domingo, 16 de marzo de 2008

Entrevista a ENRIQUE CONGRAINS


Tras largos 50 de silencio, Enrique Congrains –conspicuo miembro de la generación del 50- ha regresado a la palestra con El narrador de historias (Ediciones Copé, de Petroperú). En esta entrevista no solo reflexiona sobre su segunda novela sino que, además, nos da alcances de la próxima: 999 Palabras para el Planerta Tierra.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

Fotografía de JUAN PABLO GROVES (Petroperú)

¿Cómo ve a la distancia -50 años- su novela No una, sino muchas muertes?
Mi caso no es una "novedad", porque sé que a la mayoría de los escritores les ocurre lo mismo: no releemos nuestras obras, porque realmente, y valga la metáfora, "damos vuelta a la página", y más bien nos abocamos a la creación literaria del presente. Algo parecido sucede conmigo. También existe una especie de "pudor" en trajinar en lo que uno escribió. Pero recuerdo perfectamente el ambiente, la trama, y al personaje central, a mi Maruja. A una distancia de 50 años veo mi novela como un testimonio imaginativo de lo que era el ámbito humano de un territorio que era una suerte de "tierra de nadie", o sea ni ciudad urbanizada y con servicios, ni tampoco, mucho menos, campo o campiña, con algo de bucólico. Esa "tierra de nadie" era el espacio donde Lima expulsaba su basura cotidiana, y junto a esa basura física, había otro "excedente" humano: los locos. El lugar exacto donde transcurre mi novela es hoy en día irreconocible: pertenece al distrito de San Martin, está plenamenteurbanizado, y lo habitan limeños de la clase C. El escenario, el ambiente, se perdió, pero queda en la novela.

Aunque esté entre líneas en No una, sino muchas muertes, el tema de la lucha por el poder reaparece en El narrador de historias.
Por supuesto que reaparece. Es que cada escritor tiene "sus" obsesiones. Pero lo que era implícito en No una, sino muchas muertes, es plenamente explícito en El Narrador de Historias. Además, mi segunda novela apenas tiene 6 ó 7 semanas de haber sido publicada, y su fabulación, un conflicto bélico entre Chile y Argentina, ya se ve puede ver como un presagio a la luz de la demanda de Perú contra Chile por el tema de la delimitación de las aguas oceánicas, y con mucho mayor dramatismo por lo que acaba de ocurrir con la incursión militar de Colombia en territorio ecuatoriano. En El Narrador... lo que digo o lo que predigo es que "la historia seguirá dándonos sorpresas", y no ha sido necesario esperar seis décadas. En mi nueva novela, 999 Palabras para el Planerta Tierra, y que se publicará entre abril y mayo, también (ahora, y gracias a tu entrevista) me doy cuenta de que retomo el mismo tema, la lucha por el poder, pero en este caso se trata de la lucha ideológica por "escribir la historia del género humano".

Si bien la novela está ambientada en el futuro, no hay un avance tecnológico como el que muchos podrían suponer…
Totalmente de acuerdo en que no anticipo los avances tecnológicos que conocerán y vivirán nuestros nietos y bisnietos. Pero entiende, Carlos, que me quise alejar lo más posible de cualquier vecindad con la ciencia-ficción. No por que desvalorice ese género, sino porque mi fabulación va por el lado de lo sociólógico y de lo político. Pero sí hay un elemento de anticipación: la migración hindú a la Argentina.

Otra coincidencia entre sus dos novelas es que en esta última, como en la antes mencionada, el personaje femenino es muy importante.
Son las obsesiones secretas de cada escritor. Para una persona cuya opinión pesa, May Rivas, hay dos personajes femeninos: Nanda o Manuala Rojas, pero también Cecilia Barboza. En 999 Palabras para el Planeta Tierra también reaparece esta misma obsesión por reivindicar al género femenino, pero de una manera muy distinta.

¿Cómo es su proceso de escritura? ¿Qué tan importante es la correción?
Al igual que la gran mayoría de creadores, la novela primero nace como un esquema bastante definido en la cabeza, en un vaivén en que participan ambos hemisferios: el derecho, el intuitivo y artístico, y el izquierdo, donde está la materia gris racional. Ya durante el proceso de escritura ese esquema se potencializa, se modifica parcialmente, y surgen ideas o desarrollos no previstos. Durante el propio proceso de escribir el borrador uno disfruta y, hasta por momentos, se cae en estado de trance. Bueno, ese es el trabajo "grueso", el que se hace con un pincel muy rápido. Y luego viene el verdadero trabajo, lo que yo llamo "la carpintería", que no es otra cosa que el arduo trabajo de corregir una y mil veces. Pero el secreto es que el autor relea su propia obra como si la hubiese escrito otro. Por eso, y al igual que ocurre con el escabeche y con algunos guisos "calentados", hay que dejar que el original repose unas semanas o meses.

Tengo entendido que usted mantiene una relación epistolar con Gregorio Martínez a pesar de haber hablado personalmente nunca ¿Cómo nació la amistad?
Antes que la amistad, fue mi admiración por Canto de Sirena, novela a la cual llegué a través de otro caro amigo, Abelardo Oquendo. Yo reivindico Canto de Sirena como una de las grandes novelas peruanas. Podrán haber novelas más importantes o más ambiciosas, pero no conozco ninguna que la supere en magia verbal, en verdadera creación a partir del lenguaje. A través de amigos comunes nos pusimos en contacto, y nació una amistad epistolar que a mí me enriquece mucho. Gregorio no sólo es portentosamente lúdico escribiendo cartas, sino que además es asombrosamente erudito. Me da clases sobre todo lo habido y por haber: desde las ventajas y desventajas de la fuente Garamond, pasando por el guarango (el algarrobo), hasta sobre la universalidad de un pez un poco arcaico: el bagre. En nombre de esa amistad, y por el motivo adicional de que 999 Palabras para el Planeta Tierra se inicia quince kilómetros al sur de Nasca, es que le he dedicado mi nueva novela. Y estoy seguro de que Goyo disfrutará de mi obra, porque por encima de cualquier otra consideración, 999 Palabras... es una crítica a la humanidad". Y en eso, Goyo, al igual que yo, tiene los ojos muy bien abiertos y no deja que le metan el dedo en la boca.

¿A quién recuerda más de la generación de los 50?

A dos compañeros ya fallecidos: el mágico Eledoro Vargas Vicuña, y al muy sincero Pablo Guevara. Nunca tuve la suerte de conocer a Julio Ramón Ribeyro, y con Mario Vargas Llosa (que al igual que yo, era poco o nada bohemio), sólo estuve cuatro o cinco veces.

*Entrevista completa. Una versión editada apareció en Correo el domingo 16/03/08.

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