martes, 7 de octubre de 2008
Entrevista a JOSÉ DONAYRE
Pepe Donayre ha publicado Ars brevis (Editora Mesa Redonda, 2008), un conjunto de relatos breves que se complementa con su libro anterior, Horno de reverbero (Mundo Ajeno, 2007). Aquí les dejo la entrevista completa. Una versión editada apareció en Correo el martes 07/10/08.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Foto-ilustración: IVÁN PALOMINO
Horno de reverbero nació del blog homónimo. ¿Ars brevis encontró su orígen en otro blog, verdad?
Así es. Tuvo su origen en el blog «Comienzos para Buldozers». Este fue un proyecto que pretendió dos cosas: enfrentar la página en blanco y reflexionar acerca de cómo empezar un texto. Tenía, por tanto, objetivos lúdicos, didácticos y teóricos. Pero la transformación de «Comienzos para Buldozers» en Ars brevis no fue sencilla. En este proceso el trabajo de relojería fue más arduo que el que experimente con Horno de revrbero. Tengo la sensación de que Ars brevis me cambió más. Este libro me ha hecho más escéptico.
Mencionaste en una oportunidad que ambos libros debierón salir juntos. ¿Qué los vincula y qué los diferencia?
Aparte del juego deliberado respecto a la simbología numérica (69 textos en Horno de reverbero y 96 para Ars brevis), lo que tienen en común es la brevedad de las ficciones. Y los diferencian varias cosas: Horno... es más reflexivo y Ars... es más narrativo. En el primero, cada texto parte de un enigma (una palabra oscura); en el segundo, los microrrelatos parten de un título convencional que lleva a un misterio. Horno..., como totalidad, supone una circularidad, el eterno retorno; Ars..., como contraparte (opuesto complementario) la visión lineal e irrepetible de la historia.
Tu narrativa se caracteriza por sugerir más que por enunciar...
Cierto. Opto muy conscintemente por esta posibilidad literaria. Me interesa lo onírico, lo holístico, lo irracional y lo inconsciente, pero lo cierto es que escribo en vigilia, es decir, de una manera secuencial, racional y bastante lúcida. Tengo claro que estoy del lado de la insinuación y la exploración narrativa, y no de lo obvio (como fórmula del no riesgo bastante de moda). Por otra parte no me interesa la insinuación metafórica; encuentro más creativo y stisfactorio hurgar en las posibilidades que ofrece la metonimia. Mi estilo y estética se concentrada en exigir mucho del lector. Por ello, quizás algunos lectores me afirmaron que Horno... es un poemario. Y hay quienes ven los títulos de Ars... como versos de un poema de 96 líneas. Me interesa el pensamiento y cómo este opera como recurso literario en el individuo que abre y cierra el libro, pues ese lapso es mágico y revelador, aunque estemos hablando de historia o histeria.
Esta característica (de sugerir) ¿tiene que ver con una búsqueda de un lector activo, creativo?
Sin duda que sí. Lo más probable es que una novela o libro de cuentos escrito con receta comercial tendrá un lector que no logra distinguir una obra literaria de un texto de autoyuda. Bien, esa clase de lector plano, acostumbrado a papilla narrativa, que queda satisfecho con una novelita que ni siquiera imita la realidad sino las fórmulas exitosas o lo que dicta España, no me interesa, como tampoco me interesa tener muchos lectores sino buenos lectores. Lo único que me importa es continuar escribiendo sobre lo que siempre me ha atraído, sin que nadie me imponga la recetita esa de sexo, drogas y rock o guerra interna, investigación periodística y corrupción política. Eso ya apesta y aburre. Queda claro, por lo que escribo y digo, que no me gusta el realismo como forma de ver el mundo porque es una imposición y huele a alianza con la moral desde el XIX. Un escritor, que en esencia debe ser un sujeto ético, tiene todo el derecho a intervenir la realidad por medio de la creación y no por lo común. Y esto, para mí, es necesariamente no ser ni obvio ni unívoco. Y sugerir es uno de los tantos caminos para hacer algo que valga la pena, aunque el resultado sea un producto poco comercial.
También es recurrente en tu obra la preocupación extrema por el lenguaje. ¿Cómo se dat tu proceso creativo? ¿Eres obsesivo en las correcciones?
Parto de una posición muy radical: un escritor de verdad debe prescindir de un corrector ortotipográfico y de estilo. Un libro debe estar solo editado, es decir, producido como objeto por alguien que se fije en que no falte ningún detalle y que tenga la capacidad de enmendar descuidos o errores menores. Pero de ahí a contar con un corrector que resuelva las taras del autor o reescriba la obra (cosa que ocurre más de lo imaginado) me parece un exceso. Y tú te das cuenta de eso en los blogs llevados por «escritores». En estos espacios saltan todas las deficiencias... Como el famoso ídolo bíblico, tienen la cabeza de oro, pero sus pies son de barro. En mi caso el proceso es bastante sencillo: simplemente escribo en limpio. Luego me dedico a tachar y a buscar la máxima expresividad.
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