jueves, 9 de junio de 2005

Efecto Bryce

Si bien, mi trabajo de periodista me permite acceder sin mucha dificultad a los escritores que suelo leer y admirar, no pude evitar el día miércoles último volver a ser el adolescente fébril que va en busca del autógrafo de un autor. Bryce generó aquello, y me hizo revivir cierta sensaciones de las épocas en que empecé a leerlo con devoción (Un mundo para Juluis, claro, pero sobre todo Tantas veces Pedro, La vida exagerada de Martín de Romaña e, incluso, Reo de nocturnidad). Claro, es cierto que ya tengo libros autografiados suyos y que, incluso, le he entrevistado en casa de su esposa actual. Pero igual, cogí mi ejemplar de Permiso para sentir, hice mi cola en la librería El Virrey y le pedí su rúbrica nuevamente. Cosa curiosa, a pesar de que ya me conoce (dialogamos sobre la salud de un gran amigo común) no pude evitar sentir ese temblor de rodillas propio de la timidez que me suele acompañar, sobre todo cuando voy a conocer a un autor que respeto.

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