domingo, 28 de octubre de 2007

Entrevista a JORGE EDUARDO BENAVIDES


A Los años inútiles y El año que rompí contigo se suma Un millón de soles (Alfaguara, 2007), novela con la que Jorge Eduardo Benavides culmina su trilogía política, sumergiéndose en los entretelones de la dictadura del general Juan Velasco.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

¿Cuál es la génesis de Un millón de soles?
Yo había escrito una novela, Los años inútiles, sobre la época de Alan García, porque es una época que viví directamente. Y en la búsqueda de ese recuerdo fui tratando de indagar de dónde salían los políticos que tuvimos en aquellos años. Y me fui dando cuenta que existía aquello que yo recordaba de pequeño: la dictadura de Velasco, una dictadura esperpéntica y rarísima. Y en esta novela aparecen personajes de Los años inútiles en versión junior, digamos, cuando eran más jóvenes. Por eso la génesis de esta novela es Los años inútiles. Y responde también a la necesidad que tenía de hacer una trilogía política. Desde los años 70 hasta lo que yo conocí que fue el principio del gobierno de Fujimori.

Esta novela revela la interioridad del poder y cómo muchos intelectuales se dejaron seducir por él…
Claro, de eso se trataba, de contar la interioridad del poder, de contar cómo muchos intelectuales peruanos tuvieron la obligación moral de comportarse con decencia, y esto fue lo primero que perdieron. Y se volvieron los primeros servidores de una dictadura. Velasco quiso cambiar de arriba a abajo el Perú y pulverizó nuestra economía y gestó una situación terrible en la que los intelectuales, como te digo, no estuvieron a la altura.

Algunos se sumaron no precisamente por sus convicciones…
Unos entraron con convicciones y otros entraron a medrar. Por eso me interesaba que apareciera Montesinos porque él ya viene de esa época. Me llama mucho la atención que todavía haya gente que te diga: “Lo bueno que tuvo Velasco…”. Ninguna dictadura tiene cosas buenas. Es algo que debemos entender, porque partimos de la premisa de que nada se puede conseguir con la violencia o con el atropello.

Montesinos aparece por aquella época…
Montesinos en ese entonces ya era militar. Hay el estupendo libro de Lucho Jochamowitz. Yo creo que él ya tenía muy claro que quería trepar y a costa de lo que fuera. La dictadura le propició una buena plataforma para hacer sus cosas. Ahora, el Montesinos que yo cuento, como el Velasco que yo cuento, son personajes ficticios. Tienen mucho que ver con la realidad pero yo los he puesto a mi antojo.

Claro, Montesinos empieza a ser un personaje importante en la novela.
Me parecía muy atractivo que Montesinos, al que al principio yo tenía como un personaje secundario, mínimo, en la novela se va convirtiendo en un personaje principal, en uno que va articulando todas las corrupciones en torno a Velasco. Velasco era un tipo que en la absoluta soledad del poder vivía atormentado por los atentados que podía cometer la CIA contra él. Y obsesionado con una posible traición.

Es curioso cómo el poder puede sacar a relucir partes oscuras del ser humano…
Hay muy pocos momentos en donde la vida te pone a prueba para saber cómo te comportas. La mayoría de las veces no tenemos la necesidad de vivir eso. Pero hay ciertos momentos en que sí. Y eso me parece fascinante. Porque todos somos muy buenos, muy nobles, hasta que no ocurre algo que te pone a prueba. Ese es un tema que a mí siempre me ha interesado, porque tiene que ver con la esencia de los seres humanos. Con esa parte que nosotros desconocemos de nosotros mismos. El poder es una gran invitación para descubrir realmente lo que somos.

Una de las características que encuentro en la novela, en términos estilísticos, es la gran elaboración de largos párrafos en donde concatenas los diálogos.
¿No se hace muy denso?

No, para nada.
Me alegro mucho. Eso creo que puede ser una desventaja en ciertos casos si no llega a funcionar. Porque esa parte estilística que mencionas a mí me cuesta mucho. Uno apuesta por una forma de contar porque cree que es la mejor para narrar ciertas cosas. Hay que buscar una voz. Es la parte más agradable del trabajo, pero la que más se sufre.

En todo caso, lejos de ser densa, como me preguntabas, se trata de una novela que exige constantemente al lector y eso hace que éste se comprometa más con el libro en sí…
Claro, de eso se trata. Una novela es una apuesta para que el lector se enganche. Y hay dos formas: hacer una literatura muy plana donde es fácil enganchar, pero también es fácil olvidar, o hacer una literatura con una cierta complejidad que exija del lector un esfuerzo y, por lo tanto, una complicidad. Yo apuesto por lo segundo, porque las novelas no dan respuestas, plantean preguntas.

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