viernes, 8 de mayo de 2009

ANTONIO CISNEROS


Curiosamente, lo primero que leí del poeta Cisneros no fueron sus poemas, celebradísimos dentro y fuera del Perú, sino sus crónicas de viaje. Yo era un adolescente febril que, hurgando en la biblioteca paterna, había descubierto El arte de envolver pescado (El caballo rojo ediciones, 1990), un pequeño libro que reunía una serie de textos periodísticos de Antonio Cisneros. Y recuerdo, por ejemplo, una crónica sobre la vez que, en un bar de Ámsterdam, nuestro poeta padeció, vía microondas y en tecnicolor, la humillante derrota de nuestra bienamada blanquirroja en manos -y pies, diría él- de los despiadados y efectivos futbolistas polacos. Aquella vez, cinco goles en contra pusieron fin a nuestra efímera participación en el mundial de fútbol de España 82.
Poco tiempo después, como es natural, arribé a su obra poética, a través de su antología personal Propios como ajenos (Peisa, 1991). Así, deslumbrado por aquellos versos insuflados de humor, ironía y de un sentido religioso que se torna más evidente desde El libro de Dios y de los húngaros, Antonio Cisneros se convirtió en uno de mis poetas predilectos. Era aún un bisoño estudiante universitario cuando mi padre me lo presentó, recuerdo, en la presentación de un libro de Emilio Laferranderie, El Veco, en un hotel miraflorino. Y si bien en aquella oportunidad no pude confesarle mi admiración por su poesía, pues mi timidez lo impidió, sí pude compartir con el poeta dos cervezas bien heladas y algún comentario insulso. Y en ese momento, para el idealista y desgarbado jovencito, eso fue suficiente (algunos años después volví a encontrarme con el poeta e, incluso, lo he llegado a entrevistar en una oportunidad).
"En este país un perro negro sobre un prado verde es cosa de maravilla y de rencor", reza un verso de Cisneros. Y en este país, el talento ajeno genera escozor. Por ello los homenajes siempre son póstumos. O casi siempre, para ser más justos, pues la Universidad San Martín de Porres ha tenido la sabiduría, a través de la estupenda revista Martín, de tributar en su edición 20 al brillante poeta Antonio Cisneros. Y eso hay que celebrarlo.

*Publicado en Correo el 08/05/09.

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