domingo, 23 de setiembre de 2007
TREN DE ATERRIZAJE
EL FIN DE LA INFANCIA
Por JOSÉ GÜICH
La irrupción de nuevos vientos en la poesía peruana, escrita a partir de la década de 1990, es aún materia por descifrar, pese a que ya existen panoramas de distinta calidad y sesgo crítico. La explosión de los blogs, en los últimos cinco años, también ha contribuido, para bien o mal, a la difusión de ensayos y otras tentativas de interpretación.
Al margen de las bondades y defectos de la “blogosfera”, sigue aleteando a su libre albedrío el fantasma del canon. ¿Quién de los poetas que tomaron el escenario por asalto entre fines de los ochenta y durante gran parte de los noventa pasarán sin aduana o salvoconducto al Parnaso? Será un puñado infinitesimal, porque la autenticidad, el talento y la vocación honesta no se venden en supermercados.
Tanto el desencanto noventero y la fundación de un territorio en medio del caos propician senderos como los de José Carlos Yrigoyen (Lima, 1976). Desde El libro de las moscas (1997) hasta Horoskop (2007), Yrigoyen ha sabido crear una especie de coto de caza, gracias a un competente dominio formal, conocimiento de la tradición y a una planificada estrategia de choque con el circuito. A eso se suma la provocación nihilista. El riesgo de los clisés o lugares comunes de la irreverencia o el parricidio era muy grande.
Sin embargo, Yrigoyen lo ha sorteado con solvencia. En Horoskop, libro editado en México por el sello El Billar de Lucrecia, el poeta vuelve a apostar por la narratividad, aunque menos unitaria y controlada que en sus entregas anteriores. Eso es, ciertamente, saludable.
Una voz identificada con la primera persona alterna sus vagabundeos y desvaríos con las andanzas de un personaje femenino, cuyo nombre recuerda al vaticinio trasnochado de los astrólogos de hoy. El libro está dividido en tres secciones, vinculadas por un sentido de la circularidad, de retorno a un punto de partida; el texto se inicia con la juventud de Horoskop y finaliza con una referencia a la misma “entidad”, que ahora aparece dislocada, desmembrada, como en un rito propiciatorio. Es llamativo el hecho de que el registro, en la tercera parte (Un día en la vida de Bonnie Consolo), consolide un retorno al verso más concentrado en la imagen por la imagen misma que en una “historia” o serie de peripecias marginales a propósito de los conflictos de identidad –intelectualizados, como ocurre en El libro de las señales–.
De la edificación del mito (y desnudamiento) personal que nutría a sus primeros libros, hoy Yrigoyen parece reclamar para sí una escritura menos dominada por los demonios interiores y más próxima al redescubrimiento de la auténtica magia de la poesía. Saldadas las cuentas con el pasado, otra vez irrumpen la iluminación y el sueño; cielo e infierno cohabitan en un solo tubo de ensayo. Se eclipsó el justo y necesario malditismo: la precocidad cede paso a la madurez. Una infancia ha concluido.
Autor: José Carlos Yrigoyen.
Libro: Horoskop
Editorial: Ediciones El Billar de Lucrecia (México), 2007(55pp).
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