer llevar al lector quizás en una dirección, haciéndole creer que él está tomando tal decisión?
Creo que esa sensación se debe a que el fin propuesto al decidir compartir un texto con lector, es que mi interés se centra sólo en lograr que ese lector ingrese en un espacio de ficción y una vez allí decida, de acuerdo a sus características propias, lo que quiera encontrar.
¿Es cierto que escribes muchas páginas y que luego las vas reduciendo?
Cada vez la reducción me preocupa más. Principalmente porque me doy cuenta que esta reducción, si extrema mejor, me da de una manera más clara la sensación de escribir sin escribir. De hacer libros donde la esencia de los textos no esté en la palabra escrita.
Pienso en cada uno de tus libros como partes importantes de “una obra única”. En la que todas las partes son importantes para el conjunto. ¿Lo percibes así?
Me parece que Lecciones para una liebre muerta lo evidencia de una manera más clara. Después de trece libros publicados y de infinidad de textos sueltos advertí que existía todo un universo, igual de falso que el creado por otros, del cual podía extraer los elementos que me hicieran falta para hacer las siguientes obras. La regla para hacer este libro fue que todo el material del que está hecho tenía que haber sido escrito con anterioridad. El trabajo de edición para hacer coincidir en un solo cuerpo las cientos de partes fue demoledor. En este proceso advertí lo que siempre había sospechado: que lo que dijera un libro es lo menos importante, se trata de simples pretextos.
Una vez leí que en una entrevista dijiste que estudiaste cine y filosofía para seguir escribiendo. En qué medida es importante para los escritores beber de otras fuentes?
Estudié ambas cosas para que me dejaran escribir en una relativa tranquilidad. Lo hice no con un interés en ninguna de las dos disciplinas como fin sino solo para contar con un marco referencial. Lo que no debe hacer un escritor es tomar otras disciplinas como ajenas sino enfrentarles haciendo de cuenta que también se tratan de literatura.
A veces pienso que la presencia del cuerpo como eje temático en algunas de tus novelas es un señuelo que tiendes a algunos críticos para despistarlos.
Los textos están llenos de pistas falsas y creo que la labor de un escritor está en advertir la mayor cantidad posible de lecturas y salirle al frente a cada una de ellas. Los libros, además, deben tener todos los elementos para sostener determinada interpretación y también su contraria. Mostrarse y ocultarse, estar a la luz y a la sombra, decir y no decir, preguntarse y sacar conclusiones, pero nunca revelarse como textos definitivos.
Luego de Lecciones para una Liebre muerta ¿Qué viene?
Estoy tratando de despojarme de muchos de los elementos que se han visto como constitutivos de mis libros. Con formas, tonos e intenciones que de alguna manera se han presentado como parte de una propuesta narrativa. Ahora, al verlos me doy cuenta que son ciertos, que están allí, presentes, pero en la mayoría de las ocasiones no es cierto que cumplan un rol importante, o no lo sé, tal vez sí desde un punto de vista externo pero no desde el mío. Es por eso que estoy experimentando con nuevas formas de aproximación al acto creativo, para lo cual exploro cada vez con mayor entusiasmo y sorpresa en el pensamiento y experiencia sobre todo de una serie de místicos, especialmente musulmanes.
(Entrevista aparecida en el diario Correo)
Con la aparición de Efecto invernadero marcaste de alguna manera un hito en una literatura peruana encorsetada en un realismo gastado, a través de una nueva forma de entender la literatura. ¿cómo se da el proceso de encontrar esa voz particular?
Influenciado por lo que “debía ser” la literatura, me apoderaba de formas y espacios narrativos que luego me daba cuenta de que me eran ajenos. Fue de ese modo que ideé construirme una suerte de sistema de escritura que se basaba en una serie de reglas inflexibles que me fui inventando, y cuando lo que comenzaba a escribirse bajo ese rigor comenzó a aparecer me di cuenta que de cierta forma las palabras señalaban un espacio determinado, limitado a sus propias reglas.
En tus textos hay una presencia de lo no dicho que motiva al lector a completar la idea. ¿Es un artilugio premeditado? ¿Cómo querer llevar al lector quizás en una dirección, haciéndole creer que él está tomando tal decisión?
Creo que esa sensación se debe a que el fin propuesto al decidir compartir un texto con lector, es que mi interés se centra sólo en lograr que ese lector ingrese en un espacio de ficción y una vez allí decida, de acuerdo a sus características propias, lo que quiera encontrar.
¿Es cierto que escribes muchas páginas y que luego las vas reduciendo?
Cada vez la reducción me preocupa más. Principalmente porque me doy cuenta que esta reducción, si extrema mejor, me da de una manera más clara la sensación de escribir sin escribir. De hacer libros donde la esencia de los textos no esté en la palabra escrita.
Pienso en cada uno de tus libros como partes importantes de “una obra única”. En la que todas las partes son importantes para el conjunto. ¿Lo percibes así?
Me parece que Lecciones para una liebre muerta lo evidencia de una manera más clara. Después de trece libros publicados y de infinidad de textos sueltos advertí que existía todo un universo, igual de falso que el creado por otros, del cual podía extraer los elementos que me hicieran falta para hacer las siguientes obras. La regla para hacer este libro fue que todo el material del que está hecho tenía que haber sido escrito con anterioridad. El trabajo de edición para hacer coincidir en un solo cuerpo las cientos de partes fue demoledor. En este proceso advertí lo que siempre había sospechado: que lo que dijera un libro es lo menos importante, se trata de simples pretextos.
Una vez leí que en una entrevista dijiste que estudiaste cine y filosofía para seguir escribiendo. En qué medida es importante para los escritores beber de otras fuentes?
Estudié ambas cosas para que me dejaran escribir en una relativa tranquilidad. Lo hice no con un interés en ninguna de las dos disciplinas como fin sino solo para contar con un marco referencial. Lo que no debe hacer un escritor es tomar otras disciplinas como ajenas sino enfrentarles haciendo de cuenta que también se tratan de literatura.
A veces pienso que la presencia del cuerpo como eje temático en algunas de tus novelas es un señuelo que tiendes a algunos críticos para despistarlos.
Los textos están llenos de pistas falsas y creo que la labor de un escritor está en advertir la mayor cantidad posible de lecturas y salirle al frente a cada una de ellas. Los libros, además, deben tener todos los elementos para sostener determinada interpretación y también su contraria. Mostrarse y ocultarse, estar a la luz y a la sombra, decir y no decir, preguntarse y sacar conclusiones, pero nunca revelarse como textos definitivos.
Luego de Lecciones para una Liebre muerta ¿Qué viene?
Estoy tratando de despojarme de muchos de los elementos que se han visto como constitutivos de mis libros. Con formas, tonos e intenciones que de alguna manera se han presentado como parte de una propuesta narrativa. Ahora, al verlos me doy cuenta que son ciertos, que están allí, presentes, pero en la mayoría de las ocasiones no es cierto que cumplan un rol importante, o no lo sé, tal vez sí desde un punto de vista externo pero no desde el mío. Es por eso que estoy experimentando con nuevas formas de aproximación al acto creativo, para lo cual exploro cada vez con mayor entusiasmo y sorpresa en el pensamiento y experiencia sobre todo de una serie de místicos, especialmente musulmanes.
(Entrevista aparecida en el diario Correo)
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