viernes, 1 de setiembre de 2006

La muerte se escribe sola


Acaba de aparecer el libro La muerte se escribe sola. Una historia basada en el crimen de Challapampa (AgenciaPerú.com/Aguilar, 2006). Inscrita dentro del llamado género de non fiction, el libro es parte de un ambicioso proyecto de la reconocida periodista Cecilia Valenzuela, Agenciaperú.com y la editorial Aguilar (del grupo Santillana).

CARLOS M. SOTOMAYOR

Aún sin saberlo, Cecilia Valenzuela, con apenas once años a cuestas, descubriría, en medio de las incidencias que rodearon al recordado crimen de Challapampa, lo que sería su vocación: develar los intrincados misterios que ocultan la verdad. Allí radicaría, sin duda, el punto de partida que luego la haría recalar en el periodismo de investigación.
Treinta años más tarde, los recuerdos de aquel terrible suceso, que conmocionó la ciudad de Arequipa, reaparecen. O quizá siempre estuvieron allí, en paciente espera. “Cuando pasaron los años y decidí hacer periodismo de investigación -relata Valenzuela-, siempre pensé que éste era un caso que no había concluido y que merecía una suerte de tributo, que había que descubrir la verdad, aunque fuera a través del periodismo o de la literatura”.
Tras una conversación de rutina entre Cecilia Valenzuela y el equipo de AgenciaPerú.com, nacería el proyecto de tomar una serie de crímenes ocurridos en nuestro país, investigarlos exhaustivamente y presentarlos en una saga de libros bajo el ropaje literario del género negro (también llamado crónica roja o literatura de no ficción). De esta manera, acaba de aparecer La muerte se escribe sola. Una historia basada en el crimen de Challapampa (AgenciaPerú.com/Aguilar, 2006).
El meticuloso trabajo de investigación, que demandó un viaje a Arequipa de dos meses de duración, recayó en la dupla conformada por Diego Fernández Stoll y Daniel Yovera. “Recopilando testimonios de la memoria de la gente, encontraron que todo el mundo tenía el caso tan presente como yo. Además, conseguimos acceder al expediente en los archivos y descubrimos una serie de datos importantes”, cuenta Valenzuela, sin poder ocultar una sonrisa de satisfacción por el resultado.
Luego vendría el último tramo del proyecto. “Nosotros queríamos convocar a un periodista joven que tuviera cualidades de cronista literario para integrarlo al proyecto y se encargue de la redacción de la historia. Pasaron unos meses hasta que conversé con la gente de Santillana, y ellos convocaron a David Hidalgo, que se va a convertir muy pronto en un gran escritor, tiene un talento extraordinario. Yo estoy encantada con el trabajo de David”, confiesa.
Bajo una prosa trepidante, el libro recrea las incidencias de este traumático caso, desde el terrible momento en que se encontraron los cuerpos de la pareja de jóvenes cruelmente asesinados. “El crimen dividió a la ciudad, la partió en dos –rememora Valenzuela–. Un sector de la gente (de la clase privilegiada) se solidarizó con los supuestos asesinos, porque no querían creer que ellos habían sido. Consideraban que la acusación era una suerte de venganza de un sector mayoritario, la gente más pobre, que había sido azuzada en esos años precisamente por las ideas del velascato. Había una especie de ánimo que los llevaba a formar un bloque. Y en el otro sector, quienes estaban vinculados a las víctimas, sobre todo a la mayor perjudicada, que era la muchacha, sentían que no había justicia, que no se encontraban las pruebas para acusar a los que ellos señalaban, porque pertenecían a un sector que tenía acceso al poder económico”, revela.
Este sentimiento de orfandad ante un sistema de justicia ineficiente no ha variado en demasía. Por ello, una historia como la narrada en La muerte se escribe sola permite, tal como lo apunta Valenzuela en el prólogo del libro, que el lector, al verse atrapado por la trama, esboce una profunda y necesaria reflexión sobre lo que urge cambiar en nuestro país. Aunque la realidad se empeñe en transformar nuestros anhelos en utopías.

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