Compleja puesta en escena. (Foto: ICPNA)
Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR
El calor agobia. Y en uno de los edificios, allá arriba, en los últimos pisos, el agua se ha cortado de pronto. En ese mismo momento, en el piso siete –apartamento 732–, una mujer yace sobre un sofá en un profundo y perturbador sueño. La mujer responde al nombre de Francisca y la aqueja un raro mal: sus recuerdos parecen desvanecerse una vez que abandona la vigilia. Así nos lo cuenta Fátima, la chica árabe que vive con ella. Francisca trabaja en un laboratorio y cada vez que regresa a casa cae rendida. Y duerme, duerme sin que nadie la pueda sacar de aquel trance. Y cuando despierta, no recuerda nada de lo que ha hecho en las últimas horas. Lo olvida todo.
La trama resulta envolvente. Roland Schimmelpfenning, brillante dramaturgo perteneciente a la nueva generación de autores germanos, ha urdido una pieza compleja y, al mismo tiempo, seductora. La noche árabe se desliza entre la realidad y la fantasía. Imágenes oníricas se agolpan en aquel concierto polifónico en donde los personajes evidencian sus propios dramas personales. Sus caminos se cruzarán con el de Francisca. O mejor dicho, con el sueño de ella, un sueño que parece trasponer los linderos de la razón: uno de los personajes, por ejemplo, aparece metido en una botella casi vacía de coñac. Otro, por su parte, terminará en medio de un gran desierto.
La noche árabe se puso en escena hace un par de años, bajo la acertada dirección de Jorge Villanueva. Ahora se ha reestrenado, con el mismo reparto, en el auditorio del Instituto Cultural Peruano Norteamericano (ICPNA), en una breve temporada que va, de jueves a domingo (8pm), hasta el 9 de mayo. Se trata de una lograda puesta en escena en la que, entre otros aspectos, resalta el estupendo trabajo escenográfico diseñado por Marcello Rivera. El despliegue actoral resulta parejo. Aunque destaca Kareen Spano, brillante en su papel de Francisca sobre todo cuando relata en medio del sueño el haber sido secuestrada por un jeque y la represalia, con maldición incluida, de una de sus esposas. Lo mismo se puede decir de Marcello Rivera, quien interpreta a Kalil, el novio de Fátima. Elsa Olivero, Juan Carlos Morón y Diego Lombardi completan el afiatado elenco.
Se trata de una obra que te atrapa, sin lugar a dudas. Moviliza en el interior del espectador sensaciones diversas: encandila y subyuga. No otorga respiro. Uno casi puede percibir el calor agobiante, el delirio martillando nuestras mentes, la gota de sudor que se desliza por la frente… el ensordecedor sonido del agua que, desde el interior de las paredes, parece envolverlo todo. Absolutamente todo.
*Publicado el viernes en Expreso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario