martes, 20 de enero de 2009

Entrevista a MICAELA CHIRIF


Un farero que anhela una vida trashumante y un albatros que se niega a volar y que prefiere una existencia sedentaria. Se trata de los singulares personajes de Don Antonio y el albatros (Peisa), el libro para niños de José Watanabe y Micaela Chirif.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de PÁVEL UGAZ

¿Cómo surgió la idea de la historia de Don Antonio y el albatros?
La idea del cuento fue de José (Watanabe). Él quería escribir la historia de un ave que no quiere aprender a volar y de un hombre que empieza a enseñarle. La idea era que, al final, el que salía volando era el hombre. José pensó en qué aves podrían ser buenas para el cuento y el albatros le pareció una buena idea. Era lo suficientemente grande como para poder tener gesto y como para que no se viera tan pequeñita al lado de un hombre. Pero la historia no estaba del todo armada, esa era la idea nada más. Y se pasó horas buscando albatros por internet y mirando imágenes. Pero luego enfermó y murió, y dejó la historia sin escribir. Y yo pensé que sería una pena que la historia quedara ahí y que nadie la escribiera. Así que decidí escribirla yo, sabiendo que tenía el compromiso de tratar de ser fiel a él.

¿Y cómo fue el proceso de escritura?
Hice lo que hacía él siempre: pensar las "escenas" según el número de páginas que tenía el cuento, pensar en la escena de cada página y así ir imaginando la historia en palabras y en imágenes. Pero primero fue como un desglose de escenas. Es decir, saber qué iba a pasar en cada página, en cada escena. Y luego fue escribirla. Claro, antes había pensado ya en los personajes: el albatros y un farero. Me pareció que la idea del farero era buena porque está cerca del mar, de las aves, ve pasar a los barcos y las aves que migran y, al mismo tiempo, permanece siempre en el mismo sitio. Un farero permitía el juego del movimiento y la permanencia, ¿no?

Claro. A mí me encantó la idea del final: del farero que sale de su faro y del albatros que se niega a volar y encuentra su hogar en el faro. ¿Cómo así surge ese final?
Mi idea fue hacer un poco más evidente el intercambio de roles. A veces tenemos una especie de destino trazado que se asume como destino "natural" para cada quien, pero no necesariamente nos sentimos contentos con él, no necesariamente nos gusta. En el cuento se encontraron dos personajes que, en verdad, deseaban más el destino del otro que el propio. Y eso se va viendo un poco a lo largo del cuento. Al final el intercambio de roles es un poco una liberación y un poco la realización de un sueño para cada uno de los dos. Hacer aquello que nos da gusto hacer y para lo cual sentimos que hemos nacido, aunque no sea lo que se espera de nosotros.

Luego de esta experiencia, ¿has pensado en escribir otro libro para niños?
He escrito otro que se llama Buenas noches, Martina. Es para niños más pequeños. Es acerca de una niña que se va a dormir y, al apagar la luz, ve llegar, uno por uno, a un montón de animales que en vez de hacerle sentir miedo la terminan por hacer sentirse acompañada. Creo que va a quedar bonito.

*Entrevista publicada en Correo el martes 20/01/09.

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