miércoles, 30 de enero de 2008

Intermezzo tropical


El diseño de carátula es obra del talento del “chino” Miyagui en base a un cuadro de Christian Bendayán: detrás de la pintura de Bendayán aparecen las terribles imágenes de la latinoamericana que fue salvajemente agredida en el metro de Barcelona. Así se presenta el quinto número de la revista Intermezzo tropical: “Migraciones y utopías. Lo cholo, lo chicha y lo sudaca”.

Editada por un equipo comandado por la poeta Victoria Guerrero, la quinta edición de la revista nos trae, entre otros artículos de interés, un portafolio dedicado a José María Arguedas. En él encontramos lúcidos artículos de Enrique Bernales, José Güich y César Angeles. Destacan, asimismo, los artículos “Migraciones en el cine peruano” de Emilio Bustamante, “Néctar o espejismo: migración peruana en Sudamérica” de Víctor Hugo Perales y “María Emilia Cornejo: el lado oculto de un mito” de José Rosas Ribeyro.

A manera de plus, la revista nos ofrece un adelanto de la nueva novela del gran escritor Siu Kam Wen. No podía faltar la sección de reseñas: se colocan sobre el tapete los libros Lost City Radio de Daniel Alarcón, Segunda mano de Héctor Hernández Montecinos, El narrador de historias de Enrique Congrains, Ciudad Satélite de Carlos Villacorta, La soñada coherencia de Luis Hernández, Nadie sabe mis cosas (ensayos sobre Blanca Varela) y Poesía completa de Rodolfo Hinostroza. Desde su aparición, Intermezzo tropical ha sabido generar un espacio de reflexión y de alturada discusión de ideas. Y eso ya es motivo de gratitud. (CMS)

*Publicado en Correo el jueves 30 de enero de 2008.

domingo, 27 de enero de 2008

Propios como ajenos de ANTONIO CISNEROS


Existen libros difíciles de olvidar. Aquellos que encuentran cobijo en algún espacio privilegiado de la memoria. Allí donde habitan los recuerdos más entrañables, los más perdurables. En mi caso, Propios como ajenos. Antología personal de Antonio Cisneros significó –en aquella edición de Peisa de 1989, que moraba en uno de los anaqueles paternos– mi acercamiento a la obra de uno de los poetas más importantes de habla hispana. Por aquellos años, de sinuosa adolescencia, aquellos versos cobraron inusitada relevancia.

Como le sucedió en su momento a mi amigo el poeta Eduardo Chirinos, Cisneros se convirtió para mí en una suerte de héroe literario. Llegué a memorizar, incluso, muchos de sus poemas. Como, por ejemplo, "Un perro negro" (con el que finaliza el libro Las inmensas preguntas celestes): ”En este país un perro negro sobre un prado verde es cosa de maravilla y de rencor“.

Aquel ejemplar descansa ahora, con una minimalista rúbrica que logré arrebatarle al poeta en algún recital, en los estantes de mi biblioteca. Peisa acaba de reeditar Propios como ajenos. Antología personal en una bonita edición que añade, además de los poemas de su último poemario –Un crucero a las islas Galápagos–, un lúcido y entrañable testimonio del autor a manera de prólogo. Una estupenda manera de apreciar, panorámicamente, uno de los proyectos poéticos más sólidos y celebrados de nuestras letras.

*Publicado en Correo el 8 de enero del 2008.

Soy leyenda


Hace algunos días fui al cine a ver Soy leyenda. La película, dirigida por Francis Lawrence y protagonizada por Will Smith, está basada en la novela homónima de Richard Matheson. Confieso que salí de la sala esbozando una sonrisa de satisfacción –Ericka está de testigo– y con el firme propósito de leer la novela de Matheson. Finalmente conseguí el libro, aunque prestado nomás, gracias a mi padre, ferviente lector de Ciencia Ficción, que me la pasó hace un par de días.
¿Le hace justicia la pela a la novela? La película se toma demasiadas licencias en relación al argumento de la novela. Y me parece bien que suceda así. A pesar del final, que presenta un marcado tono místico-religioso que algunos han criticado, el filme resulta redondo.

jueves, 24 de enero de 2008

JUAN GONZALO ROSE


Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía: Archivo EPENSA

La leyenda ha dibujado en torno a él no sólo la idea de un bebedor impenitente, amante de la tertulia bohemia, sino también la de un poeta secuestrado por la tristeza. Quizás por aquel aura de solitario que ostentó en su vida –casi como un apostolado– o por los rasgos melancólicos de muchos de sus versos.

Sus allegados más íntimos contradicen el mito y lo recuerdan dueño de un gran sentido del humor, siempre dispuesto a la ironía desplegada en una frase mordaz. Otros, sin embargo, aseguran que ese sentido del humor lo ayudaba a combatir una insondable tristeza que lo habitaba desde hacía mucho.

Así se erigen las leyendas: muchas veces entretejidas de contradicciones que añaden una imagen de misterio a la figura del personaje. Mario Vargas Llosa subraya esto cuando señala –en el prólogo a Las nuevas comarcas (FCE, 2002)– que Rose, además de gran conversador y fabricante de ironías, “era una persona secreta, con algo misterioso y elusivo, un fondo privado que celosamente guardaba lejos de la contemplación pública”.

El inicio poético de Juan Gonzalo Rose lo sitúa al lado de Alejandro Romualdo en las filas de lo que podríamos llamar poesía comprometida. Recordemos que por aquellos años –década del cincuenta– se solía hacer la bizantina división entre los poetas “puros” y los “sociales”. Su poética tendría luego un giro, pues como señala el crítico Ricardo González Vigil –en el primer tomo de su Poesía Peruana del Siglo XX–, su inicial entusiasmo por el aprismo y el comunismo se diluiría por distintas razones (en el primer caso por el acercamiento del APRA con Odría) y devendría después “en un cristianismo de nítida conciencia social”.

González Vigil lo explica mejor cuando señala que Rose instaló “otra vertiente de depurada desnudez expresiva: la del poema que quiere ser canto esencial y anónimo; no se trata, aclaramos, de poesía pura, sino de aproximación a la lírica oral transmitida por el pueblo”. Esto lo advertimos en el poema primero de Simple canción (1960) cuando el poeta dice: “No he inventado ninguna melodía.// Los que me amaron dirán:/ ‘Conozco esta canción.../y me había olvidado de lo hermosa que era...’// Y habrá de parecerles/ la primera/ canción con que soñaron”.

Aquejado por una enfermedad, el último tramo de su vida lo recluyó del mundo y lo volvió parco. El dato biográfico, el mismo que nos dice que nació en 1928, apunta su muerte en 1983. Sin embargo, y aunque suene a gastado lugar común, su obra poética lo sobrevive. Allí radica la celebración.

OBRA POETICA REEDITADA
El Instituto Nacional de Cultura acaba de publicar, dentro de la colección dedicada a homenajear a los miembros de la Generación del 50, el libro Obra poética de Juan Gonzalo Rose. Viene con un prólogo de Esther Castañeda.

OPINION
MARCO MARTOS (Poeta)
"Es sorprendente cómo la poesía de Juan Gonzalo Rose conserva su vitalidady su gracia transcurridas varias décadas después de que fue escrita. Y en ella, la más duradera es la menos ambiciosa, es decir no la enjoyada de Las comarcas, celebrada tanto en otro tiempo, sino lo musitada de Simple canción, aquella que va de la boca a la oreja como expresión de afecto, de profundo amor".

miércoles, 23 de enero de 2008

Entrevista a JOSE MIGUEL HERBOZO


Si en el 2005 llamó la atención con un poemario sumamente interesante como Catedral, el año pasado José Miguel Herbozo confirmó sus dotes líricas al ganar el Premio Nacional de Poesía PUCP 2007 con Los ríos en invierno.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de KEYKO MONTEBLANCO

¿Cuándo empiezas a esbozar lo que luego sería Los ríos en invierno?
En realidad este libro es de bastante tiempo atrás. Es más o menos del 2004, 2005, cuando estaba terminando Catedral. En esa época leía Muerte sin fin de José Gorostiza. Y para ser honesto, desde mi lectura de ese libro ya como que tuve claro que me enfrentaba a otro tipo de poesía, un tipo de poesía que en la tradición literaria peruana no es muy visitada. Tampoco, incluso, en la hispanoamericana. Yo leí ese libro y me vinieron una serie de temas y tópicos. Desde la misma cuestión formal: versos de varias sílabas, acumulación de metros, todas estas cosas formales. Y además los temas: la marginación, la muerte, la permanencia, el cambio.

¿En qué momento le das la forma definitiva?
Para diciembre del 2006 dejé de hacer un montón de cosas para ponerme a escribir y en el verano del 2007 terminé el libro. Pero sin proponerme mandarlo al concurso de la Universidad Católica, al punto que tengo tres textos del mismo carácter que han quedado fuera.

Hay tópicos en este poemario que se repiten en tu primer libro Catedral...
Sí. Mira, yo soy consciente del tópico religioso porque desde Catedral me lo plantee así. Por esa época yo leía a Arnold Hauser. Y él explicaba, en su teoría de la catedral gótica, que es muy importante que en la arquitectura de la catedral se vea la idea de religar, pero no como esta cuestión evangélica afín al catolicismo, al cristianismo, en donde las cosas se vinculan con Dios para expresar ideas divinas. Porque religar implica estar preparado para establecer nuevas relaciones con las cosas. Mi búsqueda por el tema religioso siempre ha sido partir de allí, para pasar luego a otras cosas.

Otro tópico presente es el del temor...
En verdad eso se lo debo a una lectura a Lacan, y al concepto de fantasma: el acecho de la fantasía, de lo que se desea y que se cancela en la realidad. Por eso el libro se inicia con ese poema que se llama “Fantasmas”. Y bueno, la otra cara del deseo es el temor. Por ejemplo, el temor que estando en la Costa el mar se salga. Es un temor de algo que puede no suceder, pero que está allí.

Hay un tono trágico, de alguna manera...
Claro. En general creo que en la poesía, y no sólo hablo por mí sino también por mis contemporáneos, a pesar de que se habla de renovaciones, siento que para hacer un buen poema todavía dependemos de un tono trágico, de los temas adversos. Pienso que la cuestión celebratoria o “la poesía feliz” sólo le sale a las personas que han vivido bastante y pueden celebrar su trayectoria viéndola desde una edad mayor.

Percibo también la presencia de la muerte en el libro, al igual que en el primero...
Eso también depende mucho de mis lecturas. He estado continuamente impregnado de lecturas sobre temas como los ciclos estacionarios. Pound, Eliot son poetas que trabajan en torno a la muerte y la regeneración, al igual que los simbolistas y los poetas italianos como Leopardi. Entonces era como una dinámica que ya tal vez por exceso y de manera inconsciente también fue entrando en mi poesía. ¿Motivos personales para el tema de la muerte? Bueno, la muerte de un tío al que le dedico mi libro Catedral.

¿Qué diferencias les encuentras a tus dos poemarios?
Creo que los cambios más importantes radican en que el primero era un libro demasiado metapoético. Es verdad, está el tema religioso y el tema individual, una cuestión de identidad tal vez mía, pero es un libro demasiado metaliterario. Creo que éste sale un poco más de reflexionar sobre literatura. Además tiene otro tono.

¿Tus autores referentes?
Sobre todo Eliot ¿no? Una lectura interesante fue Ferreira Gullar. Y hay autores que estado releyendo siempre. Tal vez Cernuda, que creo es el menos español de su generación. No me gusta cierto tono de la poesía española. Y peruanos: Varela, Hinostroza, Cisneros, lo primero de Verástegui, Watanabe. Después, fue importante redescubrir a Montalbetti. Me dio mucho gusto reencontrarme con su poesía, sobre todo porque, si bien se habla de él esporádicamente, no está tan en la boca de la gente como debería.

LECTURAS 2007


Más vale tarde que nunca, reza un dicho popular. Desde que inauguré este blog, cada diciembre he esbozado la lista de mis preferencias de aquel año que culmina. No se trata de los mejores libros –no me arrogo el papel de juez inapelable–, sino aquellas novelas, conjuntos de cuentos, poemarios, ensayos o libros de no ficción cuya lectura he disfrutado más.
Por diversas razones no había podido compartir mis preferencias del 2007. Entre otros motivos porque me resultó difícil elegir los tres o cinco libros, por rubros, que me han gustado más. No sé si he leído más que el año pasado, pero lo que sí estoy seguro es que muchas más obras me han parecido destacables. Por ello, ésta no será una lista convencional.

NOVELA
Una de las novelas que me causaron mayor delectación es, sin duda, El susurro de la mujer ballena (Planeta) de Alonso Cueto. Envidiable manejo del suspenso y, sobre todo, una mirada profunda al tema de la culpa –que también está presenta en La hora azul­­–. Aunque no tiene una relación directa con la trama principal, el de las dos antiguas amigas, recuerdo mucho la relación entre Verónica y su padre –el tema del padre está presente en varios libros de Cueto–. Disfruté mucho también El cielo de Capri (Revuelta editores), la esperadísima novela de Marco García Falcón. Confirmación de un talento ya evidenciado en su ópera prima París personal: gran despliegue verbal y un universo bastante particular creo que lo sitúan ya en un lugar de privilegio en nuestra literatura.
Me gustó Radio ciudad perdida (Alfaguara) de Daniel Alarcón, tanto como su celebrado libro de cuentos. También Ellos dos (San Marcos) de Patricia de Souza y Retrato de mujer ante una copa (Peisa) de Carmen Ollé. Confieso que con cada libro nuevo de estas dos autoras no tengo pierde. Ese tono introspectivo, confesional y reflexivo –claro, cada una desde una óptica particular– me encanta. Tanto que me he conseguido dos títulos anteriores La mentira de un fauno y Las dos caras del deseo, de De Souza y Ollé, respectivamente.
El camino de regreso (Norma) de José de Piérola me parece una de las más logradas novelas sobre la guerra interna. Y, bueno, cómo no mencionar El cielo sobre nosotros (Alfaguara) de Carlos Garayar, El huevo de la iguana (San Marcos) de Carlos Calderón Fajardo -espero que en este 2008 se publiquen las dos novelas que quedaron finalistas en importantes concursos internacionales- y Un millón de soles (Alfaguara) de Jorge Eduardo Benavides –sin duda la novela más ambiciosa de la trilogía política de Benavides–.

CUENTO
Guillermo Niño de Guzmán siempre se hace esperar. Pero la espera vale la pena. Algo que nunca serás (Planeta) me pareció, realmente, brillante. Otro libro que me pareció estupendo es Fotografías de sala (Alfaguara) de Luís Hernán Castañeda. Así como Punto de fuga (Alfaguara), notable ópera prima de Jeremías Gamboa. Pepe Adolph, acostumbrado a fascinarme con aquella agudeza, ironía e irreverencia desplegadas en sus libros, publicó otro conjunto de cuentos imprescindible: Es sólo un viejo tren (San Marcos). Aunque para algunos no entren dentro del género cuentístico, debo señalar dos libros que sobresalen por su lenguaje depurado: Horno de reverbero (Mundo ajeno editores) de Pepe Donayre y La sonrisa de la musaraña (Peisa) de Lorenzo Osores.

POESIA
Mis palmas se las lleva Carlos Germán Belli con El alternado paso de los hados (editorial Pre-Textos). Sin embargo, hubo tres poemarios de tres poetas jóvenes que me deslumbraron: Los ríos de invierno (PUCP) de José Miguel Herbozo, Horoskop (El billar de Lucrecia) de José Carlos Yrigoyen y Frágiles trofeos (AUB) de Jerónimo Pimentel. Aunque ya había tenido oportunidad de leer algunos poemas suyos en un libro compartido con otros tres poetas jóvenes, me impresionó gratamente El pequeño y mugroso Pólack (Lustra editores) de Bruno Pólack. También me gustaron Cada ovillo, cada cordel (Fauno editores) de Edgar O’Hara, Muro de carne (Tranvías editores) de Cecilia Podestá y Délibád (Lustra editores) de Víctor Ruíz.

ENSAYO
Disfruté mucho –aunque no comparta algunas de sus opiniones– El pacto con el diablo (San Marcos) de Miguel Gutiérrez. Cada página exuda su pasión desmesurada por la literatura. También disfruté Dossier Vargas Llosa (Taurus) de José Miguel Oviedo.

NO FICCION
Me gustaron Ojo por ojo (Página 1 editores) de Umberto Jara, Días de visita (Aguilar) de Marco Avilés y Lima freak (Planeta) de Juan Manuel Robles.


SECCION INTERNACIONAL
Me resulta complicado hacer el recuento de los libros de autores foráneos publicados el 2007. Muchos me han sido difíciles de conseguir -por ejemplo, La carretera de Cormac McCarthy: me dicen que llega un lote ahora en febrero-. Pero puedo mencionar algunos que leí: Palacio quemado (Alfaguara) de Edmundo Paz Soldán -no exagero al decir que es lo mejor que he leído de Paz Soldán; y leído libros suyos que me han gustado mucho, como la novela Sueños digitales y el conjunto de cuentos Amores imperfectos-. Disfruté mucho El enigma de París (PLaneta) de Pablo de Santis -uno de mis autores predilectos luego de leer hace algunos años Filosofía y letras. Lamentablemente no he podido leer El gran vidrio (Anagrama) de Mario Bellatín.

*Fotografía tomada por mi amada ERICKA.

domingo, 13 de enero de 2008

Entrevista a MARCELA ROBLES


Marcela Robles posee una obra poética reconocida por la crítica y el publico. Luego de algunos años de silencio, nos vuelve a sorprender con High way (Mesa redonda editores, 2007), un poemario en el que la poeta, a diferencia de sus libros anteriores, asume mayores riesgos.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de KEYKO MONTEBLANCO

Tengo entendido que de cada libro te queda un poema que luego da origen al siguiente libro…
Es cierto, es una especie de señal. Pero en este caso, el poema más antiguo tiene casi nueve años y no fue precisamente ése el que dio origen al libro. En este caso simplemente fue una cosa muy anecdótica: empecé a escribir y a escribir. Hasta que me di cuenta que tenía un grupo de poemas que podía convertirse en un libro. Es decir, que tenían una estructura que iba a alguna parte. Y esa estructura era la carretera, el viaje, la reconstrucción de los hechos.

La carretera como una metáfora de la vida…
No sé si es una metáfora de la vida en este caso, porque creo que hay una diferencia entre la metáfora de la vida y la metáfora de mi vida. Creo que como es un libro tan personal, yo diría que es más relacionado con escenificaciones, en el caso de los poemas, de pasajes de mi vida que van más allá del testimonio. Siempre la poesía se convierte en otra cosa, no es un testimonio.

Se dice que a diferencia de los narradores los poetas están más expuestos…
Sí, porque como ya se ha repetido varias veces, pero no es malo recordar, en la poesía no se puede mentir. Mientras que el narrador se puede escudar para sus múltiples personajes detrás de la ficción. En la poesía siempre hay algo de uno mismo, siempre el yo literario es el yo verdadero, aunque esté mezclado con la creatividad, la imaginación y la fantasía.


Y a pesar de ser tan personal lograr que el lector se sienta identificado…
Claro, y uno escribe para eso, uno escribe para el lector ideal, aunque sea uno, que se te acerca y te dice: “tu libro me ha emocionado. El día de la presentación se me acercó una chica y me dijo algo que me dejó conmocionada. Me dijo: yo estaba de viaje, deprimida, sola, y se me ocurrió abrir tu libro y me cambió el estado de ánimo y me hizo sentir tan bien, porque me sentí identificada con lo que me decías”. Sintió que yo le estaba hablando a ella. Me pareció pajísima.

¿Cómo es tu proceso creativo?
Esquizofrénico… (risas). Creo profundamente en la inspiración, que creo es una bruja ladina y sabia que se aparece y se larga cuando se le da la gana, y te deja plantada. Pero sí creo que debe aparecer al menos para que yo pueda escribir. No puedo sentarme a escribir un poema sin sentir por lo menos que anda suelta la inspiración o algo que se le parezca. A partir de allí puedo sentarme y escribir aunque sea una palabra o un verso y seguir, y chapucear con las palabras hasta que vaya apareciendo algo o finalmente decidir tirarlo al cesto de la basura.

¿Escribes a mano?
Antes escribía mucho a mano. Después pasé a la computadora y no podía escribir nada si no era en la computadora. Ahora he vuelto a mi block y escribo a mano y con tinta líquida. Y mucho con lápiz. He vuelto al block escolar y a mi lápiz.

¿Cuánto queda de aquella primera versión del poema? ¿Eres obsesiva de la corrección?
Hay pequeños milagros que son poco frecuentes en que escribes el poema de un tirón. Y queda, digamos, casi perfecto, casi listo; y se hacen sólo pequeñas correcciones. Generalmente, como dijo muy bien Lucho la Hoz en la presentación, soy una tenaz trabajadora de la palabra. No tanto por buscar la perfección, porque creo que un poema demasiado pulido y trabajado pierde brillo. No me importa que el poema sea formalmente imperfecto, pero sí me importa lograr que diga lo que yo quiero decir. En ese sentido siempre estoy tratando de buscar una mejor palabra para que sea la palabra que debe estar en el poema. Por eso a veces del poema original no queda más que un verso.

¿Cómo ubicarías este libro dentro de tu corpus poético?
Estoy muy orgullosa de mi libro. Primero, porque he trabajado mucho, poéticamente, profesionalmente hablando. Y lo veo ahora aquí publicado en las librerías. No puedo ser objetiva, no puedo separarme de mi libro todavía, pero en mi visión, he logrado hacer ciertas innovaciones respecto de mis libros anteriores. Creo que es un libro más seguro de sí mismo. Creo que aquí no he tenido miedo de quizás romper algunas reglas en cuanto a la sintaxis, en cuanto a la falta de puntuación y arriesgarme un poco en ese sentido.

¿Cómo ves la poesía última?
He leído especialmente poesía escrita por poetas mujeres últimas, jóvenes, muy talentosas, como Andrea Cabel y Victoria Guerrero. Justamente me preguntaban el otro día en una entrevista: “¿Tú crees que deberían olvidarse ya algunos temas las poetas de la nueva generación y pasar a otros temas? Y yo lo que respondí es que sería muy tonto de mi parte decir eso, porque en realidad todos los temas ya fueron dichos. Y la cuestión es reinventar el lenguaje, romper todas las reglas y volver a inventarlas. Es encontrar nuevas formas de decir todo lo que ya se dijo. Y decir lo propio. Me alegra mucho que haya esta nueva generación de poetas talentosas que digan lo que les de la gana. Y espero que lo sigan diciendo tan bien como hasta ahora.

*Entrevista completa. Una versión editada apareció publicada en Correo el domingo 13 de enero de 2008.

sábado, 12 de enero de 2008

El 2007 en escena

Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR

Caído el telón del 2007, el balance anual respectivo nos arroja un panorama más que prometedor. La variedad –y cantidad– de propuestas escénicas pareciera dejarnos en claro que sí existe una mejoría en el teatro local y que, contra lo que muchos escépticos señalaban –entre los que me podría ubicar yo–, parece haber aumentado el público que suele acudir a las diversas salas de la capital. A esto habría que añadir la grata noticia que significa para la escena teatral el Premio de Dramaturgia instaurado por la Asociación Cultural Peruano Británica. Y, por supuesto, la apuesta de un sello editorial joven como Solar por publicar teatro: el libro que recoge dos estupendas piezas de César de María es una prueba irrebatible de esto.

LO MEJOR DEL AÑO
Elegir el mejor montaje del año no es una empresa sencilla. Y claro, toda selección no deja de ser arbitraria. No obstante, me animaría a decir que La fiesta del Chivo, obra basada en la novela homónima de Mario Vargas Llosa y dirigida por el colombiano Jorge Alí Triana, podría situarse a la cabeza como el montaje más importante del año.

A ella sumaría, sin embargo, tres obras que estuvieron espléndidamente dirigidas. Roberto Angeles, Alberto Isola y Chela de Ferrari se lucieron con Art, Un matrimonio de Boston y La celebración, respectivamente. Cómo olvidar cada una de estas tres piezas. Art, inteligente y divertida obra de Yazmina Reza, se planteaba como una reflexión no sólo acerca del arte contemporáneo sino, sobre todo, de la amistad. Tres estupendas actuaciones: Alberto Isola, Alfonso Santistevan y Paul Vega; este último, según mi opinión, demostró en este montaje que ya se trata de un actor consolidado. Un matrimonio de Boston nos permitió gozar de los exquisitos y corrosivos diálogos ideados por el dramaturgo David Mamet. Y, claro, deleitarnos con la soberbia actuación de Sofía Rocha. Por su parte, La celebración, pieza de David Eldridge, nos evidenció a una Chela de Ferrari un poco más arriesgada con un texto tan perturbador como éste: una celebración servirá de escenario para la revelación de un oscuro secreto familiar marcado por el abuso sexual. Destaca la actuación de Hernán Romero.

Si hablamos de los actores del año, y aunque suene a perogrullada o lugar común, es Alberto Isola el que se lleva todas las palmas: imponente como Trujillo y Cabral en La fiesta del Chivo, estupendo como uno de los amigos en Art y acertado como el cerdo tirano en La rebelión de los chanchos. Sofía Rocha (Un matrimonio de Boston) sería, en este caso, la mejor actriz del 2007, seguida muy de cerca por Mónica Sánchez (Extremos) y Norma Martínez (La fiesta del Chivo y Bicho).

OTROS MONTAJES IMPORTANTES
Otras puestas que merecen destacarse son Bicho (Tracy Letts) y Cita a ciegas (Mario Diament). La primera confirma el talento que su director, Juan Carlos Fisher, mostrara en su primera obra, El hombre almohada. La segunda nos muestra un cambio de registro del reconocido Francisco Lombardi. Desmarcándose del género de comedia de su puesta anterior, Lombardi nos ofreció una reflexiva obra en la que destacó la actuación de Carlos Gassols, quien personificó a Borges. Aunque con resultados menores, también habría que mencionar Más cerca (Patrick Marber), dirigida por Roberto Angeles, que confirmó una vez más que Christian Thorsen está para grandes cosas. Extremos (William Mastrosimone), dirigida por Oscar Carrillo, nos permitió apreciar el talento histriónico de la bella Mónica Sánchez.

LAS COMEDIAS
En el género de la comedia, destacan dos piezas: La nona (Roberto Cossa) y El misterio de Irma Vap (Charles Ludlam), dirigidas por Giovanni Ciccia y David Carrillo, respectivamente. Si en la primera Ciccia subió algunos kilos por todo lo que tuvo que ingerir como la voraz abuela italiana, creemos que los bajó luego al actuar en El misterio de Irma Vap junto a Segio Galliani: ambos interpretaron a tres personajes, cada uno en una suerte de tour de force histriónico.

No podemos dejar de mencionar Ubú rey (Alfred Jarry), dirigido por la gran Ruth Escudero, y Sueño de una noche de verano, versión libre, muy libre, de Rocío Tovar. Si bien no tuvo la misma suerte que Shakes, William Shakes, nos confirmó las grandes dotes de Pierina Pirota (destacó también en La nona y en la obra para niños El viaje de Malki). Y si hablamos de obras para niños, me quedo con El viaje de Malki, dirigida por Els Vandell, y Chimoc, el perro calato (de las hermanas Paz), dirigida por Simonetta Vella. En resumen, un año de intensa actividad teatral que, esperamos, aumente durante este 2008. Y que suba el telón.

Entrevista a ALEXIS IPARRAGUIRRE


En el año 2004, Alexis Iparraguirre ganó el Premio Nacional de Narrativa PUCP con un libro de cuentos que, sin embargo, no obtuvo mayor difusión. Ahora, reeditado por Estruendomudo, El inventario de las naves se toma su segundo aire.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de EDUARDO CAVERO

¿Cómo así surge la idea de una reedición con Estruendomudo?
Yo conozco a Alvaro Lasso desde que era cachimbo en la universidad. Lo había visto crecer en todos sus proyectos. Y él me había dicho: “Mira, yo te tengo que editar un libro”. Es más, me dijo: “Yo me pongo de acuerdo con el Fondo Editorial (de la PUCP) para sacar tu libro la primera vez que salga”. En esa ocasión sólo quedó en palabras. Pero cuando hubo esta posibilidad de la reedición, le dije: “Lo hago contigo, Alvaro”. Con él me une una amistad de muchos años, pero sobre todo está la prueba de su trabajo. Tiene un trabajo de mucha calidad editorial.

Los cuentos del libro están relacionados. ¿Cómo concebiste el libro?
Claro, estaba la idea del libro unitario. Es una idea que con Marco García Falcón discutimos mucho: la idea del libro no sólo como el conjunto de las diferentes historias, sino que éstas, como un mosaico que se va formando al final de la lectura, den una imagen mayor, más comprensiva, de toda la historia y la sensibilidad reflejada en el libro. Pero por otro lado está también la idea de crecer y, sobre todo, pasar los años de formación universitaria, intelectual, en los noventa en el Perú. Siempre me preguntan: ¿qué del Perú o qué de tu vida durante estos años ves en un libro en donde la mayoría de los elementos van hacia lo fantástico, hacia la metáfora maravillosa? Curiosamente, yo creo que es una manera de simbolizar esos años caóticos de formación, esos años en los cuales uno tenía que leer a Aristóteles, a Kant, al mismo tiempo que preocuparse por cuánto está el azúcar, si no te van a asaltar en la esquina…

Hay un tono apocalíptico que impera en todo el libro…
Claro, es la historia, el enigma de cómo un barrio se destruye visto desde muchas perspectivas. Por eso tenía que haber una historia donde hubiera muchas voces, algo coral, tumultuoso, poco claro, porque ni ellos mismos se entienden: la historia que está al comienzo. Y tenía que haber también la historia de los ancianos, que no sólo tienen la decadencia del barrio encima sino también su propia decadencia física.

Estilísticamente hay una gran variedad…
Esa es una de las razones también de por qué se llama El inventario de las naves. Es decir, en el cuento homónimo van a encontrar por qué se llama así, pero evidentemente hay otras maneras de entenderlo. Y entre esas otras maneras, para mí es entenderlo como un inventario de posibilidades. Y todas esas posibilidades de escribir quería ver si las podía hacer funcionar. Yo soy de los que creen que cada tema merece su estilo. Ahora, ¿dónde está la unidad de estilo que supuestamente es inmanente a un libro de cuentos? Yo creo que la unidad de estilo está en la propia idea de respetar la pluralidad de visiones que tiene el mundo.

En el libro hay elementos de la ciencia ficción. ¿De dónde viene tu interés por ese género?
Mira, hay cosas que tienen que ver con detalles personales pero que en el fondo son constantes de una generación. Mi generación es la primera que ve La guerra de las galaxias en estreno. Es la que tiene este despertar hacia la ciencia ficción. Primero por la cowboyada espacial que es La guerra de las galaxias. Luego te van jalando los libros de ciencia ficción de Bruguera, los que trae Hispamérica. Entras en contacto con Frank Herbert y la saga de Duna, entras en contacto con Isaac Asimov.

¿Otros referentes?
El cine de los noventa. Del tipo Pulp fiction, que en una vuelta de tuerca le cambia completamente el sentido a la historia. También el género del suspenso: Seven, Sospechosos comunes, que es una obra maestra. La actuación de Kevin Spacey al final es increíble. Es decir, ese tipo de cine en donde te dicen: mira, no solamente es la historia que tú creías que te estábamos contando sino exactamente todo lo contrario. Es más, te ponemos a ti en duda como espectador.

¿Cómo ves la literatura última?
Lo que publica Marco García Falcón, por muy distinto que sea de lo mío, me encanta. Me gusta lo que hace Yushimito, porque es un escritor que no le tiene miedo a la metáfora difícil. Me gusta lo que hace Susanne Noltenius, tiene una mirada interesante. En el nivel del cuento me parece una contraparte interesante a la visión de la alta burguesía que tiene Cueto, por ejemplo. De los viejos que se mantienen en circulación me encanta la ambición de Miguel Gutiérrez. Y bueno, los totems como Vargas Llosa.


*Versión más completa de la publicada en Correo.

martes, 1 de enero de 2008

Entrevista a BRUNO POLACK


Hace algunos años apareció una muestra de su poesía en Tetramerón, un libro que recogía las voces de cuatro poetas jóvenes. Bruno Polack ha saldado la deuda pendiente que tenía con los lectores al publicar El pequeño y mugroso pólack (Lustra editores, 2007), su ópera prima en la que demuestra su buen pulso poético.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de PÁVEL UGAZ

¿Cuál fue la génesis de El pequeño y mugroso pólack?
Entre otros temas, la necesidad de detener o hacer algo con las cosas que me fascinan o me dejan sin aliento. Con las cosas que leo sobre todo. Por ejemplo, luego de leer a Villon me invade una sensación tan extraña, tan abyecta, que me deja sólo dos posibilidades, o apuñalar a alguien por la espalda en la sombra de un puente o intentar escribir algo. Claro que por imposibilidad de lo primero termino casi siempre haciendo lo segundo.

En el libro está presente el viaje, sin embargo está también la imposibilidad de salir de uno mismo. “He recorrido/ innumerables prados/ y no hago más que permanecer siempre, maldita sea,/ debajo del umbral”.
Es la imposibilidad de asirse o de aprehender las cosas. Las cosas “reales” digo: las ciudades, las ceremonias, las relaciones. Aunque estés en medio de una estampida en un mercado de Rabat o en medio de la crisis de una relación, siempre permanecer ajeno o llegar tarde a esas decisiones que te incumben directamente. En la mayoría de los casos esto resulta absolutamente frustrante. Por supuesto que siempre queda la vaga esperanza de ser igualmente ajeno al momento de afrontarse a la muerte.

Otra constante es la referencia helénica que aparece en varios poemas...
Por supuesto, el mundo griego, visto bien, es inagotable como arquetipo de lo mágico-irracional. Un mundo lleno de mentiras, de tabús, de traiciones, de tragedias prefijadas incluso antes del nacimiento. Es fascinante. En ningún momento son realmente esos chicos que nos quieren vender con las cosas excesivamente claras en todos los campos de la cultura occidental. De haber sido así, la figura central tendría que haber sido Palámedes. Pero fue extrañamente excluido de las obras homéricas, de las tragedias, de todo, y obviamente no lo pudo asesinar otro que Ulises. Pero es pues este mundo tan rico, ineludible para nosotros, de donde salen, entre otras mentiras: la poesía y la religión.

¿Cómo te ubicas respecto de nuestra tradición poética? ¿Qué poetas son tus referentes?
Creo que aunque quisiera no podría negar la deuda con Pound que he adquirido. Además veo que se ha convertido en “el” poeta para mucha gente de esta generación. Ese es todo un tema. Sin embargo, he intentado leer atentamente también a Jules Laforgue, a Safo, a Martín Adán. También me siento muy cercano al Inferno de Reinaldo Arenas. En cuanto a la tradición poética, no tendría la menor idea de dónde ubicarme. En los extramuros supongo.

¿Cómo ves a los poetas que han aparecido recientemente, compañeros de generación?
Estoy bastante entusiasmado con lo que se pueda hacer en esta generación. Sobre todo porque esta es una generación de ruptura, o debería serlo (Los ochentas y noventas han sido, por decirlo de alguna manera, décadas bastante extrañas). Veo ahora la gestación de proyectos poéticos interesantes. Los que más me interesan son los de Alberto Valdivia, Víctor Ruiz, Jerónimo Pimentel y Cecilia Podestá. Por ahí va la cosa creo.

**Entrevista publicada en Correo el martes 1 de enero del 2008.