El género policial. (Foto: Internet)
Escribe CARLOS CALDERÓN FAJARDO
En una muy interesante antología del cuento policial en español Variaciones en negro de Lucía López Coll (Norma, 2003), el prólogo es del escritor cubano Leonardo Padura: “Miedo y violencia: la literatura policial en América Latina” (2001). Ya desde el título “Miedo y violencia” Padura plantea que los elementos centrales del policial latinoamericano, no son el enigma ni la narrativa de detectives, como lo fue de Poe a Raymond Chandler, los creadores de la novela policial clásica.
En Variaciones…, esta antología del cuento policial latinoamericano, figuran Manuel Vázquez Montalbán, Mempo Giardinelli, Paco Ignacio Taibo II, Ricardo Piglia, Leonardo Padura, el chileno Ramón Díaz, Rubem Fonseca y seis cuentistas más. Autores de siete países –Argentina, Brasil, México, Chile, Colombia, Cuba y España. Es decir ningún peruano–. ¿Por qué no aparecen escritores peruanos en esta antología bastante completa, algo incompleta? Por una de dos razones: o porque la narrativa policial peruana no es conocida por los cultores de este género, que son una especie de secta –se reúnen en eventos internacionales de novela negra–, figuran en premios como el “Semana negra de Guijón” o el “Premio Dashiell Hammett”, o no somos considerados porque no existen cuentos y novelas en la narrativa policial peruana con méritos como para ser considerada dentro de una antología continental. Pienso que la razón es la primera, la literatura peruana, salvo los nombres consagrados de Vargas Llosa y de Bryce, el resto de escritores no recibe la atención que merece, y menos en subgéneros como es el de la novela policial, habiendo escritores con méritos para tener mayor figuración en la llamada “narrativa negra”.
Sin embargo, a pesar de casos muy meritorios, la novela policial no es un género muy practicado por los escritores peruanos. No llegan a cinco las novelas que valen a mí parecer ser tenidos en cuenta. Esto es también extraño, este desinterés por la novela policial, porque basta escuchar los noticieros de televisión y leer los periódicos para darnos cuenta que vivimos en una sociedad “criminalizada” sobre la cual la literatura peruana no está dejando constancia, o al menos no al parecer en una cantidad significativa. Cualquiera de las historias que los peruanos seguimos con interés motivaría una excelente novela policial, sobre todo en la forma de un policial como interpreta Padura la novela policial latinoamericana, es decir, como literatura de Miedo y violencia. La respuesta a este descuido por dejar constancia de la novela policial peruana sobre el crimen en una sociedad criminalizada estaría relacionada a nuestra renuencia a ser modernos, o si se quiere a ser “postmodernos”.
En este interesante prólogo a la antología de Variaciones en negro, Padura nos ilustra sobre el nacimiento y largo viaje de la narrativa policial desde su nacimiento con Poe y Wilkie Collins hasta Dashiell Hammett y Raymond Chandler, es decir, un siglo de vida, que Padura caracteriza como “policial”, aquel cuento o novela donde existe un enigma y un personaje prototípico para develarlo. Esto que va a ser lo que caracterizó a la “novela de misterio” o “detectivesca”. Así hasta llegar a una de las obras maestras del género El largo adiós (1953) de Chandler, en donde al final de la novela el lector no recuerda quien fue el asesino de la novela. La novela policial se desplaza, desde ese momento de un misterio de difícil dilucidación a la existencia de un crimen.
La novela policial latinoamericana no nace de la novela de enigma nace de la novela negra, sobre todo de Raymond Chandler, Cain, Mac Donald, Chester Himes, que traen una propuesta estética, que el mal llamado género policial, se práctica de manera extendida en América Latina y España, pero en menor medida en el Perú –me imagino que tampoco en Ecuador y Bolivia–. La novela policial Iberoamericana coloca no al detective o al policía en el centro sino al crimen y a la violencia, que es violencia urbana, en ciudades donde “conviven el crimen y la vida y la realidad más rampante y esencial de un universo abocado a todas las crisis políticas, económicos, morales y culturales”, escribe Padura. Pero también dice Padura que este neo-policial iberoamericano, ortodoxo y multiforme, transita por caminos que van del subdesarrollo a la post-modernidad, que tomando “las armas de la novela gótica, el folletín de aventuras, y hasta las novelas de far-west… dan cuenta de sociedades cada vez más violentas, caóticas y descentradas como son las sociedades latinoamericanas”.
La relación de la novela policial latinoamericana con la postmodernidad, va a desarrollarla Padura en su libro de ensayos Modernidad, postmodernidad y novela policial (1999).
En la siguiente semana, en la segunda parte de esta nota, nos ocuparemos de la última novela de Padura: El hombre que amaba a los perros. En ella veremos un caso prototípico de los desplazamientos de la actual novela policial latinoamericana, centrada en el crimen, la violencia y el miedo.
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