viernes, 4 de agosto de 2006

Entrevista a Jorge Herralde

Jorge Herralde, el fundador y director de la prestigiosa editorial Anagrama, conserva intacta la inmensurble pasión por la labor editorial. Apropósito de la Feria Internacional del Libro, Herralde visitó Lima para presentar Para Roberto Bolaño (Estruendomudo, 2006), libro homenaje al celebrado escritor chileno. Aquí, la versión completa de la conversación que apareció editada en el diario Correo.
Testimonio a la amistad
Carlos M. Sotomayor

Correo: En Para Roberto Bolaño usted habla acerca de “ciertos indicios de una despedida” del escritor chileno antes de morir.
Jorge Herralde:
Bueno, yo diría que es una psicología más o menos barata. Es muy difícil meterse en la mente de cualquier persona. Lo que sí es claro es que 2666 es una novela en la que, más que contra la enfermedad, lucha contra la muerte. Y esto atraviesa la novela con una tensión particular.

C: Bolaña quería publicar 2666 en cinco tomos, ¿verdad?
JH:
Cuando estuvo terminando de escribir, contra reloj, la novela 2666, pensó que sería más rentable para el futuro de sus hijos partirla en las cinco partes. Son cinco novelas que son independientes, pero está muy claro que leídas a la vez se potencian mutuamente. Entonces, cuando murió, yo la leí, la devoré, me pareció una novela extraordinaria que marcaría el futuro de la literatura en lengua española. Entonces pensé que la decisión de partirla era un error. Coincidimos con Ignacio Echevarria, gran crítico español y amigo de Roberto, y con la viuda. Y decidimos hacer una primera edición con la obra entera. Por fortuna ha funcionado muy bien, los comentarios de la crítica han sido unánimes sobre lo acertada de la decisión. Y económicamente muy bien, se han vendido casi 40 mil ejemplares. Por ello el año próximo se publicará en cinco tomos en nuestra colección de bolsillo. Aunque quizás nos animemos sólo en dos tomos: dos novelas en uno y tres en el siguiente.

C: ¿Cómo era la relación autor-editor, más allá de la amistad que los unía?
JH:
Como editor puedo decir que los manuscritos de Roberto Bolaño estaban escritos con una pulcritud absolutamente pasmosa. Había minimísimas correciones. En Los detectives salvajes, novela torrencial, habían cuatro de los muchos de capítulos o minicapítulos que yo creí que necesitaban cierta poda. Esto los discutimos largamente y de una forma que yo diría ferozmente cordial. Y aceptó recortar dos, pero se mantuvo en sus trece en los otros dos. Fue el único caso de una minidiscusión.

C: Nocturno de Chile tenía, según tengo entendido, un título originalmente distinto.
JH:
Sí, eso motivó una segunda discrepancia, pero finalmente cedió. El quería titularla Tormenta de mierda. Yo le dije: Roberto, no es que yo o Anagrama sea una editorial precisamente mojigata. Hemos publicado, entre muchos autores salvajes, a Bukowski con títulos como La máquina de follar. No es por problema de ser pacatos pero creo que ese título podía ahuyentar a lectores, y eso sería una pena. Luego me enteré que Juan Villoro, nuestro común amigo, también estaba en contra de ese título. Finalmente Roberto tiró la toalla (risas).

C: Bolaño era muy directo con sus críticas a ciertos autores considerados “vacas sagradas”.
JH:
En la vida normal y cotidiana no era una persona que estuviera despotricando contra autores que no le gustaban, sino más bien hablaba de autores que le gustaban. Y además era muy generoso. Leía a sus contemporáneos, a autores más jóvenes, cosa bastante infrecuente a partir de cierto nivel de rango de un autor. Ahora, en entrevistas, cuando le preguntaban él respondía sinproblemas y sin empachos lo que pensaba. El era muy crítico con aquellos escritores que creía que en aras del mercado habían rebajado su exigencia. Sobretodo ciertos epígonos del realismo mágico, como Isabel Allende o Luis Sepúlveda.

C: Con qué otros autores latinoamericanos ha entablado amistad...
JH:
Con muchos. Empezando por Sergio Pitol, amigo mío en Barcelona cuando aún no era autor de Anagrama, en los años setenta. Y a partir de los ochenta he publicado prácticamente toda su obra. Otro caso, Alfredo Bryce Echenique, a quien también conocí en Barcelona principios de los años sesenta. Y entonces empecé a publicarlo. Mis novelas preferidas de Bryce están en Anagrama. Y algunos más recientes Juan Villoro, Alan Pauls.

C: ¿Conoce nuestra literatura, además de Vargas Llosa y Bryce?
JH:
No le he seguido mucho, porque debo seguir muchas literaturas. Estoy al tanto de nuevos nombres como Roncagliolo. En Estruendomudo han publicado a un autor del que me han hablado bien: Ricardo Sumalavia. Luego también Iván Thays; leí una novela (La disciplina de la vanidad) que publicó en España en torno a un congreso de escritores y me pareció francamente interesante. Como ves mi conocimiento de literatura peruana no es que tenga lagunas de ignorancia sino océanos.

C: Se habla mucho del placer del escritor, pero poco del goce del editor...
JH:
Yo tengo la fortuna de conocer este goce con frecuencia desde 1969. A mi me gusta el trabajo editorial en muchos registros, fundamentalmente el de la lectura, pero también el de planear colecciones. Intervengo mucho en el aspecto físico del libro, escojo ilustraciones, con el grafista trabajo muy mano a mano en el diseño de nuevas colecciones. Me preocupo que las traducciones sean las mejores.

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