jueves, 31 de julio de 2008

Entrevista a GIOCONDA BELLI


Reconocida poeta y narradora, la escritora nicaragüense Gioconda Belli se hizo merecedora este año del Premio Internacional Biblioteca Breve con El infinito en la palma de la mano (Seix Barral, 2008), novela que ha presentado en Lima en la Feria Internacional del Libro.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de JAIRO VEGA

Usted ha tenido siempre una fascinación por Eva...
El personaje de Eva siempre me ha parecido interesante. Tan es así que durante el tiempo de la dictadura de Somoza yo escribí bajo el seudónimo de Eva Salvatierra. Salvatierra es un apellido común en Nicaragua. Y también tengo un libro de poesía que se llama De la costilla de Eva. Y esta idea de recontar el Génesis se me ocurrió a partir de que me encontré con unos libros apócrifos donde se narra lo que sucedió con Adán y Eva cuando los echaron del Paraíso. Que era algo que completaba un poco esa narración bíblica que sólo tiene 40 versículos. La historia de Adán y Eva es muy corta en la Biblia. Entonces me pareció una buena posibilidad de reimaginar esa historia haciéndola más humana. Por otro lado, investigando qué de ese mito nos podía dar luz sobre cómo nos imaginamos a nosotros mismos. Y de dónde surgen esos prejuicios contra la mujer y esa división de roles que se ha hecho entre el hombre y la mujer.

En un momento de la novela los protagonistas son conscientes de la muerte, descubren que no son inmortales...
Esa es la verdadera expulsión del Paraíso, a mi modo de ver, el hecho de que todos nos vamos a morir y que tenemos esa fecha en el calendario desconocido de nuestra existencia. Y precisamente la historia no podía empezar más que cuando se produjera este rompimiento entre esa condición angelical en la que supuestamente son llevados a la existencia estos primeros seres y la realidad. Porque mi historia cuestiona, a partir de contar otra vez el mito de Adán y Eva, las bases sobre las que está montado ese mito. Por ejemplo, el mito del creador que nos hemos imaginado es más a nuestra imagen y semejanza que lo que nosotros somos supuestamente a imagen y semejanza de un ser con esas capacidades. Y por otro lado, el mundo contado como que no empieza sino hasta que no empieza la evolución.

El tema de la mujer es recurrente en su obra literaria...
Es un tema que me interesa. La mujer entra a la literatura bien tarde. La escritura de la mujer se puede situar ya en su plenitud a partir del siglo XIX. Entonces escribir sobre la subjetividad femenina, sobre el mundo interior de la mujer, a mí me parece muy importante porque no se conoce lo suficiente. Por ejemplo, el erotismo femenino se ha contado más bien desde el sentimiento erótico que produce la mujer a partir de la visión del hombre. Pero el erotismo visto desde la mujer no se ha contado lo suficiente.

Usted también es poeta. ¿En qué medida la poesía incide en su narrativa?
Bueno, yo no soy dos personas, una que es poeta y otra que es narradora. Entonces, el lenguaje tiene sus reglas. Esta novela lo que me ha permitido es mezclar los dos lenguajes. Y eso me dio mucho gusto poder hacerlo, porque lo primigenio del ambiente en el que se desarrolla la novela no permitía el uso de referencias que no tuvieran que ver con ese momento en donde todo se va nombrando. Entonces el acto de crear se concibe allí como el acto de nombrar. Y eso es también la función de la poesía: la poesía nombra lo innombrable. Por eso la poesía era el medio que encontré para poder situar al lector dentro de ese contexto que todavía no está nombrado.

El poeta Ernesto Cardenal señaló, cuando vino al Perú, que Daniel Ortega había traicionado las ideas de Sandino. ¿Comparte esa opinión?
Sí. En 1993 fue el último congreso del Frente en el que se produjo una escisión, porque hubo una actitud muy sectaria de Daniel Ortega de no querer aceptar la necesidad de transformar el Partido Sandinista en un partido más moderno, más adaptado a las condiciones del mundo a partir de la derrota del bloque socialista. Y tratar de crear un socialismo y una visión para el país que fuera más incluyente, que no fuera sectaria y que tomara en cuenta una cosa muy importante que descubrimos con todos esos fenómenos sociales: la exigencia de la libertad. Porque realmente la izquierda ha puesto la libertad en un segundo plano. La libertad individual se supeditaba a la supuesta libertad colectiva. Pero nos dimos cuenta de que esa libertad colectiva la decidía un grupo muy pequeño. Y nos dimos cuenta de que había que replantearse esto. En el congreso de 1993 nosotros planteamos eso y fuimos totalmente excluidos.

*Entrevista publicada en Correo el miércoles 30/07/08.

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