Siempre he admirado la poesía de Rodolfo Hinostroza, concebida con singular brillantez en dos libros capitales para la poesía peruana: Consejero del lobo y Contra natura. Además, he cobijado por él una gran simpatía heredada, quizás, de aquella longeva amistad que el poeta entablara con mi padre, el conocido diseñador gráfico. Sin embargo, los ataques que Hinostroza ha esgrimido en contra de Ricardo Silva-Santisteban (quien, además de haber sido mi maestro, me ha enaltecido con su sincera amistad) y Renato Sandoval (a quien he conocido hace poco) me parecen, a todas luces, ruines.
A Rodolfo puede no gustarle el quehacer poético de Ricardo y de Renato, pero eso no le da ningún derecho a ningunearlos, con evidente maledicencia y mala leche, como lo ha hecho en una breve entrevista que le realizó el también poeta Paolo de Lima (y que se consigna en el blog Zona de noticias).
Renato Sandoval me envió una carta desde Buenos Aires en la que muestra su desazón frente a las declaraciones de quien pensó era su amigo. Con el permiso de Renato adjunto su misiva:
CARTA DE RENATO SANDOVAL
Ahora mismo estoy en Buenos Aires, donde participo en el encuentro internacional de poesía que organizan, entre otros, el Ministerio de Cultura de Argentina y el Gobierno de Buenos Aires. Esto se inscribe dentro de lo que se ha dado en llamar el Corredor Poético Internacional, que comprende el muy prestigioso Festival Internacional de Poesía de Rosario, que concluyó la semana pasada y, previamente, la Primera Bienal de Poesía de Montevideo, cuya primera edición estuvo dedicada a la poesía peruana. En lo que a mí concierne, si bien solo pensaba participar en este último, tanto los organizadores del Festival de Rosario como los de Buenos Aires, al saber que yo estaría en esta parte del continente, tuvieron la gentileza de invitarme para que asistiera también a sus respectivos encuentros. Entiendo que al Festival de Rosario, a donde concurren apreciables poetas de todo el mundo, no suelen repetir a los invitados, lo que en mi caso no ha sido así, pues el 2002 yo ya había estado en él y, no obstante ello, volví a ser invitado; me imagino que los organizadores habrán tenido sus buenas razones para ello.
Al respecto del encuentro de Montevideo, tengo para mí que tanto los conceptos generales en que éste se basó, así como su organización y final cumplimiento, se desarrollaron con una seriedad y un conocimiento de causa (en este caso, la tradición poética del Perú en sus más diversas vertientes) dignos de admiración y de respeto.
Por último, sobre las declaraciones hechas por Rodolfo Hinostroza (¿es que realmente las hizo, tan gentil y tan bien dispuesto como siempre él se ha mostrado conmigo, incluso en Montevideo?), solo puedo decir lo siguiente:
En primer lugar, aparte de que en lo particular me duele mucho que alguien a quien consideraba mi amigo y que admiraba como poeta (alguna vez escribió cosas muy buenas en los años setenta) se refiera a mí tal como lo ha hecho, sus palabras y la manera como han trascendido (si es que en verdad lo han hecho) sinceramente me provocan lástima y vergüenza ajena; Hinostroza, por lo que tenía entendido y ahora recién veo, practica con sórdida maestría la hipocresía y la gratuita difamación, desperdiciando una vez más sus alicaídas energías que podrían ser utilizadas para mejores fines; por ejemplo, para tratar de volver a ser siquiera la décima parte del poeta aceptable que alguna vez fue.
En segundo término, si se trata de medir de alguna manera el nivel de los poetas peruanos (incluidos los que como yo también tenemos la capacidad de hacer traducción, narrativa, crítica, pero que además hacemos deporte, amamos, viajamos, hacemos buenos amigos, tenemos ideales más allá de nosotros mismos y un largo etcétera), Hinostroza no destacó precisamente por sus supuestas cualidades poéticas, sino más bien por su proverbial arrogancia, patanería e inexistente don de gentes, lo que causó malestar más de una vez a los organizadores y que, por extensión, terminó comprometiendo, él sí, la imagen de la “representación” peruana (pongo comillas porque el término de marras da la idea de un grupo de personas previamente elegido por algún organismo o institución para que actúe oficialmente en nombre de un país, lo que no es el caso). Se debería hacer algo para evitar que poetas-necios (tenemos varios) continúen circulando por doquier y nos sigan desprestigiando por el mundo, sobre todo cuando hace mucho tiempo que pasó su hora.
Por último, los que me conocen saben que soy un feroz autocrítico de todas las cosas que hago, sobre todo en lo que se refiere a mi poesía (pues creo tener alguna), por lo que siempre tomo con pinzas tanto las críticas que se me pueda hacer, pero mucho más los elogios que eventualmente llegue recibir como, por ejemplo, cuando ahora en Montevideo el gran poeta José Kozer (a quien nunca antes había visto en mi vida y al que, por cierto, Hinostroza no le llega ni a los talones) se me acercó luego de mi lectura y, con una sencillez tan inesperada como desconcertante, me dijo que apreciaba especialmente mi trabajo, que le resultaba alentador que en el Perú siguieran surgiendo voces nuevas y buenas y que se alegraba de que nos pudiéramos conocer. Naturalmente, pasado el sonrojo, he vuelto a mi escepticismo habitual y solo espero seguir en la ruta de la poesía todo el tiempo que me sea dado, esa misma ruta por la que se han extraviado tantos buenos poetas que, por desgracia, han terminado siendo vencidos por los complejos y el resentimiento. “¡Allá ellos, allá ellos!”
Renato Sandoval
Buenos Aires, 25.10.2006
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