martes, 27 de mayo de 2008
Entrevista a MIGUEL ILDEFONSO
Versos transidos de angustia y abatimiento son los que pueblan el libro Los desmoronamientos sinfónicos (Hipocampo editores, 2008), el último poemario de Miguel Ildefonso, en el que continúa su intrincada relación con Lima.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de FRANZ KRAJNIK
Lo urbano, desde una mirada desencantada, sigue presente en tu poesía.
Es que, como muchos, tengo un problema con el mundo, y el mundo que más conozco es Lima. Y “la capital” para mí se me hace invivible, excepto cuando camino con la poesía; sólo así puedo enfrentarme a la neblina, al humo, a la bulla, a los hedores, a los policías. Y sólo así puedo dar algo diferente a unas monedas a sus habitantes. Por eso mis libros son el resultado de mis exploraciones por este monstruo de mil cabezas y, claro, otras ciudades, como El Paso, no se quedan atrás. Además, lo urbano deviene de mi primer maestro, junto al César, Charles Baudelaire. Sueño con irme a la Sierra o a la Selva, vivir como un ermitaño, pero algo siempre me retiene en el cemento.
Me comentabas que tus libros podían leerse como una unidad.
Todos mis libros nacieron del intento de hacer una sola obra, de ahí que me haya interesado estudiar sobre todo a poetas que lo lograron: Adán, Pessoa, Luis Hernández; por citar a los que no concibieron sus poemarios solamente como textos a publicarse, sino como una obra marginal a las editoriales.
¿Por qué la apuesta por prescindir del verso e, incluso, de la puntuación?
Desde un inicio me ha gustado la musicalidad en la poesía, aun cuando no practique la métrica; la música es importante para mí, de ahí que no ensaye el excesivo coloquialismo. Entonces, se me hace a veces problemático esto de los puntos; además, lo hago como un reto para que el lector se exija algo y entienda la polisemia que siempre busco para el sentido final del texto, cosa que deviene, como dije, del Simbolismo, que recibí no sólo de Baudelaire sino de los otros franceses, y no porque sepa francés.
¿Se puede decir que este es el más arriesgado de tus poemarios, donde prescindes totalmente de las tramas para incidir de manera más radical en las imágenes?
Creo que sí. Y digo creo porque siempre todo poema, hasta el más cursi, significa un riesgo. En un poema me juego no sólo unas cuantas palabras, está mi vida allí, aunque suene recontra cursi o trillado decir esto. Pero te contaré algo: como todos mis libros publicados, hay textos de inicios del 90, pero este es el que más los tiene. Este libro, no como está ahora, pero sí muy cerca, hubiera salido publicado digamos en 1996; esta onda surrealista, como lo han visto algunos críticos, la practicaba en esos años iniciales con mayor soltura. De alguna manera he tenido el control en la salida de mis libros, y por eso, debido a que sé que este libro es “el más arriesgado”, es que lo edité recién.
Otro poemario tuyo está próximo a publicarse, ¿qué nos puedes adelantar de él?
Está por salir de la imprenta, ya tengo el primer ejemplar como prueba. El título Himnos es porque me gusta Novalis y Beethoven, y además porque suena potente, impone respeto, y no hace mucho estuve en Alemania. Aunque la realidad es lo contrario: contiene mis poemas más sencillos o, diría mejor, que es “el menos arriesgado”; aunque también prescindo de los puntos. Pero te confieso algo: la sencillez es lo más difícil de ejecutar en poesía, por eso sale recién; ha tomado su tiempo en dejarse hacer.
lunes, 26 de mayo de 2008
LUCÍA FERNÁNDEZ y JUAN DIEGO VERGARA
Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de KEYKO MONTEBLANCO
Quizás la travesía más significativa sea aquella que, en su concepción simbólica, representa un recorrido interno, a través de los recuerdos, al nostálgico territorio de la infancia. Precisamente a ese trascendente espacio vital en donde, según los sicoanalistas, se halla el origen de todo. Lucía Fernández y Juan Diego Vergara han coincidido en esta idea –cada uno a su manera, claro– al momento de abordar la temática del viaje que prima en la muestra Sobre crecer y viajar que se exhibe en la galería Espacio Arte, que se ha habilitado en el local del Instituto Euroidiomas de Miraflores.
Repaso de la infancia
En el caso de Lucía Fernández el retorno a la infancia se sostiene a través de una mirada lúdica y de fantasía, como sucede, por ejemplo, cuando la artista evoca su casa como la alta torre de un castillo. “Mi idea era encontrar justamente las imágenes de mis primeros viajes que no están en el álbum –sostiene Fernández–. Hay recuerdos e imágenes que son tan significativas que te marcan y el ejercicio era tratar de plasmar eso. El tema del viaje, a partir de la metáfora y lo simbólico, aparte de lo poético, es algo que visualmente me interesa mucho”.
Juan Diego Vergara, por su parte, nos ofrece una galería de personajes familiares que acompañaron su niñez. “Esta serie es de principio del año pasado y son basadas en fotos de mi familia –explica Vergara–. Y los textos corresponden a lo que yo pensaba cuando miraba las fotos, claro, con una carga un poco irónica. El texto me ayuda a cerrar la idea”.
Palabras en la imagen
La inclusión del texto es, pues, el otro punto en común en el trabajo de los dos artistas. Luego de un inicio abstracto y el respectivo viraje hacia lo figurativo, Vergara empieza, de un momento a otro, a escribir palabras en sus cuadros. “Para que haya una atmósfera sobre lo que yo pintaba. Y luego textos completos”, acota. En el caso de Lucía Fernández la presencia de los textos se da desde siempre y son parte integrada a las imágenes. “Eso lo vengo haciendo desde la escuela. Hace bastante tiempo. Y siempre había esa relación entre el texto y la imagen. No que uno sea accesorio del otro, sino que ambos se complementan y cierran el conjunto”, concluye Fernández.
Se trata de dos miradas, distintas y al mismo tiempo complementarias, que impulsan al espectador a mirarse a sí mismo, a través del tiempo y en medio de la nostalgia.
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domingo, 25 de mayo de 2008
JOSE TOLA
Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de KEYKO MONTEBLANCO
El encuentro parecía destinado a culminar en un inevitable fracaso. No resultaba descabellado pensar, pues, en la imposibilidad de comunicación entre la conocida parquedad de un artista como José Tola –a la que se añade una fama de pintor maldito–, y mi parquedad de escritor ensimismado dentro de mis particulares cavilaciones. Sin embargo, aquella tarde resultó satisfactoria, sobre todo para alguien que, como yo, celebra el trabajo creativo de un artista que, a pesar de su mirada huraña, suele filtrar por momentos su lado amable e, incluso, entrañable.
Aterrizamos en la Galería del ICPNA de manera simultánea, bordeando milimétricamente la hora acordada para el encuentro. Tras un fugaz recorrido por la sala que cobija en sus paredes el colorido resumen de una trayectoria plástica de relevancia, la charla se desplegó, con inusitada espontaneidad, en la cafetería del mismo instituto. En una de las mesas del fondo, para eludir la férrea vigilancia de los meseros, y poder fumar un cigarrillo con la tranquilidad del caso. Porque Tola fuma, cigarrillo tras cigarrillo, con la misma intensidad con la que se entrega a la creación.
“Tengo un sentimiento de desprendimiento respecto a mis cuadros: una vez que los termino, los dejo”, me dice Tola. Eso explica, de alguna manera, las variaciones de su propuesta plástica a lo largo de los años, que se evidencian con mayor nitidez en esta muestra antológica “Tola: el artista como demiurgo” –que abarca trabajos desde 1965 hasta el 2008–.
Así, mientras Gabriela Arakaki y Luis de la Sota –brazos derechos del artista– ultiman los últimos detalles del montaje de las obras, Tola me explica que su camino ha sido de búsqueda constante, que si bien la Escuela te enseña a pintar (Tola estudió seis años en Bellas Artes de San Fernando, en Madrid), uno debe buscar su propia mirada. “Dominar la técnica te permite hacer luego lo que tú quieras”, acota. Basta un rápido repaso a la galería para advertir que sus cuadros han ido adquiriendo cada vez mayor complejidad y que los colores han ganado en intensidad.
Tola también escribe. Ha publicado la novela Ego azul (Jaime Campodónico, 1998) y Una historia para un guerrero (Santillana, 2006), cuento ilustrado por él mismo. Y me dice, además, que entre sus muchos manuscritos tiene dos novelas inéditas. Una de ellas, policial. Sin embargo, supo desde pequeño que lo suyo eran las artes plásticas. “Mis mejores notas eran en presentación de cuaderno –confiesa, Tola–. Dibujaba la “a” pensándola como un pajarito. Por ello, incluso en mis textos prima lo visual, las imágenes”.
Tras acabar, él con su té y yo con mi gaseosa, y tras ser importunados por un mesero que nos conminó a fumar afuera, retornamos a la galería. Y mientras la fotógrafa movía de un lado a otro a un solícito Tola, volví a contemplar sus cuadros y a sentir esa misma sensación que tuve cuando vi uno de ellos, por primera vez, hace muchos años: la idea fija de que en aquellos lienzos el dolor y la dicha van de la mano.
MAS DATOS
ICPNA de Miraflores
(Angamos Oeste 160, Miraflores)
Antológica
Inauguración: 27 de mayo.
Lucía de la Puente
(Paseo Sáenz Peña 206, Barranco)
Obra reciente
Hasta el 7 de junio
martes, 20 de mayo de 2008
El eternauta al cine
Una noticia que seguramente concitará la atención de mi padre es la que acabo de leer en el blog Puente Aéreo de Gustavo Faverón: La cineasta argentina Lucrecia Martel está por concluir con el guión de lo que será la adaptación cinematográfica de El eternauta, célebre cómic del tandem conformado por Oesterheld y Solano López. Ver el blog.
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MURAKAMI por IWASAKI
Murakami, nuevamente. No sólo suelo leer con avidez los libros de aquellos autores que, como el caso especial de Haruki Murakami, concitan mi total atención. También confieso mi adicción a la lectura de todo texto que gire en torno al escritor en cuestión. Gracias al Moleskine de Iván Thays pude leer, y disfrutar, de un texto del escritor peruano radicado en España, Fernando Iwasaki, sobre el autor de Kafka en la orilla.
Interesantísima la parte en la que Iwasaki señala lo siguiente: “No pretendo poner en entredicho a quienes de manera autorizada ponderan la ambición posmoderna de la narrativa de Haruki Murakami, aunque sí me haría ilusión sugerir que lo que en Occidente se considera posmoderno, acaso coincida con fórmulas y poéticas de larga tradición en otras culturas no precisamente occidentales”. Lean el texto completo.
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domingo, 18 de mayo de 2008
Entrevista a EDGARDO RIVERA MARTINEZ
En medio de una grisácea tarde miraflorina, la textura cálida de la voz de Edgardo Rivera Martínez sirve de entrañable cobijo a una amena charla sobre su obra, a propósito de la publicación de Cuentos del Ande y de la neblina (Punto de lectura, 2008), libro que recoge su cuentística completa, más dos relatos inéditos como bonus tracks.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de PÁVEL UGAZ
El título de esta reunión de sus cuentos completos alude a los lugares en los que se ambientan sus relatos…
Como anteriormente, en el año 1999 apareció una edición de Alfaguara con cuentos completos, no se podía repetir el título, más aún porque este volumen reúne cuentos incluidos en aquella edición más los publicados en Alfaguara en un libro que tiene como título Danzantes de la noche y de la muerte, más dos cuentos inéditos que son de este año. Entonces como el escenario predominante es el andino, pero está también presente Lima, se le puso de título Cuentos del Ande y la neblina.
Esa relación armónica que se da en su literatura entre lo andino y lo occidental, ¿tiene relación con su infancia en Jauja?
Naturalmente con mi infancia en Jauja, y por el hecho, que siempre he remarcado, que Jauja fue una ciudad que tenía una presencia foránea fuerte, por razón de su clima, entre mediados del siglo XIX y mediados del XX. Incluso venían de Europa para curarse de la tuberculosis. Por eso, un viajero francés, allá en 1875, dijo que en Jauja había una pequeña sociedad cosmopolita.
¿En qué momento es consciente de que esa relación entre lo andino y lo occidental se refleja en su obra?
En realidad es una toma de conciencia desde mis primeros relatos. En El unicornio de 1964, por ejemplo, aparece en un pueblo andino nada menos que un unicornio, que es un ser de la mitología europea. Pero, por qué no, si hay sirenas tocando el charango en la fachada de uno de los templos coloniales, creo que en Pomata. Por otro lado, pienso que en este mundo globalizado, y a mi modo de ver cada vez más injusto, es importante preservar la identidad propia, pero no negarse a la modernidad. Hay que abrirse también a ella. Lo cual es bastante difícil.
¿De dónde viene el lirismo de su prosa? ¿De la poesía?
Mi narrativa es fundamentalmente de carácter lírico. Incluso, dos o tres relatos míos son de alguna manera poemas narrativos en prosa, como "Amaru", "Angel de Ocongate" o "Leda en el desierto". Y también lo lírico tiene importancia en mis dos novelas, especialmente en País de Jauja que presenta un mundo feliz, como han remarcado algunos críticos, y que termina con una frase reveladora: “Brilla el Sol y el aire es límpido, clarísimo”.
No hace mucho se reeditó, nuevamente, País de jauja, quizás su más celebrada obra. ¿Cómo ve a aquella novela a la distancia?
Esa novela fue en gran parte por la añoranza de los días felices de mi infancia y sobre todo de mi adolescencia. Hay quienes desde el sicoanálisis piensan que en el arte se crea a partir de sentimientos de culpa. Yo pienso que para unos es verdad, pero para otros no. Y la prueba para mí ha sido País de Jauja que es la evocación de un mundo feliz. Y de alguna manera lo es mi segunda novela Libro del amor y de las profecías, que no obtuvo la misma difusión.
La música es importante en su narrativa, y la figura del danzante es recurrente en su obra. Pienso en "Angel de Ocongate", en "Danzantes de la noche y de la muerte" y en el reciente "El tucumano".
Claro, porque mi contacto con el mundo andino no sólo era a través del mundo de las leyendas y de los mitos, sino también de la música. E inevitablemente también con la danza. Y danzas propias de la zona central del Valle del Mantaro. Y danzas de origen andino y colonial, porque hay personajes que se remontan a la colonia, como por ejemplo el tucumano.
En una oportunidad le comentaba que me llamaba la atención que la mayoría de sus relatos tengan un final abierto. ¿Es deliberado? ¿A qué se debe?
Entiendo que es a la vez deliberado e inconsciente. Mi proximidad a la poesía y a lo lírico me hace inclinarme por los finales abiertos, en los que el lector elige, opta por una solución, pero en función de la cadencia y atmósfera del texto.
Usted ha abordado la novela y el cuento, ¿tiene predilección por alguno de estos dos géneros?
Parecería que por el cuento, pero en realidad por ambos géneros literarios. Actualmente estoy terminando una novela sobre la cual prefiero no hablar, salvo mencionar que se titula Diario de Santa María, ambientada también en la Sierra, pero también con esa apertura a la cual ya me he referido: que es reflejo de mi propia vida.
*Publicado el domingo 18/05/08 en Correo.
lunes, 12 de mayo de 2008
MARTÍN ADÁN en El Dominical
“¿Quieres tú saber de mi vida?
Yo sólo sé de mi paso,
De mi peso,
De mi tristeza y de mi zapata”.
Estos son los versos iniciales de Escrito a ciegas del recordado y celebrado Martín Adán. La última edición de El Dominical, que dirige el poeta Alonso Rabí, dedicó un amplio especial a la figura y obra de este singular poeta peruano. Entre los interesantes textos que aparecieron quisiera recomendar el de Kike Sánchez Hernani, quien con estupenda prosa nos hace un repaso de la existencia del autor de La casa de cartón. Léanlo completo.
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No es país para viejos de CORMAC MACCARTHY
Equiparado por el mismísimo crítico Harold Bloom con autores norteamericanos canónicos como Herman Melville y William Faulkner, Cormac McCarthy es, sin duda, uno de los escritores más notables de la actualidad.
No es país para viejos (Debolsillo, 2008), novela en la que se basara el premiado filme de los hermanos Coen Sin lugar para los débiles, ya se puede encontrar, desde hace algunas semanas, en nuestras principales librerías.
La novela gira en torno a la persecución de la que es víctima Llewelyn Moss –quien encuentra de casualidad, en medio de un reguero de cadáveres de narcotraficantes, y en pleno desierto, un maletín repleto de dinero– por parte de un apocalíptico sicario (Anton Chigurh), siendo además buscado por un sheriff próximo a jubilarse (Tom Brell).
La narración avanza a un ritmo trepidante, recurriendo muchas veces a una sucesión de frases cortas que no otorgan respiro al lector y que, sin embargo, tampoco impiden que la novela posea una hondura existencial –de la que carecen algunos autores– que se focaliza, como en otras novelas suyas, en los oscuros vericuetos del mal. Uno no puede evitar sentir en la nuca el asecho incesante de Chigurh, pero sobretodo es imposible no sentir aquella sombra de maldad que recorre la novela y que nos revela, en realidad, un futuro incierto. Recomendable. (CMS)
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martes, 6 de mayo de 2008
Entrevista a JUAN JOSÉ MILLÁS
El último Premio Planeta, el escritor español Juan José Millás, ausculta su universo interno y da a luz una novela escrita desde su propio enfrentamiento personal. El resultado: una historia esencialmente genuina y conmovedora.
Entrevista MANUEL ERÁUSQUIN
Fotografía de KEYKO MONTEBLANCO
Es interesante ver cómo desde la infancia se siembra nuestra felicidad y también nuestras desdichas.
Sí, y no es raro pensarlo, pues en esas edades se construyen los cimientos de nuestra identidad. Y esto es como un edificio, donde los cimientos son cruciales, aunque no se vean. Además, lo que llamamos identidad, subjetividad, es una edificación y regresar a la infancia para saber qué sucedió en ese tiempo equivale a bajar al sótano, lugar en el que se ven los cimientos.
Pero no hay que perder de vista que el sótano da la idea de un lugar sin mucha luz, con mucho desorden.
El sótano es un lugar frío, húmedo, un poco ruinoso y donde se colocan los trastos que no nos gustan. Sin embargo, ahí, en ese espacio en el que existe tanta humedad, tanto frío, poca luz y trastos que no queremos: existe gran parte de lo que somos. Y es importante enfrentarse a esa zona de nuestra humanidad, que normalmente se encuentra oculta y que además olvidamos, porque la infancia es una etapa de la que hacemos unas operaciones de cierre y clausuramos de la memoria de forma selectiva las cosas malas y sólo dejamos las buenas.
En la novela se maneja la analogía del bisturí eléctrico con la escritura: donde ambos al proceder abren heridas, pero al mismo tiempo las cauterizan. En ese sentido, ¿la escritura puede convertirse en un vehículo de sanación interna?
Puede cumplir esa función, porque incluso se dice que la escritura es una forma de terapia para quien la experimenta. Y en ese sentido, es muy curioso que haya mucha gente que cuando se jubila manifiesta que desea escribir, puesto que en ese ejercicio sienten que van a encontrar alivio en su contradicción. Y sin duda es así. Pero yo creo que la escritura es sobre todo un vehículo para conocer el mundo. Creo que la literatura es un modo de conocimiento de la realidad, que no es ni mejor ni peor que otros discursos: no es mejor ni peor que el discurso científico, por ejemplo, para acercarnos a la realidad.
Bueno, la literatura es clave también en su posibilidad de complementarse con otros discursos o posibilidades expresivas.
Su valor es fundamental y es necesario que se complemente con otros discursos, y esto es una labor fundamental de la literatura: yo creo que una buena novela o es metáfora de la realidad o no es nada. Y es importante este aspecto, porque siempre nos nutrimos de nuestras experiencias o de las experiencias de las personas más cercanas. Escribir de cierto modo consiste en metamorfosear la experiencia, y por lo tanto toda literatura es biografía.
Lo importante también en la experiencia literaria es que el escritor se mire a sí mismo, que se enfrente a su propia interioridad.
Es importante esto porque uno siempre escribe desde el conflicto, y si el conflicto no está o el conflicto es artificial: el texto no tendrá alma. Pero si uno ha escrito desde un conflicto personal que intenta aliviar o intenta resolver ciertas cosas de la experiencia vital con la literatura, entonces se convertirá en universal.
Además, el hecho de sabernos mortales los humanos nos conduce a un conflicto permanente.
Esa es una de las contradicciones que no hemos resuelto todavía. Cómo es posible que la vida implique la muerte. Que sin muerte no haya vida y sin vida haya muerte. En definitiva, el ser humano no ha logrado responder a las preguntas fundamentales de ¿quiénes somos?, ¿adónde vamos? Incluso, llegamos a referirnos a ellas de manera irónica, y eso es porque tenemos siglos dándoles vueltas a esas interrogantes que hasta ahora no hemos podido responder.
Hay gente que piensa que para escribir se tiene que hacer desde la desgracia…
Yo no diría eso, creo más bien que se escribe siempre desde el conflicto, porque si no hubiera conflicto para qué vas a escribir. Y se escribe desde el conflicto para intentar comprender lo que está sucediendo.
El personaje sufre una serie de carencias afectivas, experimenta de manera intensa el desamor.¿Diría usted que en todo caso el amor puede llegar a salvarnos?
Bueno, yo creo que sin amor es muy difícil vivir. Ahora, el amor entendido en un sentido muy amplio, de tal manera que podamos entender que la falta de amor nos puede matar, por eso el amor nos puede salvar.
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lunes, 5 de mayo de 2008
McCARTHY por AGREDA: No es país para viejos (Mondadori)
Ya llegó a Lima No es país para viejos (Mondadori), la novela en la que se basaron los hermanos Coen para urdir su premiado filme. Como comprenderán, quienes leen este blog con cierta regularidad, apenas pueda me agolparé a alguna de las librerías Ibero –donde suele comprar las novedades de Mondadori– para adquirir un ejemplar. Luego de leer La carretera me he vuelto un apasionado lector de McCarthy. Y estoy a la caza, además, de Meridiano de sangre –novela que me ha sido difícil encontrar en librerías y que mi amigo Javier Agreda ha reseñado semanas atrás. Volviendo a No es país para viejos, Agreda acaba de comentar la novela en su espacio en La República, en donde señala: “A pesar de las acciones violentas y de ritmo acelerado, se puede notar en el relato una sólida estructura que permite desarrollar los temas con orden y simetría. También están presentes las descripciones barrocas, que contrastan con los diálogos breves y precisos (en los que no se usan guiones o comillas), dos de las marcas que caracterizan a esta narrativa. Pero casi tan importantes como la trama son los monólogos de Bell, que ocupan un par de páginas al inicio de cada uno de los trece capítulos. El sheriff reflexiona en ellos sobre la actual decadencia moral de la sociedad norteamericana”. Lean el texto completo.
Entrevista a FERNANDO AMPUERO
Inspirado en su cuento “Taxi Driver sin Robert de Niro”, relato perteneciente a su libro Malos Modales (1994), Fernando Ampuero entrega Hasta que me orinen los perros (Planeta,2008), una novela que da cuenta de la ferocidad de la calle a través de la vida de un taxista atrapado por la desesperación de sobrevivir.
Entrevistan MANUEL ERÁUSQUIN y CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de GISELLA SAN MIGUEL
Las calles tienen sus propios códigos y construyen su propia moral desde la falta de posibilidades en el mundo oficial.
La calle posee sus propios personajes y tiene sus propias leyes. Esta novela, Hasta que me orinen los perros, que lleva un nombre proveniente de un universo callejero y de una frase de borrachos, muestra una historia descarnada, una historia brutal. Y en esas calles impiadosas surge un individuo de vida aparentemente normal, un tipo que era un contador y que toda su vida se había sacrificado y trabajado de manera eficiente, solvente profesionalmente. Pero eso no importó, pues llega esa palabra fatal propia de esta modernidad a su existencia: hay que hacer reingeniería, hay que ahorrar, hay que prescindir de personal. Sus logros no interesaron; sencillamente lo despiden. Algo que también hemos visto nosotros a lo largo de nuestras vidas.
Este episodio determina su destino, un destino sostenido en la desesperación.
Mira, y así como en mi novela Caramelo Verde la alternativa era ser cambista de dólares, actividad prolífica a fines del primer gobierno de García. Ahora, a inicios del segundo gobierno de García para alguna gente que se encuentra en el desempleo la alternativa es incursionar de taxista y el personaje recurre a este oficio sin saber lo que le va a deparar esta actividad.
No sabe que va a cruzar una línea donde no hay retorno.
Cruza la línea porque le han robado el auto, que es todo su capital, todo su esfuerzo en la vida y se queda sin nada. De la noche a la mañana. Pero él escucha que hay un negocio que realizan sus propios colegas taxistas, a los que les va bien. Estos hombres agarran a pasajeros que se encuentran borrachos y esperan a que se queden dormidos y los venden en huecos donde valen por sus pertenencias y sus tarjetas de crédito. Ellos no se comprometen, no quieren ensuciarse las manos: ellos son taxistas. Sólo roban alguna cosa y reciben su dinero por estos clientes. Por eso, estos sujetos no sienten que son delincuentes. Sin embargo, esta tranquilidad se resquebraja y surgen complicaciones que determinan cambios impensables en sus vidas.
Tanto en tus novelas Caramelo Verde, Puta Linda y Hasta que me orinen los perros, existe un interés por personajes de la marginalidad.
Sí, son tres novelas que de alguna manera recogen personajes callejeros, personajes pertenecientes a un universo marginal. Ahora, de alguna manera, en mis novelas exploro más los personajes oscuros y marginales de la ciudad. En mis cuentos existen personajes oscuros y marginales en una buena proporción, pero la mayoría de ellos provienen de una clase media y clase alta. Y en este momento, estoy tratando de entender por qué es que he planteado mi literatura últimamente por estos caminos. Es más, cuando terminé Hasta que me orinen los perros, me di cuenta de que el factor dominante en estas novelas eran las dificultades que tienen los peruanos para sobrevivir.
Circunstancias que pueden ser extremas, como las que padece el personaje de Hasta que me orinen los perros.
Cuando estás en una situación donde no hay qué comer y te encuentras lleno de deudas: tienes que buscar una forma o manera de salir de ese agujero negro. Eso, por un lado. Por otro lado, la novela expresa la ola de violencia que azota a la ciudad. Un caso claro es el tema de las pandillas del Callao: muchachos de veinte años, todos con armas de fuego y todos matándose entre sí. Y en los últimos cuatro meses han muerto cuarenta chicos, eso es una cifra enorme: una cifra espeluznante.
Al haber trabajado durante varios años de noche, por tu labor de subdirector en Caretas, has visto con tus propios ojos los secretos que albergan las calles en la madrugada.
Una vez, acompañado de otro escritor amigo mío: Oscar Málaga, salíamos de Caretas e íbamos por Belén en mi carro a las cuatro de la mañana, ciudad totalmente desierta y veo en medio de la pista a un sujeto que me apuntaba con una arma. Y Málaga me hablaba justo en ese momento, en el cual yo sólo atiné a seguir de frente. El tipo se salió del camino pero escuché un disparo, que de seguro fue al aire. Esos son algunos personajes de la noche urbana.
MAS DATOS
Hasta que me orinen los perros tiene el interés de la directora Enrica Pérez de llevarla al cine. Ella ya se había inspirado en un relato de Ampuero para su corto Taxista (basado en el cuento “Taxi Driver sin Robert De Niro”).
*Publicada en Correo el domingo 04/05/08.
viernes, 2 de mayo de 2008
Entrevista a BORIS IZAGUIRRE
Habituado a los reflectores, Boris Izaguirre responde las inquietudes de la prensa cultural con la misma espontaneidad con la que suele aparecer en pantalla en plena gira promocional de Villa Diamante (Finalista del Premio Planeta 2007), una novela sobre la posibilidad que uno tiene de transformar su destino.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
Fotografía de GISELLA SAN MIGUEL
Antes de Villa Diamante ya habías publicado tres novelas. ¿Consideras que el ser finalista del Premio Planeta te legitima como escritor?
Como siempre dije, cuando recogí el premio yo entré a la ceremonia como Boris Izaguirre y salí como el “escritor” Boris Izaguirre. Yo estoy encantado cuando me preguntan: “Ay, cómo te presentamos”. Entonces yo digo: “Finalista del Premio Planeta 2007”. Me parece un título de presentación estupendo.
¿No es una manera de cerrarle la boca a tus detractores?
No creo que me haya sentado a escribir Villa Diamante con esa idea en la cabeza. No tenía la necesidad de cerrarle la boca a nadie. Jamás he respondido a ninguna crítica ni buena ni mala. Lo que sí creo es que el premio ha sido buenísimo para la novela, porque le ha dado un empuje increíble, algo que quizás le hubiera costado más a la novela conseguir. Pero en lo que sí estoy fascinado es en el hecho de que la novela haya alcanzado 200 mil ejemplares desde que salió a la calle en noviembre pasado.
¿No crees que el ser un personaje mediático ha ayudado a conseguir ese nivel de ventas?
Pienso que aparte de la curiosidad que podría generar el hecho de que yo fuese el finalista, también creo que la novela ha gustado a sus lectores, y esos lectores la han recomendado a otros lectores. Y ese es realmente el mejor premio.
Tú empezaste en Venezuela escribiendo guiones para telenovelas. ¿En qué medida esa experiencia te ayuda a la hora de encarar tus libros?
Pues en pensar que yo no escribo para mí sino para mis personajes, primero que nada. Y luego escribo para mi público, para mis lectores. Yo creo que tengo unos lectores que han ido un poco formándose conmigo con mis anteriores novelas. Y ahora que con Villa Diamante tengo muchísimos más lectores, pues tendré que escribir pensando en esos lectores. Yo no soy el tipo de autor que está intentando descifrarse a sí mismo, yo no tengo esa necesidad. La que sí tengo es la de contar una buena historia y que ésta tenga una mayor cantidad posible de cautivos.
Me llama la atención esa necesidad de una de las protagonistas de encontrar la inmortalidad a través de la edificación de una casa…
Es que ella piensa que su vida no ha sido más que accidentes. Y yo puedo pensar que quizás Latinoamérica sea igual, una sucesión de accidentes permanentes. Y quizás yo no hubiera tenido esa visión de Latinoamérica si no viviera en España hace dieciséis años.
La novela transcurre en Venezuela durante la dictadura de Pérez Jiménez. ¿Lo planteaste como un juego de espejos con el actual régimen de Chávez?
Bueno, yo no diría tanto un juego de espejos, pero sí pienso que si el lector quiere establecer sus paralelismos, los puede establecer tranquilamente. Y es que hay grandes paralelismos; por ejemplo, los dos convirtieron a Simón Bolívar en su razón de ser. Y qué cosa tan curiosa que Simón Bolívar sirva para una dictadura militar de los años 50 de derecha y sirva también para una república bolivariana del nuevo socialismo en el siglo XXI.
¿Cómo es tu relación afectiva con Venezuela?
Yo siempre he sido una persona muy vinculada a mi trabajo. Entonces dejé de vivir en Venezuela porque no tenía trabajo. Y me pareció que era la oportunidad perfecta para probar suerte en otro sitio. Y me fui a España. Y allí no sólo he encontrado trabajo, también una nacionalidad, un marido, una casa, fama, reconocimiento. Pero eso no significa que yo tenga un problema político con mi país, simplemente quizás yo no encajaba allí. Y uno de los dos tenía que tomar la decisión, y como el país parecía no querer tomarla, pues la tomé yo. Me voy, hago mi vida en otro sitio y ya está.
*Publicada en Correo hoy viernes 02/05/08.
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