Lejos de ser un simple turista, Luis la Hoz es un viajero en el más profundo sentido del término. Para él, las sensaciones que le suscitan los lugares visitados son las mejores y únicas postales a atesorar. Geografía inútil (Estruendomudo, 2006) es, en resumen, la bitácora sentimental de un caminante.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Los poemas que conforman Geografía inútil ¿fueron concebidos pensando en la idea del libro o se fueron acumulando?
Los textos de este libro fueron acumulándose, no fue una idea preconcebida. Fui anotando ideas. Y se fueron acumulando también los recuerdos, las sensaciones de los lugares en donde estuve. Entonces me di cuenta de que había tres o cuatro textos que, al menos por el estilo o la cuestión geográfica, podían juntarse.
Tu mirada de aquellos lugares trasciende los tópicos del simple turista, es más un registro de sensaciones...
Claro. Yo he tratado de separarme en el tiempo de los lugares. Y mi mirada ha sido, en casi todos los casos, una sensación, un recuerdo velado de los lugares donde estuve. El poema Texas es el único que salió en el mismo lugar y con el sentido amargo del momento. Lo escribí tal como ha salido en el libro, no le cambié nada, ni un punto. Lo escribí impresionado por el espanto de que un país maravilloso como EEUU sea tan terriblemente injusto.
Otra característica del libro es la concisión de los versos...
No sé por qué extraño fenómeno. Yo pertenezco a la generación del setenta. Y se supone que el estilo de esa generación es la poesía narrativa, con versos amplios, en arte mayor. Una de las propiedades de la poesía es la música. Y creo tener oído. Y extrañamente mi poesía se ha ido condensando en el tiempo. Mis primeros libros son de versos amplios. Pero siempre he sentido que había una intención de economía, de limpieza, de evitar el ripio. Y resulta que los tres últimos libros son tan breves como éste y absolutamente escuetos y económicos y además extrañamente escritos en estrofas, en arte menor, en tercetos, en duetos. Pero sin pretender clasicismo ni nada. Estoy satisfecho. Espero no terminar en el silencio.
A pesar de esa concisión, la cantidad de imágenes que pueden emanarse a partir de un verso tan corto...
Claro. Es un trabajo durísimo. Soy un PhD en el uso del tacho de basura. Soy maniático escribiendo, si una coma se me fue o me equivoqué en una letra, el papel va al tacho. Cada poema, entonces, es la consecuencia de un alto de papeles que van al tacho.
Hay quienes dicen que los poetas esperan el llamado de la inspiración...
Yo sí creo que existe la inspiración. Ese aliento extraño que de repente aparece, que Rilke llamaba el “ángel” y que García Lorca llamaba el “duende”, sí existe. Pero luego viene el trabajo literario, el trabajo de cincelamiento. Mis colegas se horrorizaban cuando yo decía esto, pero sí pues, creo hay un hálito, algo que sí sucede; después viene el trabajo.
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