domingo, 23 de setiembre de 2007

ERNESTO CARDENAL en Iquitos


Gracias a Tierra Nueva editores, organizadora de la Semana del Libro de Iquitos, pudimos estar en la selva peruana acompañando al poeta Ernesto Cardenal en su viaje por el Amazonas.

Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR

En medio de los efectos del sol y de la majestuosidad de la selva peruana, Ernesto Cardenal, a sus 82 años y ensimismado en la contemplación del Amazonas, proyectaba en sí mismo una imagen casi poética. Sus cabellos largos y blancos, flameando sobre la cubierta del Queen Amazon, además de conferirle un aura de poeta místico, me hicieron evocar uno de sus versos: El olor de las flores de cedro/ el rumor del aserradero junto al río.

Acostumbrado a recibir en sus recitales el abrazo sonoro de las ovaciones, Cardenal me confesó, sentados al borde de la piscina del albergue Ceiba Tops, a orillas del gran río, que no sabe de memoria sus poemas. “Me los olvido”, me dijo el poeta cuyos versos, paradojas de la vida, muchos conocemos al pie de la letra. La noche anterior, incluso, en báquica tertulia junto al poeta José Carlos Yrigoyen y al editor Arturo Higa, habíamos recordado un célebre poema: Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña./ Los he escrito sencillos para que tú los entiendas./ Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,/ un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica.

Profético verso, sin duda, pues su obra poética ha cosechado el reconocimiento unánime en varios lugares del mundo. En Nicaragua, su país natal, un grupo de intelectuales, liderados por el escritor Sergio Ramírez, viene impulsando su candidatura al Nobel de Literatura. Distinción que no le quita el sueño. “No lo ambiciono –me dice el poeta–. Más bien me molestaría. Me daría mucha fama y eso es muy incómodo, pierde uno la tranquilidad. Y prefiero la vida que ahora llevo. Por la única razón que me gustaría es por el dinero, para regalarlo a gente necesitada”.

Un punto de quiebre en su dilatada existencia se produjo en la década del 50, cuando decide entrar en el monasterio de Gethsemani (Kentucky, EEUU). “Yo tuve una conversión verdadera cuando fui en busca de un monasterio en Estados Unidos que tenía una religiosidad diferente, no la convencional sino una muy revolucionaria, muy avanzada. Y mi maestro fue el escritor y místico norteamericano Thomas Merton, él fue quien me influyó religiosamente”. Luego de aquello fundaría su propia comunidad. “Una comunidad laica, pequeña, en una isla del archipiélago de Solentiname en Nicaragua. Allí estuve bastantes años. Y la revolución me sacó de allí. Después del triunfo de la revolución pasé a ser ministro de Cultura”, cuenta Cardenal a manera de resumen.

Sin embargo, esto último no dura mucho y termina apartándose de aquel régimen. Desilusionado de Daniel Ortega, y de muchos otros, Cardenal renuncia al Frente Sandinista de Liberación Nacional. “Muchos traicionaron la revolución y se corrompieron –apunta el poeta–. Tienen nada más que el lenguaje revolucionario, que es pura demagogia. Muchos dejamos el partido sandinista porque ellos habían dejado los principios de Sandino”. Por qué sucedió esto, le pregunto. “¿Por qué? No me lo explico. Esa pregunta no me la puedo responder. Podríamos decir: la condición humana, pero igual quedamos en el mismo misterio. La condición humana es misteriosa. No todos los hombres son iguales todo el tiempo, hay cambios para bien o para mal en la condición humana”, me responde.

El sol se ha terminado de ocultar y dentro de pronto empezará el recital poético. La charla ha concluido y juntos nos dirigimos, atravesando la espesura de la noche, al auditorio del albergue. Es consciente del arraigo de sus poemas, le pregunto como epílogo. El poeta se detiene y me dice en voz baja, como si compartiera conmigo un consejo: “No estoy satisfecho de mi obra, únicamente de lo que acabo de escribir. Pero luego tampoco me gusta y deseo escribir otra cosa. Si uno se queda enamorado de lo que ha hecho, pues no hace nada después”.

MAS DATOS
Ernesto Cardenal fue la máxima figura de la IV Semana del Libro de Iquitos, organizada por Tierra Nueva Editores y realizada entre el 13 y el 17 de este mes. Participaron, entre otros, el editor Arturo Higa (AUB) y los poetas José Carlos Irigoyen, Doris Moromisato, Keneth O’ Brien.

*Fotografía de KEYKO MONTEBLANCO.

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