domingo, 7 de octubre de 2007

Entrevista a RAMIRO LLONA


El pintor Ramiro Llona eleva su propia valla artística y presenta una muestra totalizadora: cinco cuadros de formato monumental, diversos grabados y trabajos en papel. Muy aparte, un consistente catálogo que incluye una extensa entrevista donde el artista reflexiona sobre el proceso de concepción y un filme hecho por Diego Lama que registra el sentido de su impulso creador.

Entrevistan MANUEL ERÁUSQUIN y CARLOS M. SOTOMAYOR

Has estado muy involucrado en la producción o presentación de la muestra. Aspecto crucial dentro de tu visión y discurso artístico.
Cierto, y cuando comienza la producción hace cinco meses, se revela claramente que esta muestra tiene un tema o motivo: Proceso, que es un poco tratar de mostrarle a la gente lo que hay detrás, lo que ha sido anterior o lo que sucede antes de esa imagen final que se encuentra en el trabajo. En ese sentido, me reuní con el escritor, el diseñador del catálogo, el fotógrafo, el videoasta y hablamos un poco sobre cuál iba a ser el tema de la presentación de la exposición, no de los cuadros, que ya se encontraban listos con varios meses de anticipación. Entonces, luego de haber discutido las líneas generales de la presentación cada uno se dedicó a realizar su trabajo de manera autónoma.

Lo que se puede evidenciar por la manera como estás concibiendo tu trabajo creativo es un ímpetu por colocarte vallas más altas, metas bastante ambiciosas en términos de logro.
Sí, pero lo que sucede es que eso responde a una forma inherente a cómo entiendo el proceso de la creación, a cómo entiendo el proceso de creación a lo largo de una vida. Esta concepción para mí es central dentro del pensamiento de cómo me relaciono con el trabajo artístico, de cómo enfrento cada cuadro, y siempre he creído que uno va creciendo, va comprendiendo más cosas, uno se va haciendo mejor pintor.

Tú has manifestado la necesidad de expresarte, de querer decir cosas en tus cuadros. Digamos, el gran formato de ellos te ayuda a poder complejizar tus sensaciones.
Yo creo que sí, y pienso en el lienzo como un lugar donde uno va a estar por tres o cuatro meses, que es el tiempo en el que me demoro para culminar un cuadro grande. Digamos, es como ir a una gran ciudad y tienes dos meses para quedarte y sientes el pálpito de que vas a poder encontrar esquinas, rincones, lugares, cafés, bares, que antes no has visitado. Por eso tengo la sensación de que los formatos más grandes definitivamente me van permitir encontrar nuevas cosas o expandir mi búsqueda.

O también expresar en lo posible tus motivaciones más inquietantes sobre el lienzo.
Mira, siempre he pensado que la pintura es una totalidad. Uno no divide su interioridad y dice hoy voy a trabajar desde acá y mañana me voy interesar en cierto aspecto de mi subjetividad. Yo al menos trabajo desde de lo que uno es, desde una totalidad.

Tú has comentado en más de una ocasión que no realizas diseños previos, que sólo partes de un disparador. ¿En qué momento se da ese disparador?
Lo que pasa es que a mí no me gusta hacer bocetos. Un par de veces que he tratado de traducir los bocetos a la tela, me ha dado la sensación de que me estaba copiando a mí mismo. Y Picasso ya decía que no había problema en copiar a los otros, lo terrible era copiarse a sí mismo. Pero bueno, en mi proceso creativo yo imprimo la tela, no parto de blanco. Siempre le doy una imprimación de un color generalmente cálido. Y partir de ahí empieza una situación donde te mides, como si fuera una pelea callejera. Y pienso que ese espacio te comienza a motivar, pues así como has decidido crearlo, ese espacio va a generar que las cosas dentro de uno se organicen o desorganicen de cierta manera. Y en algún momento hay un impulso, un impulso iniciático donde te levantas y actúas sobre la tela.

Esa parte del proceso debe ser muy intensa…
Ese primer impulso es bien interesante porque son tres o cinco horas de trabajo continuo, catártico, muy violento, bastante rápido. Yo siempre digo que es como estar de espaldas a tu racionalidad y es lo que permite abrir cosas, que aparezcan asuntos que probablemente son centrales en ti. Por eso también entiendo la pintura como una vía para acceder a lo más recóndito, a lo que se encuentra escondido y resulta misterioso. Es también una forma de conocer quién eres y dónde estás.

¿Pero necesariamente ese primer impulso es el que te guía durante esos tres o cuatro meses en los que estás frente al cuadro?
Sí, es como el pecado original (Risas). Es como una mancha que no llegas a borrar del todo. Además, ahí hay temas pictóricos que pasan por esa primera información o imprimación y me interesa que permanezcan hasta el final, que se trasluzcan. A mí no me gusta que el proceso de la pintura cierre la malla y la haga tan tupida y no se pueda ver lo que haya atrás. Pretendo, aparte de lo que puede expresar el cuadro, que también la obra hable de su propia factura, que muestre su biografía y cómo ha sido concebida.

Un tema importante para ti es la autonomía en el arte, la posibilidad de tener una independencia.
Uno debe vivir su condición de artista con un sentido de enorme dignidad y con un sentido de independencia total. Hay una frase que acabo de leer: “Un artista no debe pertenecer a ningún grupo, ni siquiera a un grupo de artistas” (Risas). Es como que de alguna manera tienes que vivir y fomentar una especie de marginalidad saludable. Porque no es necesario incorporarse o identificarse con los grupos de poder, ni tampoco inmolarse en el abismo. Esto es fundamental, sobre todo en un medio pequeño como Lima, donde es urgente tener esta noción de independencia.

En ese sentido, ¿cómo percibes la visión de los criterios curatoriales?
Existe el problema de que los criterios curatoriales y museísticos se han antepuesto al hecho visual. Y esto no debe ser así, porque todo eso es posterior: esto sin ánimo de jerarquizar, sencillamente es posterior. Más bien, para estas nuevas generaciones de artistas, donde hay muchísimo talento, va a ser un poco más complicado conseguir esa autonomía de la que estábamos hablando, pues el establishment se ha puesto el vestido de lo contemporáneo. Entonces, cómo te distancias de algo que pretende decirte yo soy como tú.

El MAC y el MALI
A un año de la polémica acerca del Museo de Arte Contemporáneo. ¿Cómo analizas las cosas?
Mira, lo que encuentro positivo de aquella polémica fue que se liberó la franquicia del arte contemporáneo, que estaba tomada por el IAC: un proyecto que tenía más de cincuenta años y no caminaba. Sin embargo, toda esa discusión en los medios consiguió la franquicia de la que les hablo que ha tenido salidas positivas.

¿Cómo cuáles?
Son dos. Primero que el MALI decidió entrar también en la zona del arte contemporáneo. La segunda, que el IAC se convierte en el MAC y su presidente empieza por pedir disculpas públicas a los artistas, algo que es muy saludable, puesto que empiezan con una actitud de diálogo para darle forma al MAC en Barranco.

Los barranquinos van a estar orgullosos de tener en su distrito un museo tan importante.
Fíjate, yo que vivo cerca me siento contento, porque Barranco, que es un distrito cultural por excelencia, va a albergar al Museo de Arte Contemporáneo. Y esto hay que enfatizarlo, porque es como si alguien se presentara a las autoridades de Barranco y les dijera que van a hacer la Biblioteca Nacional en su distrito. Eso sólo puede ser un motivo de orgullo y felicidad. Por eso calculo que el alcalde barranquino debe estar muy contento.

MAS DATOS
Galería Lucía de la Puente
(Paseo Sáenz Peña 206, Barranco).
Hasta el 3 de noviembre

*Fotografía de KEYKO MONTEBLANCO.

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