Si la memoria no me falla, han transcurrido diez años desde que Oswaldo Reynoso entregara en imprenta Los eunucos inmortales. Tras un largo silencio Reynoso ha regresado con El goce de la piel (Editorial San Marcos), una novela dividida en cinco capítulos. El primero de ellos resalta por la experimentación en el lenguaje: no utiliza signos de puntuación. Lo cual no es nuevo, claro, rápidamente me viene a la mente la primera novela de mi amigo Rodolfo Hinostroza: Aprendizaje de la limpieza. El libro ya tomó posesión de mi mesa de noche a la espera de su turno.
Otro autor que ha vuelto a publicar después de tiempo es Fernando Ampuero. Después de Bicho raro, Ampuero retorna al género del cuento en que parece moverse mejor. Mujeres difíciles, hombres benditos (Editorial Alfaguara) tiene ya su espacio en mi mesa de noche. Incluso, ya he leído los tres primeros relatos.
En el caso de los debuts, el más reciente -muy reciente- es el de Edwin Chávez quien ha publicado su ópera prima 1922 (Editorial Estruendomudo). Apenas he leído el primer relato (que en realidad son tres) cuyo título da nombre al libro. Se vislumbra un buen libro, como lo fueron los libros anteriores (especialmente el de Castañeda y el de Page, según mi arbitrario criterio). Impecables, como siempre, las ediciones del poeta y editor Alvaro Lasso (PD: se espera con fruición su primer libro de poemas)..
Otro libro interesante es Diario de talismanes (Ediciones El Santo Oficio) de la poeta Rosina Valcárcel. El libro en cuestión reúne una serie de entrevistas, semblanzas y testimonios de una serie de escritores y pintores peruanos. Málaga, Ostolaza, son algunos de los nombres que la subjetiva memoria me trae a colación en este momento.
Juan Morillo Ganoza, deja de lado los recuerdos amazónicos de su infancia y nos entrega Aroma de gloria, un libro que intenta retratar la Lima de los 60. Efervescencia política como contexto de una historia de amor.
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