martes, 7 de octubre de 2008

ARTE: Exposición fotográfica de Verónica Wiese


Texto: CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía: PÁVEL UGAZ

Inquietante. Esa sola palabra –tomada del texto situado en una de las paredes de la galería– pareciera resumir toda esa serie de sensaciones que me embargan cuando me enfrento a cada nueva propuesta plástica de la talentosa Verónica Wiese. Cada exposición se nos presenta, así, como una desconcertante travesía hacia territorios insospechados. Mérito de la autora, sin duda, que es capaz de incitar en el espectador una especie de caja de resonancia de múltiples sensaciones e interpretaciones.

La más reciente aventura creativa, titulada Con pecado concebido, no es la excepción. Se trata de una muestra fotográfica que gira en torno a la muerte. "Empecé fotografiando unos relicarios, que son los platos con los fetos y con los nonatos, siempre buscando resaltar la belleza de la muerte, la contemplación de la muerte. Por eso la presencia de las telas rojas", señala Verónica Wiese.

Si uno repasa sus trabajos anteriores, advertirá rápidamente que el tema de la muerte ha estado, aunque con distintas variaciones, siempre presente. "El tema de la muerte ha sido recurrente en mi trayectoria –acota Wiese–. Pero esta vez quise juntar el tema de la religión, orientada a la fe, al enfoque que tiene la religión de la vida después de la muerte, con el tema orgánico", (otra constante en la plástica de Wiese).

En esta muestra se puede apreciar referencias de la iconografía católica: la última cena, el relicario, el altar, la casulla, la patena y el cáliz. "Es una reflexión personal acerca de los discursos que te da la religión en general, especialmente en lo referente a la vida después de la muerte. En ningún caso hay una intención de ofender a alguien, es simplemente un cuestionamiento personal", aclara la artista. "Además, en el aspecto estético –acota Wiese– me interesaba mucho lo barroco de los trajes y de todos los ornamentos de la liturgia".

Retomando el tema de la muerte, resulta evidente la presencia antagónica de la vida. Quizás esta dicotomía sea más explícita en aquella imagen en la que se aprecia un cordero recién nacido. Y, claro, tiene íntima relación con la eterna interrogante filosófica sobre el origen y el destino del ser humano. ¿De dónde venimos y hacía adónde vamos? Una inquietud que sobrevuela toda la obra de Verónica Wiese y cuya respuesta pareciera, por momentos, estar allí, en la sala, en las atmósferas de aquellas fotografías que destacan un envidiable manejo de luz y sombra (otro sello distintivo, no sólo en su trabajo fotográfico sino también en sus instalaciones). Sin embargo, tal como ocurrió en Biotipos –en donde la búsqueda se anclaba en la ciencia–, la presente muestra nos enrostra –desde la religión– nuestra imposibilidad de asir esa respuesta. Y allí radica el gran misterio de la vida (y de la muerte).

*Publicado en Correo el domingo 05/10/08.

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