domingo, 7 de enero de 2007

Entrevista a JOSÉ WATANABE


A través de la breve y reveladora imagen de unas banderas emergiendo en medio de la espesa niebla, José Watanabe despliega su particular manera de entender la poesía. Banderas detrás de la niebla (Peisa, 2007), además de un alegato a favor de la contemplación, es una suerte de arte poética. La poesía –reza uno de sus versos– “sólo puede ser una fugaz y delicada acción del ojo”.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

Estabas preparando un poemario sobre el mito del Minotauro. ¿Qué fue de él?
Sí, yo llegué a terminar el libro sobre el mito del Minotauro. Tenía 24 poemas. Pero cuando lo terminé me di cuenta de que no estaba bien, que había fallado. Y lo destruí. Recuperé algunos poemas, que son los que están ahora en este libro.

¿Qué te llevó a esa determinación tan drástica?
Había algo, en la primera escritura, que me molestaba. Y era la referencia muy griega, digamos. Me hubiera gustado un referente más latinoamericano. Y lo encontré en Borges, en “La casa de Asterión”. En el poema que está publicado en el libro es el otro Asterión el que habla. Asterión dice “yo creo a otro Asterión” un poco para paliar su soledad. En mi poema, el otro Asterión, el creado, es quien habla del creador.

El libro plantea una reflexión sobre el arte poética...
Dicen que es un libro diverso, pero no lo es tanto. Yo siempre me he preguntado qué es la poesía, y este libro es donde más me respondo, o intento responderme, qué es la poesía.

Definición que se resume en la imagen final del poema que da título al libro...
…“Banderas detrás de la niebla”. Para mí la poesía es eso, algo que aparece muy fugaz. Pero esa aparición fugaz es como si la naturaleza de alguna manera nos hablara. Y en ese instante es muy contundente y verdadero lo que nos dice. Es una verdad esencial, pero que desaparece como detrás de la niebla. El problema viene en cómo compartirla con un lector. Y obviamente viene el pleito con el lenguaje.

¿Puede un poema expresar totalmente aquel instante de verdad?
No. Siempre quedarás como frustrado, como que te acercaste a revelar esa verdad pero nunca lo harás completamente.

Sin embargo, quizás sea la poesía la que nos aproxima más a esa verdad...
Corregir, corregir y corregir es acercarse cada vez más a esa verdad, a transmitir esa verdad que entreviste. Por eso es esa necesidad que tengo de hacer muchas correcciones. Porque en la primera versión te das cuenta de que no, que hay que pulir más. Claro, pero en este pulir no debe perderse la carga anímica, la carga emocional. Ese es el riesgo de corregir mucho.

La contemplación está muy presente en tu poesía. ¿De dónde viene esa particularidad?
No sé. Siempre me preguntan eso, por qué soy muy contemplativo. Y bueno, lo atribuyen a que soy hijo de un japonés. Tal vez sea así, pero no es muy seguro. También pueden haber influido los poetas contemplativos que he leído.

¿Puede haber influido la vastedad de paisajes naturales que acompañaron tu infancia?
Bueno, sí, porque mi pueblo era semirrural. Era un pequeño pueblo de ocho manzanas y estaba rodeado de campo, puro paisaje. Y, qué extraño, ¿no? El campo era la extensión de la casa. Ninguna madre se preocupaba de que pudiera pasarle algo a su hijo. Sabía que él estaba jugando en el río, en los arenales, en el cerro, y no pasaba nada. Pasé una infancia muy cercana a la naturaleza.

Se viene discutiendo la conveniencia o no de un Ministerio de Cultura. ¿Qué opinas al respecto?
Tengo una percepción muy controvertida, conflictiva. Por un lado, quisiera que sí haya un Ministerio de Cultura, pues recibiría un presupuesto, me imagino. Y la cultura estaría más cerca de la economía. Pero por otro lado, temo mucho que se burocratice, que comiencen a haber ciertos dirigismos, de acuerdo con la postura de cada gobierno. En el fondo sí quiero que haya, pero con funciones muy claras, y que trabaje muy junto al Ministerio de Educación, por ejemplo. No puede haber cultura sin lectura, y tú sabes cómo estamos en lectura: más bajos que Haití.

¿Qué te desalienta?
Que todo gobierno está rodeado por la gente de cultura más mediocre. Es muy difícil que un hombre de cultura elevada, culto realmente, apoye a un gobierno. Por más de acuerdo que esté con ese gobierno, prefiere mantener cierta distancia.

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