domingo, 29 de julio de 2007

Entrevista a EDMUNDO PAZ SOLDÁN


Un historiador que se gana la vida escribiéndole los discursos al presidente de Bolivia es el protagonista de Palacio quemado (Alfaguara, 2007). Edmundo Paz Soldán, su autor, estuvo en Lima para presentar la novela en la Feria Internacional del Libro.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

Esta novela no transcurre en Río Fugitivo sino en La Paz…
Lo que pasó es que para mí Río Fugitivo se convirtió en una versión personal de mi ciudad natal, Cochabamba. Uno de los temas que me ha interesado trabajar en mis novelas ha sido el choque entre modernidad y tradición, aunque haciendo énfasis no tanto en la parte tradicional sino en esa modernidad desesperada de la gente de clase media que quiere ser moderna para no sentir que está en un país tan atrasado. Entonces Río Fugitivo para mí se convirtió en esos espacios en donde había esos polos tecnológicos, estos desajustes… Y claro, para esta novela que tocaba la cuestión de la crisis política última, pensé que Río Fugitivo no era la atmósfera adecuada. En El delirio de Turing, la novela anterior en la que también había protestas en la calle, a ratos sentía esa limitación. Pensé entonces que para que haya más acción tendría que trasladarse todo esto a la sede del poder. En Palacio quemado sentí que el tema fue el que dictó el lugar…

El tema político está presente en todas tus novelas. En Sueños digitales, por ejemplo, abordas las nuevas tecnologías en relación al poder…
Es bien curioso porque mi generación, la de los años noventa, ha sido vista, a veces con razón, como una generación muy frívola, muy dada a la cuestión del entretenimiento, de los nuevos medios, las nuevas tecnologías. A mí nunca me ha interesado simplemente mostrar la cuestión de los nuevos medios o las tecnologías en un vacío. Quería ver cómo impactaban éstos. En el caso de Sueños digitales, cómo el poder podía usar las nuevas tecnologías. Creo que el tema político ha sido fundamental y si en las anteriores novelas estaba más soslayado en esta última aparece frontalmente.

El protagonista de la novela evidencia una falta de real compromiso que lo lleva a la inacción…
Yo quería hacer una radiografía del fracaso de una clase social. Siento que en Bolivia había una revolución no armada en los últimos años. Con la llegada al poder de Evo Morales ha habido un cambio en los rostros de la élite política. Es el fin de una época y el inicio de otra. Y esta novela retrata el final de ese momento en que la clase media o media alta pierde o cede sus espacios de poder. Y una de las razones por las que creo se produjo el fracaso es que esta burguesía no tuvo una visión de país. Yo puedo hablarlo libremente porque es mi grupo social e incluso lo puedo hablar como una autocrítica. Gente que se conduele de las injusticias o del racismo en Bolivia, pero que tampoco quiso hacer mucho para cambiar esas cosas porque le afectaba a su propio capital político. Entonces, un poco quería retratar en el narrador esa especie de ambigüedad, el tener esa buena conciencia, sentirse mal, y no hacer nada.

Muy diferente a la actitud del hermano…
Quería mostrar un cambio generacional. En los años sesenta o setenta había una generación que estaba más dispuesta a luchar y defender con su propia vida sus ideas, por más que sean éstas equivocadas. Había esto en el hermano, aunque luego en las últimas versiones lo hice más ambiguo. Pero quería contrastar esa actitud con la del hermano, con la nueva generación que es mucho más pragmática, conformista.

En la novela Mendoza encarna al intelectual que se vincula con el poder…
En Latinoamérica tenemos una visión muy exaltada de los intelectuales, como la gran conciencia moral de nuestras sociedades. Y creo que sí, que hay muy buenos ejemplos en cada país. Pero creo que la gran mayoría son intelectuales cortesanos. Y quizás la figura que para mí encarna esa ambigüedad es García Márquez, quien es capaz de escribir una novela como El otoño del patriarca y ser muy crítico del poder; pero a la vez, en el momento de su amistad con Fidel Castro pierde toda esa distancia crítica y se deja deslumbrar y fascinar por la cercanía misma del poder. En la novela quería mostrar cómo los intelectuales latinoamericanos en su mayoría están fascinados y adscritos al poder.

En tus novelas he notado la presencia de mujeres fuertes que suelen desestabilizar un poco a los personajes masculinos.
Lo que ha pasado es que nosotros hemos heredado, de generaciones anteriores, la retórica del machismo, pero es una retórica hueca, que no funciona, porque tenemos a nuestro lado muchas mujeres que son profesionales, independientes. El hombre en estas novelas se siente un poco amenazado por esas presencias con las cuales no sabe cómo lidiar porque le queda el ejemplo de su padre y esa retórica autoritaria.

*Fotografía de PÁVEL UGAZ.

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